El aliento del cielo. Cuentos completos
Carson
McCullers (Georgia, 1917- Nueva York, 1967)
Nadie
como Carson McCullers (Georgia, 1917-Nueva York, 1967) ha sabido expresar la
gran soledad de los pueblos del Sur de los Estados Unidos y el sufrimiento que
este sentimiento conlleva. Un Sur cuyas ciudades parecen estar soñando y donde
todo forma parte de un mundo casi irreal. Son estos los lugares que describiría
la joven Lula en uno de sus más celebrados cuentos, «La balada del café triste»
publicado, por primera vez, completo, en la edición de la revista Harper´s
Bazar de agosto de 1943 e incluido, más tarde, en la antología Best
American Short Stories de 1944. Sin embargo, hasta que este cuento no fue
publicado con el título de La balada del café triste y otras historias
(1951), en forma de libro, no consiguió la atención de una crítica
especializada que llegó a comparar a su autora con Hawthorne y Faulkner. En las
primeras líneas de este cuento puede leerse: «El pueblo de por sí ya es
melancólico. No tiene gran cosa, aparte de la fábrica de hilaturas de algodón,
las casas de dos habitaciones donde viven los obreros, varios melocotoneros,
una iglesia con dos vidrieras de colores, y una miserable calle principal que
no medirá más de cien metros. Los sábados llegan los granjeros de los
alrededores para hacer sus compras y charlar un rato. Fuera de eso, el pueblo
es solitario, triste; está como perdido y olvidado del resto del mundo».
Rodrigo Fresán autor del prólogo
y comentarios a El aliento del cielo. Cuentos completos (2007),
la monumental edición que Seix Barral pone a nuestro alcance, señala que los
relatos y nouvelles de Carson McCullers se ocupan de un solo tema: el Amor. Ya
en «La balada del café triste» apuntaba el lado inconstante, dual, peligroso,
dispar, autodestructivo, asimétrico e inevitable triste del asunto. En 1942 la
joven Lula superaba una agobiante crisis creativa y alumbra cuentos con una
renovado fulgor como el titulado, «Un árbol. Una roca. Una nube». La presente
edición recoge diecinueve cuentos y las tres novelas cortas, Reflejos en un
ojo dorado (1942), Frankie y la boda (1946) y La balada del café
triste (1951), sin duda lo más renombrado de la joven que plasmó, en sus
historias, las interioridades de algunos de los más significativos personajes
de la literatura norteamericana. En todos sus textos se muestra como esa
escritora contradictoria, voluble que reivindica la rebeldía de ese latido
vital que suena en los corazones de, Frankie, Sucker, Miss Amelia, Felix Kerr
o, en el suyo propio, como llegó a definir su personalidad ese otro extraño
norteamericano, Paul Bowles, que aseguraba: «Junto a esa exagerada
simplicidad suya también iba una devoción total y un absoluto sojuzgarse al
acto de escribir por encima de cualquier otra faceta de su existencia. Esta
seriedad que no admitía distracciones no le otorgó el aire de una persona
adulta sino el de una prodigiosa y ligeramente anormal niña que se negaba a
salir a jugar porque siempre estaba muy ocupada tomando apuntes en su libreta
de notas».
