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martes, 14 de mayo de 2024

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      POÉTICA DE LA RABIA

 


       Una joven generación de escritores irrumpía en el panorama literario de Méjico, mediados los noventa, para convertirse en el movimiento “crack”, una de las primeras manifestaciones narrativas del siglo XXI, en realidad un experimento lingüístico y polifónico que reuniría las nuevas voces de Jorge Volpi (1968), Ignacio Padilla (1968) y Eloy Urroz (1967), 

       Jorge Volpi publica Enrabiados (2023) una colección de textos que cuestionan esa conexión entre lo viral y las redes sociales con una realidad íntima y cotidiana que se traduce como esas metáforas perfectas de nuestro tiempo. El narrador exploraba la media distancia en Días de ira (2011) y doce años después vuelve con Enrabiados a su escritura breve, a las formas de una absoluta concreción. El autor afirma que, “un cuento largo es, casi siempre, un mal cuento", y con semejante definición, Volpi se vuelve a internar en un territorio donde se dinamitan los límites de los géneros y las propuestas para establecer el concepto de breve y sus dimensiones. El volumen que ahora publica convierte su afirmación en una paradoja político-social, y parafrasea que si un cuento es una dictadura, una novela es la anarquía, y la media distancia se parece a la democracia, o incluso a la oligarquía; en realidad, es un mundo (léase, género) con pocas leyes que, sin embargo, se respetan. Resulta  obvio que en estos cuentos el autor se siente más libre, menos atado, ágil y cómodo dentro de su amplio y profundo conocimiento del espacio relato. Entrega cuentos que se mueven en ese difuso umbral poco habitual en la literatura breve escrita en castellano, donde "si una narración concentra su trama y reduce su número de personajes, pero posee el aliento épico de una novela, podríamos considerarla de media distancia así tenga veinte o treinta páginas”. Y ese “aliento épico, casi inaprensible, convierte un cuento en otra cosa”, esas otras cosas son con las que trabaja el mejicano, levanta acta y despliega ese mundo enrabiado.

       Esta nueva entrega, los relatos, “Irreversibilidad”, “Fatalidad”, “Sustentabilidad”, “Transparencia”, “Atonalidad” y “Poética”, de títulos tan carismáticos y de amplio significado expresivo, provocan en el lector una batería de interrogantes que completan la visión de las historias a contar: ¿qué entendemos por el concepto de irreversibilidad?, o ¿a partir de qué procedimiento una persona (personaje) puede convertirse en un teorema irresoluble?, incluso ¿qué es el destino y de qué manera condiciona nuestra vida?, y ¿un personaje de ficción puede convertirse en el protagonista de una declaración de principios? Nos confundimos, entonces, con esos interrogantes, nos sentimos maltratados por la desigualdad que propugnan los poderes, y para el narrador respiramos la ira de la sociedad. Vivimos enrabiados, y propone sus historias como si de un manual de esa rabia se tratara: Volpi disecciona, describe y profundiza de forma coherente en los espacios que generan nuestras contradicciones y las confronta en otros ámbitos y en las fisuras que cubrimos cada uno de nosotros.

       La colección Enrabiados es un auténtico catálogo de rabias en su versión más furiosa o colérica, asfixiante y angustiosa. Una de las características que mejor definen estas últimas décadas es la rabia, o mejor dicho, los distintos tipos de rabia, algunas gratuitas e irracionales, otras comprensibles y naturales. Nuestra vida política se ha crispado cada vez más y, si a ello sumamos el auge de las redes y en particular de Twitter,  como un espacio diseñado para que cada quien pueda expresar su rabia contra otros de una manera discriminatoria, eso nos hace vivir en un tiempo dominado por la ira frente a un mundo que nos resulta más hostil y no deseable. Volpi parte de la desigualdad para dejar constancia de esas rabias que derivan de la envidia o del rencor, y son explotadas por los políticos de todas las ideologías, pero hay rabias legítimas frente a la desigualdad, la injusticia y la impunidad que constatamos a diario, y una curiosidad al hilo del proceso de la creación que se desprende de estos cuentos es una sólida reflexión sobre la escritura y la literatura, un manual sobre ficción o sobre diversas manifestaciones como literatura undergorund, o literatura negra en su contexto mejicano. La literatura volcada en la propia literatura o, como leemos, "el eterno sueño de la literatura". El último de los relatos, Poética, es una sátira de lo que significan ciertas poéticas contemporáneas, una mofa al propio Volpi, narrador.

