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jueves, 6 de noviembre de 2014

TRAVESÍAS



EL GRECO
               
        Doménikos Theotokópoulos, El Greco, calificado como el artista de la subjetividad, fue apenas consciente de la profundidad de su arte, o incluso de haber esbozado el camino multidisciplinar hacia el Romanticismo y las primeras vanguardias europeas. Es la suya una vida imaginaria, tan paralela, y no menos minúscula, que su existencia se pierde tras el barroco del XVI. Imaginación y pensamiento caracterizan su pintura afincado en un Toledo medieval, de ambiente cosmopolita por la mano de tan ilustre vecino. Hijo de un modesto comerciante y recaudador de impuestos, nació en Creta, isla vinculada a la próspera Venecia, y donde se convirtió pronto en pintor de iconos, de estilo posbizantino, expresión de la mejor pintura tradicional, ortodoxa y griega. Viajó a Venecia, donde admiró los últimos años del maestro Tiziano, de quien aprendió la volumetría de los cuerpos, lo tonal de su pintura, y el dramatismo que convertirá en espectacular la futura obra del cretense. En Roma, desaparecidos, Miguel Ángel y Rafael, su estilo manierista muestra figuras humanas de un exagerado artificio que Il Greco, como era llamado, supo asimilar. Su presencia en Madrid queda documentada en 1577, y pronto en Toledo, donde firmará contratos con la catedral y el monasterio de Santo Domingo, y donde nacerá su único hijo, Jorge Manuel, fruto de sus relaciones con Jerónima de las Cuevas.
        Nunca abandonaría la ciudad, y de su taller saldrán: El caballero de la mano en el pecho, El entierro del conde Orgaz, Antonio de Covarrubias, o Laocoonte. Un libro como Narrando a El Greco. Escritores de hoy sobre sus obras maestras, V.V.A.A.; Barcelona, Lunwerg Ediciones, 2014; 280 págs., ofrece la ocasión literaria para recordar que este año conmemoramos los 400 años de su muerte.



                     Sábado, 15 de febrero, 2014; pág., 8

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