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martes, 31 de enero de 2017

Paulina Flores



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Qué vergüenza

       El primer libro de Paulina Flores (Chile, 1988) se titula, Qué vergüenza (2016), y reúne una colección de nueve cuentos que protagonizan niños y niñas condicionados por el vértigo de unos aprendizajes traumáticos en su infancia, y unos adultos que sobreviven a la soledad y a las relaciones alteradas de familias de clase media. En estas historias no hay personajes atrapados por el resentimiento ni una desaforada búsqueda de autocompasión, por el contrario se percibe una voluntad de explorar en las conciencias e intimidad de personajes comunes y corrientes para que el lector vaya descubriendo inquietudes y paradojas, a menudo desde una candidez absoluta como corresponde a los protagonistas de sus cuentos. Llama la atención, en una primera apreciación, la sobriedad de unos textos tan depurados como de un ejercicio sintáctico preciso, la nitidez expresiva con que compone Paulina Flores la verosimilitud de sus historias, pero sobre todo la curiosidad con que logramos llegar al final de las mismas, con sorpresa incluida. Podríamos sospechar que algunos de los cuentos de la joven chilena se inspiran más en aspectos biográficos que de su imaginación como ese mecanismo que proporciona el tema de las historias como ocurre a menudo con las opera prima.
       El relato que da título al volumen, Qué vergüenza, es la historia de un hombre cesante que se hace acompañar por sus hijas cada vez que asiste a una entrevista de trabajo; un relato excelente donde queda latente la vergüenza del padre ante sus hijas, fundamentada en su torpeza y su incapacidad para asumir un supuesto y evidente rol adulto, o para protegerlas y convertirse en el sustento que socialmente se espera de él. Lo mejor, un narrador en primera persona, pero contaminado del punto de vista de una de sus pequeñas hijas, con lo que añade además una mayor vergüenza a la historia, una vez que observamos el contraste de la ternura con que su hija verá la situación vivida. Teresa, es una historia sobre un encuentro sexual, y sin duda vez sobre un desencuentro. El hombre del relato tiene una hija que anda dando vueltas por el departamento mientras él y la supuesta Teresa se encierran en el dormitorio. El juego del narrador se niega a darle un final convencional a la historia, insiste en no presentar cabalmente al personaje principal, no quiere cerrar el relato frente al lector, y provoca así una ambigüedad y un desconcierto que se traslada al personaje femenino. Talcahuano, Olvidar a Freddy, Tía Nana y Últimas vacaciones, cuenta la historia de un niño cuyo padre está en prisión y su hermano en camino de lo mismo, y junto a su tía y primas, en La Serena, lo miman con curiosidad y lástima; son en gran medida, relatos sobre familias rotas, sobre padres que no son capaces de asumir su papel, sobre hijos que quedan a la deriva o sobre la desazón que les produce su propio espacio en el mundo, desde la imposibilidad de un hogar convincente. Espíritu americano se sirve de ese mismo desasosiego para contar el momento en que un par de muchachas se juntan a recordar el pasado que vivieron como camareras de un restaurante. En Laika presenciamos el lento proceso que hace un hombre para ganarse la confianza de una niña, hasta aprovecharse sexualmente de ella. La idea de la perdida de la inocencia, tanto sexual como fin anticipado de la inocencia de la niñez, será uno de los temas que se repiten en varios de los cuentos. Y para terminar el volumen, Afortunada de mí, es en realidad, una novela corta por su extensión; la autora experimenta con la estructura, fracciona la cronología, y nos cuenta en dos planos sucesivos la historia de un mismo personaje femenino hasta situarlo en el momento actual, un momento de desasosiego y ruptura con el mundo que la rodea, con una cierta incapacidad para adaptarse a él.
       Paulina Flores calcula el tiempo que cada la historia exige para relatar, para describir, para construir el contexto de su cuento, no tiene prisa alguna, cada relato se juega su valor en lo que se expresa, no en lo que escamotea desde el punto de vista de construcción narrativa porque la joven chilena frente a una adversidad manifiesta ha sabido crear un mundo propio donde mover sus personajes, y este es un de sus mayores logros.






QUÉ VERGÜENZA
Paulina Flores
Barcelona, Seix-Barral, 2016; 294 págs.





 


