Algunas
mentiras, medias verdades
Pilar Tena
(Madrid, 1955) construye una novela sobre el amor, la traición y el vehemente deseo
de seguir adelante, y para contar su historia, Fin de semana (2020), establece un curioso tono de corte clásico
que, en ocasiones, nos sumerge en emociones tan encontradas como distantes; en
su comienzo, un viaje en coche reproduce la conversación que mantienen, una
mujer y un hombre, y es entonces cuando asoma una discusión que ellos llevan
hacia el fondo de un pasado que se concreta en esos malabarismos retóricos que
les han obligado siempre a continuar en esa consabida rutina que, en las
parejas, condiciona el paso del tiempo, para llegado el caso establecer un
pacto tácito de silencio que los mantiene unidos, y les dispensa la placidez
del día a día, cueste lo que cueste.
Luisa y Toni
llevan juntos más de tres décadas, recién casados vivieron en el Londres de los
ochenta, y de aquella etapa y feliz estancia inglesa conservan, entre otras
cosas, su amistad con los Douglas, a los que vuelven a ver transcurridos más de
veinte años desde su regreso a Barcelona. Tienen una hija, y el recuerdo de un
fin de semana en el campo inglés y otro en el Ampurdán transformará su
realidad, esa que han defendido a cal y canto de algunas amenazas a lo largo
del tiempo. La actitud de Luisa respecto a su matrimonio con Toni es sencilla,
si hubo momentos difíciles en el pasado, un firme deseo persigue ahora
disfrutar de la armonía de su relación madura, un hecho que tanto les ha
costado alcanzar. Pragmática e hiperactiva, está convencida de la inutilidad
del dolor, y así acepta los fallos de su matrimonio, preferibles a cualquier
ruptura que altere el cotidiano discurrir de los días, y convencida, además, de
que el silencio ha merecido la pena durante tantos años, porque entonces decidió
restar importancia a hechos del pasado, callar, y sin duda alguna perdonarse,
sobre todo cuando se cuestiona una verdad absoluta, y aquellos desahogos no debían
destruir el resto de una vida, y si Toni ha sido capaz de justificarse, por qué
tanto tiempo después se le exige a ella la verdad. Sin embargo,
un Toni menos optimista, señala la disyuntiva cuando afirma que no está claro
si la muta decisión de seguir juntos fue una heroicidad o una cobardía, sin
duda porque en su momento, llegó a la conclusión de que Luisa le convenía para
no arruinar lo construido juntos, y optó como ella por guardar su secreto y
dejar el pasado en su lugar, seguro de que adoptando la infidelidad como una
costumbre que se lleva encima, así seguiría con su vida.
Con el paso de
los años, Luisa no se ha desarrollado profesionalmente, sus estudios
universitarios cayeron en el olvido, la vocación de acuarelista quedó relegada
a una simple afición, los cursos de arte ya no conducen a nada en su vida y
aunque ha aparecido Flora, la hija, solo es un ejemplo de introversión y de
profunda sensibilidad porque la joven transita un territorio psicológico diferente,
siente que su naturaleza es distinta a la de sus progenitores, que no pertenece
al mundo de privilegios que ellos viven y le han procurado, así que decide
alejarse, en un calculado silencio, atormentada por sus diferencias y un
profundo dolor existencial, pero sobre todo para construir su propia vida y
escapar de lo que ella considera como fracaso vital, así se convierte en un
personaje que contrarresta, sobre todo, el carácter pragmático de Luisa y, al
mismo tiempo, el evidente recordatorio de unos hechos que reclaman una
explicación desde el inicio de la novela. Flora es un personaje vulnerable, con una
marcada tendencia al aislamiento, que muy pronto se convierte en víctima de
abusos y tiranías en la editorial donde trabaja.
Resultaría
curiosa y algo rara una vida sin secretos, porque en ocasiones un secreto
sostiene una estructura familiar que de otro modo se desmoronaría, aunque el
peso de los mismos abruma y esparce su sombra continuamente, convivir con ellos
exige una razón para silenciarlos y sentimos su carga tan dentro que nos
mantiene expectantes. Para Luisa y Toni en qué consiste, exactamente, salvar
una relación de pareja; sin duda, en pasar por alto cualquier elemento incómodo
que la amenace, procurar extender su duración, tal vez transformarla, y nunca
dejar de preguntarse si se gana o se pierde con todo ello, porque sin esa
verdad parece que la felicidad necesitaría de una fórmula mágica.
La trama de la
novela ofrece algunos temas de discusión y reflexión, a partir de una multiplicidad
de prismas que la figura del narrador/a propone al lector que se muestra atento
a las reacciones de los personajes, a los que observa en esos primeros movimientos
que ofrecen una curiosa psicología, porque la novela plantea continuos
interrogantes sobre si el respeto a la convivencia en el matrimonio después de
la infidelidad es un gesto de heroicidad o de cobardía, o si resulta una proeza
o una respuesta al miedo o temor a la soledad y el dolor que pueda provocar esa
ruptura sus daños, y quizá siendo menos ético, sería preferible, ciertas
mentiras o medias verdades. Y, a lo largo de la historia, la autora no deja
pasar la ocasión de plantearnos hasta dónde puede llegar el sentimiento de una culpabilidad
y el sentido de aquella responsabilidad cuando no somos capaces de resistirnos
al deseo.
Fin de semana ofrece constantes y
minuciosas descripciones de las acciones íntimas de sus personajes a los que la
autora presenta como vivos retratos. El perspectivismo que adopta Pilar Tena
otorgará la oportunidad al lector para esgrimir valoraciones sobre sus
personajes principales, y además de las perspectivas sobre Luisa y sobre Toni,
la narradora aplica una curiosa visión personal acerca de Chris en su
representación del amor libre, sus reflexiones sobre la condición humana, o esa
aparente necesidad de no complicarse la vida de soltero con una mujer
felizmente casada; y frente a este, incorpora la mirada interior de Flora,
agobiada por la presencia y preocupación constante de sus padres. El lector se
siente testigo de las costumbres y rutinas de la convivencia de estos
personajes, la insatisfacción y el descontento conyugal, el desconocimiento que
los padres tienen sobre las preocupaciones de sus hijos, los fantasmas
persecutorios de la mala conciencia frente a la verdad, la desilusión y el
hastío que conduce a la frustración personal, y en consecuencia, la
focalización del asunto principal de Fines
de semana se nos ofrece en múltiples contornos y variantes. La voz
narradora saca a la luz las inquietudes y desazones de los personajes que una
vez puestas en común puede ser que cambie la opinión que el lector haya ido
adquiriendo de cada uno de ellos a lo largo de la historia, y esos temas que
subrayan la inquietud humana, el amor y el deseo, la mistad y el engaño.
Uno de los
valores de esta novela es la puerta que abre a interpretaciones y análisis, a
los variados temas que propone, la infidelidad, las relaciones de pareja, los
secretos, el retrato de una determinada clase social, hilos de los que podemos
tirar una vez leída la historia, y cuya trama se entrelaza con pericia y con una
prosa pulcra, y tanto lugares como tiempo se manejan acertadamente.
Fin de
semana
Pilar
Tena
Madrid,
Tres Hermanas, 2020