 


Jorge Volpi

Enrabiados

Madrid, Páginas de Espuma, 2024

 

jueves, 2 de mayo de 2024

Hoy invito a...

 


AMANECERES

María Ángeles Pérez

NEW YORK

 

 

 

 

El atardecer, algo nublado, no impedía que divisáramos las luces tenues de los rascacielos anunciando nuestra inmediata llegada. El aterrizaje, casi perfecto, recibió un merecido aplauso de los viajeros. Percibí cierto cosquilleo en el estómago, como si de un flechazo se tratase, al sentir que estaba pisando suelo neoyorquino. Desde el piso número veintiuno del hotel y por una ventana especialmente protegida contra suicidios, lo primero que pude observar fueron pequeñas motas amarillas representando al taxi típico de esta ciudad. La noche, escandalosamente iluminada, nos llevó a la plaza de Time Square convertida en el corazón de esta gran urbe. Una semana intensa, cumplidamente turística, acompañados y guiados por Alan, un cariñoso argentino afincado hace nueve años en la capital. La caótica aglomeración de coches se hacía insostenible, entonces mi imaginación me trasladó a Poeta en New York de Lorca, cuando ya, en el siglo pasado, denunciaba la deshumanización de la sociedad moderna reclamando una nueva dimensión humana donde predominase la libertad, la justicia, el amor y la belleza.

 

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

Hoy tomo café con…


Nuria Barrios

 


 

       Nuria Barrios (Madrid, 1962) es traductora y doctora en Filosofía. Es autora de las novelas Todo arde (2020) y El alfabeto de los pájaros (2011); de los libros de relatos Ocho centímetros (2015), Amores patológicos (1997), El zoo sentimental (2000) y Balearia (2004), y de los libros de poemas La luz de la dinamo Nostalgia de Odiseo y El hilo de agua. Su ensayo La impostora. Cuaderno de traducción de una escritora (2022) ha ganado el Premio Málaga de Ensayo. Como cuentista está presente en numerosas antologías, Páginas amarillas, Vidas de mujer, Cuentos de mujeres solas, Pequeñas resistencias, Tu nombre flotando en el adiós, Comedias de Shakespeare y Cuentos para ir y venir,la más reciente, Tsunami, miradas feministas. Imparte clases en el máster de Escritura Creativa de la Universidad Internacional de Valencia (VIU). Es la traductora al español del novelista irlandés John Banville/Benjamin Black, y sus últimas traducciones son Los muertos, de James Joyce y Mi nombre es nosotros, de Amanda Gorman. Su libro mñas reciente, publicado por Páginas de Espuma, es Amores patológicos (2023), cuya escritura suscitó en su momento, hace veinticinco años, tantos elogios como reacciones escandalizadas ante aquel mundo apasionado y excesivo, atento a la exploración del cuerpo como lenguaje del eros, y resulta asombroso comprobar cómo el poder perturbador de las voces de las mujeres cuando hablan de su deseo sigue hoy intacto.

 

 

¿Está usted de acuerdo en que por los libros no pasa el tiempo?

     Solo por los mejores libros parece que no pasa el tiempo. El resto envejece y muchos envejecen muy mal.

 

Desde sus comienzos, usted, ha alternado novela y cuento, ¿le condiciona la extensión de la historia a contar su historia?

       También escribo poesía, además de novela y relatos. Lo que deseo contar exige una voz determinada y también un género concreto. En mi caso, es la historia la que determina el género y nunca al contrario.

 

¿Piensa, como alguien ha señalado, que “el cuento es el retrato literario de una situación crítica” y quizá, por eso, valdría en todos los tiempos?

       Es curioso, pero nadie cuestiona si el cuento ha muerto o no, como sucede desde hace años con la novela. Las modas pasan, pero el cuento, como el dinosaurio de Monterroso, siempre está ahí. El género posee un poder extraordinario para radiografiar la sociedad y a las personas; es dinamita en buenas manos

¿Debemos considerar que su literatura se inscribe en un estado desmesurado, trágico, casi infernal?

       Habría que decir más bien que yo, como autora, poseo una clara conciencia de la muerte y de nuestra vulnerabilidad, que dota de una intensidad especial a mi literatura y que me hace apreciar mucho el humor.

 

Para la estructura de su anterior libro, Ocho centímetros (2015), ¿recurrió usted a un clásico concepto de contracción y de situación?

