I
Imaginación
“Todo lo que una persona
puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad”.
Jules
Verne
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La
Navidad para un niño en Gales
La Navidad es
esa entrañable fiesta familiar que celebran universalmente las buenas gentes
del mundo y que, de alguna manera, revisa las voluntades y el sentimiento del
amor, al menos, durante unos días al año. De carácter humilde y campesino, ha
llegado hasta nosotros envuelta en decoración y luces, fiesta y cena familiar,
villancicos y regalos que convierten su significado en algo, evidentemente,
social y consumista. La literatura nunca ha sido ajena a estos días festivos a
los que, tras los tradicionales dulces y belenes cristianos, se han incorporado,
la nieve, los árboles adornados, y el famoso Santa Claus, de evidente tradición
nórdica. Algunos de los autores más destacados han puesto su mirada y su pluma
para celebrar con nosotros una blanca festividad. Durante años se ha
considerado que Canción de Navidad (1843), de Charles Dickens, ofrece
una visión dura y denigrante de la sociedad británica del XIX, un relato breve
donde abogaba sobre la condición del proletariado más pobre y las consecuencias
de un empobrecimiento progresivo. Una visión del pasado, del presente y del
futuro, en la víspera de la
Navidad llevan a su protagonista, Ebenezer Scrooge, a cambiar
su actitud vital para mostrar el amor y la solidaridad entre sus semejantes,
sobre todo con su empleado, Bob Cratchit y su pequeño hijito enfermo, Tiny Tim.
Truman Capote ofrecía con Una Navidad (1983) el relato de la soledad de
un niño que cuenta su Navidad sin padres o con unos que resultan extraños para
él, solo el recuerdo de su anciana amiga Sook, y su extrema bondad, logran
paliar el descubrimiento de que, en realidad, Papá Noel tampoco existe. Entre
ambos libros, La Navidad
para un niño en Gales (1955), del poeta Dylan Thomas, sobresale, más de
cincuenta años después de su publicación, quizá porque el poeta Thomas encontró
esa interrelación entre su verso y la prosa, algo tan inevitable como el
resultado de la vida misma.
Dylan
Thomas
La Navidad
para un niño en Gales;
Madrid,
Nórdica Libros,
(Edición
bilingüe), 2010; 76 págs;
En
este cuento de La Navidad
para un niño en Gales ocurren aquellas cosas que nos recuerdan al mágico
territorio de la infancia. El mes de diciembre era blanco, siempre nevaba en
Navidad, los niños se protegían las manos del frío envueltas en viejos
calcetines, les tiraban bolas de nieve a los felinos y Jim, junto al narrador,
se convertían en tramperos con gorro de piel y mocasines en busca de su presa,
pero los dichosos gatos que eran muy listos no aparecían nunca. Thomas sitúa su relato en un pueblo de la costa de
Gales y todo empieza con un fuego en la casa de la señora Prothero: bomberos,
policía y ambulancia, fue, según el narrador, una Nochebuena con muchos
avatares. Y luego estaban los carteros que hacían su camino con la nariz
colorada, y las botas llenas de hielo; y, también, estaban los regalos: los
útiles, tapabocas, bufandas, boinas, o los libros, y los inútiles: bolsas con
muñequitos de gominola, patos de goma, cuadernos de dibujo, o el juego de la Oca. En la noche de
Navidad siempre sonaba algo de música y aquellas eran noches largas y
tranquilas. Dylan Thomas da brillo, con su prosa, al valor de una irrenunciable
fiesta universal, la Navidad,
una celebración que sigue teniendo ese extraño poder de convocatoria en muchos
hogares del mundo.
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