Wendy Guerra
“Soy
solo una autora cubana que se cansó de los
ismos y escribe sobre los seres humanos, sus miserias, y sus pequeños
traumas”.
Wendy
Guerra (La Habana,
Cuba, 1970) graduada en Dirección de Cine por el Instituto Superior de Arte,
alumna de Gabriel García Márquez en su taller de guiones «Cómo contar un
cuento», trabajó como actriz de televisión y cine. Ha publicado las novelas Todos se van (2006), Nunca
fui primera dama (2008) y Posar
desnuda en La Habana
(2011), Negra (2013) y los libros de poesía Platea
a oscuras, Cabeza rapada
y Ropa interior (2009). Su
obra narrativa ha sido traducida a trece lenguas, pero no está editada en su
país. Anagrama reedita ahora su primera novela, Todos se van (2014).
¿Qué queda de ese halo de realismo
mágico en la literatura del otro lado del mar?
Creo
que el realismo mágico en nuestras costas es parte de la vida diaria y no un
gesto literario o artístico. Esto me lo hizo ver Gabo, no en el aula, no en la
teoría ni mucho menos hablando de literatura; no…. Me lo mostró viviendo
diariamente bajo el influjo de lo increíble que aquí es tan común como el agua
clara….
¿Y de la vieja Cuba? o, mejor ¿Qué se
espera de la nueva?
Creo
que lo que espero yo, porque no hablo en nombre de nadie más, es aprender a
vivir en una sociedad donde no tener que resistir sea el primer postulado,
espero vivir humildemente, sí, pero sin sacrificios heroicos. Espero que seamos
ciudadanos del mundo sin el estoicismo y
el sacrificio cotidiano, espero que los próximos periodistas que me
entrevisten cuando todo cambie me pregunten de literatura. Eso será un gran
síntoma.
Usted parece una “disidente interior”
que goza de cierta inmunidad, ¿es así?
Yo
solo soy una escritora, una artista, un ser inquieto que revisa su entorno,
explora su vida y la pone bajo una campana de cristal para crear. Esa es una
gran prueba ideoestética, aquella que
alguna vez atravesaron los dadaístas o
los existencialistas o los expresionistas. Dejemos esos términos para la
izquierda y la derecha, yo soy solo una autora cubana que se cansó de los ismos y escribe sobre los seres
humanos, sus miserias, los residuos humanos y sus pequeños traumas.
Sus libros semejan un rescate de la
memoria, la suya de los 80 o 90 ¿es su particular visión de aquella época?
La
memoria es el eje pendular del olvido. La memoria como revisión de los
ambientes, la vida privada de los padres. La memoria como recordatorio y
referente humano. Escribo, asiento detalles que atestigüen nuestra existencia.
Eso dejaré a las próximas generaciones: la narración detallada de un mundo que
parece lacrado desde esta isla musical, inquieta pero muda de dolor. De eso,
del drama humano trata la gran literatura rusa, la maravillosa y sofisticada
literatura femenina francesa, y aquel asentamiento que Mishima nos legó para
poder conocer la naturaleza de Japón que nos parecía tan lejano. Este es, sin
duda alguna, el valor agregado de las escrituras. Una historia verosímil, una
investigación respetuosa y un modo disfrutable de contarlo. Contarlo bien es el
mejor divertimento, amo hacerlo y a eso me dedico.
El origen de su literatura estaría en
un diario personal, se lo pregunto por Todos se van (2006), su primera novela, que ahora reedita
Anagrama.
Sí,
como he dicho siempre mi valor inicial está en el Diario de Vida, que como
muchas autores y sobre todo: autoras de todos los tiempos, llevo desde niña.
Mientras vivo compro cuadernos, anoto, escribo, siento y reciclo en ficción lo
vivido. Algunos episodios o algunas etapas se vuelven novelas, poemas,
artículos… otros me los llevo conmigo, pero la premisa fundamental es: NO
MENTIRLE AL DIARIO en un contexto donde MENTIR es lo que te salva la vida. Todo
esto es muy interesante para un escritor pues desarrollas un grupo de lenguajes
que protegen la verdad pero no la amordazan.
Este
es mi estilo, el estilo que impone este tiempo hablando sola a un diario en una
isla a la deriva de su suerte.
¿Es este un libro doloroso, casi
agónico?
Si.
Como sus circunstancias vivenciales. Para mí de eso se trata hacer literatura,
comunicar los estados de ánimo, doblar de dolor con nuestro sufrimiento y el de
los personajes que lo conducen al lector en una trama iluminada a mano.
