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viernes, 28 de enero de 2022

Cuaderno en blanco


 

Enero, 2022

 

       El mes de los días frío, y extraños, o al menos un ambivalente tiempo que en ocasiones nos trae los primeros copos de nieve, aunque, claro, en este Sur de nuestro entorno casi nunca vemos la nieve que cubre las montañas cercanas; eso sí, viento, frío y una sensación térmica que hiela y cubre de blanco las mañanas.

       Vuelven, tras el paréntesis navideño, los Cuadernos del Sur, a donde envío Summetimes blues, una curiosa novela sobre rock and roll, de un amigo, Diego Prado, es un homenaje a Eddie Cochran y su famosa guitarra. Al mismo tiempo recibo la entrevista contestada e interesante de Eduardo Halfon que se publicará en la última semana de este mismo mes.

       Otros proyectos se van humando, un propósito ce proponer una nueva entrevista a Francisco López Barrios, en otro tiempo agitador cultural y periodista en algunos medios importante; leo, paralelamente, la última novela de Ricardo Menéndez Salmón, Horda, una sistopía sobre la especie humana y su declive. La envío a Cuadernos con el propósito de su publicación.

       La segunda quince del mes me lleva a los propósitos de lectura de las novelas recientes de Esther García Llovet y Cristina Sánchez Andrade, y a empezar el encargo de Turia, la novela premiada, El renegado de mi admirado Julio Castedo.   

       Enero se despide, en lo personal, con una triste noticia, la pérdida de un amigo, ese amigo del alma, Pepe Bernal, con quien tanto he compartido, trabajo, viajes, intereses comunes, la fascinación mutua por el arte, y aún más disfruté de su humanidad, de su bondad, y de su pasión por la luz y la belleza de nuestra tierra.      

jueves, 27 de enero de 2022

CONVERGENCIAS

              CONVERGENCIAS: TEXTO/ IMAGEN

       (El arte de mirar, la imitación de la imagen en la pintura de                                           Pepe Bernal)

       Escribir sobre arte, sobre ese concepto de mecanismo tan complejo, significa en ocasiones un atrevimiento, o acaso una tortura. Nuestro tiempo ha heredado el culto por la obra mayor, si entendemos que un adjetivo así se podrá aplicar a las dimensiones y a las condiciones materiales a que se ve sometido cada artista.

       El arte del siglo XX, y las teorías sobre literatura, cine, pintura, fotografía o escultura tienden en muchos casos a favorecer la confusión y forman parte de la dificultad para desvelar mecanismos muy simples, o la sencilla apariencia de las cosas; un cuadro limpiamente concebido y tratado, un texto sin el artificio fantasmal de una compleja sintaxis, la yuxtaposición de imágenes, convierten esta serie de texturas en una obra de arte porque la experiencia estética ensayada se percibe como algo natural, un impacto sencillo cuya pericia técnica permanecerá oculta tras una serena expresión de realidad, o mejor de inmediatez. El pintor y el escritor subrayan con su arte la claustrofóbica sensación de una soledad alimentada por su propio ego, en su eterna búsqueda de una obra provista de ese acento personal que llegue a escribirse con mayúsculas.

 

       Mirar y aprender, rendirse al milagro de cualquier obviedad: un cuadro es el dificilísimo arte de mirar las cosas con los ojos abierto; la literatura se rinde ante la voz, es una hipóstasis de la voz, una imitación del flujo verbal y de la memoria. La pintura, el lenguaje no resultan de una emanación espontánea de nuestras almas o de nuestras fisiologías, sino una auténtico proyecto de aprendizaje y un acuerdo para llevar a cabo ese aprendizaje. No olvidemos que, Arte y Literatura, comparten territorios conceptualmente comunes, coinciden sin temor a equivocaros, en mudarse en sustancias cómplices, con características que convierten su textura en una auténtica expedición hacia una absoluta verdad, como aseguraba el escritor checo Franz Kafka. Y se rigen, también, por señales precisas que provocan nuestra atención como seres o individuos inquietos. Aunque siempre podríamos preguntarnos con cierta inseguridad qué es o para qué sirve la literatura, en qué se concreta o se traduce el arte sin que jamás llegáramos a sospechar cuál sería la respuesta más idónea, puesto que nadie nunca nos resolvería esa inquietud: la necesidad de asimilar una realidad a través de los signos, en un sentido más amplio y la inexcusable razón de oralizar nuestros pensamientos que, con el paso del tiempo, se tradujo en la composición de un alfabeto, para luego convertirse en palabras. Solo así pudimos descifrar o completar el conocimiento último del mundo. Aunque, es verdad que no existe un concepto del absoluto artístico en ninguno de su más amplio sentido, nadie ostenta esa relativa inquietud por alcanzar en trazo único: texto/ imagen con la intención de convertirlo en un sólido argumento tanto desde el punto de vista de la escritura como de la pintura. Por otra parte, es verdad que existen diversas maneras de decir una misma cosa, según afirmaba Râfols-Casamada, siempre habrá que estar atento a las variaciones que imprime la dicción, así la forma resulta tan importante como aquello que uno es capaz de decir; en arte, las dos cosas vienen a ser los mismo, dos caras con un mismo razonamiento.