lunes, 30 de enero de 2017

Desayuno con diamantes, 96



JOSÉ EMILIO PACHECO, DISERTACIÓN SOBRE LA CONSONANCIA

  
       Los manuales de literatura señalan cómo José Emilio Pacheco es el escritor más importante de su generación en México porque, entre otras cosas, ha sabido combinar con eficacia el pensamiento crítico y la creación imaginativa durante todo su proceso creativo, tanto el poético como el narrativo, del que es, igualmente, un dignísimo representante. Poeta de la desolación, se le ha llegado a calificar, porque domina desde su juventud los presagios más funestos. Sin embargo, el tiempo le ha llevado a despojarse de una retórica establecida en sus primeros poemarios para adquirir una sensibilidad más contemporánea a partir de No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969). Este giro en su obra viene motivado por la pasión que Pacheco siente por la escritura y su especial consideración hacia el texto escrito, nunca propiedad exclusiva de su autor, como él mismo afirma, sino que la literatura es un producto social que no pertenece a nadie en particular. Su poesía es un palimpsesto donde su voz se fragmenta en rostros apócrifos, voces de otros que dialogan, una mezcla de apasionada devoción lírica de donde surge su auténtica escritura.
       El libro Tarde o temprano (1980) recoge toda la totalidad de su obra poética hasta el momento, después con Los trabajos del mar (1984), Miro la tierra (1986) o Ciudad de la memoria (1989), sus tres poemarios siguientes, ha confirmado ese lugar en el marco de la poesía hispanoamericana de buena parte del siglo XX. Temas como la fugacidad de lo vivido o el desgaste del mundo son permanentes en su amplia producción, así como esa visión pesimista de una infancia y juventud vistas con esa sensación de fracaso que atormenta al poeta, el desencanto hacia la edad adulta, o la denuncia de la situación sociopolítica tan degradada en su país, la crisis de un estado moderno o las crueldades de una historia que se repite una y otra vez.
       La poesía de los mexicanos forma parte de una tradición más vasta —ha señalado Octavio Paz —: la de la poesía de lengua castellana escrita en Hispanoamérica en la época moderna. Esta tradición —añade—no es la misma que la de España, nuestra tradición es también y sobre todo un estilo polémico, en lucha constante con la tradición española y consigo mismo: al casticismo español se opone un cosmopolitismo; a su propio cosmopolitismo, una clara voluntad de ser americanos. Esta extensa cita para justificar cómo los jóvenes Alí Cumacero y José Emilio Pacheco hacia la mitad de la década de los 60 sostuvieron esa necesidad de cambio en la poesía mejicana de entonces, valorando por encima de todo el valor de la dignidad estética, el decoro en el sentido horaciano del término y también la perfección. En realidad, con una idea del tiempo y de una historia propia, con matices y encuentros y desencuentros, los mejicanos han ido construyendo una tradición que con, una asombrosa capacidad para entender todas las influencias posibles, ha abierto sus puertas para permitir toda posible discusión en torno a cuestiones relacionadas con la lírica universal. José Emilio Pacheco (México D.F. 30 de junio, 1939- 26 de enero de 2014),  pertenece, por edad, a ese grupo de jóvenes poetas que a lo largo de los 60 irrumpieron en el panorama lírico mejicano ofreciendo otras posibilidades y caminos que dejarán entrever paisajes y aspectos poéticos novedosos como esa conciencia del mundo que proponían ante la sinrazón del ser humano y todo lo que giraba en su entorno, incluida su denuncia sobre las atrocidades de la historia y su compromiso con la sociedad.

La ciudad y la poesía

       Hay un aspecto interesante en la poesía de José Emilio Pacheco cuando reflexiona sobre la ciudad contemporánea (no olvidemos que él forma parte de una gran urbe como es México D.F. lugar donde nació y sigue viviendo), sus habitantes y cómo estos influyen en la sensibilidad del sujeto poético cuando escribe. Estas grandes urbes comparten características con la creación poética, es decir, el crecimiento de una ciudad a través de sus numerosas autopistas, centros comerciales, trenes subterráneos, producen en el poeta una sensación de desorden y caos que le lleva a escribir sobre aspectos como la desigualdad, la pobreza, el caos. Cuando el poeta mira no delinea las calles, no se deleita con el complejo urbanismo de una ciudad, no admira puentes o edificios, y denuncia los contrastes entre el progreso y el aumento de la pobreza en buena parte de la población, como ocurre en uno de los poemas de Tarde o temprano (1980), «Imagina el porvenir de los colores deslumbrantes./ Contempla la plaza como un inmenso proyecto/de basurero./ Y en vez de quienes comprando tratan de ajus-/tar su imperfección/ humana al imposible entre plastificado que la/ publicidad exige de ellos, mira a los niños que/ buscan sustento en la basura./» Las imágenes presentan, para el poeta, un ambiente desolador en el que la basura funciona como símbolo del desgaste y derroche del consumismo. José Emilio Pacheco escribe, en realidad, sobre los desheredados del progreso y de esos sueños incumplidos. En todos sus poemas se vislumbra ese devenir sin esperanza para la humanidad y así su poesía es, de alguna manera, visionaria de ese mundo que un día podría destruir tanto el espacio como el tiempo. En realidad, buena parte de sus poemas urbanos quieren encontrar alguna salida a la problemática de la ciudad de México D.F. puesto que para él escribir sobre esa gran urbe supone estar inmerso en un mundo complejo que va camino de la barbarie: « Las ciudades se hicieron de pocas cosas:/ madera (Y comenzó la destrucción)/ lodo piedra agua pieles/ de las bestias cazadas y devoradas/ Toda ciudad se funda en la violencia/ y en el crimen de hermano contra hermano/». En algunos de estos poemas la violencia es el eje central y, como tal actitud, se remonta hasta los orígenes mismos del hombre y de su afán por sobrevivir; este ser humano debe destruir para construir por eso los temas de sus grandes poemas son las destrucción y la muerte. Desde sus primeros libros ya se anuncia el desastre, en El reposo del fuego (1966) se puede leer: «Pero los ritmos, imperiosos ritmos, los latidos secretos del desastre,/arden en la extensión de la mansedumbre/ que es la noche de México», y, paralelamente , otras constantes de su poesía el paso del tiempo, el amor y la muerte como sombras de la ciudad que se consume. Desde su primer libro, Los elementos de la noche (1963) hasta El silencio de la luna (1994), Pacheco se inscribe en la tradición de los poetas visionarios. Pese a todos los desastres esgrimidos por el mejicano, naturaleza y cultura sobreviven ante un lenguaje que se niega a sucumbir en las cenizas del tiempo.


Tarde o temprano
       Este volumen recoge toda la poesía de José Emilio Pacheco hasta 1980 y el autor subraya esa labor llevada a cabo a lo largo de cuatro lustros de intensa poesía.  Es, por consiguiente, el más autocrítico de los escritos hasta el momento.  Profundo conocedor de la lírica germana el autor mejicano sabe perfectamente qué encierra este volumen considerado como de «aprendizaje» y así el sentido de su experiencia queda implícitamente adscrito a una estética y a una voluntad de creación superadas en sus primeros libros. Diversas y complejas motivaciones pueblan este libro así como una variedad de formas, metros, estilos que definen ya su poesía de singular. Algunos de estos poemas celebran ese maridaje que se da en la obra de Pacheco, esto es, la lírica más trascendental y la reflexión existencial. La noche se convierte en aliada del poeta y así llega a decir algo como, «No anheles la noche en que desaparecen/ los pueblos de su lugar», la aridez, el desierto, las sombras, provocan ese derrumbe moral donde solo el amor justificaría la pervivencia. Formalmente, Pacheco ofrece en este volumen de 332 páginas una variada galería de ejercicios de escritura con poemas en prosa, églogas, casidas, juegos, aliteraciones, parodias, epigramas, incluso haikús que revelan un proceso original un cuarto de siglo después, vigente y evidentemente, universal.
               José Emilio Pacheco ha llegado a afirmar algo tan contundente como lo siguiente: «La realidad destruye la ficción nuevamente. No me vengan con cuentos, porque los hechos nos exceden, nos siguen excediendo, mientras versificamos nuestras dudas. Y pensemos en serio en todas las cosas que ya se avecinan».


