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jueves, 29 de junio de 2023

Pardo Bazán

 

                                      Una Pardo Bazán detective

 

Siruela publica La gota de sangre con prólogo de Alicia Jiménez Barlett

 



 

      Emilia Pardo Bazán adquirió desde su juventud hábitos de lectura de una absoluta voracidad junto con amplios intereses y ambiciones intelectuales que le llevaron a ser una de las mujeres más influyentes del Realismo e Idealismo del XIX. Hija única de unos padres de la alta burguesía gallega, se casaría pronto, en 1868, con apenas diecisiete años, se trasladaría a Madrid, lugar donde pretendía cimentar su fama de novelista y ensayista, siguiendo, de alguna manera, las ideas de su admirado Padre Feijoo. Gonzalo Torrente Ballester ha señalado que «existió un desacuerdo entre el talento de la Pardo Bazán, por una parte, y su sexo y situación social, por otra. La sorpresa levemente acompañada de escándalo le acompañó desde su primera salida al campo de las letras, y ella se creyó en la obligación de continuar sorprendiendo hasta el final». Su primera novela, Pascual López, se publicó en 1879, cuenta la historia de un joven estudiante de Compostela que cuando su profesor descubre una formula química para hacer diamantes industriales, pierde a su novia. La novela supone el punto de partida de la obra de Pardo Bazán, mezcla de elementos y personajes convencionales y fantásticos, que caracterizarán su obra. Después conseguiría publicar su novela de tesis, Un viaje de novios (1881), un imprudente matrimonio, profusas descripciones y una intriga secundaria, para mostrar la ingenua religiosidad de la heroína en conflicto con el ateísmo del pretendido amante. Emilia Pardo Bazán irá conformando su perspectiva teórica, sobre todo alabando la novela francesa para situar sus observaciones y el análisis por encima de la imaginación creadora.

 

La novela

       Reeditada en otras ocasions, la editorial Siruela, propone una nueva edición de La gota de sangre (2023),  con un juicioso y sarcástico prólogo de la narradora Alicia Jiménez Barlett que escribe, “Siempre he pensado que doña Emilia Pardo Bazán estaba como una cabra, o debería decir como una maravillosa cabra. Se permitía lo que las mujeres en su tiempo no podían ni pensar. Era libre en sus costumbres y rotunda en sus opiniones”.

       La gota de sangre es una novela de detectives ambientada en el Madrid de comienzos del XX, protagonizada por un joven aristócrata, Ignacio Selva. La historia comienza con Selva en la consulta de su médico a quien le traslada su profundo malestar, aburrido por el tedio cotidiano de una vida acomodada y afirma siente un “vacío existencial”. Algunas horas más tarde, después de asistir a una representación teatral, Selva se encuentra con un cadáver en un solar junto a su casa. En la escena misma, asumirá enseguida el papel de detective aficionado, y constatada la eventualidad, se dispone a resolver el terrible hallazgo, en realidad, un  crimen, al tiempo que se asegura de demostrar su inocencia, tras ser acusado de asesinato ya que, para la policía, Selva es el sospechoso principal. Obligado a investigar empezará por su círculo de amistades para resolver el crimen antes de que sea tarde.

 

Un relato de detectives

 

       La obra se considera la primera novela policiaca de detectives escrita en España por una mujer. Publicada originariamente en 1911, un par de años antes había mostrado su interés por el misterio y detectivesco, t afirmaba “Cuando leo en la prensa el relato de un crimen, experimento deseos de verlo todo, los sitios, los muebles, suponiendo que averiguaría mucho y encontraría la pista del criminal verdadero.” La curiosidad inagotable de la gallega le llevaría a pensar que, a falta de un crimen real para resolver, se propuso escribir su propia historia reproducida en un escenario que bien conocía e inventando un crimen ficticio que podría resolver sin problema alguno, una propuesta más que iluminaran sus “células grises” y convertirse en la detective que siempre había soñado.

       En realidad, ¿por qué decide escribir esta novela? En sus viajes por Europa, una inquieta Pardo Bazán se familiariza con las novelas de detectives victorianas, que estaban en esos momentos en boga, sobre todo las publicaciones de Arthur Connan Doyle con su infalible sabueso Sherlock Holmes. Sin embargo, a la escritora la estructura de estas novelas le parecía irreal y poco creíble, y sin dudarlo escribió La gota de sangre para satirizarlas.

       Emilia Pardo Bazán decidió indagar en la narrativa de misterio por la decepción que sintió ante la fórmula clásica inglesa, además, explora aspectos más turbios y reveladores del crimen, así su protagonista no es un personaje intachable y amante de la ley, sino que la transgrede arrastrado por la emoción de los acontecimientos.

