HISTORIAS
DEL BOOM
La
escritura latinoamericana de los sesenta supo aprender de algunos de los
mejores maestros del panorama narrativo universal, tanto norteamericano como
europeo para construir lo que racionalmente se consideró la arquitectura de sus
mejores novelas, así lo ha manifestado Mario Vargas Llosa para quien William
Faulkner fue su maestro en el difícil juego de la cronología y el punto de
vista; Gabriel García Márquez decidió crear su propio Yoknapatawpha y así convertir
Macondo en ese espacio donde una sociedad derrotada aunque orgullosa que
requería un futuro, no se atreve a dejar atrás el pasado, e inventa las vidas
de coroneles que viven de las viejas glorias, se muestran dispuestos a iniciar
nuevas batallas, aunque estas se desarrollen en sueños. Si Faulkner se
convirtió en esa figura tutelar del boom,
otros nombres pronto se adhirieron a larga lista, Virginia Wolf, Franz Kafka
o James Joyce, cuyos juegos verbales sirvieron a Guillermo Cabrera Infante para
sus primeras novelas, y también John Dos Passos, Henry James y el surrealismo
francés, pueblan las páginas de Fuentes, Donoso y Cortázar.
Luis
Haars publicaba en 1966, Los nuestros,
un voluminoso estudio aproximativo para captar la tendencias y las presencias de
este nuevo grupo de autores que se abrían paso en una posibilidad literaria
futura. Ahora lo reedita Alfaguara (2012). En sus páginas se habla de Alejo
Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Joao Guimaraes Rosa, Juan
Carlos Onetti, Julio Cortázar, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel García
Márquez y Mario Vargas Llosa. Y, en un epílogo con retracciones, apunta tras el
primer fenómeno, los nombres de los jóvenes, Cabrera Infante, Garmendia o Moyano.
Sábado, 19 de enero, 2013; pág., 8
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