Bibliografía Poética
       Como suele ocurrir con grandes creadores del mundo, la poesía José Emilio Pacheco está poco difundida en España. Cuatro ediciones contabilizadas desde 1984 hasta 2005. Publicado esencialmente por Editorial Era en México. Conocida es, también, su faceta de novelista y cuentista. Ha conseguido numerosos premios como el Xavier Villaurrutia 1973, Premio Nacional de Periodismo en Divulgación Cultural 1980, Premio de Ensayo Literario Macolm Lowry, 1991, Premio Nacional de Ciencias y Artes, 1992, José Asunción Silva (Bogotá, 1996), Octavio Paz de poesía, 2003, Ramón López Velarde (Zacatecas), 2003,  Pablo Neruda (Chile), 2004 y Alfonso Reyes (Monterrey), 2004.

Los elementos de la noche (1963)
El reposo del fuego (1966)
No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969)
Irás y no volverás (1973)
Islas a la deriva (1976)
Tarde o temprano (1980)
Los trabajos del mar (1983)
Existe edición española, Madrid, Cátedra, 1984.
Fin de siglo y otros poemas (1984)
Miro la tierra (1989)
Ciudad de la memoria (1989)
El silencio de la luna (1995)
Existe edición española, Valencia, Pre-Textos, 2002.
Siglo pasado (desenlace), 2000.
En resumidas cuentas. Antología
Madrid, Visor, 2005.

domingo, 29 de enero de 2017

NUEVAS TRAVESÍAS



2017 literario     


       



     El recién estrenado 2017 nos devuelve la confianza en la buena literatura, y es así como las novedades narrativas vienen de la mano de escritores de varias generaciones, los veteranos, Luis Goytisolo, Enrique Vila-Matas o Luis Landero, y algunos renombrados de los sesenta, Javier Cercas, Sergio Vila-Sanjuán, e Ignacio Martínez de Pisón, y los jóvenes de una curiosa nómina, Álvaro Colomer, Gabi Martínez y Gonzalo Torné.
       Luis Goytisolo publica Coincidencias, ¿es propiamente una novela? sin duda, pese a que a más de un lector pueda parecerle algo atípica, estimulado por los golpes divertidos, desopilantes, del relato, y la acepte sin problemas; metaliteratura y humor, de nuevo Enrique Vila-Matas, Mac y su contratiempo; Luis Landero entrega La vida negociable, el peluquero Hugo Bayo cuenta su vida a los clientes mientras chasquea las tijeras; Javier Cercas vuelve a la Guerra Civil tras Soldados de Salamina, y entrega El monarca de las sombras, que reconstruye la vida de un tío de su madre, Manuel Mena, que se incorporó al ejército de Franco y muere en la batalla del Ebro. Sergio Vila-Sanjuán, El informe Casabona, el empresario Alejandro Casabona, mecenas de las artes y político de la transición fallece repentinamente durante una comida de gala en Madrid, a los 90 años. La transición, y su construcción de un nuevo mundo, el escenario de Derecho natural, de Ignacio Martínez de Pisón cuyo protagonista, Ángel, pasa de la infancia a la edad adulta dominado por el ansia de encontrar un orden y un sentido a las cosas.
       Celebraremos los 50 años de Tres tristes tigres, de Cabrera Infante, los 25 de Corazón tan blanco, de Marías, y los mismos de Velocidad de los jardines, de Tizón. Sin olvidarnos, de los centenarios Gloria Fuertes y José Luis Sampedro, o nuestros hermanos al otro lado del Atlántico, Roa Bastos, Rojas y Rulfo, y la norteamericana, Carson McCullers.


