Cuentos republicanos
Francisco García
Pavón (Tomelloso, Ciudad Real, 1919 y murió en Madrid, 1989)
Hace
unos años Alicia Giménez Barlett, hoy una afamada narradora de novela
policíaca, se lamentaba por no haber podido encontrar algún título de la
abundante bibliografía de Francisco
García Pavón en las librerías españolas. Consideró entonces
al manchego un escritor olvidado por el público, pese a la popularidad que tuvo
durante dos largas décadas, sobre todo en los 60 y los 70, cuando sus libros
llenaban los escaparates de las librerías y Televisión Española producía la
serie de su personaje más famoso, Plinio. En la década de los 80 y los 90 los
fondos editoriales de la mayoría de sus novelas iban desapareciendo y, sobre
todo, sus colecciones de cuentos no volvían a editarse, incluso sus historias
más populares, las protagonizadas por Plinio, ese policía municipal manchego,
que resolvía magistralmente los enigmas, las muertes y desapariciones en el
municipio de Tomelloso. Bien entrado el siglo XXI, Destino y, sobre todo, la
modesta editorial, Rey Lear se han interesado por la figura del escritor y han
vuelto a poner en el panorama literario algunas de sus aventuras, Plinio,
casos célebres (2006), Plinio, primeras novelas (2007), Voces de
Ruidera: una aventura de Plinio (2008), Otra vez domingo: una
aventura de Plinio (2008), y, también, una curiosa monografía, La
cocina de Plinio: con todas las recetas (2009). Menoscuarto Ediciones se
suma a este rescate con Cuentos republicanos.
Antonio Iglesias Laguna lo
consideró en Treinta años de novela española (1970) el «mejor cuentista
de su generación, supo retratar al vivo la sociedad que le tocó vivir, y cuya
obra se compensa por la profundidad y el detalle». El mundo asturiano de García
Pavón se vería reflejado en su primera obra, Cerca de Oviedo (1945), una
novela repleta de humorismo, aunque la
narración pretenda ser trágica, el estudioso la salva por su costumbrismo y por
la ironía de su planteamiento. Señala Iglesias Laguna que García Pavón, sin
embargo, empieza a dar la talla en su libro siguiente, Cuentos de mamá
(1952), y continuaría haciéndolo en, Cuentos republicanos (1961), La
guerra de los dos mil años (1967), la novela Los liberales (1965) y,
sobre todo en sus, Historias de Plinio, escritas entre 1954 y 1968.
Ignacio Soldevilla Durante, en el volumen 1 de su, Historia de la novela
española (1936-2000) (2001), apunta como «García Pavón toma frente a la
realidad una actitud que, además del fondo liberal, es estilísticamente
inconfundible que haría necesaria una filiación esperpéntica sino es por el
arte de la contención con que describe el proceso de deformación de la realidad
el manchego». Su desquijotización de La Mancha está realizada con un humor sonriente que
se sirve de las tintas del aguafuerte y recurre al uso del vulgarismo y de la
vulgaridad bajo control», añade. Y habla, igualmente, de la autenticidad de
este mundo en sus libros, El reinado de Witiza (1968), El rapto de
las Sabinas (1969), Las hermanas coloradas (1969), Otra vez
domingo (19789 o El hospital de los dormidos (1981).
Plinio.
