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martes, 28 de junio de 2022

Cuaderno en blanco

 

Junio, 2022

 

       El mes del calor avanza y por las noches nos da cierta tregua para poder descansar al menos durante unas horas. Junio es el mes de los finales y comienzo de ese verano que se prolonga en el tiempo y ofrece las posibilidades de la luz y las vacaciones en cualquiera de sus meses.

       También los suplementos y colaboraciones descansan y se tiende a volver la mirada a aquellas lecturas que quedaron pendientes.  Entretanto arranca su camino, El Retorno, de Carmen de Burgos, la novela espiritista que hace, precisamente, 100 años, publicaba en Lisboa y fue una de sus aportaciones a la cultura del país vecino.

       Los días se diluyen en una calma absoluta y se adornan de cielos claros, mañanas calurosas, tardes algo más frescas y atardeceres de colores que presagian al día siguiente más y más calor, y alguna lectura de tarde apacible, y pocasd o casi ninguna noticia que altere lo cotidiano.

jueves, 23 de junio de 2022

Ana Rosetti

 

                        Los cuentos prodigiosos de Ana Rosetti

    

                       

       La buena literatura nos permite que, desde una primera mirada, intuyamos la madurez de una historia, la precisión de un texto, y descubramos por extensión a una escritora que ha encajado, de una manera minuciosa, palabra por palabra, y provoca en nosotros una atmósfera tan imaginativa como ambigua, incluso causa un temblor que estremece cuando pasamos una página tras otra, ocurre en los cuentos y las verosimilitudes de El libro de las ciudades (2021) y Mano de santos (2022) que exponen una minuciosa recreación y reinventan reconocidos cuentos con una mirada y una visión personal que no desdice a ninguno de los singulares ejemplos de la tradición literaria, y así la gaditana, Ana Rosetti, conforma un hermoso y estremecedor catálogo humano de gestos y de personajes marcados por una serie de constantes para que no olvidemos quesomos los libros que hemos leído y los cuentos que hemos oído en nuestra infancia.

       Sobresale, en Mano de santos, publicado originariamente en 1997 y, veinticinco años después, reedita Siruela, la imaginación de la narradora para concebir relatos, cuyas características no surgen de una equívoca y proyectada evasión de la realidad, sino que, con una socarrona e irónica visión, donde el humor juega un papel esencial, profundiza en una realidad atemporal que se nos antoja permanente; no menos importante, cada palabra, cada oración, párrafo a párrafo, esa profusión lírica con que ensambla sus historias, el amor con que dispone su texto y lo convierte en un  lenguaje secreto; cinco historias que nos introducen en mundos sugerentes, que trascienden de lo mítico y de lo épico de las ficciones eternas. Cada una de estas narraciones es una lección de vida y un soplo de aire. El volumen, que subtitula, Cinco cuentos prodigiosos, reúne “La cueva de la doncella”, donde princesas, dragones y caballeros nada convencionales nos obligan a reflexionar sobre la libertad y la soberbia; “La niña extranjera”, es una construcción casi arquitectónica sobre el mundo de las palabras, ejemplo de expresión de la soledad frente a un racismo de política marginal de absoluta actualidad; en el relato, “Más allá no hay monstruos” se cuenta la historia de la princesa Poema, una joven que por su actitud y buenas acciones en favor de la diversidad se convertiría en Santa Casilda, puesto que siendo una princesa musulmana, hija del rey de Toledo, socorría a los cristianos cautivos; y no menos sugerente, “El soberbio celeste”, la historia de Laurencio y la alegoría del bien y del mal, del Ángel de la Guarda y del Diablo que media por llevarse el alma aunque finalmente será el joven quien con una renovada actitud rescate al ángel para entrar juntos en el Paraíso; y el último, “El bien esquivo”, una alegoría del poder que califica al gigante protagonista de Gran Inepto, de Fuerza Bruta, y de Gigante Autómata que provocará el desorden en el reino del emperador Máximo, y por añadidura la descripción del mundo de la Sombra y de ese inframundo que capitanea El Príncipe de las Tinieblas de tanta raigambre literaria, una hermosa gesta que nos revela la identidad de San Cristóbal, cuyo nombre que viene a significar, “Llevo a un rey conmigo”.

