Vistas de página en total

martes, 31 de mayo de 2022

Cuaderno en blanco


 

Mayo, 2022

 

       Es el mes de las flores por excelencia, del buen tiempo y el preámbulo de un verano que asomará en los días previos a junio, días largos y paseos con buena temperatura. Y de momento, dos retos, entrevistar a Manuel Moyano, cordobés, afincado en tierras de Murcia,  y una página sobre Kerouac y esa generación beta que tanto juego ha dado literariamente. No sé sie el tiempo restante llevarán mis intereses a otras perspectivas que de momento no cuantifico.

       Partes de guerra reúne un buen puñado de relatos en torno a la guerra civil española que antologa Ignacio Martínez de Pisón y que, tal vez, requiera una página completa del suplemento. El tiempo juega en nuestro favor.

       Envío entrevista a Ana Rossetti que me acusa recibo y promete contestar ñp antes posible, y mientras escribo y oerfilo una reseña sobre Perrita Country, la última novela de Sara Mesa que cuenta la historia de una perrita y un gato. Curiosa y amena.

       El final de mes promete, entrevista a Rossetti recibida, eñ volumen de Colombine editado y en distribución, y como siempre, cada 29, como diría la canción, celebraré mi nuevo cumpleaños, y espero que se torno un día alegre y bonito.

miércoles, 25 de mayo de 2022

Hoy tomo café con…

 

Reinaldo Jiménez, consigue, con Sobras de pan, el V Premio

Internacional de Poesía Jorge Manrique, 2021.

 

       “Lo esencial es no perder la capacidad de la mirada sobre el mundo que nos rodea, mirar es lo que nos hace detenernos, sentir, reflexionar. En este ámbito de la mirada se va gestando mi poesía”.

 


 

       Reinaldo Jiménez (El Cerval, Almuñécar, Granada, 1969), es maestro. Ha publicado los libros, O la sien sobre el lodo (2000), Al paso volador de las perdices (VII Premio de Poesía Enma Egea, 2001), Paisajes sobre el agua (VII Premio Tardor de Poesía 2002), El vuelo único (X Premio de Poesía Alegría 2006), Habitarás la casa (XIX edición del Premio Bienal de Poesía Provincial, 2012), De la mano (XXI Premio de Poesía Antonio Machado, 2017) y, el más reciente, Sobras de pan (V Premio Internacional de Poesía Jorge Manrique, 2021).

 

El verso, la estrofa y el poema siguen viniendo, aún hoy día, a su encuentro?

 

       Lo esencial es no perder la capacidad de la mirada sobre el mundo que nos rodea, mirar es lo que nos hace detenernos, sentir, reflexionar. En este ámbito de la mirada se va gestando mi poesía, aún mucho antes de hacerse verso, estrofa, poema o libro. Mirar es salir a ese encuentro con lo que quiere decirse de una forma más plena. Ese es mi empeño.

 

¿Sigue siendo válida, entonces, esa “verdad machadiana” para que  entendamos su poesía?

 

       Sin duda alguna, porque la verdad machadiana es una verdad metafísica que hace referencia a una teoría del ser y a que nos comuniquemos y nos entendamos los unos con los otros. La búsqueda continua de esa verdad es la que debe hacernos mejores y crecer en cualquier ámbito de la vida. Hay una aspiración en mi poesía en este sentido; Sobras de pan incide de manera más depurada quizá que otros de mis libros en este aspecto.

 

 

¿Por qué es tan fuerte para usted el vinculo con el espacio y la Naturaleza?

 

       Me gustaría rememorar aquí las palabras de la poética con que participaba en la antología “Neorrurales” porque creo que contestan con precisión. Decía en ella que ya de niño advertí la trascendencia a la que invitaba el entorno natural que me rodeaba: la propia naturaleza en su renovación y en sus caducidades, el vínculo primigenio y esencial entre la tierra y los seres que la habitan. Toda esta vivencia no sólo me abrió los ojos al asombro del mundo, sino que me ayudó a fraguar un posicionamiento ante la vida, casi en el sentido de De rerum natura de Lucrecio, ya que vino a disipar muchos miedos al aceptar que somos parte de la naturaleza y de su discurrir, de sus certidumbres y de sus incertidumbres.

