JOSÉ EMILIO PACHECO, DISERTACIÓN
SOBRE LA CONSONANCIA
Los manuales de literatura señalan cómo
José Emilio Pacheco es el escritor más importante de su generación en México
porque, entre otras cosas, ha sabido combinar con eficacia el pensamiento
crítico y la creación imaginativa durante todo su proceso creativo, tanto el
poético como el narrativo, del que es, igualmente, un dignísimo representante.
Poeta de la desolación, se le ha llegado a calificar, porque domina desde su
juventud los presagios más funestos. Sin embargo, el tiempo le ha llevado a
despojarse de una retórica establecida en sus primeros poemarios para adquirir
una sensibilidad más contemporánea a partir de No me preguntes cómo pasa el
tiempo (1969). Este giro en su obra viene motivado por la pasión que
Pacheco siente por la escritura y su especial consideración hacia el texto
escrito, nunca propiedad exclusiva de su autor, como él mismo afirma, sino que
la literatura es un producto social que no pertenece a nadie en particular. Su
poesía es un palimpsesto donde su voz se fragmenta en rostros apócrifos, voces
de otros que dialogan, una mezcla de apasionada devoción lírica de donde surge
su auténtica escritura.
El libro Tarde o temprano (1980)
recoge toda la totalidad de su obra poética hasta el momento, después con Los
trabajos del mar (1984), Miro la tierra (1986) o Ciudad de la
memoria (1989), sus tres poemarios siguientes, ha confirmado ese lugar en
el marco de la poesía hispanoamericana de buena parte del siglo XX. Temas como
la fugacidad de lo vivido o el desgaste del mundo son permanentes en su amplia
producción, así como esa visión pesimista de una infancia y juventud vistas con
esa sensación de fracaso que atormenta al poeta, el desencanto hacia la edad
adulta, o la denuncia de la situación sociopolítica tan degradada en su país,
la crisis de un estado moderno o las crueldades de una historia que se repite
una y otra vez.
La poesía de los mexicanos forma parte de
una tradición más vasta —ha señalado Octavio Paz —: la de la poesía de lengua
castellana escrita en Hispanoamérica en la época moderna. Esta tradición
—añade—no es la misma que la de España, nuestra tradición es también y sobre
todo un estilo polémico, en lucha constante con la tradición española y consigo
mismo: al casticismo español se opone un cosmopolitismo; a su propio
cosmopolitismo, una clara voluntad de ser americanos. Esta extensa cita para
justificar cómo los jóvenes Alí Cumacero y José Emilio Pacheco hacia la mitad
de la década de los 60 sostuvieron esa necesidad de cambio en la poesía
mejicana de entonces, valorando por encima de todo el valor de la dignidad
estética, el decoro en el sentido horaciano del término y también la
perfección. En realidad, con una idea del tiempo y de una historia propia, con
matices y encuentros y desencuentros, los mejicanos han ido construyendo una
tradición que con, una asombrosa capacidad para entender todas las influencias
posibles, ha abierto sus puertas para permitir toda posible discusión en torno
a cuestiones relacionadas con la lírica universal. José Emilio Pacheco (México
D.F. 30 de junio, 1939- 26 de enero de 2014), pertenece, por edad, a ese grupo de jóvenes
poetas que a lo largo de los 60 irrumpieron en el panorama lírico mejicano
ofreciendo otras posibilidades y caminos que dejarán entrever paisajes y
aspectos poéticos novedosos como esa conciencia del mundo que proponían ante la
sinrazón del ser humano y todo lo que giraba en su entorno, incluida su
denuncia sobre las atrocidades de la historia y su compromiso con la sociedad.
