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domingo, 16 de noviembre de 2014

Hoy tomo café con…



Juan José Téllez

“Vuelve al cuento con Profundo Sur (e.d.a ), una colección de trece fábulas geográficas, políticas y emocionales ambientadas en su Cádiz natal”.



Juan José Téllez (Algeciras, Cádiz, 1958) alterna su dedicación periodística en prensa, radio y televisión, con la literatura y una dilatada dedicación a la gestión cultural. Poeta, narrador y biógrafo no ha dejado de estar presente en el panorama literario de las últimas décadas. Entregado poeta en, Ciudad sumergida (1985) Daiquiri (1989) o Las grandes superficies (2010). Destacan sus trabajos ensayísticos y sus biografías sobre su vinculación con la música más profunda de la tierra, o el jazz y el más puro rock and roll, con libros dedicados a Paco de Lucía, Chano Lobato y Carlos Cano. Su vocación cuentística arranca con Amor negro (1989), Territorio estrecho (1991), El loro pálido (1999), Main Street (2003), Señora Melancolía (2010), y ahora su última entrega, Profundo Sur (2013).

-Déjeme preguntarle, en primer lugar, por su polifacética profesión de agitador cultural desde que se inició en la contracultura de los 70.
-Tampoco es para tanto. Siempre fue, para mí, una actitud ante la vida. Y ahora, oh sorpresa, me pagan por hacerlo. La agitación cultural es una forma de hacer política, en contra de aquellos poderes que no gustan del arte y de los artistas a quienes no pueden controlar. Es difícil y a veces contradictorio mantener dicha postura desde un cargo de responsabilidad relacionado con la administración. Pero se hace lo que se puede.

-Vinculado al flamenco y la copla desde siempre, ¿es algo que da la tierra?
-Bueno, también estoy vinculado al rock and roll y al jazz. Lo de la tierra. Esto es, lo da el planeta. Pero sobre todo el sur, donde los ritmos y el corazón calientes. Creo que una de las pocas verdades que sigo teniendo como tales estriba en el viejo proverbio de que la música amansa a las fieras.

-La sombra de Quiñones planea sobre su mundo literario, tanto temática como lingüísticamente ¿hábleme de su vinculación con él?
-Me considero su discípulo, no su epígono. Si fuera un simple reflejo del maestro, seguro que el propio Quiñones saldría de su tumba para pegarme cosquis. Para mí, fue algo más: un mentor, un padre literario y, sobre todo, un cómplice, un amigo.

-No obstante su afiliación lírica, prosística o ensayística, ¿sería irreverente si le preguntara si se siente más cómodo en el periodismo de combate?
-De derrota en derrota hasta la masacre final, como asegura un amigo mío. Yo ya voy teniendo una edad en la que no estoy para muchos combates. Al reporterismo, por ejemplo, lo tengo prácticamente dejado de la mano de Dios aunque, a decir verdad, que me quiten lo informado. Ahora, combato desde el columnismo de opinión. Sin embargo, nunca olvido que Manuel Vázquez Montalbán nos llamaba "calumnistas" a los de este oficio.



-Su vocación cuentística es manifiesta desde los 90, y ahora acaba de aparecer en e.d.a (Málaga), Profundo Sur (2013), ¿cuál ha sido su vinculación con el género breve durante estos años?
-Escribo con cuentagotas. Profundo Sur he tardado en escribirlo y en publicarlo diez años, desde la aparición de Main Street en 2003. Escribo con más frecuencia poesía. También, ensayos derivados del oficio periodístico. La narrativa requiere un esfuerzo casi gimnástico. Hay que controlar a los personajes, que tienen la fea costumbre de tener vida propia y si no se les pastorea, todo lo que hagan puede volverse en tu contra.

-Este nuevo libro, reúne trece relatos de una extensión variada y ofrece una perspectiva casi “antropológica” de su propia vida, ¿es así?

-Bueno, en gran medida los relatos transcurren en mi territorio natural, el de Cádiz, el Estrecho, Gibraltar o esa formidable selva andaluza que es el Parque de los Alcornocales. En contra de los cánones al uso de la narrativa breve, el paisaje es fundamental en mis relatos. Creo que la atmósfera narrativa tiene que entrecruzarse con los personajes y con la historia que cuentan. Y con el lenguaje desde el que se cuenta, que es el protagonista real de todo ello.

-Desde el comienzo, usted intento hacer un territorio geográfico propio como una prolongación para una vida literaria, ¿cuánto hay de verdad en esto?
-Yo no he querido recrear, en mi visión del Estrecho, Yoknapathawpha, ni Macondo, ni Comala, ni Region, ni el Territorio Soler tan admirado por mi. Yo quiero contar historias sobre gente que conozco en el espacio en que habito y, aunque he viajado por medio mundo, más sabe el loco en su casa que el cuerdo en casa ajena.


-Cine, música, tauromaquia, barrios, huelgas y personajes curiosos se asoman en estos cuentos,  ¿mucha verdad y poca mentira?
-La realidad y la ficción son las dos caras de la fabulación, o de la memoria como asegura José Manuel Caballero Bonald. Muchos de esos personajes fueron reales, pero ya se sabe que la naturaleza imita al arte.

-En estos días cuando se habla mucho de Gibraltar, la foto de Lennon y Yoko, y al fondo el peñón, en la portada del libro ¿es una provocación?
-La mayor provocación con respecto a Gibraltar consiste en que dos poblaciones vecinas tengan que verse continuamente molestadas por los sacrosantos intereses de Estado que llevan tres siglos peleándose por la soberanía de un peñasco. A mi me sigue importando más la gente que las banderas. Creo que a John y a Yoko también. La fotografía fue tomada por Slim Simpson, un fotero yanito que todavía vive y que me la cedió para ilustrar este libro. La tomó en el aeropuerto de Gibraltar cuando se acababan de casar. La frontera la había cerrado Franco por mandato de su ministro Fernando María Castiella, ese al que tanto admira nuestro actual titular de Asuntos Exteriores, García Margallo.

¿Es la suya, en esos relatos, una mirada generacional?
-Están escritos en varios tiempos que median entre la guerra civil, los años 50, los 60, los 70 y la actualidad. Es la memoria de una cierta Andalucía, pero no necesariamente la mía propia ni la de mi generación. En sus páginas, convive el matarile del fascismo con la telefonía móvil. Lo peor es que no se si hemos cambiado demasiado en tanto tiempo.

-Sobresale en todos ellos, el curioso referente del gaditano y su característica más pirotécnica e irónica, su lengua coloquial, ¿es este un esfuerzo más en sus pretensiones cuentísticas?
-Quiñones era una esponja que calcaba el habla de Cádiz. Yo no lo pretendo. Mi coloquialismo está más cerca de una pincelada impresionista que de un cuadro hiperrealista. Se trata, en mi caso, de caracterizar a los personajes, no de parodiarlos.

-Para finalizar, ¿qué le ha proporcionado la literatura hasta el momento?
-Mucha vida. Joan Barril y Joan Manuel Serrat ya nos alertaron que amar no es literatura sino se puede escribir en la piel. Creo que yo lo he hecho. Y ese es el mayor reconocimiento que, cuando me vengo arriba, yo mismo me otorgo.                                                                 

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