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lunes, 17 de noviembre de 2014

Desayuno con diamantes, 11



Emilia Pardo Bazán (La Coruña, 1851- Madrid, 1921)
La maga primavera y otros cuentos
   La editorial Lengua de Trapo edita La maga primavera y otros cuentos (2007), de Emilia Pardo Bazán, en un edición de Marta Gonzáles Megía.



      Emilia Pardo Bazán adquirió desde su juventud hábitos de lectura voraz junto con amplios intereses y ambiciones intelectuales que le llevaron a ser una de las mujeres más influyentes del Realismo e Idealismo del XIX. Hija única de unos padres de la alta burguesía gallega, casaría muy pronto, en 1868, con apenas diecisiete años, trasladándose posteriormente a Madrid, lugar donde pretendía cimentar su fama de novelista y ensayista, siguiendo, de alguna manera, las ideas de su admirado Padre Feijoo. Gonzalo Torrente Ballester ha señalado que «existió un desacuerdo entre el talento de la Pardo Bazán, por una parte, y su sexo y situación social, por otra. La sorpresa levemente acompañada de escándalo le acompañó desde su primera salida al campo de las letras, y ella se creyó en la obligación de continuar sorprendiendo hasta el final». Su primera novela, Pascual López, se publicó en 1879, cuenta la historia de un joven estudiante de Compostela que cuando su profesor descubre una formula química para hacer diamantes industriales, pierde a su novia. La novela supone el punto de partida de la obra de Pardo Bazán, mezcla de elementos y personajes convencionales y fantásticos, que caracterizarán su obra. Después conseguiría publicar su novela de tesis, Un viaje de novios (1881), un imprudente matrimonio, profusas descripciones y una intriga secundaria, para mostrar la ingenua religiosidad de la heroína en conflicto con el ateísmo del pretendido amante.
      Emilia Pardo Bazán irá conformando su perspectiva teórica, sobre todo alabando la novela francesa para situar sus observaciones y el análisis por encima de la imaginación creadora. En 1883 publicó un interesante libro, La cuestión palpitante, una colección de artículos que había ido publicando después de la primera traducción de Zola al español.  Su siguiente novela, La tribuna (1883), ocuparía un modesto lugar en la historia de la literatura del XIX, sino fuera porque se trata del primer reflejo literario de la auténtica clase trabajadora urbana y, sobre todo, ejemplifica, su percepción del naturalismo que, en este caso, implica una detallada observación de la vida proletaria, con una pequeña proporción de crítica social, pero sin el determinismo o pesimismo oportunos.  Las décadas de los ochenta y los noventa, ofrecieron a la narradora y ensayista, nuevas perspectivas y tanto su actitud ante la vida como su literatura sufrieron los cambios que determinaron un intelectualismo militante más efectivo y, sobre todo, un desafiante feminismo. Desde 1891 a 1893 dirigió la revista mensual Nuevo teatro Crítico que publicaba tanto literatura creativa, crítica literaria o ensayos sobre los aspectos más variados; durante esta época aparecieron la mayoría de sus cuentos, en una de sus etapas más prolíficas y probablemente la más importante de su carrera literaria. Llegó a publicar seiscientos relatos entre 1892 y su muerte en 1921, con una variedad de estilos sorprendente, puramente naturalistas, de un sentido del humor profundo, un costumbrismo evidente o un simbolismo regeneracionista, incluso predijo, de alguna manera, los sucesos del 98, publicando un cuento, en el último número de la revista, titulado «Despedida».