 

¿El verso, en su poesía, se expone y se entiende como una lógica de síntesis?

 

       Sabemos lo que se pierde desde la intuición primera, la emoción, la idea que pretendemos reflejar en un poema hasta llegar a él, a veces queremos compensarlo con demasiados recursos o palabras que acaban alejándonos de ese latir primero que lo impulsó. Encontrar las palabras y los recursos justos supone un gran esfuerzo. Pero mejor así, y que el poema crezca en el lector.


 

El lector cuando abre alguno de sus libros se encuentra con un sereno clasicismo, ¿sigue siendo válido ese carácter lírico frente a un mundo tecnológico?

 

       Creo que sigue siendo válido y que es necesario porque nos invita a pararnos y mirar el mundo con serenidad, a pensar y a sentir. La tecnología debe ser aliada y un recurso para del pensamiento crítico y la educación de la sensibilidad. Yo soy maestro y es emocionante conjugar ambas cosas porque el resultado es enriquecedor, pero me conmueve sobremanera cuando a veces es únicamente la palabra de un poema leído desde la emoción la que provoca el silencio y abre el misterio en un aula. Ese lirismo permanece y es parte nosotros.

 

El campo, el paisaje, la vida serena, en definitiva, ¿fundamentan y soportan el peso de su poesía?

 

       Son parte predominante de ese andamiaje que sustenta mi poesía junto a otros ejes o símbolos recurrentes que enmarcan y propician ese tono meditativo o reflexivo, pero no son el fin en sí mismo en la mayoría de las ocasiones. Con cierta perspectiva, creo que hay detrás de estos temas, además de la emoción, la enseñanza, un intento de hacer trascender un discurso, que también es racional, de llegar con la poesía dónde no se puede llegar de otra manera.

 

Parece  que, con este nuevo poemario, ¿debemos seguir alimentándonos, como antaño, de esas Sobras de pan (2022)?

 

       Sobras de pan simboliza e incide en valorar lo esencial de la vida, lo sencillo, lo humilde, el esfuerzo, el trabajo, la tierra, la palabra, el respeto y el afecto por los seres que nos rodean. También evoca la imagen de la conciencia, apenas una sobra de pan en medio de nuestro desconocimiento. Todos deberíamos tener muy presente el valor de esas sobras de pan, alimentar nuestro espíritu con ellas. ¿Es que acaso ahora no es antaño?

 

Una curiosidad, ¿los premios ayudan de alguna manera a una mayor difusión de la poesía?

 

       Seis de mis siete libros de poemas han visto la luz gracias a que han tenido la fortuna de ser premiados. En mi caso, estos reconocimientos han propiciado la edición de las obras y su difusión. Que estos libros, por otra parte, vayan ligados a nombres como José Hierro, Antonio Machado o Jorge Manrique no solo ayudan a la difusión de la obra propia, sino a mantener viva la de otros, y esto es muy gratificante.


 

 

Este poemario reciente se abre con un hermoso poema a la madre, “El horno” y se cierra, con otro, no menos profundo al padre, ”Sobras de pan” ¿principio y fin de todo?

 

       El libro se estructura en torno a tres poemas axiales, los que se mencionan en la pregunta y uno central, De noche al abrazarla, que dedico a mi hija. Este esqueleto genealógico pretende centrar la atención sobre lo humano, sobre la enseñanza que se da y la que se recibe, aún sin pretenderlo, y en esa continuidad, más que en un principio o un fin como tal. La memoria,  la gratitud, el abrazo de la propia vida en los nuevos seres frente a todo lo que acaba es una forma de permanencia: “Lo que acaba no acaba/nada muere en su muerte.”

 

Ese horno y ese pan, ¿ejemplifican un pasado que siempre vuelve?

