Sergio
Pitol (Puebla, México, 18 de marzo, 1933)
LOS MEJORES CUENTOS
El escritor mexicano Sergio
Pitol vuelve a la escena literaria española con un selección de Los mejores cuentos (2005), presentados
por Enrique Vila-Matas al mismo tiempo que su nombre figura entre los favoritos
para el Premio Cervantes de este año.
La
presencia de Sergio Pitol en la literatura mejicana data de 1958, cuando el
crítico Salvador Reyes Nevares reseñaba el relato «Victorio Ferri cuenta un
cuento», un texto que había sido publicado ese mismo año en Cuadernos del
Unicornio. La labor en la narrativa breve de este maestro del género, cuyos
argumentos basados en la cruda realidad desembocan en una desbordante fantasía,
se intensificaría en las décadas siguientes y, entre 1959 y 1970, publicaría
cinco colecciones de cuentos más: Tiempo cercado (1959), Infierno de todos
(1965), Los climas (1966), No hay tal lugar (1967) y Del encuentro nupcial
(1970). La colección que más comentarios críticos suscitaría en la época fue Infierno
de todos y las primeras reseñas a este libro se debieron a César Rodríguez
Chicharro y Juan Vicente Melo. Publicado, inicialmente, por la Universidad Veracruzana,
la segunda edición que ofreció una nueva versión que incluía el cuento «Ícaro»,
apareció en España bajo el sello de Seix-Barral en 1971. Durante todos estos
años ha sido la única edición que ha recordado las características de los
primeros cuentos y la turbadora fantasía y dedicación a la literatura del
escritor mejicano. La edición definitiva, nuevamente, publicada por la Universidad Veracruzana
(1997), incorpora un prólogo y sustituye el cuento de la edición española por
«Un hilo entre los hombres», un relato que había aparecido en anteriores
colecciones de 1980 y 1982, además en la edición venezolana de sus mejores
cuentos de 1992. El conjunto ilustra de una manera magistral la continua
realización de modernidad que ofrece desde siempre la cuentística
hispanoamericana porque nos descubre los procesos de esa corriente de la
conciencia, la continua búsqueda de nuevos planos narrativos, la transmisión de
atmósferas abiertas a lo insólito y abrumadas, en cierta manera, por el sin
sentido del poder, por la soledad de la perversión y por el continuo deambular
subterráneo de lo demencial.
Decadencia
y derrumbe
El motivo central de estos y
otros muchos de los cuentos de Pitol es la decadencia, el derrumbe, pero sin
que su lectura nos deje un regusto amargo porque en muchos de ellos cabe, no
obstante, algo de esperanza; es, también, la visión de un mundo saturado de
resonancias trágicas que enmarcan al individuo y, por extensión a la condición
humana porque, en realidad, el destino y la condición humanas quedan ligados a
una situación social vivida que no deja al hombre libertad alguna y le lleva hasta
su destino final, la muerte. Pero en su conjunto, Infierno de todos, como otros
repertorios de cuentos del mejicano, ofrece la posibilidad de establecer un
itinerario moral en ascenso que nos lleva hasta las progresivas transiciones de
la niñez, la juventud y la madurez, épocas que a lo largo de nuestra vida se
verán determinadas por circunstancias límites, por dolorosos descubrimientos,
por roturas taxativas, por decisiones internas y externas, por relaciones
torturadoras, por expresiones y actitudes alucinantes que se resumen en una
suma de notas concluyentes y desembocan en un clima de euforia o abatimiento
que caracteriza a la vida como se percibe en esta colección de relatos porque
contribuye a conformar los dos extremos entre los que oscila el planteamiento
de muchos de los argumentos de estos cuentos y de la totalidad de la vida del
escritor. Carlos Monsiváis ha señalado que en los cuentos de Pitol, cuya estela
faulkeriana se extiende desde sus comienzos, existe un tema recurrente, lo que
él denomina «la recaptura del pasado mítico, situado en una región veracruzana,
con familias de moral intransigente, esqueletos en los armarios y costumbres
demolidas por la revolución o el progreso industrial». Y aún añade que «en las
tramas la literatura completa lo insinuado o vislumbrado en los recuerdos
personales». Renato Prada Oropeza habla de los cuentos «cosmopolitas» de Pitol
e incluye los relatos «Cuerpo presente» y «Hacia Varsovia» que ejemplifican esa
disolución del personaje central, como ocurre en el primero y ante la
contemplación de un cuadro y ese vacío angustioso que significará la ruptura
del personaje con su vida anterior, o como en el segundo, quizá uno de los más
intensos de la narrativa breve de Pitol, en una especie de ambiente onírico donde
las pesadillas juegan, además, un papel importante porque el viajero realiza su
propio periplo y acaba extenuado, ante una visión agónica y una segunda visión,
los recuerdos y las obsesiones familiares para terminar en un viaje alucinante.
