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martes, 18 de noviembre de 2014

TRAVESÍAS



POE Y LA MUERTE

    La muerte de Edgar Allan Poe un 9 de octubre de 1849 sigue siendo un misterio, una de esas analogías que chocan con el mundo de la metafísica y que solo tendría una explicación lógica por la cercanía del autor a los temas que había ensayado en sus cuentos; esto es, lo relativo a lo espectral y lo detectivesco. Lo cierto es que, las hipótesis científicas cuantifican su mal estado físico tras la versión que el periodista Joseph W. Walter diera la noche del 3 de octubre, cuando él mismo se dirigía a un conocido garito de efervescente ambiente nocturno, y poco antes se encontraba a un hombre delirante y vestido con harapos, a quien identificó como Poe. El escritor murió seis días después, y el certificado médico aclaraba que el fallecimiento había ocurrido por una hinchazón del cerebro.
   Desde entonces, las hipótesis en torno a muerte han sumado suficientes teorías de lo más variopinto: se hablaba del linchamiento de unos rufianes que lo habían asaltado borracho, o la más común y concreta que Poe bebía hasta caer ebrio, incluso se llegó a certificar su muerte por inhalación de monóxido de carbono procedente del gas carbón utilizado para iluminar las estancias, y se creyó en un creíble envenenamiento por mercurio, resultado de una epidemia de cólera a la que estuvo expuesto en julio de ese año, en un hipotético tumor cerebral que degeneró en un extraño comportamiento, o un posible asesinato a manos de los hermanos de su prometida Elmira Shelton. Quien acierta, tal vez sea Borges que escribió, “Borracho, murió en la sala común de un hospital de Baltimore. En el delirio repitió las palabras puestas en boca de un marinero que murió, en uno de sus primeros relatos, en el confín del Polo Sur. Pero en 1849, el marinero y él murieron a un tiempo”.

               
                 Sábado, 15 de noviembre, 2014; pág., 8
  

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