       Ana Rosetti (San Fernando, 1950) irrumpió en el panorama poético del último tercio del siglo XX, con una primera obra, Los devaneos de Erato, 1980, Premio Gules, que la crítica  calificada de apasionada, audaz, sensual y brillante; en 1988 una primera novela, Plumas de España, y Hasta mañana, Elena (1990), Mentiras de papel (1994), y El antagonista (1999); las colecciones de relatos, Prendas íntimas (1989), Alevosías, Premio Sonrisa Vertical, 1991, Una mano de santos (1997) y Recuento. Cuentos completos /2001).

       La narradora recorre las regiones más literarias, ofrece un exquisito homenaje lírico a esos relatos de una dulce infancia que completa con un lenguaje atemporal, sublime en determinados pasajes, tocado por la delicadeza. Así se invita al lector a sumergirse en ese lenguaje secreto de las narraciones para llegar a esas conclusiones morales revestidas de lirismo que alguna vez nos dieron la ocasión de prepararnos para la vida; lo mejor se trata de una auténtica gramática de las mitologías que refleja dis­tintas preocupaciones contemporáneas, convirtiéndolas en atemporales, o poniendo de relieve las contradicciones que rigen sacándolas fuera de su contexto. Un hecho que evita lo panfletario, dogmático, o el escrito tendencioso porque no hay una única manera de leer las señales y afrontar su realidad.

 

 


 

                              Una mano de santos

                           Cinco cuentos prodigiosos

                                    Ana Rosetti

                           Madrid, Siruela, 2022

viernes, 17 de junio de 2022

Manuel Ángel Morales Escudero

 

                     Lo que cuentan los cuentos

 

 

 

       Los cuentos se convierten, en una definición categórica, en el reverso insospechado de nuestra realidad y, en ocasiones, cuando el escritor ensaya el género se ve obligado a la renuncia expresiva y a la economía de un rico abanico de posibilidades textuales; es más, invierte en el juego de lo invisible para que el lector, en última instancia, desarrolle con su intuición esa dosis de realidad, incluso de fantasía que se le supone en un buen cuento, o a un mejor relato en su desarrollo.

       Tzvetan Todorov escribía acerca de “esa incertidumbre entre lo real y lo irreal, entre la vigilia y el sueño, entre la evocación de la memoria y una realidad presente”; sin duda, el concepto de una nueva fabulación que sirviéndose de la realidad o del dato histórico descubre el revés de lo real y de lo fantástico. Y, es verdad que el cuento, literariamente hablando, es el género con más peculiaridades que el resto de disciplinas literarias porque, desde una perspectiva histórica, es anterior puesto que existe desde que el hombre tuvo necesidad de inventarse aventuras y leyendas sobre dioses o héroes, sobre hombres y mujeres, viajes fantásticos que incluían seres imaginarios en un absoluto sentido estricto de lo que denominamos *narración, o *relato. La definición ha dado lugar a alguna que otra confusión puesto que el criterio se ajusta más a ese concepto de cuento popular oral, de duendecillos y de hadas frente a ese mero producto que se denomina  relato o narración corta que, sin lugar a dudas, procede de la imaginación de un escritor y de la libertad con que se enfrenta a la ficción. Cabe pensar que la literatura es un inmenso campo de experimentación en el que los escritores ofrecen lo deseable de su imaginación y los lectores lo completan con su mejor interpretación. Erna Brandenberger ya se cuestionaba, en 1973, delimitar la extensión de cuento literario y, en el examen que realizó en un abanico amplio de relatos demostró que sus límites habría que establecerlos en torno a la estructura y a la técnica y no con respecto al número de páginas, convenciéndonos de que se trataba de un género mixto que explicaba la diversidad de sus formas y zonas de contacto con otros géneros literarios, y Juan Antonio Masoliver Ródenas piensa hoy que, con respecto al cuento, el escritor es quien debe adaptarse a las exigencias del género, lo único que caben son variaciones y más allá de estas variaciones el cuento dejaría de ser cuento.

       Los cuentos, como ha escrito Eugenio Fuentes y hago mía esta definición porque es hermosa, son como frutos de un bosque por el que uno se pierde con toda facilidad, un espacio lleno de sorpresas que por corazón tienen a un pez que pugna por escaparse de nuestras manos, pero sobre todo permiten experimentar, indagar nuevos territorios narrativos con mucha flexibilidad. En un relato se determina lo significativo, aquello que se cuenta sobre una base estricta y en la medida de lo necesario, de lo imprescindible, esa condensación que actúa siempre en favor de la intensidad, como elementos sustanciales de un género que, como afirmaba Julio Cortázar, todo debe conducir a una especie de fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo más grande, también, el cuento es, según Antonio Pereira, el resultado de saber una buena historia y saber contarla con la intensidad y brevedad necesarias.