 

       Es al tiempo un pasado que nunca se ha ido del todo, pero al que tampoco podemos regresar plenamente. Recuerdo, siendo yo niño, a mi madre aguardando aquel pan en la boca del horno, a mi padre, pocos días antes de morir hablándome de lo que significaban para él aquellas sobras de pan que habían quedado sobre la mesa. Ambos son símbolos de lo que se hace con entrega y amor, aun dentro de la incertidumbre de la vida, tal vez por eso sean signos que no borra el tiempo.

 

¿Duele reflexionar tan profundamente como ocurre en muchos de estos poemas de Sobras de pan?

 

       Claro que duele. Sobras de pan es un libro que ha surgido en este tiempo de pandemia, con lo que ello conlleva, que está atravesado por la muerte, la de mi padre y la de algunos amigos muy queridos que se fueron demasiado pronto. Hay una reflexión sobre la propia existencia y en ella cabe la celebración, pero también el dolor y su aceptación. Convertir este dolor en canto, en poema, no admite impostura.

 

¿Siempre recurre a lo sencillo para, de alguna manera, servir de ejemplo a sus seres más queridos?

 

       En mi libro anterior, De la mano, escribía estos versos en un poema dedicado a mi hija: “Con axiomas sutiles has tejido / al cabo de los años la estrategia / para hacer de los días una casa habitable: / el amor sobre todo, lo sencillo, / aprender humildad en aquello que miras, / sentirte en el caudal de este mundo que fluye.” Creo que dan respuesta a la pregunta.

 

Un poema como “Petirrojos”, ¿nos devuelve la fe en el paso del tiempo?

 

       Esa imagen de los petirrojos en el olivar cuya flama minúscula, pero cálida y crecida en la emoción, atempera el invierno, nos alienta contra el paso del tiempo, nos anuncia ese discurrir de las estaciones, un advenimiento; pero también es la prevalencia en la percepción de lo más leve, el plumaje inflamado de unos pájaros, frente a la poderosa imagen de un olivar tomado por la escarcha. Esa flama de los petirrojos que incendia el olivar, sí, nos devuelve la fe en el paso del tiempo.

 

¿Las palabras, para usted, ungidas de un auténtico misterio, nos acercan al ámbito inefable del más allá?   

 

       Dice Antonio Gamoneda que las palabras nos acercan al territorio de lo impronunciable. En Sobras de pan poemas como En el huerto, Lindes, Nigredo o La palabra primera tratan de indagar en esta idea. Cuando un poema nos lleva a esta frontera, las palabras cobran ese misterio, que tal vez preceda a lo impronunciable, al mismo silencio.

viernes, 20 de mayo de 2022

jueves, 19 de mayo de 2022

Adiós a...

Muere el escritor Domingo Villar

 


 

       El gallego de 51 años permanecía ingresado tras sufrir el pasado lunes una hemorragia cerebral

       Domingo Villar (1971) era uno de los escritores gallegos más reconocidos gracias a la traducción de sus libros a varios idiomas, a partir de las versiones originales en gallego y castellano. 'Ojos de agua' fue su primera novela, publicada en 2006, seguida de 'La playa de los ahogados'. En ambas, Vigo tiene un papel protagonista.

       El escritor de novela negra fue uno de los galardonados con el premio Vigués Distinguido este año, gracias a su obra, reconocida en todo el mundo.

       Afincado en Madrid desde hace casi 30 años, le gustaba describirse como «un pesimista alegre» y como un «artesano que cuenta historias despacito y que habla de personajes emocionados».

 

Relación de títulos

2006: Ojos de agua,

2009: La playa de los ahogados,

2019: El último barco,

 

miércoles, 18 de mayo de 2022

Hoy invito a…

 

 


amaneceres

 M. Ángeles Pérez

 

Teresa

 

       Teresa no ha venido a este mundo con un pan bajo su brazo. Llegó, prematuramente, cuando nos desbordaba la sexta oleada de una pandemia de la que aún nos quedaba mucho por aprender, y ante los malos augurios de una guerra que, por desgracia, se cumplieron.

