EL GRECO
Doménikos
Theotokópoulos, El Greco, calificado
como el artista de la subjetividad, fue apenas consciente de la profundidad de
su arte, o incluso de haber esbozado el camino multidisciplinar hacia el
Romanticismo y las primeras vanguardias europeas. Es la suya una vida
imaginaria, tan paralela, y no menos minúscula, que su existencia se pierde
tras el barroco del XVI. Imaginación y pensamiento caracterizan su pintura
afincado en un Toledo medieval, de ambiente cosmopolita por la mano de tan
ilustre vecino. Hijo de un modesto comerciante y recaudador de impuestos, nació
en Creta, isla vinculada a la próspera Venecia, y donde se convirtió pronto en
pintor de iconos, de estilo posbizantino, expresión de la mejor pintura tradicional,
ortodoxa y griega. Viajó a Venecia, donde admiró los últimos años del maestro
Tiziano, de quien aprendió la volumetría de los cuerpos, lo tonal de su
pintura, y el dramatismo que convertirá en espectacular la futura obra del
cretense. En Roma, desaparecidos, Miguel Ángel y Rafael, su estilo manierista
muestra figuras humanas de un exagerado artificio que Il Greco, como era llamado, supo asimilar. Su presencia en Madrid
queda documentada en 1577, y pronto en Toledo, donde firmará contratos con la
catedral y el monasterio de Santo Domingo, y donde nacerá su único hijo, Jorge
Manuel, fruto de sus relaciones con Jerónima de las Cuevas.
Nunca
abandonaría la ciudad, y de su taller saldrán: El caballero de la mano en el pecho, El entierro del conde Orgaz, Antonio de Covarrubias, o Laocoonte. Un libro como Narrando a El Greco. Escritores de hoy
sobre sus obras maestras, V.V.A.A.; Barcelona, Lunwerg Ediciones, 2014; 280
págs., ofrece la ocasión literaria para recordar que este año conmemoramos los
400 años de su muerte.
Sábado, 15 de febrero, 2014; pág., 8
No hay comentarios:
Publicar un comentario