 

       Los relatos que Manuel Ángel Morales Escudero reúne en Somnium tienen mucho que ver con esta afirmación, “intensidad y brevedad” porque en todos y cada uno de ellos se formaliza esa sabia mezcla de equilibrio que se produce entre la precisión y la vaguedad, puesto que el escritor berciano forma parte de esa raza de escritores que desde sus inicios como narrador concreta al relato como el auténtico arte de contar, superando en cada momento esa tesitura entre realismo y fantasía, entre formalismo y contenido, es decir, el proceso de escritura puro o la literatura de arte comprometido, porque cuando al cuento se le llamó la “nueva fabulación” en la que sirviéndose de la realidad o del dato histórico se descubre el revés de lo real y lo fantástico, se sigue inexorablemente la estela de la incertidumbre, de la realidad o de la irrealidad.                   

       Si se me permite un academicismo, una síntesis respecto al acertado sentido de un título, Somnium o sueño, es un término que procede del latín somnus; y una obviedad sería afirmar que, sin duda, los sueños resultan absurdos, o que una vez despiertos debamos considerar que estos se rigen por una lógica distinta, y sin duda alguna por ese motivo durante el sueño vivamos situaciones extraordinarias que nos resultan fantásticas, una mezcla de extravagancia y de normalidad que, una vez considerada, los hace sorprendentes y con suerte se convierten en literatura, porque el acto de dormir, y los sucesos o imágenes que se representan en la fantasía de alguien, mientras duerme, carecen de realidad o fundamento, y, en especial, se convierten en proyectos, deseos, esperanzas sin probabilidad de realizarse, aunque las historias imaginarias que Morales Escudero ofrece al curioso lector, le obligarán, una vez más, a preguntarse por el lugar que corresponde al espacio de la ficción, inevitable sombra esclarecedora de una realidad que, para los seres humanos, se muestra como ese otro lugar por su visión de auténtica fantasía, hechos y sucesos que, indiscutiblemente, pertenecen al ámbito de la mejor literatura.

       El narrador Morales Escudero traslada muchas de sus historias a ese mundo extraño, encuadrado en un marco donde la presencia de la muerte, entre otros elementos, actúa simbólicamente entre dos mundos diferentes, con acciones que se interfieren continuamente, e incluye, además, una “voz” que en ocasiones encierra alguna explicación de las acciones de sus cuentos, se queja de una vida decadente, que reitera, en cierta medida, el concepto de metaliteratura, una característica que se desarrolla en el conjunto de estos cuentos de variada factura y extensión que explicaría esa conciencia explícita del narrador y de sus personajes que, por supuesto, forman parte de una realidad imaginada, dirigida por esa especie de “demiurgo” que ofrece la literatura como auténtica salvación.

 

