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miércoles, 30 de diciembre de 2020

Peter Stamm

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                                               Paisajes nevados

 

                    

       Los relatos breves del suizo, Peter Stamm (Weinfelden, 1963), se caracterizan por la intensidad, el uso extensible de la elipsis y, sobre todo, por la incapacidad, en su mayor parte, de sus personajes para expresar lo que piensan o sienten, algo que les lleva a una profunda tensión que acaba generalmente en nada. El narrador afirma que, casi siempre, alcanza un determinado estado de ánimo cuando escribe, y a través de ese sentimiento le surge el lenguaje. El tono esencial de su escritura ilustra a un individuo cuando se expone a lo desconocido, de ahí que su literatura, sus novelas y sus relatos, describan momentos en los que todo puede ser posible, y entre las muy notables características de su prosa, el paisaje surge con paralela fuerza, cobra inusual presencia en sus cuentos que resultan tan áridos y frágiles como se dilucida por la extremada precisión y la fuerza del lenguaje empleado, o por sus acertadas y milimétricas descripciones. Sencillez y una inteligible capacidad para construir ambientes resumen, aún más, su obra. Los personajes de Stamm tienen el privilegio de intentar convivir en la más absoluta cotidianidad, no se les exigen reacciones extraordinarias, ni deben mostrar actitudes de héroes, pese a las angustiosas situaciones sufridas, aunque en ocasiones logran salir indemnes del dolor que les causa su melancólica circunstancia. En uno de sus textos más poéticos, “A los campos hay que acudir...”, escrito en segunda persona, que puede leerse en una de sus colecciones más valoradas, Los voladores (2010), se cuenta la vida de un artista que aún en el fracaso de su arte, logra triunfar.

       La literatura de Peter Stamm, antes que un entretenimiento, se muestra como una vía de conocimiento y algunos de sus personajes sobreviven a un existencia que se derrumba por completo, su vida desaparece en un instante, deben empezar de cero, y es así como constatan la necesidad de conocerse a sí mismos, aunque la historia no siempre acabe bien, pero al final sabrán más sobre ellos de lo que sabían al principio. Todos se aproximan a su esencia, y en ese sentido podría decirse que se acercan a un final feliz, como ocurre en Marcia de Vermont. Un cuento de invierno (2020) donde el protagonista se llama Peter, y el narrador centra el relato en un artista que pasa dos meses en una residencia de Vermont, en el norte de los Estados Unidos, cerca de la frontera con Canadá. Ese viaje, rodeado siempre de un paisaje nevado, desencadena los recuerdos de Peter, y su mente le lleva treinta años atrás, cuando conoció a Marcia en Nueva York, un encuentro casual, aunque determinante para el futuro de la historia. Una joven desconocida le pide en la calle unos dólares, y le propone organizar una pequeña fiesta, de alguna manera conviven en una extraña relación, aunque treinta años después apenas se acuerda de su cara, pero tiene la seguridad de que la reconocería si se la encontrara por la calle alguna vez.

       Peter Stamm juega con la posibilidad de que aquel encuentro con Marcia se hubiera convertido en algo más que un amor fugaz. El narrador del relato, Peter, apenas tiene recuerdos de aquellos días en Nueva York, pero por extraño que parezca, esa evocación había cobrado vida propia con los años, se había ido ensamblando para crear una historia que encajaba muy bien con la biografía de un artista: inicios en Nueva York, años de penuria, amistades con otros artistas que luego siguieron su propio rumbo, o murieron jóvenes, muestra inequívoca de esa y otras vidas que no vivimos. Lo característico de Stamm es que sus historias, el argumento que desarrolla en sus cuentos y novelas, suele comenzar con una pregunta, tal vez, de lo más inocente, ¿y si las Navidades junto a Marcia hubieran cambiado su vida para siempre? El centro del cuento es aquello que se quedó en un germen. No ha sido una vida pero en algún lugar de nuestro cerebro sigue latiendo, como si fuera el escozor de un miembro fantasma. Peter y Marcia son, en este Cuento de invierno, dos seres reales que habitan un dentro y un afuera sin llegar a atravesar la puerta para reencontrarse, aunque el narrador deja señales, marcas en el tiempo, para descubrir aquella vida que se quedó en una posibilidad, mientras la otra, la que parece más real, continúa. La huella de dos maestros que elige Stamm pululan por este breve relato de apenas noventa páginas, entre los pliegues de su historia se esconden, el norteamericano Carver, y el ruso Chéjov, una mezcla que convierte a este relato en magistral.