 

 


La gota de sangre

Emilia Pardo Bazán

Prólogo de Alicia Jiménez Barlett

Madrid, Siruela, 2023

 

 

miércoles, 28 de junio de 2023

Cuaderno en blanco

 

Junio, 2023

 

    

     Junio es el me de los comienzos, o quizá de los finales cuando la perspectiva mira ese término que supone un curso o el inicio de unas vacaciones, en suma es un mes del calor y de los días largos y, a veces, tediosos, según se mire.

     Los proyectos se van terminando, acabamos con Cuadernos del Sur hasta muy después del verano y pequeños encargos asoman al panorama de las tardes de sol. Un nuevo encargo de Turia para estas semanas que me llevarán a Jorge Volpi conocido autor mexicano que leo y conozco desde siempre.

     Y el firme propósito de acabar una novela empezada en 2022 y que cuenta, entre otras, esas anécdotas y vivencias de los veranos de 1972, 1973 y 1974.

     Si Todo empezó así con absoluta seguridad acabará en buen puerto. Bienvenido el Verano.

  




miércoles, 21 de junio de 2023

Hoy invito a…

 

Antonio Tejedor García

 

Cada fin de semana, un libro

ESA INFINITA QUIETUD

Pero M. Domene

 


 

       Esa infinita quietud en el sentido de sosiego, armonía y tranquilidad es lo que define al poeta Alejandro López Andrada en sus propias palabras. Es, a la vez, el libro resultante de muchas horas de conversación con el crítico literario -y también escritor- Pedro M. Domene.

       La obra de López Andrada, narrador y poeta, viene marcada por el tiempo de la infancia en su pueblo, Villanueva del Duque, Córdoba. Una infancia de penurias económicas, de emigración, de gentes sin voz; a pesar de esto, la trae a la memoria continuamente. “Soy escritor de un solo libro, aunque escriba muchos”, nos dice. Lugares y gentes que aparecen en sus versos, personas importantes en su vida. Territorios y gentes que borra el tiempo y que se recuperan para la creación literaria a través de su poesía, sus relatos o sus novelas. “Intento contar una aldea para entender el mundo”. Bien anclado en sus raíces.

       Desde esa aldea ha hablado siempre de la naturaleza y el medio ambiente, del mundo rural que se vaciaba, el paso del tiempo, la crítica social, la soledad… Una obsesión, esa atmósfera en blanco y negro, realidad y ficción que le han permitido conectar, a través del ruralismo mágico, con los días de su infancia y de nuestra madre tierra.

       López Andrada, poeta, Vive en una especie de trance místico cuando la inspiración le asalta. Es entonces cuando una voz le susurra al oído los versos que va transcribiendo, el relato de la resurrección de personajes y lugares que ya no están. Luego vendrá la reescritura, las correcciones inevitables. Versos llenos de intensidad emocional y belleza estética a través de un laberinto de metáforas y de símbolos para conectar con el lector.

       Cuando suene el retorno de la luna

       la música de la espiga ya habrá muerto.

       La poesía, más que imaginación, es sentimiento, reflexión, buscar el equilibrio entre la emoción y la estética a la vez que ser testigo de un tiempo, reflejar la experiencia vital del poeta.      En el caso de López Andrada, establecer, también, como Machado –uno de sus poetas preferidos-, una relación emotiva con la naturaleza. Con todos los elementos de ese mundo ancestral, primitivo. Ha de resultar complicado para él, -estos son tiempos dados a la apariencia y la banalidad, donde tanto se valora la estética del triunfo fácil-, ir a contracorriente y seguir pegado a sus temas de siempre, a la naturaleza, a la soledad, al paisaje interior. Es, por tanto, una poesía poco alegre o vitalista, de difícil lectura, en ocasiones.

 


 

       Cada poema suele tener algún tipo de relación con el que le precede, bien sea temática o espacial, le gusta dar al libro una especie de estructura narrativa que se nutre de la continua memoria, de la mirada atrás, de un pasado que no siempre fue mejor.

       Nos lo robaron todo. Nada queda:

       Solo el amor pudriéndose en mi alma.

       Ese constante recuerdo no esconde la dureza del trabajo agrario, la de agricultores y pastores, ni tampoco la de la voz derrotada, que la historia siempre ha sido escrita por los vencedores. La vida de aquellos hombres -¿es difícil entender la emigración?- era tercermundista, absolutamente inhumana. Que López Andrada haya sido y sea todavía capaz de encontrar poesía en ese ambiente sin caer en la conmiseración es de un enorme mérito. No se me oculta, sin embargo, una buena carga de idealismo. Hoy en día, radicado en Córdoba, sus últimas obras se extienden más allá de la tierra de su niñez y recalan en las de la ciudad; eso sí, sin rendirse ante la caricatura de cartón piedra que les gusta mostrar a los castizos. Entre zarzas y asfalto y Los perros de la eternidad lo dejan claro.