De su admiración por Anaïs Nin surge,
Posar desnuda en La Habana (2011), ¿qué pretende, además, de recrear el
personaje y ensayar con una voz ajena?
Ensayé,
durante los 12 años de investigación y en los 4 de su escritura, entrelazar la
voz de Anaïs con la propia, asirlas y lograr una interpretación de estilo sin
perder mi carácter como autora. Es un trabajo de encarnación parecido al que
hacen los bailarines cuando interpretan clásicos ya muy manoseados por
coreógrafos o muy versionados por
virtuosos intérpretes. Es también un acto de rescate con humildad, hablar en su
voz, bajar la cabeza y dejarla pasar a ella, Anaïs Nin, a través de mi palabra,
sin descuidar sus términos que fueron la voz cantante de esta historia que
salió de mi mano y su espíritu.
Su última novela, Negra (2013),
se convierte en la historia de la religión, la magia y el vudú y, sobre todo,
el sexo como protagonista principal, ¿Es realmente, una novela de cierta
complejidad?
No,
no he tenido la oportunidad de tocar el Vudú. Es posible que sea un tópico que
deberíamos abordar muchos de los autores caribeños y pocos han tenido el rigor
de estudiarlo para ficcionarlo. Trabajé con un mundo que me circunda y toca, el
mundo Yoruba, La Regla
de Ocha, pero esto es la vena por la que corre la sangre del lenguaje que
establece NEGRA. No se convierte en la historia, es solo el sonido de esa
leyenda latiendo en el trasfondo de su fuerza. Es el nervio de la historia pero
no la historia en sí.
La
trama se presenta en la otra épica, la vivencial de una protagonista nacida en La Habana de 1978. Estamos
hablando de poner sobre la mesa otras tragedias, una heroína muy joven, hermosa
negra que desea recuperar un espacio endémico, suyo, atravesando este
yacimiento culto, una mujer que no desea ser religiosa, una chica bisexual,
creativa, multicultural y con muchas ganas de fundar. El estudio de los
rituales y las recetas formaban parte de la inmersión en un país inmenso e
interminable, ese donde vivo y en el que intenta-a toda costa- vivir Nirvana
del Risco.
¿Debemos considerar a Nirvana del
Risco una negra libre en un país como Cuba?
Nirvana
no es libre, pero eso debe considerarlo el lector. De esas libertades trata
este libro que termina en…
Su novela plantea cuestiones como
racismo, homosexualidad, discriminación social, ¿es esta la realidad cubana de
hoy?
Esa
es la arista de realidad que yo seleccioné para tratar en esta novela. Cada
quién verá muchas realidades dentro de Cuba. Tal vez hay cubanos que viven en
la isla y dirán al Noticiero Nacional de Televisión que ellos, sinceramente, no
sienten o no ven racismo en Cuba. Nirvana del Risco, mi personaje, lo siente y
lo atraviesa con su sino.
¿Cuánto hay de falsedad y cuánto de verdad en Negra?
Falsedad
no es palabra legítima para la literatura. Lo mágico y los real se funden en
una novela escrita en seis por ocho, ese ritmo sacrosanto de los tambores Batá.
¿Es tal vez, al mismo tiempo, una
novela sobre la desolación y el dolor de su protagonista?
Ya
está dicho.
¿Existe una cultura del silencio en
Cuba? O ¿Cómo vive una escritora cubana a quien nadie lee en su propio país?
Vivo
estudiando, vivo escribiendo, poniéndome al día con todo lo que un autor debe
leer, atendiendo a mis amigos que son mi única familia. Fui una persona pública
desde mi infancia cuando hacía diariamente un programa de radio o uno de
televisión para los niños. Hoy todo ha cambiado porque las autoridades no
necesitan de mis servicios y aquí no existe la televisión privada. Vivo pues
con humildad, tranquilamente. Tengo una columna en EL MUNDO.ES y se llama
HABANAME, yo no me permito hacer silencio. El silencio en Cuba no es parte de
nuestra cultura, es un ruido domesticado y ortopédico.
Y una última pregunta, pese a todo,
¿sigue usted teniendo necesidad de vivir aun en la Cuba de hoy?
Yo,
como 11 millones de habitantes, vivo donde nací.
¿Tiene muchas realidades ocultas Cuba? Supongo que sí.
ResponderEliminarMª Ángeles.