Emilia
Pardo Bazán (La Coruña,
1851- Madrid, 1921)
La maga primavera y otros cuentos
La editorial Lengua de Trapo
edita La maga primavera y otros cuentos (2007), de Emilia Pardo Bazán,
en un edición de Marta Gonzáles Megía.
Emilia
Pardo Bazán adquirió desde su juventud hábitos de lectura voraz junto con
amplios intereses y ambiciones intelectuales que le llevaron a ser una de las
mujeres más influyentes del Realismo e Idealismo del XIX. Hija única de unos
padres de la alta burguesía gallega, casaría muy pronto, en 1868, con apenas
diecisiete años, trasladándose posteriormente a Madrid, lugar donde pretendía
cimentar su fama de novelista y ensayista, siguiendo, de alguna manera, las
ideas de su admirado Padre Feijoo. Gonzalo Torrente Ballester ha señalado que «existió
un desacuerdo entre el talento de la Pardo Bazán, por una parte, y su sexo y situación
social, por otra. La sorpresa levemente acompañada de escándalo le acompañó
desde su primera salida al campo de las letras, y ella se creyó en la
obligación de continuar sorprendiendo hasta el final». Su primera novela, Pascual
López, se publicó en 1879, cuenta la historia de un joven estudiante de
Compostela que cuando su profesor descubre una formula química para hacer
diamantes industriales, pierde a su novia. La novela supone el punto de partida
de la obra de Pardo Bazán, mezcla de elementos y personajes convencionales y
fantásticos, que caracterizarán su obra. Después conseguiría publicar su novela
de tesis, Un viaje de novios (1881), un imprudente matrimonio, profusas
descripciones y una intriga secundaria, para mostrar la ingenua religiosidad de
la heroína en conflicto con el ateísmo del pretendido amante.
Emilia Pardo Bazán irá
conformando su perspectiva teórica, sobre todo alabando la novela francesa para
situar sus observaciones y el análisis por encima de la imaginación creadora.
En 1883 publicó un interesante libro, La cuestión palpitante, una
colección de artículos que había ido publicando después de la primera traducción
de Zola al español. Su siguiente novela,
La tribuna (1883), ocuparía un modesto lugar en la historia de la
literatura del XIX, sino fuera porque se trata del primer reflejo literario de
la auténtica clase trabajadora urbana y, sobre todo, ejemplifica, su percepción
del naturalismo que, en este caso, implica una detallada observación de la vida
proletaria, con una pequeña proporción de crítica social, pero sin el
determinismo o pesimismo oportunos. Las
décadas de los ochenta y los noventa, ofrecieron a la narradora y ensayista,
nuevas perspectivas y tanto su actitud ante la vida como su literatura
sufrieron los cambios que determinaron un intelectualismo militante más
efectivo y, sobre todo, un desafiante feminismo. Desde 1891 a 1893 dirigió la
revista mensual Nuevo teatro Crítico que publicaba tanto literatura
creativa, crítica literaria o ensayos sobre los aspectos más variados; durante
esta época aparecieron la mayoría de sus cuentos, en una de sus etapas más
prolíficas y probablemente la más importante de su carrera literaria. Llegó a
publicar seiscientos relatos entre 1892 y su muerte en 1921, con una variedad
de estilos sorprendente, puramente naturalistas, de un sentido del humor
profundo, un costumbrismo evidente o un simbolismo regeneracionista, incluso
predijo, de alguna manera, los sucesos del 98, publicando un cuento, en el
último número de la revista, titulado «Despedida».