 


       Las circunstancias históricas generan trascendencias que se convierten en actitudes exclusivamente artísticas, y así el arte se funde con otros islotes que se concretan en el espacio de la música, el cine, la fotografía, o la literatura y la pintura por añadidura que se fusionan en un compás semejante, es decir, en la propensión de un pintor entreverado por un lenguaje fastuoso y extraño, para llegar a un escritor inoculado por la curiosidad de los mecanismos del mundo de la imagen. Sin duda, resultan dos visiones del mismo delirio analítico aunque de la impostura se sirven tanto el arte literario como el pictórico: ambos se mueven en un auténtico territorio sin fronteras en la medida que presuponen una validez propia y una capacidad de progreso, cuando pintores y escritores se hacen la misma pregunta y defienden una estética universal que desembocará posiblemente en la abstracción. Y, una vez instalados en ella, la literatura necesitará de la pintura para ser vista, y la pintura de la literatura para poder ser leída; esta última le aportará a la anterior inteligibilidad, aquella un valor de icono a la palabra escrita.   

     Pepe Bernal aboga por una abstracción, tan estructuralmente geométrica como pura y por una teoría del color, porque el arte en su concepto esencial no retoma sino que modifica su forma de ver e interpretar el mundo, le otorga por extensión el valor supremo de la conciencia. Su pintura se puebla de superficies densas y propone movimientos poéticos que en los lienzos transforma y cambia en un continuo valor experimental. Y en la misma proporción se impone el rigor de la forma, nada en sus cuadros parece producto del azar ni un capricho al servicio del efecto visual. Los trazos y las líneas ofrecen la desmesura de una permanente actitud renovadora que invita a la prefiguración de un lenguaje, sostenible por la validez del equilibro que apreciamos en su obra. En la obra de este singular pintor la escritura está siempre visible, y queda establecido el orden de los conceptos y la misma escritura. 

       La ausencia de figuras en el mejor Bernal ofrece algunas de las mejores sensaciones o visiones de esa realidad sustentada por ese intenso cromatismo de énfasis manifiesto, blancos, amarillos, rojos, verdes, azules de variada intensidad, o incluso tonalidades violáceas que nos hablan y nos descubren espacios nuevos, en ese permanente flujo textual y reflujo pictórico, convertido en un proceso de transparencia colorística y variedad de tonos que se superponen en superficies planas pero de profundidades sorprendentes; por otro lado, esas sombras han acompañado al artista durante buena parte de su historia personal, los objetos que sobresalen de ellas lo convierten en un único creador. Su arte, ofrece así la visión de numerosas sensaciones que se debaten entre forma y espacio, entre trazo y color, entre materia y línea, como si al contemplar uno de sus cuadros habláramos de una interminable metáfora donde la pintura encuentra su voz en el margen de una escritura invisible, y su sentido último en la forma. Y la literatura y su convergencia, se traducen en secretos únicos capaces de ampliar el horizonte desde cualquier mirada.


 

 

     


miércoles, 19 de enero de 2022

El novelista Eduardo Halfon premiado

 

El Premio Cálamo “Extraordinario 2021” se otorga a Eduardo Halfon por Canción, obra editada por Libros del Asteroide.


            Afortunadamente, Eduardo Halfon ha dejado de ser el secreto mejor guardado de la literatura en lengua española. Crítica y público esperan con ansiedad la publicación de sus obras, que juntas constituyen un extraordinario corpus en construcción sobre la identidad, las huellas del pasado y el papel de la escritura.
Canción, obra merecedora del Premio Cálamo Extraordinario 2021, tiene como trasfondo un episodio de la violencia que arrasa la historia de Guatemala, su país de origen, y es  un hipnótico relato en el que en cada página se abren  continuas veredas que atrapan al lector, ansioso de conocer y saber que se esconde al final de ellas. Una nueva muestra de la maestría literaria de Eduardo Halfon.