 


 

 

Marcia de Vermont

Cuento de invierno

Peter Stamm

Traducción de José Anibal Campos

Barcelona, Acantilado, 2020

                     

domingo, 27 de diciembre de 2020

Cuaderno en blanco

 


Diciembre

       A finales de noviembre se nos echó la lluvia encima, y nos alejamos de esas temperaturas agradables que en el Sur nos proporciona un apacible otoño que no termina de dejar que las hojas de los árboles se caigan, pero siempre nos sorprende el frío y la víspera del invierno casi al final, con un diciembre que se deja llevar, como ocurre con las últimas novedades literarias que se asoman antes de que acabe el año, pidiendo esa posibilidad de que seamos capaces de pasar, al menos, las primeras de sus páginas.

       Muchos y muy curiosos libros de relatos me han acompañado en bastantes horas de lectura, y alguna que otra novela, Encargo, de Berta Marsé y Mares sin dueño, de Esther Ginés. Al hilo de todo esto, el clásico Madame Bovary, que ilustra Fernando Vicente y prologa, Mario Vargas Llosa, una hermosa edición de Tres Hermanas editorial.

       Las últimas entregas en Zas! Madrid, El tranvía de Navidad, Artes & Letras, Encargo, Marcia de Vermont, en Cuadernos del Sur, y más recientemente, Vindictas, una antología de autoras de cuentos en el espacio hispanoamericano de la edición, para terminar el año en Artes & Letras, nuevamente.

       Un fin de año apacible, a la espera de mejores tiempo, nuevas lecturas y propuestas para escribir sobre narrativa breve y extensa.

       Feliz año, felices fiestas, y un próspero descanso que nps devuelva la tranquilidad.

viernes, 25 de diciembre de 2020

Giosué Calaciura

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                              Una fábula navideña

                             

          El novelista italiano Giosué Calaciura recrea con notable energía y ternura esta fabula navideña.

                                       

         El realismo literario italiano, a mediados del siglo XX pasado, aportaría una nómina de escritores que alternaron los guiones cinematográficos con sus propias obras  narrativas, casos de Vitaliano Brancati, Ennio Flaiano, Cesare Zavattini o Tonino Guerra, vinculados al movimiento neorrealista que mostrarían los cambios en la sociedad italiana de la posguerra donde la pobreza y la precariedad estaban siempre presentes. En esta misma línea situaríamos la literatura más reciente de Giosué Calaciura (Palermo, 1960) periodista y colaborador de radio, y cuya narrativa conserva rasgos propios de aquella tradición: una cierta sobrecarga sentimental y emocional, una estrategia con una estructura narrativa muy cinematográfica, y la búsqueda de una imaginería poderosa como el manejo sorpresivo y efectista de algunos giros y revelaciones en una trama de aparente sencillez, ocurre en su novela Los niños del Borgo Vecchio (2017) una historia que, por su fantasía, se convierte en una especie de neorrealismo mágico, porque el sustrato de la novela es neorrealista y el escritor vuela libremente creando una atmósfera y una plástica propias de la fábula de fantasía. El autor retrata el Borgo Vecchio un laberíntico barrio pobre de Palermo, cercano al puerto, que, convenientemente descrito por Calaciura, proporciona a la novela el escenario de miseria, vida aciaga, lucha por la vida, picaresca y crueldad, construida sobre un reducido número de episodios, es, sin duda, una novela drástica tanto en su contenido como de acertada escritura.

El cuento de la Navidad

 

       Su obra más reciente, publicada en España, es El tranvía de Navidad (2020), traducida, una vez más, por Natalia Zarco, cuenta la historia de un recién nacido que aparece abandonado en el último asiento del tranvía número catorce, resulta, además, que es Nochebuena y el vehículo surca con inusitada prisa las vías hacia la periferia de una ciudad sin nombre. La imagen provoca que el lector, desde el comienzo, imagine un improvisado pesebre, casi un auténtico portal de Belén, como es habitual en la tradición cristiana porque todos y cada uno de los personajes que se irán montando en ese tranvía acudieran a ver qué ocurre en el lugar más oscuro de aquel vagón, sin dejar de preguntarse, ¿cómo ha sido posible que llegara hasta allí aquella criatura?, o ¿qué pasará con él?, porque, sin duda alguna, quizá por caridad, por una improvisación o, tal vez, una auténtica locura, alguien ha decidido confiar al niño a los brazos del mundo. Y ese mundo que lo acompaña en ese primer viaje de su vida es una galería de personajes que sobreviven y conforman parte de su existencia de la mano de una casi absoluta pobreza: una pareja, muchacha negra envejecida y hombre blanco de avanzada edad, con pelo teñido, Filipo, un criado que había servido la cena en una casa del centro, un vendedor ambulante de paraguas, una joven prostituta africana, William un muchacho negro sin papeles o un mago inmigrante que ha perdido la memoria. Un pesebre espontáneo que bien podría haber sido imaginado por un guión de cine italiano y cuyos personajes considerarán que la aparición del niño es digna de un verdadero redentor; todos los viajeros no descartan la idea de que aquel niño perfecto y perfumado de naranja no haya llegado por casualidad a ese lugar insólito y en ese día señalado, o que no sea una posibilidad de salvación para ellos, y de alguna manera el milagro que esperan en sus insólitas vidas.