       No teorizo nunca mi trabajo cuando estoy escribiendo. Sólo me guío por un criterio muy básico: funciona o no funciona; y si no funciona, me pregunto qué falla y cómo debo cambiarlo. Normalmente, son los lectores quienes me indican aspectos muy interesantes cuando el libro ya ha sido publicado

 


Repasando su narrativa breve, algunos de sus cuentos están, de alguna manera, encadenados en su propia historia, ¿técnica o necesidad de extenderse sobre el tema?

       Hay historias que siguen rondándome con especial insistencia una vez terminado el cuento. Nunca hay un deseo de retomar cronológicamente lo ya contado, sino de abordarlo desde otro escenario, a veces incluso tangencialmente. Dejo pasar tiempo para poner a prueba la historia y a mí misma y, si el deseo persiste, si tengo la certeza de que lo que quiero narrar es distinto, no una mera prolongación de lo anterior, y, sobre todo, si tengo claro cómo quiero contarlo, inicio un nuevo relato.

 

¿Quién no leyera Amores patológicos (1997) hace veinticinco años y lo haga ahora, tendrá la misma perspectiva sobre esa denominada exploración del cuerpo?

     Una de las grandes sorpresas de la literatura es que nunca sabes qué vida adquieren los libros que escribes en las mentes de las personas que los leen: qué sorpresas causan ni qué asombros suscitan ni que escándalos provocan ni qué sensaciones o qué ideas generan. 

 

¿Lo lascivo y lo bello, cree usted, que en cierto modo  se complementan?

     No necesariamente: lo lascivo puede resultar extremadamente desagradable y lo bello no tiene por qué estar vinculado a la lascivia.

 

Leyendo su libro, ¿qué conlleva el amor patológico?

     En el caso de mis relatos, el deseo de que la pasión no acabe nunca y el cortejo que acompaña ese deseo: obsesión y dolor.

 

¿El amor tiene, visto desde una óptica personal, mucho de fetichismo?

     El amor pasional es una hoguera y para mantenerla viva hay muchas técnicas y entre ellas está el fetichismo.

 

Para usted, como hemos leído en alguna entrevista anterior  ¿la literatura sigue siendo un porcentaje de curiosidad y otro tanto de humildad?

     No sé si alguna vez definí así la literatura. Ahora mismo, ampliaría sin duda la definición, mantendría en ella la curiosidad y eliminaría la humildad.

 

¿Sigue siendo válida su tesis de una exploración del cuerpo como lenguaje del eros, para un libro tan sensual como Amores patológicos?

     Es válida para mí, lo fue para muchas lectoras y lectores y, con fortuna, lo seguirá siendo para las nuevas personas que lo lean.

 

¿Una narrativa para que perviva en el tiempo necesita, verdaderamente, respirar con la intensidad necesaria?

     Sin duda. Un libro es un organismo vivo o, al menos, aspira a serlo. Un organismo vivo respira.

 

La calculada estructura y los límites a los que somete estos “amores”, ¿podría ser que calificásemos su libro como una suerte de novela?

     Es una obra híbrida: un libro de relatos que puede ser leído como una novela, o una novela estructurada como un libro de relato.

 

Siempre ha calificado usted de transgresora, desmedida e, incluso, híbrida la pasión de estas historias, ¿fue importante entonces y lo sigue siendo hoy?

     Fueron los críticos quienes definieron así Amores patológicos cuando apareció por primera vez. Me gustó su definición, es un retrato preciso de la pasión.

 

Estos “amores patológicos” proponen una escritura del cuerpo, del deseo y de la sexualidad de la mujer desde una visión muy particular, ¿sigue siendo válida esa pretensión al reeditar este libro?

     Por supuesto. El cuerpo, el deseo y la sexualidad de las mujeres han sido descritos y escritos por hombres durante siglos. Es una visión incompleta y, a menudo, estereotipada. ¿A usted no le interesa escuchar qué tienen que decir las mujeres sobre su deseo y su sexualidad?

 

¿Hemos aprendido y olvidado, de alguna manera, esa dominación masculina?

     Es difícil escapar de una visión de siglos. Pero nada es inmutable.

 

¿Sus personajes se rinden al amor?

     Mis personajes aman el amor.

 

La locura, la que conlleva el amor, leído su libro, ¿sigue siendo tan creativa como destructiva?

     La creación requiere siempre un punto de locura. También el amor.

 

¿Es necesario tener un profundo sentido del humor para que como lectores disfrutemos de Amores patológicos?

     Es necesario tener sentido del humor para disfrutar de todo. También del amor.