HEMINGWAY/ FITZGERALD
Francis
Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway fueron dos jóvenes prodigios de la Generación Perdida,
cuando por los años 20 el mundo vivió la fiesta del final de la Primera Gran Guerra.
Coincidieron en París en 1925, y afianzaron una gran amistad, hasta que la
estrella de Hemingway eclipsó a la de Fitzgerald, y empezó una encarnizada
enemistad. “Querido Ernest: Por favor, no
hables de mí en tus libros. Si a veces decido escribir de profundis, eso no significa que quiera que los amigos recen en voz alta sobre mi
cadáver. Sin duda que tu intención fue buena, pero me costó una noche de
insomnio, sólo una noche: soy más fuerte de lo que tú te crees. Y cuando
incorpores el relato a un libro, ¿te molestaría quitar mi nombre? Es un bello
relato, uno de los mejores que has escrito aunque eso del “pobre Scott
Fitzgerald, etc”, más bien me lo haya estropeado. Siempre tu amigo, a pesar de
todo, Scott.
P. S.: Los
millonarios nunca me han fascinado, a menos que les adorne el mayor encanto o
distinción”.
Hemingway
contestó a la carta, aunque su respuesta se perdió o destruyó. Fitzgerald,
aseguró que Ernest estaba, “más bien resentido”, pero de acuerdo en omitir su
nombre cuando el relato se publicara en libro. Scott y Ernest se vieron dos
veces durante el verano de 1937, encuentros breves: lo pasado, pasado estaba. Fitzgerald
hablaba de amistad como si aún existiera, una forma de comprar el respeto a
través de una relación más o menos estrecha; Hemingway hacía lo mismo. En una
carta de marzo de 1939, Ernest confesaba, “siempre he tenido un estúpido e
infantil sentimiento de superioridad ante Scott, como un chico duro y
resistente que desprecia a otro, más delicado quizá, pero con talento.” Sin
embargo, no asistió al funeral de Fitzgerald.
Sábado, 4 de octubre, 2014; pág., 8
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