       Desde el corazón de su incubadora, Teresa mostraba su inocente mirada hacia la vida, y nos contagiaba indefinidas sensaciones con las que nuestra mente podía permitirse el lujo de imaginar y de aventurar. Teresa, a pesar de las adversidades, recibía diariamente la visita de sus mamás que le transmitían su inmenso amor y cariño, se sentía la niña más querida del universo y luchaba por superar los obstáculos que, de una manera temprana, se habían interpuesto en su camino. Teresa ahora disfruta, en su hogar, del calor y los mimos de quienes tanto la quieren. Y, es cierto, no nos ha traído ningún pan bajo su brazo, pero ha inundado nuestras vidas con la sonrisa más alegre, con la mirada más tierna, y ha tenido el poder de despertarnos sentimientos que teníamos casi olvidados y adormecidos en algún rincón escondido de nuestro corazón.

jueves, 12 de mayo de 2022

Virginia Woolf

 

                             
                                     
Un Orlando ilustrado

 

             Alianza publica el clásico Orlando ilustrado por Alicia Caboblanco

    

         

       Adeline Virginia Stephen, (Londres, 1882-Lewes, Sussex, 1941), hija de sir Leslie Stephen, crítico e historiador, creció en un ambiente de literatos, artistas e intelectuales. Su padre fallece en 1905, y se estable con su hermana Vanessa y sus dos hermanos en Bloomsbury, un barrio londinense, centro de reunión de antiguos compañeros universitarios de su hermano mayor, intelectuales como el escritor E. M. Forster, el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, parte del grupo Bloomsbury. Conoció a Leonard Wolf, con quien se casó en 1912. Economista y miembro del grupo, fundó en 1917 la editorial Hogarth Press, que editó la obra de Virginia y otros escritores del momento, Katherine Mansfield, T. S. Eliot o Sigmund Freud. Virginia Wolf había empezado a escribir en 1905 para The Times Literary Supplement, pero en sus primeras novelas, Fin de viaje (1915) y Noche y día (1919), no percibe su intención de romper con moldes narrativos heredados de la novelística inglesa anterior, la subordinación de personajes y acciones al argumento, o descripciones de ambientes tradicionales; pese al esfuerzo editor de su hermano, sus primeros títulos apenas merecen consideración, pero novelas posteriores le darán celebridad en vida, La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando (1928) y Las olas (1931). La obra de Virginia Woolf es un diálogo con Bloomsbury, su tendencia hacia el racionalismo doctrinario, y desaparecidas la acción y la intriga sus narraciones se esfuerzan por captar la vida cambiante e inasible de la conciencia humana.

 

 

Feminismo

       La narradora, Virginia Woolf, fue la única mujer que se atrevió a escribir sobre las injusticias o las aspiraciones intelectuales, políticas, sociales e incluso, sexuales que sufrían las mujeres en la primera mitad del siglo XX. Consciente de semejante arbitrariedad consiguió construirse un mundo propio y legó una notable obra frente a ese mundo hostil masculino que se decantó por el heroísmo de una guerra que asoló Europa durante años; se posicionó como una de las mujeres más relevantes de la literatura modernista y convirtió la figura femenina en protagonista de su mundo de no ficción.

       Virginia Woolf dejó constancia de un inigualable legado literario y sociológico que hemos venido recordando día tras día porque reivindica, una y otra vez, sus postulados feministas con historias que pusieron a la mujer en el foco de atención cuando el hombre era el protagonista indiscutible y se mofaba de ese falso feminismo que conllevan las injusticias sociales o laborales que vivían las mujeres a diario plasmadas en las páginas, que con tanto anhelo, escribió porque, entre otras muchas características, fue una de las primeras escritoras en darle espacio a las emociones, a tratarlas con normalidad en unos duros tiempos de frialdad y de hostilidad. Escribió y se manifestó sobre las interpretaciones sociales, muchas veces calladas en su época, como la salud mental, el mundo de los sueños o la sexualidad femenina, todo mediante personajes que exteriorizan sus pensamientos en monólogos internos, generando a quien los leyera una reflexión propia.