       La narrativa, sus relatos y novelas, también siguen la temática rural, la misma que ha escrito siempre, incluso cuando la moda imponía lo urbano y todo lo relativo al pueblo, al campo, era silenciado por la crítica, cuando no despreciado. Rural, pero con un alto contenido social y político. El libro de las aguas –fue llevada al cine por Giménez Rico- es durísimo, pero siempre intentó darle un tono emotivo y poético. Una crítica social que, por desgracia, ha de seguir marcando sus escritos, como escribe en El jardín vertical, su apuesta más valiente, la más desoladora y rebelde.

       Pedro M. Domene nos deja un final en el que incluye el proceso creativo de López Andrada y diversas consideraciones sobre la literatura y el periodismo. Un libro donde no solo nos descubre a un gran poeta y narrador, sino también al autor, a la persona, a las vicisitudes que le han llevado a escribir, a dejar testimonio de un lugar y de una historia.

jueves, 15 de junio de 2023

Hoy invito a…

 


 

María Ángeles Pérez

 

amaneceres

 

Cambios

 

       Y llegó. Continuas amenazas sobre el cambio climático nos persiguen, desde hace tiempo, a las que venimos haciendo oídos sordos mirando hacia otro lado. Intereses políticos y económicos imperan sobre la sostenibilidad del planeta y nos llevan hacia la autodestrucción de una manera escandalosa y precipitada. La tierra ruge y despierta reclamando todo aquello que, lógica y naturalmente, le pertenece y hemos ido robándole de una manera despiadada y sin sentido. No le hacemos caso, quizá por eso, a veces, en vez de rugir llora desconsoladamente. Nuestra vida se tambalea sobre frágiles cimientos sometidos a continuos cambios, unos nos pueden conducir a la base sólida y eficaz de la raíz, otros al derrumbe apoteósico de nuestro destino.

       Si nuestros abuelos levantaran la cabeza volverían a morir, solemos decir, ante el panorama desolador que encontrarían. Los cambios, sin duda, son necesarios, pero siempre que no antepongamos intereses y egocentrismos y siempre que no cambiemos de chaqueta y de color como el camaleón, ya sabéis lo que dice la canción, según conveniencias y según la ocasión.

miércoles, 7 de junio de 2023

centenario de Antonio Pereira

 Antonio Pereira en su Centenario

 

        Siruela reúne, Todos los cuentos (2023) y Todos los poemas (2023) en dos volúmenes para conmemorar el centenario de Antonio Pereira.

 

 


 

        Siruela edita Todos los poemas (2023), con prólogo de Juan Carlos Mestre, autor que afirma como “cada poema de Pereira es un melódico refugio para el abandonado huésped de la tierra, los signados con la huella de la ironía y la tristeza, y añade, “los que saben que al otro lado de la imaginaria lñinea crece un bosque de silbidos donde verdea el misterioso tallo de la teatralidad gumana”; El volumen reúne la producción completa, 1962-2006, e incluye  un epílogo del autor, un repaso personal por su trayectoria lírica que titula, “El ooeta gace memoria”.

        Sus primeros versos datan de los años 1948 y 1949, sin embargo, su primer libro de versos aparece en 1964, El regreso, un poemario de corte social con la visión de las ciudades y los pueblos de su tierra como trasfondo, los amigos, la familia o la representación de objetos minúsculos, en definitiva. A este primer poemario seguirían, Del monte y los caminos (1966), Cancionero de Sagrés (1969) y Dibujo de figura (1972). Dos antologías recogen buena parte de su obra poética, Contar y seguir (1962-1972), de 1972 y Antología de la seda y el hierro (1986).

 

 

        La literatura de Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo,1923- León, 2009) surge del cotidiano vivir de unos personajes que cuentan unas experiencias concretas y se convierten en una estampa costumbrista al uso de la narrativa española de los últimos cincuenta años. Los cuentos de Pereira se pueblan de miradas que transmiten esas situaciones y descripciones de hondura de la narrativa breve castellana, porque el humor y la ironía que contienen deja paso a planteamientos mayores, cuya razón el lector nunca averiguará. o la existencia misma de estos personajes, seducidos por los imperativos de la vida, y porque sus aspiraciones y sus sorpresas son de gentes sencillas, cuyas experiencias y obsesiones desembocan en tenues insinuaciones.