Eduardo
Tijeras en Últimos rumbos del cuento español (1969) hablaba de García
Pavón como «un cuentista consciente de lo que supone formalmente considerado un
cuento. Su línea más intensa y cultivada alude en general a tipos, sucesos,
costumbres, reminiscencias y tradiciones del medio rural manchego, la hermosa
tierra plana, amago de pampa, por la que anduvo Don Quijote (...) Se trata de
un mundo abigarrado, muy auténtico, y tratado entre el sarcasmo, la ternura y
el desgarro, así como con esa miaja de ensoñación que los recuerdos infantiles
y queridos ponen en el alma. Una vez más, la tradición picaresca, quevedesca,
galdosiana, brilla en García Pavón, aplicada a un medio social y geográfico
particular. (...) alcanza su máxima altura cuando concilia o trasciende el
sarcasmo en gravedad y hondura»
«A García Pavón —escribía Erna
Brandenberger (Estudios sobre el cuento español contemporáneo, 1973)— le
importa la anécdota, le gusta rememorar o inventar situaciones singulares y
también es verdad que suele rematar sus episodios sin importarle demasiado si
tiene algún sentido general fuera del contexto de lo narrado. En una palabra,
sus pretensiones no se centran en absoluto en la construcción y la
estructuración, en la modernidad y el experimento»; en otra de sus anotaciones,
apunta «hay quien le reprocha su manera tradicional de escribir cuentos». Y a
propósito de estos, el propio García Pavón escribía: «Casi todos mis libros de
relatos son reviviscencias, fijaciones de mi biografía matizadas por los años y
la nostalgia del tiempo perdido. Son cuadros biográficos, que reflejan las
guías más esenciales de mi ser y mi existencia. Quiero decir que constelan mi
intramundo más sentido. Y naturalmente llevan implícitas mi manera peculiar de
ver el mundo —mi mundo—; de enjuiciar la sociedad —mi sociedad—; y de amar o
repudiar mi contorno humano y geológico».
Medardo Fraile, en Cuento
español de postguerra (1994, 5ª ed. aumentada) hablaba de García Pavón como
«amante de su pueblo y de sus libros, una evocación rica, original y viva de su
ciudad y las gentes que conoció allí; de su familia, niñez y adolescencia. Pero
en ese mundo, dándole esperanza, inquietudes y frivolidad a la vez, penetra la
crisis política española de más de medio siglo (dictadura de Primo de Rivera,
Segunda República, Primavera del 39). Sus cuentos abundan en comparaciones
acertadas, humanidad y gracia, y cualquier español reconoce ese mundo como
cercano o suyo».
Analiza, brevemente, el cuento
«Servandín» que incluye la colección Cuentos republicanos, y afirma «es
uno de los prodigios que nos depara, a veces, un cuento en pocas líneas. Según
la idea mostrenca de realidad, «Servandín» no puede ser más real; sin embargo,
palabra por palabra, frase por frase, vale por un curso de psicología, pero con
emoción, además». Y, aun añade, que «un libro como La guerra de los dos mil
años (1967), cuyo título es la confirmación del autor en su oficio de
fabulador (...), ofrece fantasía de raíz española, arropando una sátira
sociopolítica a veces dura, aguda siempre, de impresionante y lujosa
plasticidad».
De los libros que componen sus
cuentos cabe mencionar las colecciones, Cuentos de mamá (1952) y la
trilogía compuesta por Cuentos republicanos (1961), Los liberales
(1965) y Los nacionales (1977), ciclo temático sobre la Guerra Civil, sus
antecedentes y sus consecuencias en la larga postguerra. Como queda señalado,
estos cuentos tienen un enfoque subjetivo y autobiográfico, los primeros desde
el punto de vista del niño y, posteriormente, del adolescente. Las vivencias de
García Pavón ofrecen siempre un contexto histórico y social colectivo y
aprovecha ese concepto de intrahistoria y, de alguna manera, se interrelacionan
y ofrecen ese interés particular que se pueda verse señalado en todos y cada
uno de los personajes que desfilan por sus cuentos.
Cuentos
republicanos
El libro Cuentos republicanos apareció,
por primera vez, en 1961. Era el número 2 de la colección «Narraciones» de la
editorial Taurus que el mismo García Pavón dirigía y hasta 1970 no se volvió a
editar, esta vez en Destino, editorial que hizo varias reimpresiones en 1971,
1976 y 1981. Ahora aparece en la editorial
Menoscuarto, en la colección «Reloj de Arena» y lleva un prólogo de
Sonia García Soubriet y un epílogo de Fernando Valls.
Francisco García Pavón,
nació en Tomelloso, Ciudad Real, en 1919 y murió en Madrid, en 1989. Mientras
realizaba sus milicias universitarias escribió su primera novela ambientada en
Oviedo que tituló, precisamente, Cerca de
Oviedo y fue finalista en el Nadal de
1945. Aunque, sería muchos años más tarde, cuando el público apreciaría sus
relatos, sobre todo, los protagonizados por Plinio, el Jefe de la Policía Local de
Tomelloso, ayudado por Don Lotario, el veterinario del pueblo con quien vivirá
las más apasionantes aventuras de auténtica novela negra o policíaca, aunque
sin olvidarse de sus características más personales, es decir, el costumbrismo
y la crítica social del resto de sus mejores libros de relatos.