sábado, 28 de enero de 2017

José Asenjo Sedano



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ÉRASE UNA VEZ EL CINE

              
       El novelista José Asenjo Sedano (Guadix, Granada, 1930-Almería, 2009),  nos sorprende una vez más con una nueva entrega literaria, Oeste (2003), la novela del desierto, como él mismo ha querido  definirla. La historia y vida de un centenar de extras anónimos que hicieron posible el cine en Almería, un tiempo fantástico cuya proyección universal llevó el nombre de la ciudad y la magia de sus paisajes hasta las butacas de muchas de las salas de cine de todo el mundo. Oeste se inicia con la reconstrucción de parte de la vida de uno de esos actores extras, Juan Peñuela, alias el Patas Largas, y de su participación en la extraordinaria producción de Mr. Henry Master, un director innovador, que quiso crear esa nueva frontera del Western denominado «Oeste de Almería»; una idea que se le ocurrió al cineasta cuando conoció a Patas Largas y lo vio moverse con descaro ante sus cámaras. Esta es la trama que justifica todo el repaso a una época: los felices 60, además, de aportar una amplia información sobre los paisajes de Almería, la magia de su luz y los escenarios naturales que deslumbraron a una de las industrias más importantes del siglo XX: la cinematográfica. Pero en la novela se recrea, además, la Almería real y la de leyenda, con sus escenarios naturales y ficticios, con esa imagen que los hombres de cine se llevaron de esta tierra. Al hilo, y estructuralmente, hablando, el joven periodista en prácticas, Silvano Mestre Domingo, realizará una investigación sobre la historia de la película Oeste y de los acontecimientos en torno al rodaje de la misma, incluida la extraña muerte del sheriff Jim, alias Patas Largas, un suceso ocultado durante años.
       Asenjo Sedano es un hábil narrador que ha sabido hilvanar en un solo ovillo las historias que se entremezclan en su novela: la historia humana de Juan Peñuela, uno de tantos pobres olvidados, los avatares del rodaje, fragmentos del guión de la película, los testimonios de amigos y conocidos del desaparecido sheriff, la investigación periodística del sagaz reportero, y sobre todo la atmósfera creada que confunde realidad con ficción cuando sus personajes deambulan por Rancho Texas, La Rambla o Tabernas City. En la estructura narrativa de la novela se superponen los planos que Asenjo Sedano ha ido escribiendo para dar coherencia a la historia, incluso se atreve, al final de cada capítulo, hasta un total de 29, con una pequeña descripción sumamente poética del espacio con el que ha convivido el escritor en los últimos treinta años de su vida. Así podemos leer: «¡El desierto! A través del cristal, era un loco y ondulante vértigo... Una acechante tentación, un continuo soplo de palabras... Viento... viento... viento... Un rumor, una tragedia, un misterio... Un cielo azul, azul, azul... La novela se convierte, también, en la crónica social de una Almería tan romántica como paupérrima, aunque repleta de las ilusiones que muchos de sus habitantes soportaron hasta llegar a nuestros días, cuando sobrepuesta de aquel pasado se abre a la mar y se adorna con las galas de una ciudad mucho más cosmopolita. Por las páginas de Oeste desfilan muchos de los extras del cine cuya inmortalidad quedó patente en las producciones de Leone o Lean, unidos a los nombres de míticas estrellas como Bardot, van Cleef, Kinski, Eastwood o Quinn y, también desfilan por sus páginas, los nombres de los contertulios indalianos: Perceval, Cantón Checa, Cañadas... El joven periodista viajará por los espacios naturales de Almería y recreará, en su relato, la nostalgia de un pasado repleto de figuras unidas y cercanas a la ciudad y al novelista, Bartolomé Marín, Pepe Andrés, el Padre Tapia o los más cercanos en el tiempo, rémora de ese otro pasado de esplendor y que hoy forman la intelectualidad de Almería moderna: Ceba, Nicolás, Egea, del Águila, Pérez Siquier, personajes reales que se congregan para festejar el espectáculo del cine del pasado, la memoria del extra desaparecido y, por consiguiente, la recuperación de una gloria viva. Al terminar la novela, el escritor, se permite un guiño final, cuando uno de los personajes, a punto de subir a un tren que lo llevará de vuelta a la realidad de su trabajo, le entrega un sobre con el nombre del asesino de Peñuela que no ha conseguido arrancar de muchos de los conocidos del extra, porque sin terminar sus pesquisas, contrasta que podía haberse tratado de un auténtico asesinato. Pero el joven, con algo de miedo, que era lo que, una y otra vez, le repetía su corazón, no quería cargar con el peso de ese nombre escrito, y haciendo en pequeñísimas partículas el papel, se dijo que, ese fantasma pertenecía, sin duda, al desierto. 

OESTE
José Asenjo Sedano
Almería, I.E.A. 2003

viernes, 27 de enero de 2017

Alfredo Conde



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SACAMANTECAS 


       Alfredo Conde (Allariz, Orense, 1945) se entrega, con devoción y soltura, a desmitificar las inclinaciones oscuras y su culto ancestral a las leyendas del pueblo gallego en un relato tan escalofriante como resulta ser Romasanta. Memorias inciertas del Hombre Lobo (2004), es decir, la historia de una asesino en serie que, a mediados del siglo XIX, fue juzgado e indultado, posteriormente, por un decreto real; alegó ante el tribunal, entre toda una suerte de mentiras y equívocos, estar enfermo de licantropía.
       El proceso al hombre lobo de Allariz ha dado lugar a numerosas investigaciones y conjeturas a lo largo de todos lo tiempos; la superstición del pueblo gallego ha convivido con leyendas que han permitido producir entre sus gentes no pocas historias en torno al Saca Mantecas como era conocido entre los niños de aquellas y nuevas generaciones. Pero lo que aquí cuenta Alfredo Conde son, en realidad, las memorias que el propio Manuel Blanco Romasanta escribiera, y que él, como escritor, se ha impuesto la tarea de reproducir, en forma de ficción, aquello que el bisabuelo de su propia madre relatara de su experiencia propia como testigo en el tribunal de la causa, relato que se ha guardado siempre en la familia, en realidad, unos recuerdos de su infancia que siempre le habían perturbado. Por eso se permite escribir en las primeras páginas que «nada de lo que se cuenta aquí en mentira. Lo único incierto es que Manuel Blanco Romasanta pensara como aquí se le hace pensar, que sintiera como aquí se le hace sentir» y esto, evidentemente, es una confirmación de que la historia contada es tan verdad como ficticia. Relato que, habitualmente, se le llama una novela.
       Romasanta aparece aquí como un personaje refinado, gran aficionado a la lectura, inteligente y lo suficiente racional como para salir bien parado de un juicio en el que, para evitar ser condenado por los crímenes cometidos durante años, se inventa unas transformaciones en forma de lobo, metamorfosis que lo mantienen vagando por el bosque durante días. Escrito en primera persona, con la fuerza que puede ofrecer semejante forma de escritura, trasmite las sensaciones de un singular personaje, extremadamente narcisista, henchido de emociones prohibidas, manipulador, ajeno al dolor, conocedor de la naturaleza lujuriosa del ser humano; en realidad, una especie de asesino en serie de los muchos que ha dado la historia. Con una habilidad inusual es capaz de manipular a su antojo a médicos y a fiscales, incluso utilizar los propios medios de comunicación y la opinión pública de la época para dar un vuelco a las acusaciones. Sobresale, por encima de la historia a contar, la prosa de Conde que, con una extraordinaria exquisitez, aleja toda clase de violencia que pudiera originar el relato de tan macabro personaje y logra así, en un segundo acierto, que surja un hombre lo más autosuficiente posible como para resultar aún más monstruoso de lo que pudiéramos imaginar.





