Amaneceres
M. Ángeles Pérez
Abrazos
Abrazos, aquellos que no dimos, estos que nos son prohibidos, esos que desconocemos cuando volveremos a dar. Según dicen, su origen tiene lugar en la antigua China, donde los militares se palpaban para comprobar que no estaban armados, así se aseguraban de que el sujeto estaba desarmado. Qué curioso y ahora los evitamos porque creemos que esos abrazos nos traerán en lugar de ternura, cariño y amor, asquerosos virus que malograrán nuestra acomodada vida. Y aun sabiendo que se traducen en un aumento de oxitocina en el cuerpo y que actúan acariciando el alma de la otra persona, así como transmitiendo el lenguaje del corazón, debemos renunciar a ellos. Y este año, expectantes ante las fechas navideñas que se aproximan, echaremos de menos esos ansiados abrazos. Tendremos que darlos con la imaginación, con la mirada, con el alma. Yo, desde aquí, envío mis más cariñosos y sentidos abrazos hacia Oriente, para que los generosos Reyes Magos los repartan por los lugares más recónditos y necesitados de este mundo. No me cabe la menos duda de que ellos cumplirán mi tan ansiado y anhelado deseo.
Maravilloso artículo...como siepre
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