B
Belleza
“Mira dos veces para ver
lo justo. No mires más que una vez para ver lo bello”.
Henri-Frédéric Amiel
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Lo que no
aprendí
Margarita García Robayo (Cartagena, Colombia,
1980), reconstruye en Lo que no aprendí
(2014), su memoria familiar, y centra su atención en la inolvidable figura de
un padre misterioso, que vive encerrado en su despacho y allí atiende a
clientes o a pacientes, según se mire, porque para unos es un brujo y para
otros un sanador especialista en ciencias ocultas, aunque detenta el título de
abogado y ha ejercido de juez.
En
una primera parte, la más amplia de la novela, Caty una niña de once años,
incomprendida, se enfrenta al difícil mundo de los adultos, mientras asume el
final de una infancia, que le llega a partir del deslumbramiento de un vecino
mayor que ella; en cierta manera se encamina hacia la adolescencia y, solo
entonces, comprende muchas de las mentiras en torno a su familia. El relato
transcurre en las afueras la ciudad de Cartagena cerca de Turbaco, un municipio
situado a unos 20 minutos de la ciudad, donde vive Caty, sus padres y sus
hermanas: las mellas y el pequeño Gabito, en una casa y un barrio de clase
media con ciertas aspiraciones, en un clima caluroso que cubre de humedad a los
personajes familiares y los hace más vulnerables. Será entonces cuando ella se
pregunta, de una forma insistente ¿quién es su padre y a qué se dedica? Puede
ser un brujo, un chamán, un consultor espiritual, sin duda es un hombre
influyente porque personalidades de la política acuden a él para ofrecerle
importantes cargos de responsabilidad. Caty intentará recomponer el puzzle que
se cierne en torno a su familia, a la sombra de una madre omnipresente, que
nunca responde a sus preguntas y cuando no menos se muestra agobiante y poco
comprensiva para resolver a su hija cuantas interrogantes le sugiere su vida
cotidiana, y mientras intenta aproximarse al espacio de los adultos, percibe
que estos se alejan o parece que todo se detiene a su alrededor. Su padre sigue
siendo un espejismo y se diluye en el tiempo a medida que Caty se acerca más a
él, y así agudizará aun más su conciencia del desamparo.
Como
telón de fondo, ciertas cuestiones de política institucional, en una época
trascendental para la historia colombiana y el mundo del narcotráfico. En junio
de 1991, fecha que se concreta en la novela de García Robayo, se produce la
captura de Pablo Escobar, una cuestión sobre la que circulan distintas
versiones y sobre todo impera cierto silencio gubernamental. El padre de
Catalina será tentado por el candidato conservador Álvaro Gómez y coquetea con
el poder. Otra incomprensible fisura en el relato y en la memoria de Caty, que
no logra comprender y que, de alguna manera, refleja un determinado clima
político de época en la
Latinoamérica de los 90.
La segunda parte de Lo que no aprendí, más breve, está contada por la misma Catalina,
aunque ya es una adulta que vive en Buenos Aires. El tono empleado es más
reflexivo y distante porque Catalina ahora se permite ver el pasado con una
mayor perspectiva y reflexiona en forma de auto-consciencia acerca del papel de
la memoria, y la recompone como si de una construcción fragmentaría se tratara,
incluso se cuestiona cómo es posible elaborar el pasado como una ficción
propia, o como si la propia Margarita García Robayo tuviera necesidad de contar
su historia para sobrevivir al mismo tiempo.
LO QUE NO APRENDÍ
Margarita García Robayo
Barcelona, Malpaso, 2014; 182 págs., 18´50€
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