ROMASANTA. MEMORIAS
INCIERTAS DEL HOMBRE LOBO
Alfredo Conde
Barcelona, Destino, 2004

jueves, 26 de enero de 2017

Hoy invito a…



Carmen Canet

De tierras y pasiones



    El escritor, profesor y crítico Pedro M. Domene (Huércal-Overa,Almería, 1954) nos presenta su cuarta novela, El secreto de las beguinas. Las anteriores están dedicadas a un público lector juvenil: Después de Praga nada fue igual (2004), Conexión Helsinki (2009) y Las ratas del Titanic (2014). Ésta es una novela diferente, un giro total a su trayectoria narrativa, la historia como telón de fondo y otro público más amplio. Su lenguaje y trama se complican, pero cualquier joven avezado en la lectura y amante de la historia podría leerla perfectamente. Sus narradores son dos jóvenes estudiantes del siglo XXI que investigan unos acontecimientos acaecidos en el XVII, su lenguaje de época está actualizado. Es un relato histórico repleto de intriga y de misterio.
       En sus 28 capítulos se cuentan dos historias cuyo tiempo y espacio se dan paralelamente. Se desarrolla en Flandes con los Tercios como telón de fondo. Con la técnica de la analepsis, alterna la narración conectando con los distintos momentos del pasado. Esta forma de enlazar los capítulos nos lleva a que nos traslademos de un espacio a otro pese a los cuatro siglos que los separan. Dibuja con precisión las distintas escenas y lo hace a través del flash-bach, recurso muy utilizado en el cine y en la narrativa. Nos cuenta cómo estos dos hermanos, Diego y Jorge, emprenden una indagación sobre los hechos que ocurrieron en los beguinatos en Brujas. Está escrita en primera persona, utiliza, sin embargo, la tercera persona para narrar la historia real de los sucesos en los que se basa. Todo está medido, un juego magistral de espacios, de correlaciones, que nos llevan por un mismo paseo pero con distintos personajes. Singular la coincidencia, también, de los nombres de los hermanos investigadores Jorge y Diego, con los del joven oficial español herido de la otra historia, Jorge de Deza y el joven clérigo, secretario del Tribunal, Diego de Santo Domingo. Al igual que Elizabeth, novia del joven Jorge, es también el nombre de la dama del beguinato que cuida y se enamora del capitán enfermo. Pedro M. Domene sabe llevar ese juego de planos, con esos guiños en tiempos dispares de una manera ingeniosa.
       La historia respira con nosotros, avanza y hace que la habitemos, nos introduce y nos hace partícipes tanto en un espacio como en otro.
       Interesante dentro de esta novela histórica el tratamiento del amor entre una mujer del beguinato que ayuda a los heridos mientras espera a su marido que está en la guerra, Elisabeth, la relación entre una extranjera y un español, que luchan en distintos frentes, pero es irremediable el sentimiento que nace. Este pasaje rememora al poema No sé por qué piensas tú, de Nicolás Guillén, y a la novela llevada al cine Suite francesa, de Irene Némirovsky.
          El secreto de las beguinas es toda una lección de historia, de buena literatura y de un manejo del lenguaje magistral. Pedro M. Domene sabe transportarnos desde el principio hasta el final, reviviendo la historia de esas mujeres independientes que vivieron para hacer el bien, al margen de la Iglesia, y que fueron condenadas.

                                                           Cuadernos del Sur, 15 de octubre, 2015; pág., 7





Pedro M. Domene
El secreto de las beguinas
Madrid, Trifaldi, 2016

 


                                                          

miércoles, 25 de enero de 2017

Scott Fitzgerald



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Los locos años veinte, según Scott Fitzgerald

Se publica una nueva traducción del cuento, Sueños de invierno, en la editorial Traspiés.


        Los protagonistas masculinos de muchos de los relatos de F. Scott Fitzgerald son hombres hechos a sí mismos que han logrado el éxito y la fortuna gracias a su propio esfuerzo, y aunque ese ha sido un tema recurrente en la literatura norteamericana, el eje de las historias de Scott Fitzgerald no es la persecución del éxito, sino el amor. En sus relatos, los protagonistas dejan de ser acomodados hombres de negocios para convertirse en humildes enamorados que están dispuestos a hacer todo lo necesario por la chica de sus sueños. Esas chicas, calificadas como flappers de los felices años veinte, eran unas jóvenes de pelo y falda cortos, hermosas, indolentes, emocionalmente inestables, que se dejan querer pero que rara vez están dispuestas a amar.

        Francis Scott Fitzgerald logró crear en sus relatos una atmósfera que reproduce con una enorme vitalidad un ambiente en cierto modo decadente y nostálgico. Como retratista de la juventud de su época supo dejar constancia de esos días despreocupados antes de la madurez, y con esa mirada melancólica de quien los sabe efímeros; un ambiente de añoranza quebrado por la idea de que esos dorados años veinte fueron barridos por la Gran Depresión.
        Tres relatos anticipan una de las mejores obras del narrador Fitzgerald, “Sueños de invierno”, publicado en Metropolitan Magazine, en 1922, “Dados, puño americano y guitarra” en la revista Hearst's Internacional, en 1923, y “Lo más sensato” en Liberty, 1924 y posteriormente recogidos en la colección, Todos los jóvenes tristes (1926), y la obra en cuestión es, El gran Gatsby (1925).

Sueños de invierno
        Este breve relato, publicado por Traspiés, en su colección “Vagamundos Libro Ilustrado” propone una nueva traducción realizada como proyecto de fin de curso del Taller de traducción literaria de Billar de las Letras, de Madrid, y como señala Maite Fernández Estañán, en el prólogo, ha sido un reto importante porque la prosa de Scott Fitzgerald es una de las más delicadas y preciosistas con la que pueda encontrarse un lector, y por añadidura un traductor. “La prosa de Fitzgerald destila emoción, añade Fernández Estañán, y esa emoción se construye mediante todo tipo de recursos poéticos: el polisíndeton, las repeticiones, la acumulación, y los paralelismos.