            Eduardo Halfon nació en 1971 en la ciudad de Guatemala. Ha publicado Esto no es una pipa, Saturno (2003, reeditado por Jekyl & Jill en 2017 ), De cabo roto (2003, Littera Books), El ángel literario (2004, Anagrama Editorial ), Siete minutos de desasosiego (2007,  Editorial Panamericana), Clases de hebreo (2008), Clases de dibujo (2009), El boxeador polaco (2008, Pre-Textos), La pirueta (2010, Pre-Textos), Mañana nunca lo hablamos (2011, Pre-Textos), Elocuencias de un tartamudo (2012, Pre-Textos), Monasterio (Libros del Asteroide, 2014), Signor Hoffman (Libros del Asteroide, 2015), Duelo (Libros del Asteroide, 2017),  Clases de chapín (2017, Fulgencio Pimentel), Biblioteca bizarra (2018, Jekyl & Jill ),  Oh gueto mi amor (relato perteneciente al libro de cuentos Signor Hoffman, publicado como libro independiente con ilustraciones del artista bilbaíno David de las Heras; Páginas de Espuma, 2018)  Canción (Libros del Asteroide, 2021).

            Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, francés, italiano, serbio, portugués, holandés, japonés, noruego, croata y turco. En 2007 fue nombrado uno de los treinta y nueve mejores jóvenes escritores latinoamericanos por el Hay Festival de Bogotá. En 2011 recibió la beca Guggenheim, y en 2015 le fue otorgado en Francia el prestigioso Premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana. Su novela Duelo fue galardonada con el Premio de las Librerías de Navarra (España), el Prix du Meilleur Livre Étranger (Francia), el International Latino Book Award (EE. UU.) y el Edward Lewis Wallant Award (EE. UU.). En 2018 recibió el Premio Nacional de Literatura de Guatemala, el mayor galardón literario de su país natal.

            El escritor guatemalteco ha nacido y vive en una novela. Casi todos, todos, vivimos en una. Él la está escribiendo. Rosa Pereda.          
“Una  narración breve pero intensísima, pocos personajes delineados sin prisa pero sin pausa, una tensión autobiográfica que invade la ficción, una ficción que se confunde con la vida del autor, cuyas «historias parecían extraviarse y no llegar a ninguna parte» y un control absoluto de un escritor que sigue empeñado en demostrar que su literatura es un inmenso mapa personal que se repite sin fin. A Dios gracias.” Ricardo Baixeras.  El Periódico
“En Canción Eduardo Halfon nos resulta familiar, y en esta complicidad está gran parte del encanto de la narración: la mejor respuesta a las panfletarias novelas comprometidas, lastradas por el tono discursivo.” J.A. Masoliver Ródenas. La Vanguardia.


         Canción se erige, pese a su brevedad -119 páginas- como una tragedia con epicentro en la violenta y desgraciada historia de un país, Guatemala, representada en sus papeles principales, siempre con el autor y su devenir biográfico y familiar de por medio, por dos protagonistas principales: el abuelo paterno y libanés de Halfon, secuestrado durante 35 días por la guerrilla en enero de 1967, y Canción, el apodo de uno de los guerrilleros que lo secuestró, carnicero de oficio en su vida anterior.” Manuel Hidalgo. El Cultural.
“Nadie, ningún prosista en español que conozca, sabe economizar el lenguaje como Eduardo Halfon para contar a la vez tantas cosas. Ni sacar provecho como él de la propia existencia; Halfon acierta plenamente al explotar las ventajas de una ficción insertada en su propio mundo.”  Luis M. Alonso. La Nueva España.“Halfon, siguiendo el hilo cárdeno del dolor, ha trazado un breve atlas histórico donde concurren la infelicidad, el linaje, la dicha y el oprobio.”  “Canción es una vaporosa indagatoria sobre la formación del individuo. Y en mayor modo, sobre los mecanismos en que se sustenta.” Manuel Gregorio González. Diario de Sevilla.

 
“La literatura de disfraces de Halfon es, también, una literatura de viajes. (…) El viaje permanente se antoja detectivesco, buscando significados o quizá, mejor dicho, despojándose de ellos. (…) Una pieza loable de literatura que nos hace sentir lo leído en latido propio.”  Pablo Berthely Araiza. Revista de la Universidad de México.


“Halfon encuentra en el pasado todo lo que necesita para entender el presente.”  Álvaro Colomer. Diari ARA.