Los
mejores cuentos
La editorial Anagrama
responsable de muchos de los textos que Sergio Pitol ha publicado en nuestro
país entrega una recopilación de sus cuentos bajo el pretencioso título de Los
mejores cuentos (2005), catorce en total, además de una presentación-relato de
su más fervoroso discípulo Enrique Vila-Matas que, a modo de dietario, titula
«Has hecho girar la locura», un repaso por la amistad, la admiración y la
ficción del escritor mejicano. Los cuentos seleccionados, «Victorio Ferri
cuenta un cuento», «Semejante a los dioses», «La pantera», «Cuerpo presente»,
«Hacia Varsovia», «Hacia Occidente», «El regreso», «Ícaro», «Del encuentro
nupcial», «Los oficios de tía Clara», «Cementerio de tordos», «Vals de
Mefisto», «Nocturno de Bujara» y «El oscuro hermano gemelo», están recogidos
todos, a excepción de «Cementerio de tordos» en la edición mejicana de Todos
los cuentos (Alfaguara, 1998, reimp., 2000), donde se presentaban como unos
relatos cuya intensidad y verosimilitud dejan a un lado la aventura y aún más
se concretan como ese espacio donde los personajes se debaten por conseguir la
redención que los libre de un infierno personal, como señalaba el prologuista
Juan Villoro. Pero parte de esta selección española se ha repetido en numerosas
muestras de la obra breve de Pitol, como por ejemplo, la Universidad de
Guadalajara, Jalisco, 1999 que proponía un «Programa Permanente para el
Desarrollo de la lecto-escritura» con una introducción de Miguel Ángel de León
Ruiz Velasco e incluía «Nocturno de Bujara» y «Victorio Ferri cuenta un
cuento», caracterizado, este último, como el mejor ejemplo de una «escritura
oblicua» donde hay un hacinamiento de sucesos, de figuras, de escenarios que
coinciden para convertirse en material de una historia. El gobierno de Veracruz
publicó en la primavera de 2001 El oscuro hermano gemelo, una pequeña selección
que incluye el relato del mismo título y además «Hacia Varsovia».
¿Qué
tienen de particular los cuentos seleccionados por la editorial
bacelonesa? Un cuento como «Del encuentro
nupcial» puede ser considerado como ese modelo para construir toda la estética
del Pitol cuentista porque el protagonista de la historia no había
experimentado en su anterior vida y que ahora quiere contar en forma de
ficción. Un escritor se instala en la isla de Ibiza para escribir un relato y
poco a poco se convierte en la constatación de una necesidad que no le deja
proyectarse a otras cosas, otros textos, su pasión cinéfila, su deseo de ver a
los amigos, pero sobre todo, Pitol perfila a su personaje como a un ser aislado
por la lluvia que asola a al isla y la relación que establece con una pareja de
uruguayos a quienes ha conocido el mismo día de su llegada. El escritor
mejicano proyecta su relato como si de un juego de espejos se tratara, en el
que las imágenes de los personajes se imponen a la historia contada. Para José
Balza un relato como «La pantera» resulta ser el descubrimiento de esa otra
dimensión que se intuye tras nuestros actos, la vida de todos los días, tras la
que se oculta otra realidad. El cuento relata como un niño descubre un juego
inesperado, recibe la visita de una fiera, una pantera, un terrible animal que
está en su cuarto; veinte años más tarde, el narrador vuelve a tener ese sueño
aunque ahora el animal le habla y el protagonista anota en doce palabras un
mensaje que definirá su destino. Juan Antonio Masoliver Ródenas, señala que en
«Vals de Mefisto», un texto que Pitol ha incluido en varias ediciones de sus
relatos, «aparece uno de los aspectos clave de la escritura del mejicano: un
distanciamiento que permite convertir una experiencia vivida en algo
contemplado, evocar un tiempo para recrearlo y darle una sustancia narrativa
que surge del autor y ha dejado de pertenecerle: la objetivación de lo
subjetivo, la universalización de sentimientos y experiencias que nunca dejan
de ser peculiares. El mismo Masoliver Ródenas afirma como «Nocturno de Bujara»
invita, siempre, a una lectura borgesiana, con ciudades que surgen de la
historia, de la cultura y de la imaginación como expresión de lo universal. Un
cuento como «Hacia Occidente» muestra una estructura común, esa especie de
punto de fuga y saltos a un pasado tan frecuentes en la narrativa breve del
mejicano, en realidad se trata de una digresión porque lo que se cuenta es ese
viaje que realiza un personaje que, desde Pekín regresa a Occidente y se
lamenta de haberlo hecho en un medio tan lento e incómodo, en tren, cuando
podía haberlo realizado en avión aunque el largo viaje le sirve para una larga
evocación de su pasado, ante una postal de la catedral de Notre Dame y la
posterior lectura de un libro, cuyo autor, un oriental, le proporciona la
fusión entre Oriente y Occidente.
Su gran amigo, el ensayista
Carlos Monsiváis, ha escrito que Sergio «ejerce la contención y la desesperación;
produce relatos tensos, colmados de escenarios asfixiantes, del ir y venir
entre las penumbras y el regocijo sensorial ante un cuadro o una sonata; sus
personajes eligen el secreto sobre la revelación, la respuesta estética sobre
la violencia material».
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