GOYTISOLO
Juan Goytisolo (Barcelona, 1931)
forma parte de una curiosa saga familiar: José Agustín, Luis, y el hoy Premio
Cervantes, simbolizan un triángulo literario que cubre la segunda mitad del
siglo XX. José Agustín, poeta, será recordado por sus Palabras para Julia (1979), Luis, convierte su narrativa en el
testimonio más preclaro de la época que le ha tocado vivir, expuesta en su
tetralogía, Antagonía (1973-1981), y
Juan ha sabido denunciar los claroscuros de una España mítica, en Campos de Níjar (1960), repetiría en La Chanca (1962), o su en mejor
trilogía, Señas de identidad (1966), Reivindicación del conde don Julián
(1970) y Juan sin Tierra (1975).
El escritor catalán es autor de
una vasta variedad de géneros literarios, novela, ensayo y una rica miscelánea.
El Cervantes lo distingue por su “voluntad de integrar las dos orillas de una
heterodoxia española, y su apuesta permanente por un diálogo intercultural”,
primero desde un exilio francés y un posterior, marroquí. Allí ha desarrollado
gran parte de su obra, y ha sido capaz de asimilar ese juego permanente de una
continua huida, pese a estar adscrito a la generación del medio siglo. Sus
convicciones políticas, su lucha antifranquista y una censura que tan mal
tratara su obra, incluido su desencanto respecto al Partido Comunista, le han
convertido durante décadas en un excéntrico de la literatura, lugar donde ha
encontrado, según él, su verdadero refugio.
Tras Makbara (1980), Paisajes
después de la batalla (1982) o Las
virtudes del pájaro solitario (1988) se ha entregado a la poesía, Ardores, cenizas y desmemorias (2012),
nueve poemas, cuya continua heterodoxia se justifica porque “la poesía fue creada
en función de algo ajeno a su propio impulso”.
Sábado, 29 de noviembre,
2014, pág. 8
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