“No es solo lo que cuenta, es cómo lo cuenta, y lo que deja para que nosotros nos lo contemos.” Isabel Gómez Melenchón. Cultura/s – La Vanguardia.
“Eduardo Halfon está escribiendo, sin que importe que sus libros se publiquen por etapas, la gran novela de su vida.”  Süddeutsche Zeitung.

“Su proyecto literario es uno de los más relevantes del panorama actual, y se soporta tanto sobre el oficio como sobre una intuición extraordinaria para saber qué contar y cómo contarlo.”  Txani Rodríguez. El Correo.
“Qué gran viaje es siempre un viaje con Halfon.” Víctor González .Todoliteratura.
“Halfon le bastan cien páginas para conmovernos. Una proeza al alcance de pocos escritores.”  Sergio Del Molino”.  Mercurio

miércoles, 12 de enero de 2022

Hoy tomo café con…

Miguel Ángel Muñoz, “Es la belleza de la novela como género literario, su mundo de posibilidades, los caminos tortuosos y tan incitantes que podemos recorrer en la lectura, pero también en la escritura”.

 

Publica una nueva novela, Aposento (2021)

 


 

       Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970) es autor de dos novelas, La canción de Brenda Lee, 2012 y El corazón de los caballos, 2009 y de tres libros de relatos, y El síndrome Chejov, 2006, una anodina y profunda visión sobre la vida que explora, además, dos conceptos esenciales en un buen cuento: el humor y la ironía con que resaltar algunas peculiaridades de la existencia humana; Quédate donde estás, 2009, relatos que intensifican el matiz de la perturbada identidad de algunos de sus personajes, y ahora propone temas mucho más variados, la familia, como base de esa unidad metaliteraria, la memoria y el paso del tiempo, la identidad y la incomunicación, es decir, el sentido último de las emociones humanas, y Entre malvados, 2016, gente dañina que protagoniza cada uno de los diez cuentos recopilados, lo más perverso de la condición humana y del mundo preside casi la totalidad de las narraciones. El libro de entrevistas La familia del aire, 2011, y algunos de sus textos figuran en destacadas antologías del relato español actual. Participó en el volumen colectivo John Cassavetes, Interior noche (2018) con un ensayo sobre el director estadounidense. Mantiene activo el blog El síndrome Chéjov.

 

 

Un nuevo proyecto, un reto más, ¿Aposento (2021), pretende ser una reivindicación literaria?

       Cada nuevo libro es, efectivamente, un reto. Me aburriría escribir libros demasiado parecidos entre sí. El que la novela se detenga en el olvido sobre una escritora como Mercedes Soriano, que no hace tantos años publicaba en editoriales muy importantes, es una forma de reivindicación pero, más que eso, una reflexión sobre lo fácil que es caer en el olvido. También sobre hasta qué punto tenemos derecho a remover esos silencios pavorosos en que caen algunos escritores en España, cuando en parte esos silencios son buscados o alentados por esos autores esquivos. Lo importante era enfocar no la vida de Soriano, sino su trabajo, sus libros, su legado. Y eso es un poco provocador, porque tengo siempre la sensación de que pasan las modas literarias, los libros que triunfan y los que no, pero nunca nos detenemos en el libro en sí, en lo que su lenguaje dice, sino en paratextos accesorios, que están más allá del texto y que son parte de una conversación social, pero no literaria. A eso es a lo que se atiende, casi siempre.

 

Se lo pregunto porque es un texto que converge para convertirse en una novela de posibilidades infinitas, ¿esa es la intención?

       Esa es la belleza de la novela como género literario, su mundo de posibilidades, los caminos tortuosos y tan incitantes que podemos recorrer en la lectura, pero también en la escritura. Quería una novela que pudiera admitir dentro de ella muchas diversas formas de narrar, hasta aquellas que no parecen ser una narración. Es algo que intenté en mis novelas anteriores. Me gusta mucho esa literatura contemporánea que entiende que la novela tiene tanta tradición detrás que puede permitirse hacer lo que le dé la gana. Además, esas novelas imprevistas, que giran sobre sí mismas en muchos momentos, que coquetean con nuestras expectativas, me parecen formas modernas de la novela de aventuras.

 

Debería preguntar, ¿qué relación guarda su vida con la escritura?