       Calaciura nos devuelve a esos aires navideños de la literatura decimonónica del XIX europeo, y pone en primer plano las vidas minúsculas de esos llamados, según Galeano, “nadies”, “hijos de nadie”, o “dueños de nada”, esos ningunos, o mejor los ninguneados, aunque protagonizan y se convierten en esas vidas huérfanas de toda una sociedad clasificada, pero que se sienten libres de la avaricia de la riqueza, y que pese a su extrema pobreza aún conservan una resolución invencible a toda tentación. Este es un texto que nos ofrece una atmósfera de fábula en la que la crudeza y el lirismo dan lugar a una prosa repleta de bondades de ese virtuosismo poético de la buena literatura que se mueve en una cruda realidad cercana y conmueve a quienes pasan sus páginas de una increíble brillantez; el italiano conserva esa mirada tan piadosa como cruda que describe la ambivalente vida de unos personajes asombrosos, es un autor que comprende y recrea como pocos las dificultades de tantos para seguir subsistiendo en este mundo.

 

 


 

 

El tranvía de Navidad

Giosué Calaciura

Cáceres, Periférica, 2020   

miércoles, 23 de diciembre de 2020

Hoy invito a…

 


 

 

 

 

Amaneceres

 

 

M. Ángeles Pérez

Abrazos

        

       Abrazos, aquellos que no dimos, estos que nos son prohibidos, esos que desconocemos cuando volveremos a dar. Según dicen, su origen tiene lugar en la antigua China, donde los militares se palpaban para comprobar que no estaban armados, así se aseguraban de que el sujeto estaba desarmado. Qué curioso y ahora los evitamos porque creemos que esos abrazos nos traerán en lugar de ternura, cariño y amor, asquerosos virus que malograrán nuestra acomodada vida. Y aun sabiendo que se traducen en un aumento de oxitocina en el cuerpo y que actúan acariciando el alma de la otra persona, así como transmitiendo el lenguaje del corazón, debemos renunciar a ellos. Y este año, expectantes ante las fechas navideñas que se aproximan, echaremos de menos esos ansiados abrazos. Tendremos que darlos con la imaginación, con la mirada, con el alma. Yo, desde aquí, envío mis más cariñosos y sentidos abrazos hacia Oriente, para que los generosos Reyes Magos los repartan por los lugares más recónditos y necesitados de este mundo. No me cabe la menos duda de que ellos cumplirán mi tan ansiado y anhelado deseo.

 

viernes, 18 de diciembre de 2020

Sabías que...

 

       En Islandia existe una tradición llamada Jólabókaflóðið, donde todo el mundo se regala libros en Nochebuena y pasan la noche leyéndolos y comiendo chocolate.

jueves, 17 de diciembre de 2020

Juan Marsé

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Andalucía era una fiesta

 


             Juan Marsé escribió, por expreso encargo de Ruedo Ibérico, entre 1962 y 1963, Viaje al Sur, un libro que resultaría innovador, diferente a los textos de viajes que se concebían hasta entonces, una suerte de collage donde el texto literario iría acompañado de las noticias periodísticas que el autor recogiera a lo largo del recorrido, y acompañarían a la narración fotografías porque el escritor barcelonés contaba con el apoyo de Antonio Pérez, amigo y colaborador de la editorial Ruedo Ibérico, y del fotógrafo Albert Ripoll Guspi. El viaje se realizó a lo largo de un mes, entre el 29 de septiembre y el 29 de octubre, y Marsé y sus acompañantes visitaron las provincias de Sevilla, donde los recibió el novelista Alfonso Grosso, y se prolongó por pueblos, Jerez y Sanlúcar, Torremolinos y Marbella o ciudades, Cádiz y Málaga, para dejar constancia de la distancia entre aquel mundo de niños mal alimentados, de jornaleros que vivían en situaciones cercanas a la esclavitud, de pueblos sin urbanizar y sin ningún tipo de servicios, de carreteras achacosas, lejos de las quimeras modernizadoras de los Planes de Desarrollo del Régimen. Imágenes de niños descalzos en Ronda, pescadores de Barbate, chabolas en la periferia de las ciudades visitadas que pasaron a ser fotogramas en blanco y negro, y el relato de un jovencísimo Marsé.