 

        El estudioso del cuento ha mostrado con cierta frecuencia un evidente desconcierto para situar generacionalmente a Antonio Pereira y su obra breve, aunque por edad se incluiría en la “generación del medio siglo” pese a que sus primeros relatos son más tardíos que los de sus compañeros de generación, quienes a mitad de los cincuenta publicaban sus cuentos. La narrativa de Pereira fue creciendo —en palabras de Santos Alonso— en cantidad, calidad y densidad con los años. Su nombre no figuraba en ninguna de las antologías del cuento contemporáneo de las últimas décadas, con alguna excepción, pese a su innegable talante de escritor de raza, y tampoco se ha dejado de constatar el valor de su literatura en los primeros años del XXI, caracterizada por el ingenio, la sugerencia, la libertad de formas, el sentido irónico, el erotismo o el carácter de misterio o fantasía de que están hechos sus relatos.

 


        La editorial madrileña Siruela publicaba, con un prólogo de Antonio Gamoneda, Todos los cuentos (2012), de Antonio Pereira, que con motivo de su centenario se reedita en 2023, edición que recoge el conjunto de su narrativa breve e incluye las versiones y variantes de los relatos publicados en vida del autor, que para la ocasión fueron supervisadas y fijadas de una manera definitiva por su viuda y albacea literaria, Úrsula Rodríguez Hesles. Desde Una ventana a la carretera (1967) a La divisa de la torre (2007), e incorpora el último cuento fechado en 2008, “Bradomín”. Pereira, que conoce muy bien el mundo, sabe que lo imprevisible puede encontrarse en todo lo que nos rodea, en los grandes acontecimientos y en las pequeñas cosas cotidianas como así lo recogen algunos de sus cuentos más significativos, «Los brazos de la i griega» o «El ingeniero Démencour»; el primero dará título a la colección de 1982. Otro de los temas usuales en su cuentística es el erotismo, pero al que se llega a través del ingenio y del humor, además del tratamiento de una singular sutileza cuya máxima expresión se concreta en variados artificios que le son sugeridos al lector, como el tono de la voz, las emociones, el lenguaje del cuerpo o la imaginación hasta llegar a esa sublimación que se requiere para un tema tan explícito; buenos ejemplos, “Palabras, palabras para una rusa”, «El caso Tiroleone» o «Las peras de Dios», y de forma mucho más explícita, «Visita impía del Gulbenkian», donde se cuenta la contemplación de una estatua que en el narrador provoca unos golpes de imaginación que se entrecruzan con esa otra visión de una visitante y pone de manifiesto, el poder de la fantasía capaz de cualquier cosa. El síndrome de Estocolmo (1988), recoge una inquietud viajera del escritor o quizá esa firme voluntad de registrar las impresiones de muchos de los pueblos visitados.

 


        Su padre era dueño de un pequeño comercio que el joven Pereira continuaría durante algún tiempo en la ciudad de León, para interesarse, en una tierra tan próspera de escritores, muy pronto por la literatura. Inició sus colaboraciones poéticas en revistas tan emblemáticas como Espadaña y Alba; sin embargo, se orientó hacia la actividad narrativa y desde hace más de cuarenta años viene seleccionado los episodios y toda una galería de personajes que conforman su diario vivir, o, mejor dicho el vivir de muchos de los seres que han quedado grabados en su memoria. Es la suya una mirada alrededor, transmitida con esa hondura propia en la visión descriptiva de una serie de escritores, maestros en el arte del relato breve, y que, en los últimos cincuenta años, nos traen el recuerdo de algunos nombres, Fraile, Aldecoa o Fernández Santos, entre otros. Su propuesta narrativa desde Una ventana a la carretera (1967) parte de un realismo al uso donde la sencillez de la prosa sólo se ve confundida por esa tendencia del escritor leonés a los silencios y al arte de la sugerencia que pueden percibirse en muchos de sus relatos; o la ironía y el humor conforman el mundo de este narrador, cuyo segundo libro de relatos, El ingeniero Balboa y otras historias civiles (1976) supuso la constatación de una narrativa singular, porque en el conjunto de estas narraciones cortas, cuatro en total, ofrecía ahora una mayor tensión entre los aspectos formales de su narrativa anterior y donde el mundo mercantil y comercial, proponía mejores aspectos para ampliar su mundo particular hacia geografías distintas. El dominio de la voz —manifestaba el autor—equilibraba mejor todo lo que se cuenta en estas historias. Aparece, por primera vez, en sus cuentos la conciencia de un narrador que ordena y desordena los recuerdos de un pasado para contrastar los saltos obvios que nos ofrece la memoria.  La divisa de la torre (2007) fue el último libro de cuentos publicado por el leonés, cincuenta y ocho relatos donde aparecen, a modo de memorias hilvanadas algunos personajes reales, Gamoneda, Cela, Pino, Mestre, su propia esposa, que ofrecen ese mundo metaliterario tan propio del autor.

      


 

         Falleció en su querida ciudad, León, el 25 de abril de 2009, tenía 86 años, y murió en silencio, como siempre había vivido buena parte de toda su existencia.