       En todos los libros, incluso en los más imaginativos, aparecen claves vitales de sus autores. Lo que vives forma parte de tus libros de una forma que a veces tú mismo no entiendes, hasta que pasa el tiempo y recuerdas de qué modo se relacionaba una determinada escena con una inquietud, con una obsesión o simplemente con algo muy concreto que te ocurrió. La diferencia es que «Aposento» está proyectada intencionalmenic como una novela autobiográfica, de las que hay más de las que parece en la tradición española. Que las novelas autobiográficas estén bastante centradas en la literatura, que incluso sean librescas, no es algo extraño: son escritores los que las paren.

 


 

 

¿El lector aprecia el complejo mecanismo que subyace en Aposento, o debe bucear en su estructura para que acierte a ver la perspectiva completa?

       Creo que la estructura es el elemento fundamental de un libro, sea este novela o libro de relatos. En el modo en que ordenamos los relatos o la información de la novela está el modo en que ese libro «es». La estructura nos obliga a elegir entre diversos caminos para contar nuestra historia con eficacia. Como pasa con la vida. En aquella comedia de Neville, «La vida en un hilo», se hablaba de eso con sofísticación y mucha gracia. Una mujer tiene la oportunidad de ver sus dos posibles vidas según elija subirse o no a un taxi. Una decisión nimia la condiciona para siempre.

Quiero que mi novela sea leída página a página, claro, y que su lectura interese, pero me parecía bonito que el sentido completo de la novela exigiera que se llegara al final y que con ese final se apreciara el conjunto del juego literario. Vamos viendo fragmentos del cuadro, unos nos llegan más profundamente que otros, pero la imagen final quiere dar sentido al conjunto. Si los cuadros se ven a un golpe de vista, las novelas, eso sí, tienen un inconveniente: necesitan de la complicidad del lector, que confíe en la mano que va abriendo el camino.

 

No se trata de una novela o biografía sobre la narradora Mercedes Soriano, ¿era necesario que el personaje desvelara en un momento dado que no era así?

       Mientras investiga sobre las razones que llevaron a Mercedes Soriano, en su momento de mayor prestigio literario, a apartarse del mundo en un lugar remoto de Almería, lejos de Madrid -que todavía hoy quieren hacernos creer que por sí sola es España-, el personaje necesita apartarse de su proyecto inicial. Ha apostado por un diálogo fértil con el otro, con esa voz literaria encarnada en Mercedes Soriano. La lectura es un diálogo con fantasmas, con voces de escritores que oímos en un libro aunque no sepamos si están vivas o muertas, ni si eran personas encomiables o un poco mezquinas. Gracias a voces muy ajenas de la literatura nos conocemos íntimamente, descubrimos los muchos fondos que tenemos. El personaje de la novela se expone, un poco unamunianamente, y avanza en un doble descubrimiento: cuanto más lee a la escritora y escribe sobre ella, más descubre de sí mismo.

Una vez leída su novela, ¿queda manifiesto el conflicto generacional, la propensión a estar leyendo una obra narrativa diferente como la de Soriano, porque Aposento se inscribe en otri mundo?

       Mercedes Soriano pertenecía a una generación mayor que la mía, aquella que yo leía en mi juventud y que sigue siendo la principal de la literatura española. Su obra era radical y difícil, su voz no era complaciente, analizaba con un estilete lo que veía a su alrededor. Desde la izquierda, denunció las tempranas componendas a las que el socialismo se entregó cuando alcanzó el poder. Creo que voces como la suya, con ese tono libre y radical, son muy necesarias. Pertenece a otro tiempo -aunque solo han pasado treinta años- y sus libros fueron olvidados, pero la reedición de «Contra vosotros» da una oportunidad a las nuevas generaciones para conocer sus libros y debería animar a revisar su obra y resituarla definitivamente. Lástima que su obra sea tan escasa.

No creo que «Aposento» hable de un mundo diferente al de hoy. Sí reivindica el atrevimiento en literatura, y por tanto el personaje de la novela acaba por encontrar puntos en común con ese espíritu literario. Pero lo que los grandes medios dicen que es la literatura actual española no es, necesariamente, la literatura actual española. No toda, desde luego.

 

Este libro es, quizá, ¿su mayor atrevimiento, literariamente hablando, y la
confirmación de una auténtica vocación y pretensión literaria?

       No sabría decir, pero desde luego es un libro del que he salido muy feliz. Entré a ciegas en él, pensando que el planteamiento era un poco suicida, pero creo que he plasmado tanto mis inquietudes personales como me he aventurado por un modo de hacer literatura que está conectando con sus lectores. Esto me está sorprendiendo gratamente.


 

Huyendo de la autoficción, ¿cae usted de bruces en el formato epistolar, el diario, la crítica literaria, o el relato de viajes?