El proyecto

       La mítica editorial, Ruedo Ibérico, fundada por republicanos exiliados mantenía la esperanza de una España democrática, y en París, había publicado en castellano, La guerra civil española (1961), del hispanista inglés Hugh Thomas y El laberinto español (1962), del novelista y ensayista Gerald Brenan, que junto a otros libros del catálogo cruzaban clandestinamente la frontera y los libreros españoles vendían bajo el mostrador. Viaje al sur se fraguó en la estancia de Marsé en París, enviado por sus amigos, Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma, para que el escritor obrero se impregnara de la cultura europea. Fue allí, en su etapa parisina y al hilo de otros trabajos para la editorial, cuando José Martínez, editor de Ruedo Ibérico y Antonio Pérez, le pidieron una crónica que reflejara la España real en contraposición con la que difundía la ley de propaganda y la mediatizada prensa franquista. El escritor se desplazaría, junto a un fotógrafo, a recoger sus impresiones de una región como Andalucía, símbolo de ese reduccionismo de todo lo español, donde años antes Juan Goytisolo se había inspirado para escribir su Campos de Níjar.

 

El libro

 

       Marsé, una vez realizado el viaje, redactó el contenido literario del libro, y un año después, en julio de 1963, le comunicaba a José Martínez la conclusión del trabajo y, tras una breve estancia en Mallorca para resolver sus problemas con el pasaporte, viaja a París para seleccionar con el editor las fotos y terminar de pulir el texto. Para el escritor barcelonés la obra se había convertido en una obra importante, lo mejor que había escrito hasta el momento, y así se prestaba a formar parte de una corriente de gran solvencia que en aquellos años sesenta daría como fruto libros memorables, el mencionado Campos de Níjar (1960) y después, La Chanca (1962), de Juan Goytisolo o Caminando por Las Hurdes (1960), de Antonio Ferres y Armando López Salinas, o Donde Las Hurdes se llaman Cabrera (1964), de Ramón Carnicer, o Tierra mal bautizada (1968), de  Jesús Torbado, un ramillete de títulos que respondían a una voluntad testimonial de autores comprometidos en la oposición, clandestina en gran parte, al franquismo; en realidad, la crónica y el documento, la práctica de ese ver, andar y escribir una realidad, la voluntad de contar la otra España, aquella no aparecía en el NO-Do del régimen ni en una prensa condicionada por la censura, y se intentaba dar visibilidad en aquellas obras en las que la literatura se fundía con el paisajismo, la crónica de costumbres y la sociología.

       Una vez de acuerdo escritor y editor, el libro entraría imprenta, aunque la situación económica de la editorial por entonces era difícil y la presión de la censura franquista, dirigida por un joven y autoritario Fraga Iribarne, dejarían sin publicar a muchos de los proyectos editoriales de la editorial española en París, y parece que Viaje al Sur fue uno de ellos, y no solo quedó en proyecto, sino que el original escrito por Marsé depositado en manos del editor José Martínez se perdió en algunos de los muchos cambios que vivió Ruedo Ibérico y su fondo editorial.

       La obra, que nunca llegó a publicarse, se perdió y el propio Marsé no tenía un recuerdo claro de su calidad. Ruedo Ibérico, que pese a sus éxitos arrastró no pocos problemas económicos, acabó con el original en un cajón. Hubo varios esfuerzos infructuosos por recuperarlo, como la visita de la agente Carmen Balcells al Instituto Internacional de Historia Social en Amsterdam, entidad que acabó comprando los fondos de Ruedo Ibérico. Allí parecía no estar. Luego, en el 2012, Josep Maria Cuenca, autor de la excelente biografía del autor, encontró un esbozo del libro maldito que el editor Andreu Jaume se dispuso a preparar para su edición.

 

 

Archivo

       El archivo con un manuscrito,  Andalucía, mon amour, de un tal Manolo Reyes, iluminó el caso del original que había enviado Marsé con un seudónimo, el nombre de un charnego del Carmelo enamorado de una niña bien, y a quien sus amigos llamaban el Pijoaparte; no recordaba haberlo enviado así, pero le hizo gracia el nombre elegido, porque al mismo tiempo que escribía su crónica, empezaba a redactar su más famosa novela, Últimas tardes con Teresa (1966). 

       Marsé se enfrentó a un texto olvidado, unos 60 años después, lo leyó, le gustó y se mostró ilusionado con su publicación. ¿Por qué José Martínez, editor de Ruedo Ibérico no publicaría este libro? Marsé quedó convencido que fueron motivos económicos, pero el editor, Andreu Jaume, sospecha que el texto no le pareció suficientemente comprometido, y demasiado literario. Con Viaje al sur buscaba una voz propia, quería alejarse de lo escrito hasta entonces, dejaba su trabajo en el taller de joyería, y tras haber publicado Encerrados con un solo juguete (1960) y Esta cara de la luna (1962), había tomado la decisión de dedicarse a la escritura.