El relato

        El joven caddy Dexter logra cumplir su sueño de infancia: jugar al golf con los hombres cuyas bolsas cargaba en la adolescencia. Sin embargo, la vuelta a su pueblo natal supondrá también el reencuentro con la hermosa Judy Jones, cuyo encanto fascinará a Dexter y pronto queda prendado de ella pero no pasa de ser uno más de entre la nube de pretendientes que la rodean.
            Judy es una joven sofisticada, asediada por sus pretendientes, entre los que hace un hueco al enamorado Dexter. Pero, como la mayoría de las heroínas de Fitzgerald acabará por demostrarse su incapacidad para amar otra cosa que sus propios caprichos. Así que muy pronto, el protagonista deberá resignarse a no ser correspondido.
        El relato, Sueños de invierno, se convierte en otro producto de su tiempo que encarna el sentir de muchos de los hombres y mujeres de aquella época, a la que el propio Scott Fitzgerald llamó “la era del jazz”.
       
        La edición de la granadina, Traspiés, está ilustrada por J. A. López, que inaugura una fructífera colaboración como ilustrador de clásicos como el presente.
       
        Francis Scott Fitzgerald, Saint-Paul, 1896-Hollywood, 1940, ha sido uno de los más importantes escritores norteamericanos del siglo XX. Autor, entre otras, de las novelas, A este lado del paraíso (1920), El gran Gatsby (1925) o Suave es la noche (1934), y de las colecciones de relatos, Flappers y filósofos (1920), Cuentos de la era del jazz (1922) y Todos los jóvenes tristes (1926)









F. Scott Fitzgerald, Sueños de invierno; ilustr., por J. A. López; Granada, Traspiés, 2016; 62 págs.


martes, 24 de enero de 2017

Leo Perutz



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     La sobriedad y un estilo tan riguroso como exacto, en la Praga del XVI, de la mano de Leo Perutz
      Libros del Asteroide, publica, De noche, bajo el puente de piedra, una nueva traducción de Cristina García Ohlrich.

 
       De noche, bajo el puente de piedra, catalogada como una novela, se parece por su estructura mucho más un libro de cuentos, aunque eso sí, relatos que se comunican entre sí mediante unos imaginarios hilos comunes o bajo la perspectiva de esos grandes puentes que cruzan la ciudad de Praga, que comparten personajes y escenarios, remiten unos a otros y terminan por construir ese universo tan propio, el barrio judío de Praga, un lugar que en el libro adquiere un aire legendario, a medio camino entre el misterio y la nostalgia que recuerda el espíritu romántico de un pasado.
       Praga se convierte así en un personaje más en estas historias, envueltas en esa aura de misterio y de fascinación absoluta. Conocemos al Emperador del Sacro Imperio Romano, Rodolfo II, que no atraviesa por su mejor momento, y son peculiares los personajes del judío Mordejai Meisl, el protagonista absoluto, y su mujer Esther. El primer relato es una historia de fantasmas: las almas de unos niños se aparecen a unos mendigos en el cementerio viejo de Praga. A partir de las primeras páginas, al lector le interesan ya las historias y todas y cada una de las peripecias de estas gentes que viven una vida arcaica, que incluso literariamente estaba condenada a desaparecer. Perutz construye sus relatos con detallismo extremo, con una minuciosidad absoluta que ofrece al lector una visión de las relaciones humanas y de las historias que se cuentan con esa verosimilitud que tienen las obras maestras, y todo pese a ese territorio que se mueve entre lo sobrenatural y lo mágico, aunque realidad está patente en algunos personajes que forman parte del pasado más ilustre, los científicos Johannes Kepler o Tycho Brahe.

       Un estudiante de medicina, Jacob Meisl, es el legatario del comerciante más rico de Praga, Mordejai Meisl, el día en que la vieja judería de la ciudad es destruida y el gueto se convierte en un inmenso lugar repleto de escombros, aunque de su mano sobreviven las historias de pueblo, el elegido de Dios, que no obstante pervive por la memoria y una suerte de alquimia que todo lo transforma. No cabe la menor duda, muchas de las páginas de este libro, De noche, bajo el puente de piedra, rezuman humor, destilan poesía en un estado puro, sobredimensionan la fantasía y el ingenio, y cuentan historias de amor, intrigas, negocios y, en ocasiones, muertes y violencia, un autor cuyos textos celebraba y con qué pasión, otro universal: Jorge Luis Borges.  

Biografía

       Leo Perutz, judío checo, nació en Praga en 1882 y murió en Bad Ischl, Austria, 1957. Escribió sus obras en alemán, aunque era matemático de profesión y compañero de oficina de Franz Kafka. En 1903, decidió presentarse voluntario, para realizar el servicio militar en Praga pero, por motivos de salud, fue licenciado en diciembre de 1904. Al año siguiente comenzó a frecuentar como oyente las Facultades de Filosofía y Matemática de la Universidad de Viena, donde adquirió conocimientos de economía y matemática. Interesado por ese ámbito, en 1906 ingresó al Politécnico de Viena. Se convirtió en un experto en ese campo y desarrolló la denominada Fórmula de Equivalencia de Perutz. A partir de 1918 sus novelas empezaron a cosechar un gran éxito, al tiempo que trababa amistad con muchos intelectuales alemanes. La fama de Perutz se basa sobre todo en sus novelas históricas. La primera que publicó fue La tercera bala (1915), ambientada durante la conquista de México por Hernán Cortés; la segunda, Mientras dan las nueve (1918), es un thriller psicológico que fascinó, entre otros insignes lectores, a Eric Ambler, Friedrich W. Murnau y Alfred Hitchcock. En 1953 apareció la novela que es considerada su obra maestra, De noche, bajo el puente de piedra. Cronológicamente es contemporáneo de Franz Kafka, James Joyce y Sherwood Anderson, aunque no comparte con sus referentes más cercanos ningún signo de modernidad, sin duda, su obra podría considerarse romántica, más próxima al estilo realista de los narradores ingleses del XIX.