 

       Cuando se habla de la autoficción se mezclan bajo este concepto diversos modos de escribir novelas autobiográficas. Esto lo ha estudiado de maravilla en España el profesor Manuel Alberca. Esa amplia taxonomía se ha simplificado diciendo que cualquier novela protagonizada por un escritor es autoficción. No es así. La autoficción tiene sus reglas, la más evidente la utilización de la mentira para el manejo de la narración. Hay muchos matices. Es un género que me gusta, aunque esté de moda ahora darle palos como antes estuvo de moda lo contrario. Es lo que tienen las modas. Pero «Aposento» va por otro camino, más cerca de las novelas autobiográficas, al modo de Azorín, Perec o Handke.

Desde hace décadas la novela nos ha demostrado que es una gran catedral con numerosas puertas abiertas por las que entrar en ella, así que me apetecía mucho disfrutar de esa libertad, que me contagiara. Y sí, en ella caben, formando parte del todo, diversos géneros literarios que tienen entidad por sí solos, como los que menciona.

 

En alguna ocasión ha manifestado que ha escrito sus libros apostando contra usted, ¿Aposento es el resultado que esperaba?

       Me refería con ello a que intento ir contra mis propias expectativas, contra lo que yo mismo supongo que debería hacer. Me complico la vida preguntándome qué tipo de paso adelante podría dar, por dónde sería interesante que avanzara en mi nuevo libro. Vivo la literatura como una aventura. Procuro no agarrarme a nada sólido o a cosas que sé que me han funcionado en libros anteriores. Aunque te arriesgues con eso a dar un mal paso. En ese sentido, «Aposento» es muy parecida a como quería que fuera, sobre todo porque pretendía que la novela fuera bastante libre, que se construyera al paso de la vida, y ese presupuesto estético está en el libro, tal y como lo imaginé.

 

El cine, la música y, sobre todo, la literatura están muy presentes en esta novela, ¿se trata de un tributo particular a sus fantasmas culturales?

       Volvemos a la idea de diálogo. Todas esas artes, y sobre todo la literatura, se mueven desde la soledad contemporánea en la que nace el acto de leer, escuchar música o ver una película, hasta el acto de compartir esa experiencia. Es uno de los ejemplos más bellos de comunicación que está a nuestro alcance. Entendiendo la literatura como ese diálogo íntimo con tu lector, pero también con los fantasmas del pasado que son otros escritores, otros libros, otras pesadillas y sueños, me parecía lógico que en la novela se filtrara ese mundo de referencias culturales. No escribo sobre cosas muertas sino sobre experiencias culturales vivas, que siguen vivas mientras las compartimos con los demás.

Si el lector se fija en la estructura de esta novela, ¿cabe pensar que junto al narrador asiste a la elaboración de un auténtico manual de escritura?

       Al comenzar la novela, tenía algo muy claro: no sabía a dónde me iba a llevar. Quería desnudar ante el lector los pasos de escritura de una novela: sus inicios en medio de la ensoñación, sus dudas, las preguntas que acosan al escritor, los temores, la organización de los datos, la estructura, la narración. El final es puramente narrativo y desde él quería que el lector viera el proceso de la escritura, mediante la experiencia de la lectura de la novela.

¿Es un texto que debe obligarnos a cuestionar el hecho de cómo recordamos nosotros y, por extensión, como seremos recordados y, quizá, la miseria que supone el olvido?

       El olvido, sí, es uno de los temas principales. Me preguntaba quién era yo para perturbar ese olvido en el que había caído la obra de Mercedes Soriano. Era como si ella hubiera visto cumplida una aspiración personal hacia la desaparición y el apartamiento, que está prefigurada sorprendentemente desde su primera novela. Pero me respondí que nadie debería impedirnos seguir accediendo a sus libros, que en esa lucha por mantener su voz al alcance de los lectores había una lucha contra el olvido. La literatura es una envenenada pero fascinante pelea contra el olvido.

 


Una vez que llegamos al final, ¿entendemos que la literatura es un conglomerado de influencias, o de referencias?

       La novela ha sido siempre una torre de Babel en la que se sucedían experiencias narrativas y estéticas. Bajo ese signo constante de apertura, curiosidad, atrevimiento, experimentación, mezcla y tolerancia, ese tipo de novela, que es la que me interesa, ha construido ya sobre el papel, en muchas grandes novelas, esos mundos equilibrados que los humanos somos incapaces de llevar a la realidad.