 


 

 

Viaje al Sur

Juan Marsé

Fotografías de Albert Ripoll Guspi

Edición e introducción de Andreu Jaume

Barcelona, Lumen, 2020


martes, 15 de diciembre de 2020

Adiós a...

 

John le Carré, maestro de la novela de espías

     El autor de La casa Rusia, que trabajó en los servicios secretos británicos, vendió millones de libros con tramas de misterio cargadas de un sentido ético

     David John Moore Cornwell, más conocido por su pseudónimo John le Carré (Poole, 19 de octubre de 1931-Cornualles, 12 de diciembre de 2020), fue un novelista británico especializado en relatos de suspense y espionaje ambientados en la época de la Guerra Fría.

 

Novelas

George Smiley y novelas relacionadas

 

  1. Llamada para el muerto (Call for the Dead, 1961)
  2. Asesinato de calidad (A Murder of Quality, 1962)
  3. El espía que surgió del frío (The Spy Who Came in from the Cold, 1963)
  4. El espejo de los espías (The Looking Glass War, 1965)
  5. El topo (Tinker Tailor Soldier Spy, 1974)
  6. El honorable colegial (The Honourable Schoolboy, 1977)
  7. La gente de Smiley (Smiley's People, 1979)
  8. La casa Rusia (The Russia House, 1989)
  9. El peregrino secreto (The Secret Pilgrim, 1990)

10.El legado de los espías (A Legacy of Spies, 2017)

Recopilatorios de George Smiley

  • The Incongruous Spy (1964, contiene Llamada para el muerto y Asesinato de calidad)
  • The Quest for Karla (1982, contiene El topo, El honorable colegial y La gente de Smiley)

Autobiográficas

  • El amante ingenuo y sentimental (The Naïve and Sentimental Lover, 1971)
  • Un espía perfecto (A Perfect Spy, 1986)

Independientes

  • Una pequeña ciudad de Alemania (A Small Town in Germany, 1968)
  • La chica del tambor (The Little Drummer Girl, 1983)
  • El infiltrado (The Night Manager, 1993)
  • Nuestro juego (Our Game, 1995)
  • El sastre de Panamá (The Tailor of Panama, 1996)
  • Single & Single (Single & Single, 1999)
  • El jardinero fiel (The Constant Gardener, 2001)
  • Amigos absolutos (Absolute Friends, 2003)
  • La canción de los misioneros (The Mission Song, 2006)
  • El hombre más buscado (A Most Wanted Man, 2008)
  • Un traidor como los nuestros (Our Kind of Traitor, 2010)
  • Una verdad delicada (A Delicate Truth, 2013)
  • Un hombre decente (Agent Running In The Field, 2019)

Historias cortas

  • «Dare I Weep, Dare I Mourn?», publicado por Saturday Evening Post el 28 de enero de 1967.
  • «What Ritual is Being Observed Tonight?», publicado por Saturday Evening Post el 2 de noviembre de 1968.
  • «The Writer and the Horse», publicado por The Savile Club Centenary Magazine y más tarde por The Argosy en 1968.
  • «The King Who Never Spoke», publicado por Ox-Tales: Fire el 2 de julio de 2009.

No ficción

  • ¿El traidor del siglo? (The Good Soldier, en el recopilatorio Granta 35: The Unbearable Peace, 1991)
  • The United States Has Gone Mad (en el recopilatorio Not One More Death, 2003)
  • Afterword, ensayo sobre Kim Philby (epílogo de Ben Macintyre: A Spy Among Friends, 2014)
Volar en círculos (The Pigeon Tunnel: Stories from My Life, 2016), autobiografía

domingo, 13 de diciembre de 2020

Desayuno con diamantes, 153

 De vuelta en Manderley

                                   

       La imagen y la percepción que provoca en los lectores la literatura gótica implica una manera concreta de leer y, además, constatar cómo se estructura un relato que suscita una consideración más compleja y global de una realidad que resulta mucho más misteriosa, inquietante y perturbadora de lo que puede parecer a simple vista. La novela gótica se construye como una sucesión de enigmas a los que el protagonista deberá enfrentarse, y el lector entra en un universo en que cada situación, cada objeto, o cada personaje parecen esconder algo: un pasado oculto, un secreto tan disperso como fragmentario, o tal vez quimérico que guarda relación con los acontecimientos; en definitiva, una causalidad velada, y desde el comienzo sabemos que hay algo misterioso e ininteligible que se manifiesta fundamental, aunque se nos presenta como sumamente desconocido.