       Sus novelas se caracterizan porque son tan cautivadoras como experimentales, una narrativa que nos transporta a lugares inusuales, y mezcla acontecimientos con pensamientos de los protagonistas de sus historias que, de alguna manera, llevan al lector a un mundo lírico y virtuoso, aunque su realidad trascienda como ocurre en Un cuarto propio, donde defiende que toda mujer que desee dedicarse a la literatura debe disponer de  dinero y de una habitación propia. Como mujer e intelectual inspiró al movimiento feminista liberal sufragista, cuyo discurso giraba entorno al hombre como salvador del mundo, aunque hoy nos ha dejado un gran legado personal que refuerza la lucha feminista que libran las mujeres de nuestra sociedad.

 

 

Un Orlando ilustrado

 

       Orlando es la primera novela de la historia que tiene como protagonista a una persona transgénero, un término general que asociamos a aquellas personas cuya identidad y expresión de género se diferencia de las que están típicamente asociadas con el sexo que les fue asignado al nacer, aunque en la novela de Woolf, Orlando es un joven de la nobleza, un hombre soltero y codiciado que un día se despierta y descubre que su cuerpo ha cambiado y que ahora es una mujer. Virginia Woolf, publicó este libro en 1928, e imagina las posibilidades que existen más allá del conservadurismo victoriano y se propuso crear un protagonista que trascendiera los límites del binomio de género que clasificaba el mundo masculino y femenino; la autora irá desdibujando constantemente la línea imaginaria que divide el concepto tradicional de ambos géneros, y plantea ya en las primeras páginas de la novela, cuando Orlando se enamora de una princesa rusa, esa posible pista del argumento y cuanto ocurrirá a lo largo de la historia porque el joven se enamora de Sasha antes de saber si él es un hombre o una mujer, una inequívoca premisa que subyace en la biografía de este singular Orlando: el amor no tiene género.

       La razón esgrimida para justificar el proceso de escritura de esta obra se encuentra en la propia biografía de la autora, y en la relación amorosa que mantuvo con Vita Sackville-West durante tres años, a quien dedicaría el libro, una auténtica declaración de amor, como había dejado escrito en su diario poco antes de redactar la novela, “el personaje protagonista es Vita, aunque con el cambio de un sexo a otro”, aunque Virginia Woolf utilizará el cambio de género de Orlando para poner en evidencia el machismo y la opresión que comprenden los roles de género tradicional atribuidos a la sociedad de su tiempo y, además, pondrá de manifiesto ese contraste entre la infinidad de posibilidades que Orlando ha vivido como hombre antes de su transición y las pocas opciones que le quedan después, y se convierte en la crítica más fehaciente y aguda de la novela porque la narradora hace uso de la sátira para resaltar las injusticias patriarcales del momento histórico vivido. 

       Una vez más, y como es habitual en su propósito, Virginia Woolf recurre a la escritura como actividad artística e intelectual para manifestar su actitud vital y el compromiso literario adquirido con el paso de los años, y leemos que Orlando pasa la mayor parte de su tiempo escribiendo, cuando es retratado como un hombre la sociedad acepta que él se dedique a esta actividad y es tomado en serio como escritor; sin embargo, cuando se convierte en una mujer, la sociedad no tolera que ella se dedique a  escribir porque, la autora, en la voz del narrador considera que es una mujer, una mujer hermosa, y una mujer en su plenitud, pronto abandonará este simulacro de escribir.

       La editorial madrileña, Alianza, publica Orlando, traducido por María Luisa Balseiro que ha sido bastante fiel al original, reproduce los matices de significado con exactitud, reconoce y ha salvado aquellas diferencias de expresión y conecta con sus lectores  porque ha ido más allá del contenido mismo de esta singular novela, está magistralmente ilustrada por Alicia Caboblanco, una edición que se convierte en un curioso ejemplar de colección y ofrece la lectura de una constante reflexión acerca del papel de la mujer en la sociedad, y constata la capacidad de su autora para que la subjetividad de sus personajes se conviertan en el paradigma reivindicativo femenino.