Los
cuentos
La crítica ha
señalado que una de las características de la narrativa de Carson McCullers es
la frontera que establece entre la ficción y la realidad como algo muy borroso
porque como ella misma afirma, «todo lo que sucede en mis relatos, me ha
sucedido o me sucederá». La visión, que la narradora tiene, se convierte en
iluminación y algunos de sus personajes se mezclan con su propia vida. El suyo
es un ritmo narrativo lento, a modo de balada, describiendo y presentando a sus
personajes, otorgándoles en cada caso la voz, volviendo a un pasado que se
transmuta en nostalgia de una niñez, de una infancia y de una adolescencia que,
en realidad, no resultan agradables, porque las vidas de sus protagonistas
rozan lo grotesco, lo inquietante y lo estigmatizado. En el cuento «Sucker» el
primero de la colección y el primero que se conoce de la autora, ya se pueden
leer algunas de las constantes en su obra, el amor ciego, como el que ella
misma sintió por el joven James Reeves McCullers, a quien conoció en casa de su
profesora de piano Mary Tucker, el encandilamiento del desamor, la
irrecuperable pérdida de la inocencia, y sobre todo el genio. La historia fue
rechazada por varias revistas de la época y solo pudo publicarse en 1963, en The
Saturday Evening Post. Durante sus primeros tiempos en Nueva York escribió
«El patio de la calle ochenta, zona oeste», cuya descripción se parece a un
cuadro de Edward Hooper, porque, entre otras cosas, cuenta las carencias y
penurias de una joven en la gran ciudad; la música es el tema central de
«Poldi», aunque el trasfondo es su decepción al ser despedida como mecanógrafa
y telefonista en una inmobiliaria de Manhattan; «El aliento del cielo»
corresponde a la época en que la joven Lula, durante sus años de bachillerato,
se reponía de una enfermedad mal diagnosticada: tuberculosis, «El orfanato» es
un relato proustiano, donde reflexiona sobre los recuerdos de la infancia; «El
instante de la hora siguiente», junto a «Dilema doméstico» o «¿Quién ha visto
el viento?», forma parte de esa visión apocalíptica del matrimonio, con el
alcohol como trasfondo; el más curioso de los relatos incluidos es «Así»
comprado, como se señala en la introducción del mismo, en 1936 por la revista Story
y nunca publicado. Quizá el tema, todo lo relacionado con el sexo y los
jóvenes, pareció atrevido entonces y fue publicado, por primera vez, en 1971 en
la revista Redbook.
El
primer relato que la joven McCullers publicó se tituló «Wunderkind» y apareció, para sorpresa de muchos,
en la prestigiosa Story en el mes de diciembre de 1936; el cuento
apareció más tarde en La balada del café triste en 1951 y revisado y
ampliado en 1955. Siguen «Los extranjeros», textos sobre ese concepto de vuelta
a casa una y otra vez, personajes en continuo movimiento o perdidos; también
este fue uno de sus primeros textos, e incluido por primera vez en The
Mortgaged Heart (1971), lo mismo que ocurrirá con «Sin título», a los que
siguen «El jockey», «Madame Zilensky y el Rey de Finlandia», «Correspondencia»
una graciosa incursión en el arte de la epístola tan necesaria en la vida de la
narradora, sobre todo por las ausencias de Reeves. Rodrigo Fresán apunta que
«Un árbol. Una roca. Una nube», es uno de los textos capitales de Carson
McCullers porque en él presenta con mayor emoción y sintetiza su credo
artístico y existencial. Tal fue su trascendencia que Gore Vidal, Elizabeth
Hardwick y Oliver Evans sostienen cómo algunos párrafos de este cuento fueron
utilizados por Truman Capote para escribir Otras voces, otros ámbitos y,
sobre todo, El arpa de hierba. Carson nunca se lo perdonó e incluso
llegó a estar celosa del éxito de A sangre fría, pero Capote que acudió
a su funeral elogió hasta el final la obra de la escritora sureña y escribió:
«La primera vez que la vi... recuerdo haber pensado cuán hermoso era el color
de sus ojos: el color de un buen café claro... Siempre sentí mucho, mucho
cariño por Carson. Era un demonio, pero la respetaba». Siguen «El arte y el
señor Mahoney», «El transeúnte» (1950), después adaptado para la televisión,
«Dilema doméstico» que, como señalabamos, forma parte de una trilogía sobre ese
concepto de matrimonio-alcoholismo, es decir, los problemas de McCullers con el
alcohol desde su juventud, y en «Muchacho obsesionado» cuenta el grado de dependencia
de las madres con sus hijos; o «¿Quién ha visto el viento?», junto con
«Dilema...», relato de crisis existencial.