    Quise en «Aposento» jugar con la mezcla, buscar, investigar, sin saber a dónde me llevaba el juego, pero creo, en resumen, que el libro es mi pequeño homenaje al mundo de las novelas, a la libertad que he aprendido de ellas.

 

 

 

viernes, 7 de enero de 2022

María Luisa Bombal

             La narrativa de María Luisa Bombal

 

 

       Cuando María Luisa Bombal publica su primera novela La última niebla (1935) se inicia una nueva concepción de la novela chilena que percibió la complejidad del alma femenina, y esos otros temas que se debaten en su obra: el enigmático mundo del sueño y del subconsciente, y el sugerente lirismo de su prosa que marcarán una perspectiva artística de la nueva narrativa chilena.


       El nombre de María Luisa Bombal (Viña del Mar, Chile, 1910- Santiago, 1980)  no sólo se ha venido asociando a la renovación de la novela en Chile, sino también a la revolución general que experimentó la narrativa hispanoamericana que, en cierta medida, se sitúa dentro del panorama general de la novela moderna y la equipara a escritores de la talla de Eduardo Mallea, Agustín Yáñez, Alejo Carpentier, Miguel A. Asturias, Manuel Rojas, Arturo Uslar Pietri y Ernesto Sábato, nombres que han contribuido a la narrativa contemporánea que en su momento provocaron la experimentación de técnicas narrativas innovadoras, caso del monólogo interior, el contrapunto temporal y espacial, el perspectivismo, la estructura abierta y la configuración de una realidad poética y ambigua que Bombal aplica y la conectan con la novela de vanguardia.

       La problemática femenina que vertebra la narrativa de la escritora chilena, define y concreta a la mujer en las relaciones con el otro sexo y el logro del amor enmarca la existencia de estas heroínas que asumen con abnegada resignación el único rol que la sociedad patriarcal le ha asignado,  y la mujer, según la autora, tendrá entonces un único destino, amar, y muchas veces ese amor no recibe la misma respuesta, pero lo importante es tener la capacidad de amar, profunda, y enteramente. Consideraciones como, amor lícito y amor ilícito, delimitan la relación entre ambos sexos en dos realidades dispares que tienden a separarse progresivamente, porque la búsqueda del amor en la ficción de Bombal sumirá a la mujer en la triste y dramática soledad de una vida sin sentido, y de ciertas actitudes que no conducen a ninguna parte; quizá por eso, la inconsistencia y la banalidad en la que vive sumida la mujer burguesa la induce a forjar en el matrimonio todo un mundo de promesas, en torno al amor y la pasión. La sociedad ha limitado su existencia adjudicándole un rol social y las protagonistas que presenta María Luisa Bombal pretenden realizarse en el amor pero, tras el velo de la legalidad, todo se torna en indiferencia, hastío, incomprensión y odio, la narradora anónima de La última niebla,  Ana María, protagonista de La amortajada y Brígida del cuento. “El árbol” se enmarcan en las prerrogativas de una burguesía que se define tras los matrimonios concertados, un curioso estado social que limitará a la mujer en la soledad del hogar y en la rutina de los quehaceres cotidianos, en la inmensidad de amplios y lujosos caserones que no le provocarán ninguna agradable sensación o bienestar. María Luisa Bombal define a la mujer en el amor, y esa búsqueda se torna infructuosa y adopta perfiles dramáticos tras los cauces que no contempla la legalidad. La sociedad, que ha asignado prerrogativas distintas para ambos sexos, la conduce a un eterno círculo sin posibilidad de salida, aunque la fantasía alucinatoria le facilita el único cauce que no podía ser censurado. La narradora anónima sublima su soledad y su falta de amor en un ser ilusorio que se convierte en su amante durante una noche de niebla, y así su recuerdo persistirá en sus largos años de matrimonio, y el amor que ha sido capaz de forjar en su mente compensa el vacío afectivo que le depara su existencia. Y así  crea un ser capaz de amar como ella misma, plagado de ternura, pasión y cariño, y en ese sentido se concluye afirmando que todas las heroínas de Bombal actúan como lo haría el enamorado romántico.

