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jueves, 24 de marzo de 2022

Justo Vila

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                        Humildes y vulnerables

                La colección de cuentos de Justo Vila

          

 


        

       La literatura, según Justo Vila (Helechal, Badajoz, 1954), no puede estar divorciada de la vida, aunque es verdad que ciertas novelas nacen de la relación del escritor con su entorno, y existen esas otras que nada tienen que ver con un espacio concreto. El mundo novelesco puede alimentarse de una absoluta realidad y de la más tajante fantasía, y a veces sucede que lo real y lo imaginario se confunden porque el hombre necesita saber, además de lo que ha sido, lo que pudo ser. La existencia humana no es sólo lo que nos ha ocurrido, lo que hemos logrado y realizado, es también aquello que se quedó en el camino, las numerosas posibilidades que nunca llegaron a realizarse. La narrativa del extremeño se nutre de una calculada mezcla de realidad y de fantasía, y se sustenta técnica y temáticamente por un esplendido trabajo previo de documentación que el escritor concreta en la Historia reciente de su región y su visión del territorio que conforman el escenario de sus obras, La Siberia y La Serena, que resultan espacios geográficos reconocibles, ambienta con gran habilidad y certeza sus historias, donde desarrolla una trama bien urdida, al tiempo que hace gala de una asombrosa capacidad para el lenguaje y la expresión textual.

       Durante la década de los noventa, Justo Vila, iniciaba una interesante y prometedora obra narrativa cuyo primer título, La agonía del búho chio (1994), cuenta la historia de un grupo de personas que, tras acabar la guerra civil española, abandonan sus pueblos por miedo a las represalias, y se esconden en las sierras extremeñas de La Siberia y de La Serena; son hombres y mujeres que sueñan con recuperar las libertades arrebatadas por el nuevo régimen, y serán capaces de sobrevivir en condiciones muy precarias, pero continúan en la lucha, con la esperanza de que los aliados intervengan a favor de su causa; Siempre algún día (1998) narra el periodo de la desamortización que supuso un fracaso desde el punto de vista de una reforma agraria, y que todavía sigue pendiente, protagonizada por gentes que no se resignan, perdedores que luchan por cambiar el mundo; La memoria del gallo (2001), dividida en capítulos independientes, ofrece un relato que muestra mediante una panorámica cómo las gentes de dos pequeñas localidades han sufrido la historia española del siglo XX; Lunas de agosto (2006) es una historia inspirada en hechos reales que han contado personas que vivieron lo acontecido en Badajoz en el año 1936, un relato que rompe algunos tópicos sobre la batalla en esta ciudad que no fue tomada al asalto sino que hubo militares del regimiento Castilla III y milicianos que defendieron la ciudad con uñas y dientes; y acaba de entregar a sus lectores, Mañana sin falta (2019), un retrato de la década de los 60 y 70 hasta un presente no menos trágico y convulso.

 

Los cuentos

 

       El cuento, que ha sido calificado como un extraño género, y considerado como el más antiguo del mundo porque tardó en adquirir forma literaria, ha buscado, desde siempre, su espacio en la literatura, y sigue dando la batalla literaria en el presente, convertido en imagen de esas sombras del tiempo que como género ha ido abriéndose camino durante décadas. Lo único que el cuento tiene de género menor, escribía Medardo Fraile, es que ocupa menos espacio y que pregona menos el nombre de su autor; todo lo demás si el escritor acierta, naturalmente, es difícil y grande. Nunca llegaremos a saber si los cimientos de la casa de la narrativa breve en este país aún se sacuden; o si cada cierto tiempo por una necesidad de sana reconsideración, transcurrido un período amplio como para tener una perspectiva mejor, editores, estudiosos, críticos y escritores, conscientes de su valor, vuelven a la carga con esa revitalización que presupone el género cuento, un hecho que no es necesario constatar porque esta característica forma narrativa goza de buena salud.

