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Rebeldía
“No hay
animal tan manso que atado no se irrite”.
Concepción
Arenal
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La vida imposible
Cualquier escritor es susceptible de llevar una
doble vida, de cuantificar todas las realidades posibles, vivir en un mundo
paralelo con simétricos o inversos conceptos que le lleven a ensayar textos de
un alto valor expresivo. Sobre la imaginación de Eduardo Berti (Buenos Aires,
1964) se ha escrito que discurre libremente por los territorios que le
importan, y tal vez su particular geografía sea una excusa o, también, una
forma de parodiar obsesiones donde el humor, la ironía y la parodia pugnan para
hacer la vida (im) posible. Heredero de Cortázar, Wilcock, Calvino, Piñera, o Buzzati
y de otros escritores fundamentales en sus años de formación como lector, cuyas
obras juegan con los límites entre lo real y lo fantástico. La diferencia es
que el argentino realiza un uso intelectual, nunca “emocional”, de lo
fantástico: como juego, como ironía, pero también como metáfora de los
fantasmas, de los temores y de los deseos del hombre actual.
La
vida para Berti es mucho más compleja y más inasible de lo que muchas veces por
una excesiva comodidad, incluso por cierta pereza en no molestarnos, e incluso
por esa precaución que siempre nos depara el destino, llegamos a
ver. Detrás de cada rutina particular se
percibe, o puede estar agazapado algo de lo más singular, o lo más excepcional,
incluso “lo inolvidable” como titularía uno de sus libros. El humor, la ironía,
las paradojas y lo absurdo conviven sin problemas en el centenar de
minificciones de La vida imposible (2014),
un relato que le gustó para titular el libro porque, según el propio autor, “se
opone a la idea de vida posible, a la norma”. Los microcuentos que tienen,
entre otras cualidades, esa facilidad de “romper los límites de lo verosímil y
de aplicar una mirada extraña” ante el mundo que lo rodea, han ido creciendo
desde que el libro se publicara, originariamente en Argentina (2002), y a la
nueva edición de Páginas de Espuma incorpora las Ramonerías, un total de 208, que Berti escribió hace años,
inspiradas en las greguerías de Ramón Gómez de la Serna y que solo habían
visto la luz en Francia en una edición bilingüe. Berti estructura sus textos de
una forma invariable, y a eso se añade que los lugares de la acción son
infinitos, discurren entre Madrid y Munich, o nos llevan a Hawai y descansamos
en Montecarlo. En la mayoría de estos relatos se descubre, o ha ocurrido algo
sorprendente que llama la atención del lector, aunque sus consecuencias, o la explicación
del fenómeno esgrimida por el argentino, nunca pueden ser expresados en
términos de lógica pura; se inscriben en un calculado caos y quienes
protagonizan estos relatos, resultan víctimas de las circunstancias, y en el
mejor de los casos, el sentido común y cotidiano, ha dejado de funcionar, solo
es posible adaptarse o sobrevivir. La imaginación del narrador argentino
discurre libremente por esos territorios que le son familiares y, al tiempo,
interesan al lector, es decir, cine, artes plásticas o el periodismo cotidiano,
otorgando a sus temas una dimensión que los convierte en buena literatura, a lo
que añade una prosa tan fluida como vigorosa en el trazo, precisa y sin
concesiones a lo fácil o lo expresivo, tan simétrica como solo es capaz de mostrar
el desorden de la imaginaria lógica.
La vida imposible
Eduardo Berti
Madrid, Páginas de Espuma, 2014
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