Leo Perutz; De noche, bajo el puente de piedra; Barcelona, Libros del Asteroide, 2016; 284 págs.


lunes, 23 de enero de 2017

Desayuno con diamantes, 95



VIVIR DEL CUENTO
       
     El género cuento como esa otra forma literaria de tomar el pulso a lo anodino y lo cotidiano, a la soledad y a la incomunicación, o la aceptación de una realidad, lugar donde aún la fantasía y los buenos sentimientos tienen su espacio.

            
    Durante las últimas semanas han proliferado en los escaparates y en las mesas de novedades de nuestras librerías un buen puñado de libros que ofrecen la producción última del cuento o relato breve en España. Algunos de estos autores han ostentado, desde  siempre, el calificativo de ser los mejores cultivadores del género. Escribir un cuento, ha afirmado el joven Andrés Neuman, es como viajar; y, además, hacerlo ligero de equipaje para regresar pronto. Ahora es un buen momento para iniciar este viaje al mundo del cuento de la mano de algunos de los mejores narradores contemporáneos. Los años no han hecho sino darnos la razón a quienes desde siempre afirmábamos que Medardo Fraile (Madrid, 1925) era el más representativo escritor de cuentos en la postguerra española. Lo ha vuelto a repetir, en estos días, Rafael Conte, calificándolo como «el mejor cuentista actual, uno de los mejores de toda nuestra historia y sin duda quien mejor utiliza las armas que tiene en su mano para conducirnos a las esferas de la gran literatura de siempre —y añade, acertadamente—, que sus cuentos no sólo «cuentan, sino que son», y eso es todo».

El magisterio de Fraile
        Una permanente vitalidad le permite ahora entregar Escritura y verdad. Cuentos completos (2004), un volumen editado por Páginas de Espuma. De sus cuentos, editados ahora en su totalidad, se ha escrito que es uno de los conjuntos narrativos más valiosos de la segunda mitad del siglo XX en España, y un testimonio imprescindible de lo vivido por las mujeres y los hombres de la generación de los niños de la guerra. Manuel Cerezales sostiene que en el centro de sus cuentos, siempre está el alma humana. Los aspectos sociales de sus relatos testimonian una realidad circundante, exenta de consignas ideológicas porque obedecen a ese sentimiento humano apuntado. Sus personajes son solidarios aunque pertenecen a una clase media modesta urbana; otras veces escribe sobre obreros y campesinos en un medio más rural. Seres que afirman su singularidad y su autenticidad, su lucha por la libertad, siendo conscientes de que sólo la verdad  los hace libres. Los temas más anodinos e insignificantes interesan al autor y logran un perfecto equilibrio en la composición y en el lenguaje empleado. Características del ritmo su prosa: la precisión expresiva, la sobriedad, su capacidad para sugerir. Sus relatos llevan al lector ante situaciones que producen un profundo sentimiento de tristeza, de nostalgia y de soledad, paliado casi siempre con un finísimo humor. Alguna vez irrumpe la alegría, aunque lo normal es que sus personajes padezcan una fuerte incomunicación y queden reducidos a un presente poco satisfactorio y limitado. No se pierdan de este volumen cuentos como «A la luz cambian las cosas», «El álbum», «El caramelo de limón», «La tonta», «Episodio nacional» o «Murió en tierra de nadie», donde la e moción, el lirismo, la fantasía, campean por sus páginas.

La actualidad de Aldecoa
        El libro de cuentos El corazón y otros frutos amargos apareció publicado en la España de postguerra de 1959, transcurridos veinte años del final de la barbarie civil y cuando en este país las modas literarias empezaban a imitar modelos extranjeros, cuando el neorrealismo italiano imponía su estética mostrando los arrabales, el subdesarrollo y el desencanto de una población que sobrevivía a una hecatombe mundial. Su autor era Ignacio Aldecoa y anteriormente había publicado Espera de tercera clase (1955) y Vísperas del silencio (1955). Para entonces era ya un escritor consagrado al relato. El libro se reedita ahora, por primera vez, cuarenta y cinco años más tarde, en una nueva editorial, Menoscuarto, con una aclaratoria «Introducción» de Fernando Valls. El crítico realiza un repaso por la historia del libro desde su primera salida en la editorial Arión y los pormenores que rodearon a los cuentos publicados antes de la edición. Analiza la totalidad de las once piezas incluidas, muchas de ellas ya publicadas, como era habitual en la época, en diarios como (ABC y Arriba) o revistas (Guía, Alcalá, Ateneo, El Español y Cuadernos Hispanoamericanos). Aldecoa, siguiendo la estética dominante de la época, retrataba las pésimas condiciones sociales de la España  preindustrial durante la dictadura de Franco y en sus cuentos muestra los grupos sociales más desfavorecidos del momento, peones camineros, pescadores, jóvenes ociosos, braceros y jornaleros eventuales, capaces de trabajar en lo más inusual para subsistir; el autor vasco dejaba así constancia, a través de su literatura, de lo que él denominaba la «épica de los oficios».
        El volumen que ahora lector la ocasión de releer incluye algunos de sus relatos más emblemáticos, como por ejemplo, «La urraca cruza la carretera», evidente rechazo del autor a las desigualdades sociales y los sueños que despierta el paso de un automóvil ante la mirada de una brigada de peones camineros; «Young Sánchez», recogido en innumerables antologías y selecciones de cuentos contemporáneos. Uno de los más extensos, dividido en siete partes diferenciadas, donde se cuentan los preparativos llevados a cabo para el primer combate profesional de Paco, sin que al final de su desarrollo sepamos cuál es su desenlace; o «El corazón y otros frutos amargos», relato que deja entrever cómo a lo largo de nuestra vida debemos tomar, simbólicamente, algunos de los muchos frutos amargos que nos vamos encontrando en el camino.