 


Virginia Woolf, Orlando; trad., de ;aría Luisa Balseiro; ilustr., de Alicia Caboblanco; Madrid, Alianza, 2022; 245 pp.

 

miércoles, 11 de mayo de 2022

Sabías que...

           “Amo la traición, pero odio al traidor”.

                                                             Julio César

 

miércoles, 4 de mayo de 2022

Hoy tomo café con…

 

Francisco López Barrios

 

En diferentes fases discontinuas de mi vida había escrito y publicado libros de ensayo, novela e incluso una obra de teatro, cuando descubrí el relato de media distancia me encontré cómodo y disfruté escribiendo”.


 

       Francisco López Barrios (Granada, 1945) es periodista, gestor cultural, crítico y articulista que había publicado dos novelas, Dicen que Ramón Ardales ha cruzado el Rubicón (1976) y Alguna vez, más tarde y para siempre (1984), las colecciones de cuentos, La noche de terror del terrorista (2002), Yo soy todos los besos que nunca pude darte (2015), El violinista imposible (2019) y la novela, Amado pulpo (2017). Ha publicado recientemente, La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, en una casa de lujo de una ciudad de lujo, sometida a la más rigurosa de las democracias y repleta de padres honestos y niños felices (2021) y  el Premio Literario Internacional Gatelli Canne al Vento, en Italia.

 

 

¿Uno se retira de la primera línea informativa, y se refugia en la soledad de la literatura?

       En mi caso, así fue. Tras el cierre de El Independiente, donde fui redactor-jefe de cultura, decidí abandonar la profesión.  Los tiempos estaban cambiando y lo que venía no me interesaba, compré una tierra en un pueblo de Almería, Cuevas del Almanzora,  con un cortijo semiderruido que restauré. Realicé los cursos de la Junta de Andalucía para convertirme en un experto en agricultura ecológica del olivar, planté el primer olivar ecológico de la comarca y mientras los olivos crecían cultivé melones, coliflores, alcachofas y sandías. En el campo aprendí de todo, aunque es una vida dura y sana que te permite dar de mano por la tarde, después de pegarte una ducha, y compartir una cerveza con el vecino sentado a la puerta del cortijo dándole la razón a Prótagoras cuando dijo que “el hombre es la medida de todas cosas”: de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son”.

 

La noche de terror del terrorista (2002), ¿supone un antes y un después en su narrativa?

       Ese fue mi primer libro de relatos. En diferentes fases discontinuas de mi vida había escrito y publicado libros de ensayo, novela e incluso una obra de teatro, cuando descubrí el relato de media distancia me encontré cómodo y disfruté escribiendo.

 

Un salto en el tiempo, Yo soy todos los besos que nunca pude darte (2015),¿quizá dos relatos con mayores pretensiones?

       Dos relatos. La novelas tienen otro tratamiento estructural y narrativo. El relato es más sintético, como un puñetazo en la mesa, un bisturí que con un solo tajo desmembra la realidad. Son dos posibiidades que me interesan y que no exluyen otros empeños. Ahora estoy inmerso en la escritura de una novela de la que llevo escritos mas de 400 folios, y no descarto volver al relato si sigo con fuerzas y ganas de escribir.

 

¿El narrador de Amado pulpo (2017) se sirve del mundo animal como pretexto para explorar cuanto pueda ser enjuiciado en el ser humano, sus virtudes y sus defectos, sus ambiciones y sus sueños?

 

       Sin duda. El pulpo protagonista, que ha  aprendido a leer gracias a su enorme inteligencia y que con su relación amorosa con la chica que antes le comentaba, entra en contacto con la sociedad de los humanos, encuentra  en ella puntos criticables y otros no tanto. Claro que detrás de los personajes de la historia se encuentra el autor del texto que los pone en pie. Esa es la realidad.

 

Un autor, de esmerada precisión, vuelve siempre al relato, ocurre en El violinista imposible (2019)?