Los
cuentos
Rolf Eberenz (1989) señalaba que «Pardo Bazán fue
la escritora que aprovechó con mayor éxito la índole abierta del cuento. El
corpus de sus relatos breves ofrece un caleidoscopio temático de la sociedad
finisecular»; Baquero Goyanes (1971) afirmaba que la narradora «no solo supo
escribir centenares de impresionantes relatos breves, sino que, por virtud de su
extraordinaria dedicación a tal especie literaria, fue capaz de teorizar muy
inteligentemente sobre su índole y características». Los cuentos que selecciona Marta González
Megía en La maga primavera y otros cuentos (2007) abarcan más de media
vida de Emilia Pardo Bazán, desde su primera incursión en el género, «La mina»
(1862), que José Manuel González Herrán fecha, junto a Bravo, Kirby y Paredes
Núñez, en torno a 1872 ó 1873. El dato importa lo suficiente como para
comprobar que desde su más temprana juventud hasta su madurez, el último cuento
publicado póstumamente fue «El árbol rosa», en 1921, su dedicación al género le
ocupó más de media vida y llegó a reunir en quince volúmenes la totalidad de
sus cuentos. Desde el primero, como indica, González Megía, La dama joven
(1885) hasta el último, publicado unos meses después de su muerte, en 1922 y
titulado, Cuentos de la tierra. «Hay huellas de todas las tendencias de
esos años (romanticismo, costumbrismo, naturalismo, espiritualismo,
decadentismo, modernismo, expresionismo ), afirma la editora, a propósito, de
sus características, personajes, escenarios, situaciones o asuntos se trasladan
de unos cuentos a otros, pues no están agrupados por temas ni por estilos, ya
que todas las clasificaciones modernas han resultado fallidas». La extensión de
los mismos varía ostensiblemente, los anteriores a 1892 suelen ser más
extensos, entre cinco, siete y hasta catorce páginas, posteriormente abunda la
brevedad.
La
maga primavera y otros cuentos recoge un total de cuarenta y
ocho relatos y se incluye, el inédito que da nombre al volumen, redactado
aproximadamente hacia 1896, según Paredes Núñez, aunque la editora señala que
el cuento se encontraba en la sección de Artículos del Archivo de la Real Academia
Gallega y está fechado con una cifra incompleta, 191..., es decir,
posiblemente, después de 1910. En esta época, doña Emilia, produce una gran
cantidad tanto de artículos como de cuentos, aprovechando la buena situación en
que se encontraban revistas y periódicos, además de la aceptación de un público
que demandaba este tipo de textos. Baquero Goyanes señala cómo el periodismo de
la época, solía publicar entre sus páginas relatos por la demanda de los
mismos.
Dos tendencias parecen
vislumbrase en este texto, que también se perciben en el resto de su obra, de
una parte la esperanza que verá la vida con tintes alegres y positivos (en su
sentido más regeneracionista) y la pesimista, que presentará los hechos peor de
lo que son en realidad, para así anticiparse a la posible decepción. Este
cuento podría estar incluido en una de esas series de contenido fantástico
porque el narrador tiene una visión o un sueño y despierta a una realidad de
forma drástica: nada es verdad y ni siquiera posible. En este mismo sentido
pueden leerse otros cuentos no incluidos en la selección, «Los años rojos»
(1915) y «El azar» (1920). Contrastan los elementos reales con los imaginarios,
predomina la exuberancia de la naturaleza que tanto se repite en su obra. Si
bien no es uno de sus mejores cuentos, según la editora, reúne algunos de los
elementos característicos de su estilo, es decir, efectos de gran intensidad en
muy pocas páginas y su habilidad técnica que nunca desarrollaría en sus novelas
o en otro tipo de textos. El cuento se publicó el 21 de marzo de 1921 y en él,
el narrador se siente ya desfallecer; justo dos meses más tarde, fallecería
doña Emilia.
La
selección
Cuatro grandes temas abarca la
selección: la religión, el amor, el feminismo y lo metafísico. La narradora
explora un concepto librepensador con respecto a la religión, frente a sus
amistades krausistas, aunque no dejan de verse en los elementos clericales
cierta crítica hacia las intromisiones religiosas de algún sector del clero,
sobre todo referidas a la liberación de la mujer y sus tareas domésticas. Con
respecto al amor, las variedades son mucho mayores: amor amargo, cándido y
aldeano, inocente, místico, animalesco, instintivo y visceral, adolescente,
total y sublime, siguiendo la lista de la editora, con ejemplos, de cada uno de
ellos; el análisis que realiza Marta González es extraordinario e insiste,
además, en el valor feminista de los cuentos de la Pardo Bazán,
calificándola como la primera escritora española de importancia que defiende la
situación de la mujer; sus cuentos, añade, abarcan realidades femeninas
discriminatorias muy repetidas en la época, y desbarata, sobre todo, el mito de
Eva como culpable de la salida del Paraíso (puede leerse, «Cuento primitivo»),
además de reivindicar la profesionalidad femenina y, para que no falte su
actualidad, una expresa crítica a la violencia de género (léanse, «Los huevos
arrefalfados», «Piña» y «Casi artista») o esa visión que se percibe de la mujer
como dueña absoluta de su destino, como las proposiciones de amancebamiento que
recibe Leocadia en «La argolla»; también pueden leerse cuentos de mujeres
valientes, despreciadas o degeneradas sin medios de vida, cuya una salida es la
prostitución, véase por ejemplo «Champagne».