       El escritor Justo Vila nos obsequia en cada una de sus propuestas literarias con un prisma diferente en su faceta de creador consciente, y en este caso propone una colección de cuentos que, para algunos, exhibirán un matiz diferente en su trayectoria literaria, un quiebro en la sugerencia de su quehacer como ensayista o narrador, y esa posibilidad de seguir el curso audaz de un caudaloso río que necesitará desembocar en un auténtico mar de oportunidades, en el arte de la brevedad, con tantas posibilidades como nos ofrecen los textos de La calle del medio (2021). El autor reúne su primer volumen de cuentos, un experimento que, sin duda, habrá ensayado desde siempre y se convierten en algo tan nítido y limitado como todas y cada una de las miradas que el narrador otorga a su alrededor.

       La calle del medio es un libro que queda dividido en tres grandes apartados, con un total de veintidós relatos distribuidos temáticamente y que, de alguna manera, validan esa voz potente del narrador extremeño, de una irónica, sagaz y limpia mirada para trazar la historia de sus textos. La mayoría son relatos de una extremada concisión, vivos en sus diálogos y sarcásticos en su conclusión.  Se desarrollan en el conocido universo literario de Vila, la ficticia villa extremeña de Trasluz durante los primeros años de la Transición, y en los albores de un clima de libertad nunca antes conocida, y muestra inequívoca del conjunto es el primero de ellos, ”Vaya memoria la nuestra”, un diálogo entre dos hermanos, costumbrismo coloquial con agudas sentencias y fino humorismo; siguen con la misma chispa, “La hija de mi abuela”, o incluso, “¿Te acuerdas primo?”, o “La hora mala”, sesudas reflexiones de esos singulares personajes, pero que forman parte de ese pasado de angustia y desazón; la muerte planea en muchos de estos cuentos, sus protagonistas ancianos, y de vuelta de un largo camino, como “La calle del medio”, la historia de alguien viejísimo, deseoso de terminar una vida que casi se le eterniza, porque la muerte se ha olvidado y entabla una amenísima y curiosa conversación con su ángel protector; reflexiones sobre la injusticia, sobre la arbitrariedad de la represión y la crueldad de la guerra también aparecen en estas páginas.

       En el siguiente bloque de cuentos, ocho en total, se insiste en la falta de libertad, el dolor, y la impotencia ante el sistema, “Aquel diez de enero”, o “El kie y el novato”, un relato breve y contundente; el rechazo humano, el sufrimiento y la injusticia social, ocurre en “A buenas horas”, la impotencia ante la violencia xenófoba; un claro repaso a una sociedad contemporánea, incluida la política como en “Albores”, el maltrato en “La tía Elvira”. La realidad de los cuentos de Justo Vila es tan variada como sorprendente, espejos de una sociedad, una cultura y, especialmente, una aguda visión de la condición humana.

       La literatura, y su visión amable, la encontramos en el cuento, “Qué digo amigos”, un final sorprendente con Antonio Machado como protagonista, porque descubrimos la farsa que lleva a cabo un personaje de lo más fanfarrón y arbitrario; el primer cuento de ese tercer bloque que contiene otros seis relatos más acerca de la autodestrucción, la solidaridad, o realidad y ficción que se mezclan para culminar en finales inesperados; radiografía del despoblamiento rural a través de diferentes personajes y destinos, contado con finales sorprendentes, muchos mágicos e impactantes.

 

 


La calle del Medio

Justo Vila

Madrid, Trifaldi, 2021

viernes, 18 de marzo de 2022

Eduardo Halfon


Realidad y ficción en la novela Canción, de Eduardo Halfon                            

       Libros del Asteroide publica la celebrada última novela del escritor guatemalteco.

 


       La literatura que aborda la dicotomía entre realidad y ficción va más allá del frío registro que los textos históricos y documentales hacen de los acontecimientos y de sus efectos en el devenir humano, reproduce lo real sin filtro u ornamento alguno, y se convierte en ese espejo que refleja, tan diáfanos como nítidos, los lugares y los hechos que los personajes protagonizan, tal y como sucedieron. La obra literaria, por otra parte, emprende un esfuerzo distinto que proviene de la invención, del ímpetu creador, herencia de las deidades o de la fiebre adquirida que palpita en el interior de todo escritor, novelista y poeta. El texto no es simple reflejo sino reflexión que el autor expone en su plena libertad para interponer su propia visión, que dictamine el tono, la distancia, y el foco de interés propio desde donde enuncia su discurso. Esa es la dinámica que subyace como posibilidad a toda escritura creativa, la que sostiene la obra narrativa del escritor Eduardo Halfon (Guatemala, 1971), consagrado como uno de los más reconocidos autores centroamericanos porque, entre otras características, ciñe a su narrativa en un constante anhelo por conciliar el desfase de identidades que fluyen en sus venas, y la problemática que subyace entre lo real en la literatura, o ese mundo de ficción que se alimenta vorazmente de lo fáctico, lo biográfico, o lo veraz.