       El relato me permite trabajar más el texto, insuflarle registros poéticos que en las distancias largas son  menos viables. Me muevo con igual comodidad en el  largo que en el corto. El primero con desarrollos argumentales más amplios; el corto una brusca irrupción del bisturí para aflorar el mal oculto.

 

En el cuento que da título al volumen, ¿le devuelve usted al violinista olvidado a su carmen, a ese paraíso, y se convierte en el alma de una Granada de embrujo?   

       Su pregunta me lleva a una reflexión sobre la  contrafigura entre la Granada en vísperas de la guerra civil española que se desencadenará en la ciudad unas horas después de que ocurran los sucesos que se narran y el carmen idílico que podría ser el alma de una Granada que se encuentra más allá de los avatares humanos. El violinista es un burgués progresista, que vive en una especie de paraíso aislado y particular y paga con su vida la visión idealizada de una  realidad durísima  que se desarrolla a pocos metros de su casa y que traerá un racimo de muertes irremediables, entre ellas la suya. Le agradezco su pregunta, demuestra una vez más que los lectores recrean las propuestas de los autores descubriéndoles nuevos sentidos.


 

El título de su último volumen de cuentos ¿es una declaración de intenciones, una crítica a los convencionalismos?

       Se puede interpretar así. Me cansa en la narrativa actual la repetición argumental, el punto de vista “correcto” del autor y los personajes condicionados por las modas ideológicas, por los usos y costumbres dictados por una moralina seudoprogre que lleva camino de dejar pequeña a la moral que impuso a sangre y fuego la iglesia católica. Una moralina disfrazada de modernidad que contamina la narrativa de un infantilismo atronador. Exijo, no pido, respeto para la libertad de creación. Y si en el libro aparecen situaciones que el lector no comparte, sea este un ciudadano normal o una ministro del gobierno, que cierren el libro y se olviden de él. Por supuesto, no me refiero a insultos diredctos personales o a instituciones civiles, religiosas, etc. Ese es el burdo recurso al escándalo con pretensiones de originalidad.  Nada que ver con la libertad de fondo que defiendo.

 

La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, en una casa de lujo de una ciudad de lujo, sometida a la más rigurosa de las democracias y repleta de padres honestos y niños felices (2021), ¿ seis relatos de tono diferente y un nexo que los une?

       En efecto, seis relatos de transgresión de diversos tabúes y es el carácter transgresor el nexo que los une. Como anécdota divertida, contar que el libro me lo rechazó la directora de una gran editorial española argumentando que era “un disparate porque en nuestro país no pasan esas cosas”. Precisamente ese relato ganó el premio Andalucía de la Crítica.

 

El fútbol, el carpe diem, la política, el miedo, los mundos enfrentados o el lirismo más absoluto, ¿vertebran el mundo retratado en estos relatos?

       Vivimos una aparente y confortable normalidad pero eso solo si nos miramos en el  espejo encargado de falsearla. La realidad es disparatada, absurda, injusta, surrealista, estúpida. Cada día desaparecen miles de personas sin que nadie vuelva a verlas, se celebran ritos mortales genocidas y exterminios en nombre de banderas e identidades irrelevantes. Nos alimentamos de mitos absurdos. niños inocentes, mujeres víctimas de los hombres, como si todos los hombres fueran iguales en la maldad y las mujeres en la bondad, la sexualidad normalizada. De estas cosas escribo en el libro.

 

La última pregunta, obligada y sincera, ¿a estas alturas qué supone ganar  el Premio Literario Internacional Gatelli Canne al Vento, en Italia?

 

       Una alegría grande, en especial por la calidad de un jurado presidido por Neria de Giovanni, presidenta de la asociación internacional de críticos literarios. Participaron escritores de todo el mundo, incluidos lugares tan remotos como Hawai y Pakistán y se recibieron originales en inglés, francés, español, italiano y sardo. Fue una sorpresa, un renovado estímulo  y un motivo de agradecimiento para el jurado, en el que había también un crítico español, Ángel Basanta.