 

El clásico

       Rebecca (1938) es una novela gótica porque la presencia de este personaje influirá a lo largo de la historia sobre la protagonista. Mucha de la literatura relacionada con lo gótico en la primera mitad del siglo XX procede de los estilos tardíos del XIX, objetos que provocan cierta inquietud y toman las formas de aquellas tempranas manifestaciones: ciudades y casas, como espacios envueltos en pasados ocultos que, más tarde, influirán en los géneros populares de ficción, de aire romántico, de terror y de ciencia ficción. Dafne du Maurier utilizará patrones góticos en el contexto de una casa familiar para escribir su obra más popular, Rebecca, de manera que una esposa muerta continúa rondando en la vida de los personajes, y provocará el sentimiento de culpabilidad, de ansiedad y de sospecha que su recuerdo produce. Las ficciones góticas construyen identidades, fantasías, miedos y ansias, en su relación al deseo y a la sexualidad femenina; una joven se erige a sí misma como una heroína gótica en su matrimonio, y las mujeres constituyen el propósito y el apoyo para el hombre, intercambian identidades, como soporte narcisista en su propio reflejo. La heroína gótica era la imagen idealizada de la belleza, una especie de icono de la fantasía sexual que de una manera inocente capta la admiración de todos los hombres, y ese doble concepto de idealización y de represión va unido en la heroína; el aspecto angelical ofrece el lado romántico de las convenciones góticas, pero el otro es la condenación de la mujer a un rol pasivo puesto que puede ser sacrificada por la sociedad debido a los intereses sexuales y económicos y, en ese otro patrón de heroína, como víctima engañada, podemos ver la conexión entre la fantasía masoquista y la sexualidad reprimida. La heroína de Rebecca se ha demostrado a si misma su interés en el personaje ausente, como una consecuencia de su rivalidad por el cariño de Maxim.

       La presentación del paisaje puede sugerir estados emocionales, y la novela gótica está llena de descripciones que evocan una respuesta estética en el lector, usada con frecuencia como un tipo de correspondencia visual sugerente de un estado psicológico interno. A principios del siglo XX, a pesar del hecho de que el gótico refleja las ansiedades de la clase media, el rechazo de la acción se esforzó por desarrollar estructuras narrativas oníricas o alucinatorias, así la acción nunca dejaría de ser progresiva, solo circular, y cualquier aspecto que intentara el protagonista resultaba en su propia desintegración.

 

El argumento

       Rebecca cuenta la vida de Max de Winter y de quienes lo rodean; es un hombre de clase alta, viudo de su primera mujer, Rebeca, muerta en extrañas circunstancias, volverá a casarse con una joven que cuida a la señora Van Hopper, anciana de la alta sociedad, que la lleva de vacaciones con ella para que la asista como dama de compañía. Cuando la nueva esposa, feliz e ilusionada, llega a Manderley, la mansión del esposo, descubrirá que su pesadilla ha comenzado, ya que todos la comparan con la anterior esposa de su marido. Además, en Manderley, vive el ama de llaves, la señora Danvers, una mujer que adoraba a la anterior dama de la casa. La joven esposa solo encontrara consuelo en Jasper, el perro. Su vida transcurre entre continuas decepciones a lo largo de su estancia, incluso la abuela de su marido la llama Rebecca, el ama de llaves la convence para disfrazarse y acaba llevando el disfraz que lució Rebecca en la última fiesta de disfraces, o la cuñada le habla continuamente de Rebecca, es así como su fantasma se pasea por la mansión, todo cuanto acontece recuerda a la primera esposa, y entonces se manifiesta el carácter tosco del marido, porque Maxim no puede olvidar lo que ocurrió en aquella casa que tanto ama, a pesar de las nuevas circunstancias.

       Si establecemos ciertos límites entre el bien y el mal, como tabúes y prohibiciones, estos producirán los deseos que sólo pueden manifestarse en secreto, y la ostentación de estos deseos incorrectos tendrán un importante efecto sobre el contexto tanto psicológico como ambiental en la novela, pues la heroína gótica es presentada con una imagen de pérdida y sufrimiento, y por extensión la casa o mansión es una manifestación de ese ambiente gótico, un espacio arquitectónico que establece un lugar solitario y deprimente, y representa el angustioso pasado familiar, relacionado con los fantasmas de dicha familia y el sentimiento de culpabilidad. La familia burguesa es la escena del retorno fantasmal donde las fuentes de ansiedad son la culpabilidad, secretos del pasado, pecados y orígenes inciertos sobre la condición social. Los contrastes entre luz y oscuridad quedan reflejados en el texto y en los misterios de la mente o del pasado de la familia, de un especial interés. Encontramos en la novela Rebecca los conflictos internos y las contradicciones externas, el juego de ideales, la decepción y la duplicidad, así es como muchas de las ansiedades góticas del siglo XIX reaparecen en el XX.