Los veinte cuentos que reúne Cuentos
republicanos se convierten, en palabras de Sonia García Soubriet, en una
continuación de Cuentos de mamá, publicados casi una década antes,
muestran el final de la infancia, la llegada de la pubertad y la primera
adolescencia, siguiendo, eso sí, la misma línea autobiográfica. Todas las
historias contadas, añade García Soubriet, descubren la vida pacífica y
laborosa del pueblo manchego de Tomelloso, característico por su geografía y
por sus gentes, alejado del bullicio y de las agitaciones o preocupaciones
políticas de la capital de España. No obstante, no está muy alejado de las
transformaciones que la
República traerá hasta el lugar: aires de libertad, nuevo
concepto de la cultura y de la enseñanza, un instituto, o la admiración de
personajes destacados del momento.
Leídos casi cincuenta años
después sorprende la capacidad de García Pavón para desarrollar su labor
literaria en torno a un espacio único, recreando vivencias atesoradas en el
tiempo, logrando que con su análisis se logre la profundidad necesaria para
ofrecer buena literatura. En estos Cuentos republicanos hay momentos
felices, pero también abunda la sátira, ofrece el mejor realismo descriptivo de
la época y su prosa parece fundirse con los olores del campo y las flores
silvestres, se huele el sudor de los campesinos, se degusta el buen vino y los
guisos típicos, aunque todo narrado con una extraordinaria sensibilidad y
ternura. «Sus personajes, sus seres —escribió Iglesias Laguna—son auténticos,
por los que la ficción apenas pasó como un soplo».
Los cuentos de García Pavón se
parecen a esa serie de crónicas de pueblo porque siempre se describen aquellos
acontecimientos que llaman la atención del narrador-protagonista y que, al
pasar a ese proceso de escritura, se convierten en algo importante y
significativo, ocurre con los primeros, «La novena» donde se percibe ese olor
característico durante el novenario dedicado a la Almas del Purgatorio; la
sorpresa infantil de «El bautizo», calificado de lujosísimo, reuniendo en él a
todos los señoritos y señoritas del pueblo; o la misma admiración siente por
«El partido de fútbol» que, en cierto modo, enlaza con el anterior relato
porque señala que el primer partido de fútbol que vio fue aquel día en que
bautizaron a su primo y, aprovecha, para hablar del espectáculo de las corridas
de toros. Otras cosas llaman la atención del joven protagonista, «El coche
nuevo» o la afición de su abuelo al jamón en un cuento titulado, precisamente,
«El jamón». La implicación republicana de la familia contando «La muerte del
novelista», a propósito de Blasco Ibáñez o la llegada de esos tíos de América,
en «Juanaco Andrés, el que llegó de México». Hacia la mitad del libro, en el
resto de cuentos se narran las impresiones escolares del niño García Pavón y
los cambios que produce la
República, significativo acontecimiento histórico que
termina, precisamente, con un cuento titulado «El Bugatti» que anuncia el
levantamiento militar en el norte de África y el comienzo de la guerra civil.
Se trata, en definitiva, de cuentos de corte intimista, con una fuerte carga
autobiográfica que cuando no es real se convierte en auténtica literatura por
esa capacidad del novelista para reconstruir con su memoria tiempos, gentes y
lugares que ocupan un espacio privilegiado en su recuerdo. En general, son
relatos breves, concisos, anecdóticos que responden a vivencias personales,
como hemos señalado unas líneas antes. Otras colecciones que completan el mundo
sensible y costumbrista de García Pavón son Ya no es ayer (1976) y Cuentos
de amor... vagamente (1985).
La
editorial palentina Menoscuarto reedita Cuentos
republicanos, de Francisco
García Pavón, en su colección «Reloj de Arena» con un prólogo
de su hija Sonia García Soubriet y un epílogo de Fernando Valls.
Palencia,
Menoscuarto, 2009; 172 págs.
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