C
Carácter
“Mi carácter es tal que
solo me rindo ante la razón”.
Platón
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EL LIBRO DE LA SELVA
Ilustrado por Gabriel Pacheco
La
fábula del niño Mowgli, el oso Baloo, la pantera Bagheera y el sempiterno y
malvado tigre de bengala Shere Khan, se han convertido con el paso de los años
en los mitos literarios que, generación tras generación, despiertan, una y otra
vez, la admiración de niños, adolescentes y adultos, cuando se realizan
adaptaciones del propio libro, series de televisión y la gran pantalla, o
incluso cuando se intenta editar el relato como Rudyard Kipling lo concibió en
1894, un texto que apareció con grabados de su padre, John Lockwood Kipling,
profesor en la Escuela
de Arte, de Bombay, donde nacería el futuro escritor en 1865.
El
tema de aventuras en la selva, si lo consideramos literariamente hablando,
despierta grandes amores, o el escepticismo más absoluto, como ocurre con las
historias de Mowgli, el niño-lobo, ambientadas en la selva de Seonee. El autor
narra de una manera muy poco cientifista, y casi se postula como una caricatura
de esa ciencia porque hace un alarde excesivo de ese conocimiento del medio que
supone la selva y el medio indio, e incluye las peripecias de un humano criado
entre animales. El niño es acogido por una manada de lobos en
“Los hermanos de Mowgli”, secuestrado por unos monos en “La caza de Kaa” y
adoptado por una pareja de campesinos en “¡Tigre! ¡Tigre!”, como se cuenta en
los tres primeros cuentos del volumen. Cabría suponer que Kipling se
encontraba más influenciado por las leyendas populares que escuchó en su
infancia, así como por su propia imaginación, que por las verdades de la
biología. De
esta manera, Mowgli es recogido por Raksha (Madre Loba) y su familia de lobos,
después de haberse librado de las garras del temido tigre Shere Khan. Con su
nueva familia y con amigos como la pantera Bagheera o el oso pardo Baloo, el
niño crecerá aprendiendo de los animales valores como la amistad, la ley o el trabajo
en equipo.
En, El libro de la selva, pese a estar articulado mediante cuentos
independientes, los relatos que lo componen siguen un orden cronológico y
forman parte de una misma historia. El británico Rudyard Kipling (Bombay,1865
-Londres, 1936) también lo tituló en su momento El libro de las tierras virgenes, donde hace todo un
despliegue de conocimientos sobre la selva y los animales que en ella viven.
Hay quienes pese a ello, ven en esta historia cierto antropocentrismo
manifiesto, atribuyendo a los animales rasgos negativos como la venganza (Shere
Khan), o positivos como el raciocinio, los sentimientos o la amistad, de Baloo
o Bagherera. Por
otro lado, aquello que separa a Mowgli de los animales se hará cada vez más
latente conforme vaya creciendo, por lo que es apartado de su comunidad y
obligado a volver con su madre humana. Y así lo hará, tras acabar con Shere
Khan definitivamente. Mowgli y su madre se trasladan a vivir a un pueblo
vecino, dominado por los ingleses. Kipling, totalmente adscrito al
sistema colonial, atribuye a la “verdadera civilización” los rasgos absolutos
de la ley, el orden y la justicia.
El libro de la selva suele estar editado con un cuidado,
extremadamente, visual, tanto cuando se trata de ediciones infantiles y juveniles,
así como esa clara pretensión de ofrecer un productos para adultos, y mucho más
aun cuando se tarta de ofrecer la historia en la gran pantalla. La edición de
Sexto Piso, en su colección “Ilustrado”, ofrece la traducción y notas de
Gabriela Bustelo, además de las espléndidas ilustraciones de Gabriel Pacheco, que con un estilo que oscila entre lo real y lo
místico añade al texto una dimensión extra, para acompañar a los lectores en
ese viaje a través de la jungla de Kipling y sus animales inmortales, que
escenifican una y otra vez sus historias para nuevas generaciones de lectores
interesados en acercarse a ellas. Lo que parece buscaba el ilustrador era “de
alguna manera, despertar el asombro del lector. Porque el texto resulta tan
majestuoso que no necesita de nada”. Las ilustraciones funcionan así como un
espacio de ruptura en el que uno se detiene a pensar o imaginar una selva
extraña, distinta a las muchas representadas anteriormente. La selva en esta
edición es oscura porque el ilustrador manifiesta empezar con una paleta de
grises. El 70 u 80 por ciento de estos magníficos dibujos son grises y solo al
final surgen los colores. En este caso Pacheco ha utilizado los básicos
–azules, amarillos, rojos- que, de alguna manera, destacan a los personajes en medio
de la maraña de la jungla.
EL LIBRO DE LA SELVA
Rudyard Kipling
Ilustraciones de Gabriel Pacheco
Barcelona, Sexto Piso España, 2013; 240 págs; 25 €
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