       Al final de la novela, observaremos que el misterio de Rebecca ha sido expuesto y su aparente amenaza ha desaparecido cuando la heroína sueña con las invitaciones escritas a mano por Rebecca antes de mirar en el espejo y ver el reflejo de ella en lugar del suyo. Si el narrador ha encontrado un nuevo yo deliberadamente, un yo adulto competente capaz de tratar con la terrible revelación de su marido y la crisis posterior, ella aparentemente se ha trasladado de su prisión y ha vuelto donde empezó al principio de la novela, un aspecto  que demuestra que nunca se librará de una enigmática e influyente Rebecca. Esta novela traza un círculo romántico alrededor de una casa llamada Manderley, embrujada por una figura femenina fatal desde el punto de vista de la historia literaria, contada por la joven señora de Manderley, la nueva señora de Winter.

 

Las ediciones

       Daphne  du  Maurier  (Londres,  1907-Cornualles,  1989)  terminaba  la  redacción de Rebecca en 1938, en un momento de escasa fuerza física y mental que le había impedido avanzar en la escritura pese a la presión de su editor. Du Maurier era una mujer independiente y ajena a los roles asociados a la mujer. La autora reconocía las complicaciones de la vida marital y huyó del estereotipo de esposa-madre, datos biográficos esenciales para entender, por un lado, la obra Rebecca y, por otro, el sucinto análisis de la recepción de esta obra entonces en España, incidiendo en los comportamientos censores que regían en la época, cuando se produjo la primera traducción al español, una versión de Fernando Calleja publicada en 1943, cuando imperaba la Ley de Prensa de 1938, obra de Ramón Serrano Suñer, ministro de la Gobernación, que tenía como objetivo frenar la prensa republicana y poner el conjunto de la prensa al servicio del Estado fascista. Todo material escrito o audiovisual, idea o expresión autóctona o foránea quedaba al servicio del régimen franquista y sujeto a un estricto aparato de censura que resumía la ideología y moral del régimen. La novela incluye varios aspectos y matices que bien podrían haber impedido su publicación en España; en primer lugar, el propio personaje de Rebecca, una mujer fuerte, independiente, adúltera en las antípodas del ángel del hogar de ese ideario franquista: una mujer supeditada a su marido y cuya función en la vida se reduce a la procreación; en segundo lugar, los matices lésbicos del ama de llaves; y, en tercer lugar, la sensualidad inherente al conjunto de la novela, aunque, curiosamente, el régimen franquista aceptó todos y cada uno de los intentos de publicación y reimpresión del texto en España; sin embargo, la adaptación teatral de la misma, llevada al escenario en 1943, no tuvo la misma fortuna y sufrió los rigores de la Ley de Prensa.

       La editorial argentina Glem había publicado la novela que tituló, Rebeca: una mujer inolvidable, en 1940, traducida por Julio Vacarezza. Desde Buenos Aires llegaban muchos libros traducidos que evitaban el trabajo y la censura, y se sabía del éxito de la novela porque el mismo editor español había adelantado que ya se estaba publicando como un folletín en el periódico Unidad, vespertino que habían fundado los falangistas Antonio Fraguas y José Antonio Jiménez Arnau en San Sebastián. Los primeros capítulos habían aparecido el 9 de febrero de 1942, así que la editorial Calleja reclamó su derecho a publicar la obra, puesto que la traducción era del nieto menor del fundador, Fernando Calleja.

       La Biblioteca Nacional constata, a día de hoy, más de cuarenta  reediciones de la traducción de Rebecca al español, entre ellas Plaza (1955), Planeta (1958), SGEL (1960), y de nuevo Planeta (1965). La primera versión de la novela es de 1942, y en lugar de ser una traducción completa se trata de un texto abreviado basado en la versión cinematográfica, y esta traducción y adaptación, firmada por Fernando Calleja y editada por la editorial La Nave, fue reeditada por la misma editorial al año siguiente, en 1943, pero ya en una versión completa de la novela de Daphne du Maurier, aunque las traducciones al español posteriores que han seguido a aquella fecha son del mismo Calleja, a excepción de una de 1993 firmada por Gloria Martínez y editada por Ediciones B; volvió a reeditarse en 2009, en 2016, y una tercera edición, en un hermoso formato, al cuidado de María García en 2020, en Galaxia Gutenberg, que una vez más vuelve a la cuidada traducción de Calleja Gutiérrez.

 


                                             Rebecca

                                      Dafne du Maurier

                       Traducción de Fernando Calleja Gutiérrez

                          Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2020

sábado, 12 de diciembre de 2020

Sabías que...