       La colección de cuentos, Somnium, descansa sobre una definición de lo fantástico que considera como tales aquellos textos que, ambientados en un mundo cotidiano semejante al del lector, presentan fenómenos, situaciones imposibles que plantean una transgresión de lo real, así el primer cuento, “La apuesta de Lucifer”, el más extenso, y una auténtica declaración de intenciones, es un homenaje a la presencia del diablo en la literatura, tema recurrente y constante, como igual de constante ha sido el terror manifiesto del ser humano a las tinieblas, y todas las historias que se han contado sobre él también propician la propia fascinación que genera el personaje. Todo lo que sabemos del diablo lo hemos ido aprendiendo de historias que nos contaron nuestros mayores o hemos leído, convertido en protagonista principal de la literatura, pero su historia se remonta al origen mismo del mundo, y para el ser humano primitivo, el paso del día a la noche debió ser algo aterrador, con la luz del día vagaba tranquilo, por la noche, bajo las sombras, estaba en constante peligro y lleno de temores y miedos, quizá por esto, en ese duelo entre la luz y las tinieblas dependía la suerte de la humanidad y pronto se relacionó que influenciado por el miedo, el ser humano relacionó la idea del bien con la luz y la del mal con la oscuridad. La historia de Lucifer, bien conocida, es como sigue, el más hermoso de todos los ángeles quiso igualarse con Dios y cometió el pecado del orgullo, fue entonces arrojado  a las tinieblas junto a sus seguidores, ángeles rebeldes, donde se convierte en Satán, más tarde  el cristianismo le da sentido a la palabra demonio, porque la referencia en el mundo griego, daimon, era de una divinidad como cualquiera, ni buena ni mala, pero al ser incluido en el contexto cristiano la palabra demonio  adquiere una  significación hostil, y a Lucifer, el portador de luz, esta nueva religión lo consideró el mismo que a Satanás, el diablo o demonio; es decir,  un ser sobrenatural que puede influir en las vidas humanas, tema y recurso que Morales Escudero utiliza para contarnos su cuento, o su historia, la nueva diablura o iniquidad que Lucifer propone a sus criaturas, esbirros como Abaddón, causante de guerras y conflictos, Samael, príncipe de los infiernos, serpiente engañosa de afilada lengua, Bacon, demonio de los celos, Belial, experto en robar almas de los viciosos y, finalmente, Lagase, diablo de la hipocresía, y así les encomienda conseguir el número de almas suficientes para derrotar al miserable y a su hijo, a quien llaman, Cristo. Una vez en su presencia, comparte con ellos su plan, organizar una competición, vagarán a la caza de almas y durante un prolongado espacio de tiempo, según Lucifer, le iré arrebatando la mayor cantidad de almas que haya conocido la historia de su venenosa tierra. Para lograr su propósito insta a sus criaturas a utilizar la mentira, la añagaza y la trampa, y donde encuentren paz, deberán convertirlo todo en discordia, donde hubiera amor, que reinara el odio. Y aún añadió que no faltaran robos, crímenes, traiciones, pero, sobre todo, pretendía que sus almas se postraran ante su trono. El relato hilvana así la guerra de Abbadón, o la transformación de Samael en el cuerpo de un pastor, el odioso Bacon capaz de arrebatar el más puro de los sentimientos humanos, el amor, los vicios que Belial había infundido en el alma humana, sobre todo el juego y sus infinitas posibilidades, y el más sutil, el más astuto y precavido de los demonios, Lagase, cuyas presas favoritas se encontraban en aquellos que hacían de la simulación la base de sus vidas: los políticos.

       No menos curiosa, el resto de la colección, cuando lo sobrenatural, o lo imposible no entra en con­flicto con el contexto en el que suceden los hechos, no se produce lo fantástico, y ocurre aquello que se ha dado en lla­mar literatura maravillosa cuyas historias se desarrollan en lugares donde conviven armónicamente lo real y lo sobrenatural, o lo que el lector no dudaría en calificar de sobrenatural si suce­diese en su mundo, como ocurre en “El escritor” y “La maleta”. El mundo construido en los relatos fantás­ticos siempre ofrece signos que puedan ser interpretados a partir de la experiencia de lo real que tiene el lector, y quizá por ello, la irrupción del fenómeno imposible provoca el extrañamien­to de la realidad, que deja de ser costumbrista o familiar y se convierte en algo incomprensible y, como tal, amenazador, ocurre en “La cepa” o “El teatro”.  Esta definición justi­fica que un buen número de relatos que exploran la distorsión de lo real mediante lo absurdo, lo alegórico, lo irónico o lo surrealista, como leemos en “El viajecito” o “Una nube”, pero no plantean esa transgresión omi­nosa que identifica y distingue al género fantástico. Lo maravilloso, a diferencia de lo fantás­tico, siempre se ambienta en un espacio inventado, o en un uni­verso paralelo en el que cualquier fenómeno es posible, lo que hace suponer al lector que todo lo que allí sucede es tan nor­mal como natural. En dichos textos, pues, no interviene nuestra idea de realidad, por lo que no se plantea transgresión alguna de esta, y puede ser posible, como en “Marionetas”, El ansia”, “Liberación” o “Diminutos”.