       El período de mayor represión y violencia de la guerra interna en Guatemala sucedía entre 1960 y 1997; en diciembre de 1996, se lleva a cabo la Firma de los Acuerdos de Paz, aunque la era democrática comenzaría en 1986, con el primer gobierno que avalan las urnas, presidido por Vinicio Cerezo. Surge un inquietante respiro para el gremio de artistas, librepensadores y escritores, aunque la herida de tantos años nunca cicatriza, y se agudizan los problemas sociales, consecuencia del conflicto armado. Halfon, por edad y adscripción, pertenece a la generación de autores de la posguerra, y bajo esta especie de descontexto, junto a su experiencia cosmopolita y el nomadismo cultural que palpita en sus venas, crecerá el proceso creativo del guatemalteco. Es un autor que con paciencia, y de una manera obsesiva, viene construyendo una obra literaria sólida y original, que dota a sus textos con una lengua clara y directa, y cada palabra pesa y sostiene al resto. Ante semejante propuesta cabria preguntarse, ¿de qué manera la técnica narrativa y los elementos del relato que incorpora Halfon en sus novelas se mezclan entre los límites de la ficción y de la autobiografía?, y además, ¿cómo es capaz de trabajar los elementos clave del relato, el tiempo, el modo y la voz del narrador?, e incluso, ¿qué aspectos, autobiográficos y novelescos, presentes en cada texto, permiten identificar su literatura como un híbrido de auténtica autoficción? Traducido a varios idiomas, algunas de sus novelas forman ya un corpus interesante, Esto no es una pipa, Saturno (2003), De cabo roto (2003), El ángel literario (2004), Siete minutos de desasosiego (2007), El boxeador polaco (2008), Clases de dibujo (2009), La pirueta (2010), Mañana nunca lo hablamos (2011), Elocuencias de un tartamudo (2012), Monasterio (2014), Duelo (2017), Biblioteca bizarra (2018) y, recientemente, Canción (2021).

          Existe un Eduardo Halfon autor, y otro narrador y protagonista de historias y crónicas de viajes, de cuentos amorosos, y de relatos de iniciación a la literatura y a la paternidad, un escritor que bucea en la historia de sus ancestros judíos europeos y árabes, un relato traumático que incluye el paso por campos de concentración y muertes trágicas de las que no se habla en la familia, ocurre en Duelo; y otro Halfon que busca entender las raíces indígenas de su país natal, o las formas de vida de esas colectividades que tradicionalmente siguen siendo víctimas de rechazo y de discriminación, caso citado de judíos, y de gitanos.

       La tragedia de Guatemala, el secuestro de su abuelo y un disparatado curso universitario en Japón vertebran su última novela que titula, Canción, cuya primera línea, “Llegué a Tokio disfrazado de árabe”, nos haría pensar que estaríamos ante una farsa, un relato humorístico aderezado con cavilaciones sobre la identidad o los continuos disfraces de un esquivo escritor; pero el humor tiene sus dosis constantes y oportunas en el guatemalteco, y la cuestión de la identidad no deja de latir en sus historias. Esta novela, pese a su brevedad, se traduce como una tragedia con el inequívoco epicentro en la violenta e infausta historia de un país, Guatemala, representada en sus papeles principales por el autor y su devenir biográfico familiar, y dos protagonistas principales: el abuelo paterno y libanés de Halfon, secuestrado por la guerrilla en enero de 1967, y Canción, el apodo de uno de los guerrilleros que lo secuestró, carnicero de oficio en su vida anterior; y como es una historia fragmentada en breves escenas o capítulos, el lector irá recomponiendo un auténtico rompecabezas de espacios, tiempos y personajes, guiados de la mano de Halfon gracias a su habilidad constructora, y a esos dos hilos narrativos que operan como hilván y contenedor: la singular y breve estancia del autor en Tokio, invitado a un congreso universitario de escritores libaneses, y una larga secuencia en un bar que reúne las piezas narrativas del conjunto con una cierta vocación de autonomía. Halfon afirma que ya ha escrito en cuatro libros sobre sus abuelos, sobre buena parte de su familia, pero vuelve a estar presente la figura primordial de ese abuelo paterno y libanés; un sirio con sus vicisitudes y particularidades, sus costumbres, además de otros actores secundarios que corresponden a la infancia del narrador.