La
ciudad y la poesía
Hay un aspecto interesante en la poesía
de José Emilio Pacheco cuando reflexiona sobre la ciudad contemporánea (no
olvidemos que él forma parte de una gran urbe como es México D.F. lugar donde
nació y sigue viviendo), sus habitantes y cómo estos influyen en la
sensibilidad del sujeto poético cuando escribe. Estas grandes urbes comparten
características con la creación poética, es decir, el crecimiento de una ciudad
a través de sus numerosas autopistas, centros comerciales, trenes subterráneos,
producen en el poeta una sensación de desorden y caos que le lleva a escribir
sobre aspectos como la desigualdad, la pobreza, el caos. Cuando el poeta mira
no delinea las calles, no se deleita con el complejo urbanismo de una ciudad,
no admira puentes o edificios, y denuncia los contrastes entre el progreso y el
aumento de la pobreza en buena parte de la población, como ocurre en uno de los
poemas de Tarde o temprano (1980), «Imagina el porvenir de los
colores deslumbrantes./ Contempla la plaza como un inmenso proyecto/de
basurero./ Y en vez de quienes comprando tratan de ajus-/tar su imperfección/
humana al imposible entre plastificado que la/ publicidad exige de ellos, mira
a los niños que/ buscan sustento en la basura./» Las imágenes presentan,
para el poeta, un ambiente desolador en el que la basura funciona como símbolo
del desgaste y derroche del consumismo. José Emilio Pacheco escribe, en
realidad, sobre los desheredados del progreso y de esos sueños incumplidos. En
todos sus poemas se vislumbra ese devenir sin esperanza para la humanidad y así
su poesía es, de alguna manera, visionaria de ese mundo que un día podría
destruir tanto el espacio como el tiempo. En realidad, buena parte de sus
poemas urbanos quieren encontrar alguna salida a la problemática de la ciudad
de México D.F. puesto que para él escribir sobre esa gran urbe supone estar
inmerso en un mundo complejo que va camino de la barbarie: « Las ciudades se
hicieron de pocas cosas:/ madera (Y comenzó la destrucción)/ lodo piedra agua
pieles/ de las bestias cazadas y devoradas/ Toda ciudad se funda en la
violencia/ y en el crimen de hermano contra hermano/». En algunos de estos
poemas la violencia es el eje central y, como tal actitud, se remonta hasta los
orígenes mismos del hombre y de su afán por sobrevivir; este ser humano debe
destruir para construir por eso los temas de sus grandes poemas son las
destrucción y la muerte. Desde sus primeros libros ya se anuncia el desastre,
en El reposo del fuego (1966) se puede leer: «Pero los ritmos,
imperiosos ritmos, los latidos secretos del desastre,/arden en la extensión de
la mansedumbre/ que es la noche de México», y, paralelamente , otras
constantes de su poesía el paso del tiempo, el amor y la muerte como sombras de
la ciudad que se consume. Desde su primer libro, Los elementos de la noche
(1963) hasta El silencio de la luna (1994), Pacheco se inscribe en la
tradición de los poetas visionarios. Pese a todos los desastres esgrimidos por
el mejicano, naturaleza y cultura sobreviven ante un lenguaje que se niega a
sucumbir en las cenizas del tiempo.
Tarde
o temprano
Este volumen recoge toda la poesía de
José Emilio Pacheco hasta 1980 y el autor subraya esa labor llevada a cabo a lo
largo de cuatro lustros de intensa poesía.
Es, por consiguiente, el más autocrítico de los escritos hasta el
momento. Profundo conocedor de la lírica
germana el autor mejicano sabe perfectamente qué encierra este volumen considerado
como de «aprendizaje» y así el sentido de su experiencia queda implícitamente
adscrito a una estética y a una voluntad de creación superadas en sus primeros
libros. Diversas y complejas motivaciones pueblan este libro así como una
variedad de formas, metros, estilos que definen ya su poesía de singular.
Algunos de estos poemas celebran ese maridaje que se da en la obra de Pacheco,
esto es, la lírica más trascendental y la reflexión existencial. La noche se
convierte en aliada del poeta y así llega a decir algo como, «No anheles la
noche en que desaparecen/ los pueblos de su lugar», la aridez, el desierto,
las sombras, provocan ese derrumbe moral donde solo el amor justificaría la
pervivencia. Formalmente, Pacheco ofrece en este volumen de 332 páginas una
variada galería de ejercicios de escritura con poemas en prosa, églogas,
casidas, juegos, aliteraciones, parodias, epigramas, incluso haikús que
revelan un proceso original un cuarto de siglo después, vigente y
evidentemente, universal.
José Emilio Pacheco ha llegado a
afirmar algo tan contundente como lo siguiente: «La realidad destruye la
ficción nuevamente. No me vengan con cuentos, porque los hechos nos exceden,
nos siguen excediendo, mientras versificamos nuestras dudas. Y pensemos en
serio en todas las cosas que ya se avecinan».
Bibliografía Poética
Como suele
ocurrir con grandes creadores del mundo, la poesía José Emilio Pacheco está
poco difundida en España. Cuatro ediciones contabilizadas desde 1984 hasta
2005. Publicado esencialmente por Editorial Era en México. Conocida es,
también, su faceta de novelista y cuentista. Ha conseguido numerosos premios
como el Xavier Villaurrutia 1973, Premio Nacional de Periodismo en Divulgación
Cultural 1980, Premio de Ensayo Literario Macolm Lowry, 1991, Premio Nacional
de Ciencias y Artes, 1992, José Asunción Silva (Bogotá, 1996), Octavio Paz de
poesía, 2003, Ramón López Velarde (Zacatecas), 2003, Pablo Neruda (Chile), 2004 y Alfonso Reyes
(Monterrey), 2004.
Los elementos de la noche (1963)
El reposo del fuego (1966)
No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969)
Irás y no volverás (1973)
Islas a la deriva (1976)
Tarde o temprano (1980)
Los trabajos del mar (1983)
Existe edición española, Madrid, Cátedra, 1984.
Fin de siglo y otros poemas (1984)
Miro la tierra (1989)
Ciudad de la memoria (1989)
El silencio de la luna (1995)
Existe edición española, Valencia, Pre-Textos, 2002.
Siglo pasado (desenlace), 2000.
En resumidas cuentas. Antología
Madrid, Visor, 2005.
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