Qué se desprende, pues, de la
lectura de estos cuentos. Evidentemente, una fuerte y profunda pasión, algo de
misterio, y la emoción de quien es capaz de profundizar en la esencia humana
para, de alguna forma, describir las sensaciones perdidas y la soledad más
absoluta, sin que el miedo de nuestra más absoluta fantasía nos contamine el
inconsciente. Como se puede leer en Ilumninación y fulgor nocturno
(2001), su obra autobiográfica, es esa proyección perceptible bajo la
superficie de cualquiera de sus narraciones o un espacio en su interior adonde
retirarse, un lugar para protegerse a sí misma y continuar con una efervescente
creatividad. Parte de su obra es un diario de viaje que le proporciona al
lector la descripción de esos «fulgores nocturnos» que aislaban a la narradora
y, por otra parte, una crónica de sus «iluminaciones» que le restañaban el
alma.
El volumen incluye sus novelas cortas
Reflejos en un ojo dorado (publicada, originariamente en dos números
(octubre y noviembre) de la revista Harper´s Bazaar de 1940; el director
John Huston la llevó al cine en 1967, protagonizada por Marlon Brando y
Elizabeth Taylor; el libro causó un gran revuelo, pero la película fue
condenada por una firme censura eclesiástica; La balada del café triste,
quizá la más lograda condensación del Universo McCullers, encierra sus mejores
guiños conscientes e inconscientes; publicado en el número de agosto de 1943 de
la revista Harper´s Bazaar; en 1963 Edward Albee realizó una adaptación
teatral y en 1968 Thomas C. Ryan realizó el guión para la película de Robert
Ellis que recibió algunas nominaciones para el Oscar; y Frankie y la boda,
novela que supuso, según Fresán, el proceso creativo más lento y doloroso de su
producción: cinco largos años de gestación, y hasta seis versiones distintas,
además de numerosas enfermedades de por medio, amores y desamores, y divorcio y
nuevo matrimonio con Reeves y la guerra mundial como trasfondo. Fue un éxito de
crítica, tras su aparición en el número de enero de 1946 de Harper´s Bazaar,
y un año después en forma de libro editado por Houghton Mifflin. En 1949 se estrena la versión teatral en
Filadelfia, en 1950 llega a Nueva York, precedida de un gran éxito y así se
mantuvo en cartel hasta la primavera de 1951. Dos versiones cinematográficas
continuaron con su éxito, la de Zinnemann en 1953 y una más reciente en 1996.
El mudo y otros textos
(2007), que con prólogo, también, de Rodrigo Fresán, pone Seix Barral en
circulación, recoge algunos textos dispersos de la narradora, fundamentalmente,
sus notas sobre su novela El mudo, que más tarde se convertiría en El
corazón es un cazador solitario, uno de sus mayores éxitos literarios.
Siete ensayos, en total, que oscilan entre sus reflexiones y notas sobre sus
primeras novelas, cómo y cuándo empezó a escribir, la soledad como una
enfermedad norteamericana, o sus lecturas y fascinación sobre Dinesen; dos
fotografías, de una Carson adolescente, ilustran esta pequeña joyita que
recupera una visión distinta de la narradora norteamericana acerca de su férrea
convicción de convertirse en escritora.
El 15 de agosto de 1967, la
frágil niña Lula Carson Smith, sufrió una hemorragia cerebral que le producirá
un coma profundo durante cuarenta y siete días hasta que le sobrevino a la
muerte en el hospital de Nyack el 3 de octubre. Fue enterrada, junto a su
madre, en el cementerio de Oak Hill, de Nueva York, en una colina, desde donde
puede verse el río Hudson. The New York Times la despidió, desde sus
páginas editoriales, el 30 de septiembre de 1967 afirmando que «ella dignificó
la idea de lo individual, en especial a los perdedores de la vida (...) Carson
McCullers reflejó al corazón solitario con una mano dorada».
Una gran visión del futuro. No sé yo si querría saber lo que me sucederá.
ResponderEliminarMª Ángeles.