       La novela reproduce esa desquiciada historia política y social de Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX: golpes de estado, dictaduras militares o tuteladas por militares, guerrillas insurgentes, paramilitares, intromisión y control político y económico de los Estados Unidos, secuestros y asesinatos individualizados, pobreza, inacabable guerra civil, y en ese tramo relevante histórico como trágico, se producirá el secuestro del abuelo paterno libanés, un secuestro incentivado por la denuncia de un miembro de la comunidad judía, y llevado a cabo para que, con el rescate, financiar las actividades de las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes), fundadas hacia 1962 y disueltas en torno a 1996. El relato del secuestro, su desarrollo y consecuencias en la familia forman una parte sustantiva de la novela, y nos ofrece la creación del personaje de ese guerrillero inusitado apodado “Canción”, la evocación de Rogelia Cruz, esbozo del guerrillero “bueno” que custodiaba al abuelo, y ese otro, Sara, la mujer del gabán rojo, una de las secuestradoras, con la que el narrador, pasado el tiempo, tendrá una cita. Aunque, Canción, es una historia de ficción, los personajes y muchas de las escenas conservan su intimidad, su personalidad íntima, engarzada en ese doble viaje al pasado y a un Tokio del presente en el que, como aprecia el lector, palpita afectivamente la figura con evidentes planos diferentes del abuelo.

       Canción, en su desenlace, propone una síntesis emocional y argumental, una preciosa, incipiente, esbozada y elíptica historia de amor en ese congreso literario que, lamentablemente, se rompe y se recompone de otra manera, casi epifánica, para el escritor, porque en dos países, dos abuelos, dos tragedias, quedarán unidos por el recuerdo de sus nietos, y certifican así, un gran final.

 


 

 

 

Eduardo Halfon, Canción; Barcelona, Libros del Asteroide, 2021; 119 pp.

 

jueves, 10 de marzo de 2022

Hoy invito a…

 amaneceres


María Ángeles Pérez

 Bastidores


 

 

   Nuestra vida pendía de pequeños bastidores donde colocábamos cuidadosamente la tela para bordar, con paciencia y esmero, el ajuar que debíamos preparar para el destino familiar que nos venía marcado. En la escuela, guiadas cariñosamente por la maestra y separadas de los niños, cosíamos y preparábamos todas las prendas que, se suponía, deberíamos aportar a nuestro cálido y futuro hogar. Sobre las sábanas puras y blancas dejábamos plasmados pequeños y redondos bodoques, deslizándose en forma de ondas o de flores, con distintos matices para darle algo de colorido y frescura al momento que nos había tocado vivir. Hoy nos seguimos moviendo entre bastidores de políticos chabacanos y maleducados que han perdido el rumbo y que intentan, en lugar de fijar sólida y democráticamente la cuerda de nuestro bastidor, hacerla más débil y resquebrajarla para que el golpe que nos demos sea más duro, repentino e irreparable.

       Sí, nuestra vida siempre se balancea y transcurre entre claroscuros de bastidores y, pendiendo de ellos, bailan pequeños hilos que, en algunos momentos, están a punto de quebrantar.