 

                                                              Óscar Wilde

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Juan Bautista Durán

 

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                                  Historias que cuentan

                       


       Un cuento es algo tan nítido y limitado que un autor puede resumir su poética literaria cuando concibe unos textos breves, y se convierte en un experimento con la noción de límite, o en esa manifiesta voluntad impuesta, como escribiera el argentino Piglia a propósito de un denostado género literario que ha ido ganando fervientes seguidores en las últimas décadas. Esta generalización merece una reflexión ensayística más oportuna y mejor documentada, y para situarnos en el concepto tradicional de cuento deberíamos aventurar, entre otras características, la recapitulación de una síntesis capaz de resumir el concepto de un buen relato y de un texto breve, o cómo deberíamos guardar un secreto cuando se confecciona un cuento, porque los relatos siempre suceden ahora y no hay tiempo para más. Es, precisamente, en las primeras líneas donde un cuento se juega la vida y, a medida que leemos, observamos cómo actúan los personajes, y la atmósfera recoge lo memorable del argumento. El lirismo contenido se convierte en la magia de la mejor expresión, la voz del narrador resulta tan importante que apenas se nota y es, precisamente, en el ritmo donde muestra su talento. Baste añadir que una frase, un párrafo, una página, pueden ser la extensión justa y medida, pero el proceso a seguir para terminar un buen cuento es, siempre, callar a tiempo.

       Buena parte de las características apuntadas se advertían en el primer libro de cuentos, Convivir con el genio (2014) de Juan Bautista Durán (Barcelona, 1985), doce cuentos que la crítica apuntaba que se caracterizaban en torno a dos ejes temáticos, una educación sentimental, en cuyos textos los personajes se encuentran a través de amores florecientes o amistades truncadas; y un segundo, bastante más original, de esforzadas tramas que hace de los tópicos culturales y de la identidad una metáfora de validación por excelencia de lo literario, y aún añade esa dificultad de mantener relaciones sociales justo cuando la sociedad más necesita relacionarse.

       El narrador catalán vuelve al cuento con Tantas cosas dicen (2020), relatos que parten de situaciones normales y corrientes, la mirada de un narrador capaz de dotarlas de esa mágica visión que rodea a la literatura, y a sus posibilidades; los protagonizan unos personajes solitarios, perdedores o antihéroes, cuya irónica mirada salpica a estas historias, “Cena con los suegros”, donde un joven casado recibe a sus suegros que vienen a cenar por primera vez, pero tiene una relación peculiar con su perra Fabia; una chica francesa realiza una tesina sobre Francisco Umbral viaja a Madrid a entrevistarlo, y sufre el desengaño que le produce un “Eximio escritor y extravagante ciudadano”. El lector parece que se enfrenta a unos relatos convencionales, de ejemplar concepción y desarrollo, aunque existen notables excepciones, la caleidoscópica visión de Hugo, el protagonista de “Adverbios de modo”, que se enfrenta a su yo del pasado, o vive un posible futuro, mientras queda para ir al cine con Mónica, y la memoria le devuelve la misma acción con Rosa; o el cuento que da título al volumen, y resulta igual de inquietante por ese juego con el tiempo porque “Tantas cosas dicen” reproduce la voz de un niño enfermo que cuenta la relación con sus progenitores, y cómo el padre trabaja en un texto de Rosa Chacel, mientras vigila que no le suba la fiebre y recuerda que hace tiempo tuvo una perra llamada Fabia; resultan cuentos de una arriesgada búsqueda técnica que rompe convencionalismos y marca ese espacio en blanco que suponemos en un buen relato, donde no todo queda dicho sino que el lector decide o interpreta su final; en “Foto de pareja” unos amigos van a pasar un fin de semana en una casa de campo, y ante la costumbre de perpetuar el momento en una foto, esperan que el fotógrafo encuadre y haga el clic final ante la perplejidad, sobre todo, de Guillermina; el humor, tan satírico como irónico, se percibe en “Mi Venus húmeda”, y lo más sobresaliente, en la mayoría de estos relatos, caso de “Asueto”, o incluso, “Currículo de un falso iconoclasta”, nadie dirige nuestra lectura, no existe un giro inesperado, o sorpresa final, sino que el autor deja entrever aquello que no dice, nos advierte de esos espacios que debemos rellenar como lectores, porque en algunos de ellos, en no pocos, lo no contado, lo oculto, son esas zonas que debemos completar, sobre todo porque percibimos ese guiño que nos muestra a un autor con un singular destello para contar originales historias.

 


 

 

 

Tantas cosas dicen

Juan Bautista Durán

Barcelona, Comba, 2020