       La crítica, en general, sostiene que el microrrelato, los hiperbreves o los microcuentos son, sin lugar a duda, la literatura del futuro, a tenor de las prisas y del escaso tiempo de ocio del que disponemos a diario, pero nada más lejos de esta afirmación o consideraciones al respecto que no benefician a una literatura ensayada por autores como Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca, y antes a buena parte de creadores significativos del siglo XIX. Es indudable que algunos autores de relatos breves o de cuentos en su sentido más estricto, siempre han incluido en sus colecciones relatos de una variada factura que se alejan de esas premisas esgrimidas de prisas o escasez de tiempo, como ocurre en el caso de Morales Escudero que incluye una muestra significativa en este amplio apartado que contiene los cuarenta relatos o cuentos que combina y ajusta en una variada extensión que incluye algunos ejemplos que se acercan a ese concepto esgrimido de microrrelato que José María Merino concreta como un fogonazo de ritmo expositivo que sorprenden por la resolución de los mismos y en ellos, precisamente, se aprecia ese valor anecdótico que el autor otorga a muchas de estas historias, ocurre en algunas que ya hemos apuntado, y además en “Velocidad”, “El teatro”, “La trinchera”, “Madera de olivo”, “Navidad”, “El espectro”, “El náufrago”, “La fiera”, “El incubo”, “La alondra”, “Los cuerpos”, “La señal”, o “La visita”; en realidad, miniaturas, que tienen un hilo común conductor, al margen de su brevedad, la extrañeza de lo cotidiano, el misterio que nos otorga nuestra vida diaria, o esos otros temas que literariamente hablando suelen repetirse como la muerte, el horror, la historia, el sueño, la memoria y esos otros aspectos que asolan a la existencia del ser humano con sus aciertos y equivocaciones. Algunos son un fogonazo de ritmo expositivo que sorprenden por la resolución de los mismos y en ellos, precisamente, se aprecia ese valor anecdótico que el autor otorga a muchas de sus historias que desarrolla en unas líneas y nunca sobrepasa la media página. 

       Manuel Ángel Morales, que conoce muy bien el mundo, sabe que lo imprevisible puede encontrarse en todo lo que nos rodea, en los grandes acontecimientos y en las pequeñas cosas cotidianas, o esos sueños que se recogen en algunos de sus cuentos, sin duda los más cercanos en vivencias propias o historias familiares que se traducen en literatura, “Los barcos de papel”, “La casa de Montes”, o “La adopción”, textos que se caracterizan por su brevedad e intensidad, la elusión y su intensidad que convierten al ponferradino en el más absoluto dueño de la palabra, incluido ese concepto de oralidad tan habitual en su territorio, una característica que no excluye el cosmopolitismo y la sensualidad de la mayoría de los textos y así surge la realidad y la ficción en historias fácilmente reconocibles. El resto de historias, “Las voces”, “La conversación”, “La madre”, “Luz en la ventisca”, “El ángel negro” o “Volver” de mayor extensión, de estructura y variada temática, corroboran esa amplitud y profundidad con que se expresa el narrador leonés. 

          La prosa, precisa, del ponferradino se transmuta, en ocasiones, como si se tratara de otra de sus características a señalar, y es así como Somnium resulta una propuesta  de sencillez sublime, en tanto que se consigue percibir la realidad de unas vidas a través de una tendencia realista que incluye lejos de esas actitudes patéticas, un fino humorismo convencional, una ironía calculada y una sátira ejemplificadora como ocurre en “El abordaje”, “El ladrón”,  “El final”, “La alondra”, “La llamada”, o “Mataviejas”,  donde aborda toda una singular galería humana para hablarnos de un cariñoso trato de vecindad con sus personajes.

 

                                                    Pedro M. Domene

                                                    Otoño-invierno, 2021

 

miércoles, 15 de junio de 2022

Hoy imvito a...

 


amaneres

 

Impuestos

 

M. Ángeles Pérez

 

 

   

    Llegó la primavera con abundantes lluvias, las que hace ya mucho tiempo y, sobre todo en el sur, no habíamos podido disfrutar, llegó anunciando el supuesto final de una pandemia vivida al límite y con cierta intranquilidad, llegó con nuevos escenarios bélicos y con los que, por desgracia, nos hemos acostumbrado a convivir. La primavera también nos recuerda que tenemos que rendir cuentas, como buenos ciudadanos, ante la hacienda pública. Nos incomoda mucho tener que pagar impuestos y más nos fastidia que el vecino de turno nos vea como tontos bobalicones por no saber superarlo, en hacer la triquimaña oportuna, a la hora de realizar nuestra declaración.   Así somos, como niños ingeniosos y juguetones a ver cual comete la travesura más grande a la hora de tributar. Quizá tendríamos que ocupar más nuestra imaginación en demandar una buena inversión de esos impuestos en servicios públicos y de calidad. Por cierto, he hecho mi declaración y me ha salido a pagar, no me he enojado, al contrario, he brindado con un buen vino y espero, apaciblemente, al próximo año para tener que volver a brindar.

miércoles, 8 de junio de 2022

Miguel Ángel Muñoz

 

                            Una curiosa historia

  

                        

       La literatura nos enfrenta, como lectores, a propuestas que requieren de nosotros una atención especial, incluso un esfuerzo mayor para desentrañar la estructura de una historia que por expreso deseo de su autor le confiere a la obra una singularidad no apreciada hasta el momento y que, tras su lectura, despierta nuestro interés y nos produce esa gratificante sensación de enfrentarnos a la buena literatura.

       Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970) afirma que, el escritor necesita explicarse, aunque haya casos en los que se hace voto de silencio, confiando en la capacidad de un libro para decirse a sí mismo. Y añade como quedan algunos escritores, tan ilusos como soñadores, con la convicción de que sus libros bastan, dicen lo que el escritor no puede añadir, e insiste en que hablar sobre un libro es desnudar un misterio. No sabemos muy bien si por este u otro motivo, o porque se trate de un campo de experimentación, el cuento, de lento aliento, sigue dando la batalla en el panorama literario español y armado de valor el almeriense ha reunido, a lo largo de los años, una singular colección de libros de relatos, El síndrome Chejov (2006), Quédate donde estás (2009) y Entre malvados (2016). Publicado una investigación sobre el cuento en forma de libro de entrevistas, La familia del aire, 2011), y las novelas, El corazón de los caballos (2009) y La canción de Brenda Lee (2012). Su obra más reciente, Aposento (2021), es un curioso texto, un enfático proyecto que se inscribe en el más puro género narrativo, una novela que, en proporciones paralelas, se convierte en un diario, mezcla la autoficción, soslaya el ensayo en una calculada proporción, apela en esencia a la biografía, o se constituye de una manera fehaciente en homenaje a una forma de narrar característica y atrevida de la desaparecida narradora madrileña, Mercedes Soriano, autora de una prometedora obra que a lo largo de los 90 publicó cuatro novelas, hoy descatalogadas, Historia de no (1989), ¿Quién conoce a Otto Weininger? (1992) y Una prudente distancia (1994), aunque una de ellas Contra vosotros (1991), vuelve al panorama literario de la mano de La Navaja Suiza, la editorial que ha publicado, al mismo tiempo Aposento.

       El propósito inicial de este libro es indagar en el alejamiento urbano de Mercedes Soriano y su traslado voluntario a Presillas Bajas, paraje almeriense, ubicado en el Cabo de Gata, en un intento para entender las razones de esa distancia, de la desaparición de ese nombre que antaño tuvo su lugar en el panorama narrativo de la transición y que hoy, ni siquiera es reeditada y menos aún citada en ámbitos literarios. El volumen queda dividido en cuatro bloques, “La escritora (ensayo)”, un texto escrito en segunda persona en el que hay dudas, incertidumbres, y curiosos descubrimientos que Miguel Ángel Muñoz ya tenía en proyecto hacia 2002, tras leer una necrológica sobre la narradora madrileña, aunque debió pasar algún tiempo, años para alcanzar su propósito de un intento serio de escritura, antes se servirá de lecturas, viajes, meditaciones, incluso dudas y titubeos que lo sitúen en la perspectiva necesaria para escribir ese ansiado libro, y por supuesto su conocimiento literario y cinematográfico que se concreta en obras de Pascal Quignard, Peter Handke, Thomas Bernhard, Fernando Pessoa, o Charles Laughton, escritores y cineastas cercanos a lo íntimo, a la huida del mundano ruido.

        “Cartas” recoge lo escrito en un cuaderno para escribirle, en primera persona, unas misivas a Mercedes Soriano, en un intento de acercarse más a ella, de contarle su proyecto, de decirle que aún no se ha leído su obra, pero lo hará y, además, rechaza, totalmente convencido, entrevistarse con todos aquellos que la conocieron para respetar la privacidad y el alejamiento que ella misma eligió.

       El tercer bloque, “Lecturas”, se concreta en un acertado proceso de crítica literaria donde se analizan y comentan las obras de Soriano, aunque no se trata del repaso que disecciona un crítico sino el entusiasmo de un lector que desvela su admiración por una obra que le apasiona.

       El cuarto y último, “La novela”, es un texto breve, escrito en tercera persona, y Miguel Ángel Muñoz se ve a sí mismo desde fuera, se incluye en el relato, mientras trata de contactar con algunas personas de Presillas Bajas para que le cuenten algo de la escritora cuyas huellas busca allí. El texto, de profundo calaje, deja esas muchas posibilidades de terminar un relato, ofrece la perspectiva de un final abierto.

 


           

 

                Aposento

         Miguel Ángel Muñoz 

   Madrid, La Navaja Suiza, 2021