          El libro La última niebla. La amortajada (2021) incluye la obra narrativa completa de la autora, las dos novelas cortas y los relatos El árbol, Trenzas, Lo secreto, Las islas nuevas y La historia de María Griselda que la editorial española Seix Barral edita con introducción de Lucía Guerra, y añade las notas de Jorge Luis Borges a La amortajada, un homenaje de José Blanco y un testimonio de la propia Bombal. Las  narraciones breves corroboran la agudeza e inteligencia de la chilena que no guardaba nada para sí, y era capaz de escribir desde el mismo corazón. María Luisa Bombal tenía veintitrés años cuando escribió La última niebla (1934) una obra que oscila, como queda apuntado, entre lo real y lo onírico, y cuya protagonista, casada con un hombre al que no ama, fantasea con una posible relación imaginaria, con un hombre al que aún no ha conocido. Lo curioso y original es el punto de vista femenino que adopta para su relato la joven Bombal y que a lo largo de la novela se convierte en un espacio y en un tiempo diferente gracias a una narración apasionada y apasionante que escaparía a las corrientes de la época porque convertiría en singular la personalidad de la mujer, a quien Bombal califica de dama indomable, aunque algo «domesticada por la época que le tocó vivir, y lo más curioso la joven chilena fue la primera escritora hispanoamericana que se atrevió entonces a describir el acto sexual desde un punto de vista estrictamente femenino. La novela corta, La amortajada (1938), supone un constante viaje por el realismo mágico, porque en este relato la autora habla, entre líneas, de la visión masculina sobre lo femenino, y de su valiente contenido se desprende esas ideas transgresoras de una narradora que responsabiliza a la institución matrimonial de la discriminación femenina, y demás que proclama de manera sutil y elegante la liberación de la mujer a través del sexo. En esta historia, Ana María, muerta y yacente en su féretro, mantiene un último encuentro con algunas de las personas más importantes de su vida, quienes despiertan en la protagonista fallecida sentimientos encontrados y sensaciones nuevas asociadas a la muerte.

       Brígida, la protagonista, del primero de los cuentos, “El árbol” (1939), se siente fascinada por un gomero, árbol que, metafóricamente, representa su existencia. Atrapada en un matrimonio desdichado, la muerte en vida es otro de los temas que se repiten en la obra de Bombal, añora su niñez y su juventud, etapas que vivió en plena libertad. De fondo suenan melodías de los músicos Mozart, recordando la infancia, Beethoven, símbolo de sus pasiones, y Chopin, musicalizando su aburrida vida conyugal. Solo cuando el gomero es arrancado, Brígida será capaz de ver de frente el mundo que la rodea y despertar. El cabello femenino es, una vez más, un tema obsesivo en la narrativa de Bombal, y en este cuento,“Trenzas” (1940), simboliza la sensualidad y la sexualidad de la mujer, y añade una profunda subjetividad y percepción del mundo que lleva a la autora a explorar una crítica social acerca de las mujeres y su condición para contar esa conexión con lo profundo y lo enigmático que llevará a algunas a cortarse sus trenzas, ejemplificado en la historia de dos hermanas que corroboran las tesis esgrimidas por la narradora en su teoría,  en un intento de de comprobar la visión sobre sus extrañas teorías. En un cuento que titula, “Lo secreto” (1944) se describen unos seres fantásticos que habitan en las profundidades del mar y en la imaginación de todo niño que sueña con un futuro de posibilidades infinitas. Bombal habla de un chico que soñaba en grandes posibilidades y, al cabo de acatar órdenes y mandatos, termina llevando una vida triste y opaca. Nuevamente, las temáticas de la muerte en vida y el sentido profundo de la vida están muy presentes en este relato. Situado en la pampa argentina, “Las islas nuevas” (1939), es un cuento que habla del abismo que separa a la naturaleza de la cultura, y lo inasible de ese control social, aunque simboliza, en algún sentido, al hombre urbano que sale a conquistar las tierras nuevas, y por extensión a su gente, su cultura, o sus costumbres. Cierra el volumen, “La historia de María Griselda”, en realidad, la protagonista de La amortajada, cuento que intenta dar cuenta del mundo íntimo, enigmático y desconocido de una mujer sola y triste. Fue publicado, originariamente, en agosto de 1946, en la revista Norte, núm. 10, de Estados Unidos, posteriormente, fue presentado en la revista Sur de Buenos Aires y un fragmento, de la posterior novela, en la revista Zig-Zag en 1948.

          María Luisa Bombal desarrolló una narrativa estilísticamente destacable y de una pretensión rupturista que daría pie a un tipo nuevo de narración en la literatura hispanoamericana, dibujando una delgada línea entre la vida y la muerte, lo real y lo fantástico. Asocia a las mujeres con la naturaleza, un elemento ligado a la feminidad, y les otorga un refugio seguro, un lugar único para ellas e inaccesible para los hombres.

 


                             La última niebla. La amortajada

                                    María Luisa Bombal

                              Barcelona, Seix-Barral, 2021