Otro de los temas interesantes:
cuentos de tema metafísico cuyo último sentido es esa idea fundamental que
transmite la vida y la muerte, ambos como personajes reales que intervienen en
el destino de los protagonistas de sus relatos, la voz de la conciencia, una
reflexión espiritual sobre el demonio o el lento fluir de los acontecimientos,
esa ilusión por volver a la juventud, y, sobre todo, la dolorosa aunque serena
perspectiva de la mujer mayor en que se fue convirtiendo Pardo Bazán,
experimentando sobre su pasado y la evidencia del paso del tiempo. Su verdadero
talento, escribió Torrente Ballester, «se ejerce ante la sensualidad de la
tierra y sus habitantes, y acaso, en este sentido, haya logrado describir
acertadamente esa comunicación íntima del paisaje y de los personajes, esa
humedad del cuerpo y del alma (...); pero tampoco en este aspecto cala
profundamente, tampoco va más allá de la pura epidermis. Construye las
historias con habilidad: por eso, es mejor cuentista que novelista». Semejante
afirmación, corrobora cuanto ha escrito Marta González a propósito de la
edición de sus cuentos, en la que señala distintos subtemas que pueden
rastrearse como, por ejemplo, la pobreza, la emigración, el caciquismo, la
guerra de Filipinas, la envidia y la avaricia, la ignorancia, la superstición,
con tipos muy variados, en los que predomina, eso sí, la mujer tanto rural como
urbana, en un marco geográfico gallego, sobre todo Compostela y Coruña, aunque
también encontramos cuentos ambientados en barrios madrileños. Para la
narradora regionalista «la forma del cuento es más trabada y artística que la
de la novela, y esta, en cambio debe analizar y ahondar más que el cuento, sin
que por eso deje de haber cuentos que en reducido espacio contienen tanta
fuerza de arte, sugestión tan intensa o más que un relato largo, detenido y
cargado de observación».
La actualidad de los cuentos de
Emilia Pardo Bazán, señala Marta González, se debe a los temas, a la expresión,
al carácter cinematográfico de los mismos y a las tendencias literarias del
siglo XX que se avecinaban: modernismo y sensualidad decadentista,
cosmopolitismo, satanismo, sadismo, misticismo o, incluso, sucesos insólitos o
sorprendentes que muestran la complejidad de las conductas y sentimientos
humanos, sobre todo aquellos que permanecen de forma universal: el amor, la
amistad, la fidelidad, la honradez, la venganza, la ambición, la crueldad, el
dolor, las ansias de libertad... María del Pilar Palomo ha señalado que «a
Emilia Pardo Bazán no se le negó nunca, como es obvio, la comunicación de sus
opiniones críticas a través de sus libros o artículos. Pero el papel de una
escritora-aristócrata-católica-naturalista, en esa amalgama que componía su
imagen y que extrañaba al mismo Zola, presentándose ante un auditorio para
tratar temas, casi siempre, de rabiosa actualidad intelectual, ya era algo no
frecuentemente transitado. Pero estimo que doña Emilia poseyó en grado sumo una
vocación pedagógica, didactismo feijoniano, que las circunstancias que en ella
confluían de sexo, época y clase social, impidieron que se desarrollase de
forma natural. Aunque fue evidente que, partiendo de su feminismo, ella luchó
toda su vida por superarlas».
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