 

 

jueves, 3 de marzo de 2022

Esther García Llovet


… me gusta

                             Benidorm, Benidorm


 

                    

       La narradora Esther García Llovet (Málaga, 1963) ha ido configurando una obra a su medida, en la dimensión de una poética narrativa que ella elabora con profundas resonancias a partir de la simplicidad del significado y con historias un tanto fuera de lugar. En Coda (2003) describía una atmósfera asfixiante para unos personajes que convertía en unos determinados seres que estaban sujetos a códigos no establecidos, y cuyas relaciones cruzadas constataban que existe una sociedad suburbana de tintes tan inquietantes como imprevisibles; en la curiosa, Cómo dejar de escribir (2017) iniciaba todo un ciclo urbano, y su protagonista quiere, mientras deambula por los barrios más anónimos de un Madrid reconocible, encontrar el manuscrito perdido de su padre fallecido años atrás, al tiempo que se propone reconstruir su figura escribiendo una biografía de la que apenas lleva redactada media página; en Sánchez (2019) recrea el extrarradio de un Madrid fantasmagórico y real, donde surge lo inesperado, y por afinidad temática la nueva entrega se convierte en la segunda parte de esa “Trilogía instantánea” de un Madrid, un escenario que vuelve a estar presente en Gordo de feria (2021), aunque ahora se atreve a curiosas excursiones al resto de la geografía española, y realiza una extensa incursión por el Sur andaluz.

        El escenario cambia en su nueva novela, Spanish Beauty (2022), e introduce al lector en un auténtico decorado que se concreta en Benidorm, aunque el nuevo espacio no implica mayores cambios, el  marco mediterráneo concreto continúa con un parecido tratamiento expresionista y, como en ocasiones anteriores, deambularemos por un lugar un tanto espectral sin que se desfigure la geografía del lugar, que queda retratada con esos rasgos precisos que ofrece una auténtica topografía, un callejero que nos guía por la ciudad y sus barrios turísticos, locales de ocio o de hoteles y  comercio. La historia la protagoniza, Michela, una policía corrupta a quien parece que todo en esta vida le da igual, aunque sus actuaciones y vivencias se concretan en un motivo único y primordial, encontrar el mechero de oro de los legendarios gemelos Kray, un fetiche que fue objeto de una subasta en Christie’s, pero que en la novela sirve de excusa para contar la existencia de ese puñado de perdedores que no van a ninguna parte, por los que nadie pregunta, mafiosos, buscavidas, un lumpen a uno y otro lado de la ley. Y, de paso, se  hace un retrato cosmopolita y universal de Benidorm y así lleva al lector por una ciudad de fiesta continua y de resaca perpetua, de abundantes pubs ingleses y de fiestas sin final en torres a medio construir, un lugar casi alucinante que vive singularmente todo el año y no atiende ni a estaciones o a husos habituales de horarios, envuelta en un haz de luces y de rascacielos que fascinan a turistas, visitantes, a jubilados o a curiosos nacionales e internacionales.

       La autora irá acumulando una sucesiva y pormenorizada, y reiterativa exposición de sucesos excepcionales sin temor a caer en lo inverosímil, aunque está cerca de lo esperpéntico y lo absurdo. Y solo así consigue que resulte literaria y coherente la historia de Michela, un personaje de tres al cuarto que ejerce un control arbitrario en beneficio propio de la ciudad, que llegue a realizar un secuestro, se compinche con soplones y gente de mal vivir e intenta establecer conexiones o se enfrente con la mafia rusa que se ha establecido en la ciudad. Estas acciones, tan abundantes como sorprendentes, ensayan una novela que provoca un retrato plástico de un lugar donde rockeros soplones, y matones deambulan por los chiringuitos playeros, viven al margen de la especulación urbanística, o de los grandes negocios sucios, de la droga, el sexo y la violencia. Las anécdotas se irán encadenando, como es habitual en García Llovet, a ritmo acelerado y producen una narración dinámica que se beneficia, por la brevedad de sus capítulos, de muchos silencios y de abundantes elipsis.

       El resultado ofrece una sugestiva mezcla de novela policial y costumbrista, con aire de relato de aventuras, una característica transgresora e irónica que lleva a García Llovet a ejercitarse en esos géneros que ella domina, los narrativos, los literarios y los  cinematográficos que administra con absoluta solvencia y maestría. Y, aunque en algunas páginas, el mundo suene a sinsentido por el caos planteado, remite eso sí a una realidad y a una existencia cotidiana que por fragmentada nos produce confusión.

 

      


Spanish Beauty

Esther García Llovet

Barcelona, Anagrama, 2022