Los cuentos
     Rolf  Eberenz (1989) señalaba que «Pardo Bazán fue la escritora que aprovechó con mayor éxito la índole abierta del cuento. El corpus de sus relatos breves ofrece un caleidoscopio temático de la sociedad finisecular»; Baquero Goyanes (1971) afirmaba que la narradora «no solo supo escribir centenares de impresionantes relatos breves, sino que, por virtud de su extraordinaria dedicación a tal especie literaria, fue capaz de teorizar muy inteligentemente sobre su índole y características».  Los cuentos que selecciona Marta González Megía en La maga primavera y otros cuentos (2007) abarcan más de media vida de Emilia Pardo Bazán, desde su primera incursión en el género, «La mina» (1862), que José Manuel González Herrán fecha, junto a Bravo, Kirby y Paredes Núñez, en torno a 1872 ó 1873. El dato importa lo suficiente como para comprobar que desde su más temprana juventud hasta su madurez, el último cuento publicado póstumamente fue «El árbol rosa», en 1921, su dedicación al género le ocupó más de media vida y llegó a reunir en quince volúmenes la totalidad de sus cuentos. Desde el primero, como indica, González Megía, La dama joven (1885) hasta el último, publicado unos meses después de su muerte, en 1922 y titulado, Cuentos de la tierra. «Hay huellas de todas las tendencias de esos años (romanticismo, costumbrismo, naturalismo, espiritualismo, decadentismo, modernismo, expresionismo ), afirma la editora, a propósito, de sus características, personajes, escenarios, situaciones o asuntos se trasladan de unos cuentos a otros, pues no están agrupados por temas ni por estilos, ya que todas las clasificaciones modernas han resultado fallidas». La extensión de los mismos varía ostensiblemente, los anteriores a 1892 suelen ser más extensos, entre cinco, siete y hasta catorce páginas, posteriormente abunda la brevedad.


       La maga primavera y otros cuentos recoge un total de cuarenta y ocho relatos y se incluye, el inédito que da nombre al volumen, redactado aproximadamente hacia 1896, según Paredes Núñez, aunque la editora señala que el cuento se encontraba en la sección de Artículos del Archivo de la Real Academia Gallega y está fechado con una cifra incompleta, 191..., es decir, posiblemente, después de 1910. En esta época, doña Emilia, produce una gran cantidad tanto de artículos como de cuentos, aprovechando la buena situación en que se encontraban revistas y periódicos, además de la aceptación de un público que demandaba este tipo de textos. Baquero Goyanes señala cómo el periodismo de la época, solía publicar entre sus páginas relatos por la demanda de los mismos.
     Dos tendencias parecen vislumbrase en este texto, que también se perciben en el resto de su obra, de una parte la esperanza que verá la vida con tintes alegres y positivos (en su sentido más regeneracionista) y la pesimista, que presentará los hechos peor de lo que son en realidad, para así anticiparse a la posible decepción. Este cuento podría estar incluido en una de esas series de contenido fantástico porque el narrador tiene una visión o un sueño y despierta a una realidad de forma drástica: nada es verdad y ni siquiera posible. En este mismo sentido pueden leerse otros cuentos no incluidos en la selección, «Los años rojos» (1915) y «El azar» (1920). Contrastan los elementos reales con los imaginarios, predomina la exuberancia de la naturaleza que tanto se repite en su obra. Si bien no es uno de sus mejores cuentos, según la editora, reúne algunos de los elementos característicos de su estilo, es decir, efectos de gran intensidad en muy pocas páginas y su habilidad técnica que nunca desarrollaría en sus novelas o en otro tipo de textos. El cuento se publicó el 21 de marzo de 1921 y en él, el narrador se siente ya desfallecer; justo dos meses más tarde, fallecería doña Emilia.