La valoración crítica de Pereira
        La valoración crítica de la cuentística de Antonio Pereira (Villafranca del Bierzo, León, 1923) justifica, en estos últimos años, su inequívoca presencia en el panorama literario español y la edición de Recuento de invenciones (2004), por la editorial Cátedra,  actualiza y pone de manifiesto que los cuentos seleccionados, de un total de ocho colecciones, corresponden a uno de los autores más destacados del género en la actualidad. La sorpresa misma causada por el libro Una ventana a la carretera (1967) —señala su editor González Boixo— con una visión diferente sobre el concepto de relato que incluía nuevas técnicas narrativas o la superación del realismo en otras de sus siguientes colecciones como, El ingeniero Balboa y otras historias civiles (1976); un cierto compromiso social y algo de modernidad en sus Historias veniales de amor (1978), hasta llegar a Los brazos de la i griega (1982), síntesis de tendencias que caracterizarán a sus futuros cuentos y, entre otros aciertos, esa vuelta a la oralidad o la presencia del humor como una característica que no abandonará Pereira en su escritura. El síndrome de Estocolmo (1988) mostraba una mayor implicación del autor, hasta el punto de que se percibe la voz de un narrador, en primera persona, que coincide con el propio escritor y ofrece una complicidad fácilmente perceptible. Picassos en el desván (1991), una colección de relatos mucho más amplia en número y ambición, característica por la brevedad de unos textos que se anticipan a ese concepto esgrimido hoy de microrrelato, porque algunos no superan apenas la página pero ganan en intensidad puesto que se propone una historia sin llegar a contarla. Y dos colecciones más redondearán la producción del leonés, Las ciudades de Poniente (1995), libro enmarcado en una línea narrativa anterior y Cuentos de la Cábila (2000), una especie de memoria personal donde se recuerda buena parte de la niñez y de la juventud. El autor recrea ese tiempo lejano y recupera para el presente una ficción real donde destacan algunas vivencias y numerosas anécdotas no menos curiosas.

        Los cuentos de Pereira se pueblan de esas miradas alrededor que transmiten las situaciones y ofrecen las descripciones de más hondura de la narrativa breve castellana actual. El humor y la ironía dejan paso a planteamientos mayores y en ningún momento el lector debe averiguar el por qué o la razón de la existencia de unos personajes seducidos por los imperativos de la vida. La prosa precisa del leonés se transmuta en una propuesta de sencillez sublime porque se percibe la verdad de unas vidas a través de una tendencia realista practicada por los principales autores de la postguerra española, aunque lejos de esas actitudes patéticas de un humorismo convencional: en el caso de Pereira hay que hablar más de un cariñoso trato de vecindad con sus personajes para tratar algunos de sus temas predilectos. Este Recuento de invenciones, con 378 deliciosas páginas, permite recuperar y presentar a uno de los maestros de la narrativa breve española de los últimos años.

La nuevas inquisiciones de Tomeo
        La brevedad le sienta bien a la literatura del escritor Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1931). Su última entrega, Los nuevos inquisidores (Editorial Alpha Decay 2004), es un extenso libro recopilatorio de relatos que ofrece algunos de los mejores ejemplos de sus colecciones anteriores, recupera otros de publicaciones periódicas y corrige bastantes de ellos aunque también incluye, en igual medida, inéditos que corroboran su filiación al género, léase, también, el microrrelato. La crítica ha coincidido que su forma de concebir el mundo proporciona la visión de una realidad poblada de seres solitarios y frustrados, con aspectos cuestionables del hombre y de la sociedad contemporánea. Sus invenciones contienen abundantes dosis de un dramatismo perceptible, aunque esta hiriente característica quedaría compensada por ese humor absurdo que impregna sus páginas. La visión de la vida de sus personajes, tan esquemática como arbitraria, otorga al lector la capacidad, en muchos sentidos, de sentirse identificado con lo irracional que puedan parecer sus planteamientos.
        Los materiales que utiliza Tomeo para contar sus historias, el tono y el enfoque, el ritmo y la atmósfera, las tramas y los paisajes, el eco de sus voces, el pálpito de una ciudad que es donde se desarrollan las mayoría de narraciones o de un pueblo, invitan a tanta diversidad como aquella visión amplia que nos proporciona la literatura universal, como la que tiene el propio autor. Sus cuentos forman parte de la mitología, del mundo de la fábula, la parábola o las sentencias, recurre a relatos infantiles con sus personajes característicos, incluidos los animales, o las abundantísimas referencias al expresionismo estético de Kafka, la iconografía de Buñuel, los negros y grises de Solana o las greguerías de Gómez de la Serna, por citar autores que interesan destacar en la literatura de Tomeo y que proporcionan al autor todos los guiños posibles para dejar constancia de su irreverencia narrativa. Todos los temas de la obra de Javier Tomeo se encuentran representados en estos sesenta y nueve cuentos, divididos en cinco grandes apartados, con un desigual número de relatos, pero que reproducen esa variedad temática apuntada: la soledad, la esperanza, la piedad o la crueldad del ser humano, la infancia y los recuerdos personales de un pasado vivido, además de una visión onírica y absurda de las cosas. Nadie debe perderse, entre otros, uno de los más extensos, «Conspiración galáctica», aunque no se deben dejar pasar los titulados «Noche de estreno» o «La niña bigotuda».


        Sin olvidar otras entregas como Compañía (Lengua de Trapo), de Cristina Cerrada, Amigos y fantasmas (Tusquets), de Mercedes Abad, El hombre que inventó Manhattan (El Aleph), de Ray Loriga, El ángel de la noche y otros cuentos (Batarro), de Antonio Rubio, Ajuar funerario (Páginas de Espuma), de Fernando Iwasaki, Los girasoles ciegos (Anagrama), de Alberto Méndez, El lector de Spinoza (Páginas de Espuma), de Javier Sáez de Ibarra, A ninguna parte (Menoscuarto), de Josefina Aldecoa, La casa del caos (Algaida/Calembé), de Rafael Ramírez Escoto Cuentos olímpicos (Páginas de Espuma), V.V.A.A., Matar al padre (Algaida/Calembé), Care Santos, con algunos otros nombres de jóvenes autores con un futuro prometedor en el género.