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Tiempo
“Somos
rehenes de la eternidad, cautivos en el tiempo”.
Karl Spitteler
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El anarquista que se llamaba como yo
Desde el punto de visto histórico, el anarquismo en
el territorio español, influyó en la sociedad con un amplio respaldo desde la
época misma de la Primera República,
1873 y 1874, hecho que se repetiría años después, a comienzos de siglo, cuando
una organización sindicalista que fundamentaba sus principios en las
prerrogativas de una absoluta libertad del individuo, la abolición del Estado y
la supresión de la propiedad privada, la denominada Confederación Nacional del
Trabajo, logró agrupar a miles de trabajadores para que contribuyeran a forjar
una sociedad mejor durante los años de la Segunda República,
y así fue como jugaron papel importante durante la posterior Guerra Civil.
Contar
la historia de un personaje, ambientarlo en una determinada época, describir
detalles lo suficientemente novelescos para mantener al lector atrapado, aunque
para ello la historia juegue un papel predominante, es lo que Pablo Martín
Sánchez (Reus, 1977) ha querido narrar cuando encontró la breve biografía de un
anarquista que se llamaba como él y se le ocurrió seguir su pista hasta
conseguir una voluminosa primera novela que tituló en ese sentido, El anarquista que se llamaba como yo
(2012), y que una avispada editorial publicaba poco antes de fin de año con una
suerte de éxito, porque en este relato se condensan momentos capitales del devenir
de una Europa convulsa en muchos sentidos, aparte del nacimiento del
cinematógrafo, los movimientos anarquistas y sindicales, la vida de los
exiliados del París de los años 20, la Semana Trágica de Barcelona, o
la crispación social que conllevaría a una encarnizada guerra en los primeros
años del siglo al viejo continente. De otra parte, ofrece la vida de un joven
anarquista acusado de atentar durante la dictadura de Primo de Rivera, juzgado
y ajusticiado el 6 de diciembre de 1924, personaje a quien el narrador desdoblará
en una alternativa narración, su vida en París a donde ha recalado tras
tortuosas vicisitudes y donde trabaja en una modesta imprenta y comienzan sus
simpatías por el activismo ácrata después de asistir a encendidos discursos de
Blasco Ibáñez, Pestaña o Durruti, además de conocer a Unamuno y sentirse
alentado por participar en una intentona golpista que traspasaría ilegalmente
la frontera española; y es así como Pablo Martín Sánchez reconstruye la vida de
su homónimo, el origen familiar y la relación con su padre, su infancia,
juventud y el despertar a la vida en un largo peregrinaje por tierras
castellanas, Madrid, Barcelona, Vera de Bidasoa hasta aventurarse en Argentina
y finalmente llegar a París, escenarios sin duda a los que se ve empujado el
personaje como si de un destino prefijado se tratara, aunque su implicación en esa
revolución le viniera algo impuesta, y solo se viera arrastrado sin ni siquiera
creer en ella.
La puesta en escena de la trama novelesca resulta
implacable y los múltiples sucesos que se suceden en la extensa narración nunca
cansan ni aburren, la documentación empleada por Martín Sánchez resulta
rigurosa y medida para sostener la credibilidad de una época convulsa donde el
mundo se agrietaba por momentos y las generaciones de entonces sentían la
necesidad de convertirse en protagonistas de una cambio que arrastró a muchos
de ellos hasta la muerte misma, sin que su causa no por justa fuese rubricada
por una legalidad.
EL ANARQUISTA QUE SE
LLAMABA COMO YO
Pablo Martín Sánchez
Barcelona, Acantilado, 2012
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