La selección
     Cuatro grandes temas abarca la selección: la religión, el amor, el feminismo y lo metafísico. La narradora explora un concepto librepensador con respecto a la religión, frente a sus amistades krausistas, aunque no dejan de verse en los elementos clericales cierta crítica hacia las intromisiones religiosas de algún sector del clero, sobre todo referidas a la liberación de la mujer y sus tareas domésticas. Con respecto al amor, las variedades son mucho mayores: amor amargo, cándido y aldeano, inocente, místico, animalesco, instintivo y visceral, adolescente, total y sublime, siguiendo la lista de la editora, con ejemplos, de cada uno de ellos; el análisis que realiza Marta González es extraordinario e insiste, además, en el valor feminista de los cuentos de la Pardo Bazán, calificándola como la primera escritora española de importancia que defiende la situación de la mujer; sus cuentos, añade, abarcan realidades femeninas discriminatorias muy repetidas en la época, y desbarata, sobre todo, el mito de Eva como culpable de la salida del Paraíso (puede leerse, «Cuento primitivo»), además de reivindicar la profesionalidad femenina y, para que no falte su actualidad, una expresa crítica a la violencia de género (léanse, «Los huevos arrefalfados», «Piña» y «Casi artista») o esa visión que se percibe de la mujer como dueña absoluta de su destino, como las proposiciones de amancebamiento que recibe Leocadia en «La argolla»; también pueden leerse cuentos de mujeres valientes, despreciadas o degeneradas sin medios de vida, cuya una salida es la prostitución, véase por ejemplo «Champagne».
          Otro de los temas interesantes: cuentos de tema metafísico cuyo último sentido es esa idea fundamental que transmite la vida y la muerte, ambos como personajes reales que intervienen en el destino de los protagonistas de sus relatos, la voz de la conciencia, una reflexión espiritual sobre el demonio o el lento fluir de los acontecimientos, esa ilusión por volver a la juventud, y, sobre todo, la dolorosa aunque serena perspectiva de la mujer mayor en que se fue convirtiendo Pardo Bazán, experimentando sobre su pasado y la evidencia del paso del tiempo. Su verdadero talento, escribió Torrente Ballester, «se ejerce ante la sensualidad de la tierra y sus habitantes, y acaso, en este sentido, haya logrado describir acertadamente esa comunicación íntima del paisaje y de los personajes, esa humedad del cuerpo y del alma (...); pero tampoco en este aspecto cala profundamente, tampoco va más allá de la pura epidermis. Construye las historias con habilidad: por eso, es mejor cuentista que novelista». Semejante afirmación, corrobora cuanto ha escrito Marta González a propósito de la edición de sus cuentos, en la que señala distintos subtemas que pueden rastrearse como, por ejemplo, la pobreza, la emigración, el caciquismo, la guerra de Filipinas, la envidia y la avaricia, la ignorancia, la superstición, con tipos muy variados, en los que predomina, eso sí, la mujer tanto rural como urbana, en un marco geográfico gallego, sobre todo Compostela y Coruña, aunque también encontramos cuentos ambientados en barrios madrileños. Para la narradora regionalista «la forma del cuento es más trabada y artística que la de la novela, y esta, en cambio debe analizar y ahondar más que el cuento, sin que por eso deje de haber cuentos que en reducido espacio contienen tanta fuerza de arte, sugestión tan intensa o más que un relato largo, detenido y cargado de observación».
      La actualidad de los cuentos de Emilia Pardo Bazán, señala Marta González, se debe a los temas, a la expresión, al carácter cinematográfico de los mismos y a las tendencias literarias del siglo XX que se avecinaban: modernismo y sensualidad decadentista, cosmopolitismo, satanismo, sadismo, misticismo o, incluso, sucesos insólitos o sorprendentes que muestran la complejidad de las conductas y sentimientos humanos, sobre todo aquellos que permanecen de forma universal: el amor, la amistad, la fidelidad, la honradez, la venganza, la ambición, la crueldad, el dolor, las ansias de libertad... María del Pilar Palomo ha señalado que «a Emilia Pardo Bazán no se le negó nunca, como es obvio, la comunicación de sus opiniones críticas a través de sus libros o artículos. Pero el papel de una escritora-aristócrata-católica-naturalista, en esa amalgama que componía su imagen y que extrañaba al mismo Zola, presentándose ante un auditorio para tratar temas, casi siempre, de rabiosa actualidad intelectual, ya era algo no frecuentemente transitado. Pero estimo que doña Emilia poseyó en grado sumo una vocación pedagógica, didactismo feijoniano, que las circunstancias que en ella confluían de sexo, época y clase social, impidieron que se desarrollase de forma natural. Aunque fue evidente que, partiendo de su feminismo, ella luchó toda su vida por superarlas».


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