LITERATURA Y VIAJE
Un
viaje también es posible cuando se realiza a través de la literatura, de la mano
de aquellos escritores que narran sus experiencias y convierten su obra en un
ameno conocimiento. A menudo, el lector se contenta con pasar las páginas de un
libro, satisface así de alguna manera su imaginación, aunque siente cierta
nostalgia por los lugares nunca vistos, y sobre los que únicamente podrán leer,
aquello que otros han vivido. El viaje en sí se convierte en una auténtica
experiencia, posible si salimos de casa y nos embarcamos en una pequeña
aventura. La literatura de viajes tiene los suficientes nombres propios que
cubren el espacio de esta y otras columnas. Paul Theroux, auténtico
trotamundos, hoy uno de los clásicos del género, habla en sus textos de Marco
Polo, y de su larga estancia en China; de la condescendencia con que T.E.
Lawrence se trató asimismo, y mostró la vida de los beduinos o los recovecos
del Islam; admira los destellos de brillantez de Bruce Chatwin, un autodidacta
cultivado, gran conocedor de la
Patagonia, y del continente australiano, o cuantifica la fascinación
que provoca el viaje de Joseph Conrad a El
corazón de las tinieblas, su estancia en el Congo belga. Señala la huida de
R.L. Stevenson a la isla de Samoa, de donde, sin duda, el escocés, nunca
pensaba volver, y la no menos curiosa empresa de La vuelta a Europa en avión que, otro gran viajero, Manuel Chaves
Nogales, inició en 1928 para escribir sus crónicas y ofrecer un testimonio
directo a sus lectores, un pionero que utilizó los adelantos técnicos de la época.
Solo
cabe una salvedad final, un turista no tiene nunca ni idea de dónde ha estado,
y el viajero no tiene jamás idea de adónde va.
3 de Noviembre, 2012; pág., 8
Prefiro no tener ni idea de a dónde voy.
ResponderEliminarMª Ángeles.