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miércoles, 11 de agosto de 2021

Pilar Tena

 Algunas mentiras, medias verdades

 

 


                                                  

       Pilar Tena (Madrid, 1955) construye una novela sobre el amor, la traición y el vehemente deseo de seguir adelante, y para contar su historia, Fin de semana (2020), establece un curioso tono de corte clásico que, en ocasiones, nos sumerge en emociones tan encontradas como distantes; en su comienzo, un viaje en coche reproduce la conversación que mantienen, una mujer y un hombre, y es entonces cuando asoma una discusión que ellos llevan hacia el fondo de un pasado que se concreta en esos malabarismos retóricos que les han obligado siempre a continuar en esa consabida rutina que, en las parejas, condiciona el paso del tiempo, para llegado el caso establecer un pacto tácito de silencio que los mantiene unidos, y les dispensa la placidez del día a día, cueste lo que cueste.

       Luisa y Toni llevan juntos más de tres décadas, recién casados vivieron en el Londres de los ochenta, y de aquella etapa y feliz estancia inglesa conservan, entre otras cosas, su amistad con los Douglas, a los que vuelven a ver transcurridos más de veinte años desde su regreso a Barcelona. Tienen una hija, y el recuerdo de un fin de semana en el campo inglés y otro en el Ampurdán transformará su realidad, esa que han defendido a cal y canto de algunas amenazas a lo largo del tiempo. La actitud de Luisa respecto a su matrimonio con Toni es sencilla, si hubo momentos difíciles en el pasado, un firme deseo persigue ahora disfrutar de la armonía de su relación madura, un hecho que tanto les ha costado alcanzar. Pragmática e hiperactiva, está convencida de la inutilidad del dolor, y así acepta los fallos de su matrimonio, preferibles a cualquier ruptura que altere el cotidiano discurrir de los días, y convencida, además, de que el silencio ha merecido la pena durante tantos años, porque entonces decidió restar importancia a hechos del pasado, callar, y sin duda alguna perdonarse, sobre todo cuando se cuestiona una verdad absoluta, y aquellos desahogos no debían destruir el resto de una vida, y si Toni ha sido capaz de justificarse, por qué tanto tiempo después se le exige a ella la verdad. Sin embargo, un Toni menos optimista, señala la disyuntiva cuando afirma que no está claro si la muta decisión de seguir juntos fue una heroicidad o una cobardía, sin duda porque en su momento, llegó a la conclusión de que Luisa le convenía para no arruinar lo construido juntos, y optó como ella por guardar su secreto y dejar el pasado en su lugar, seguro de que adoptando la infidelidad como una costumbre que se lleva encima, así seguiría con su vida.

       Con el paso de los años, Luisa no se ha desarrollado profesionalmente, sus estudios universitarios cayeron en el olvido, la vocación de acuarelista quedó relegada a una simple afición, los cursos de arte ya no conducen a nada en su vida y aunque ha aparecido Flora, la hija, solo es un ejemplo de introversión y de profunda sensibilidad porque la joven transita un territorio psicológico diferente, siente que su naturaleza es distinta a la de sus progenitores, que no pertenece al mundo de privilegios que ellos viven y le han procurado, así que decide alejarse, en un calculado silencio, atormentada por sus diferencias y un profundo dolor existencial, pero sobre todo para construir su propia vida y escapar de lo que ella considera como fracaso vital, así se convierte en un personaje que contrarresta, sobre todo, el carácter pragmático de Luisa y, al mismo tiempo, el evidente recordatorio de unos hechos que reclaman una explicación desde el inicio de la novela. Flora es un personaje vulnerable, con una marcada tendencia al aislamiento, que muy pronto se convierte en víctima de abusos y tiranías en la editorial donde trabaja.

       Resultaría curiosa y algo rara una vida sin secretos, porque en ocasiones un secreto sostiene una estructura familiar que de otro modo se desmoronaría, aunque el peso de los mismos abruma y esparce su sombra continuamente, convivir con ellos exige una razón para silenciarlos y sentimos su carga tan dentro que nos mantiene expectantes. Para Luisa y Toni en qué consiste, exactamente, salvar una relación de pareja; sin duda, en pasar por alto cualquier elemento incómodo que la amenace, procurar extender su duración, tal vez transformarla, y nunca dejar de preguntarse si se gana o se pierde con todo ello, porque sin esa verdad parece que la felicidad necesitaría de una fórmula mágica.

       La trama de la novela ofrece algunos temas de discusión y reflexión, a partir de una multiplicidad de prismas que la figura del narrador/a propone al lector que se muestra atento a las reacciones de los personajes, a los que observa en esos primeros movimientos que ofrecen una curiosa psicología, porque la novela plantea continuos interrogantes sobre si el respeto a la convivencia en el matrimonio después de la infidelidad es un gesto de heroicidad o de cobardía, o si resulta una proeza o una respuesta al miedo o temor a la soledad y el dolor que pueda provocar esa ruptura sus daños, y quizá siendo menos ético, sería preferible, ciertas mentiras o medias verdades. Y, a lo largo de la historia, la autora no deja pasar la ocasión de plantearnos hasta dónde puede llegar el sentimiento de una culpabilidad y el sentido de aquella responsabilidad cuando no somos capaces de resistirnos al deseo.

       Fin de semana ofrece constantes y minuciosas descripciones de las acciones íntimas de sus personajes a los que la autora presenta como vivos retratos. El perspectivismo que adopta Pilar Tena otorgará la oportunidad al lector para esgrimir valoraciones sobre sus personajes principales, y además de las perspectivas sobre Luisa y sobre Toni, la narradora aplica una curiosa visión personal acerca de Chris en su representación del amor libre, sus reflexiones sobre la condición humana, o esa aparente necesidad de no complicarse la vida de soltero con una mujer felizmente casada; y frente a este, incorpora la mirada interior de Flora, agobiada por la presencia y preocupación constante de sus padres. El lector se siente testigo de las costumbres y rutinas de la convivencia de estos personajes, la insatisfacción y el descontento conyugal, el desconocimiento que los padres tienen sobre las preocupaciones de sus hijos, los fantasmas persecutorios de la mala conciencia frente a la verdad, la desilusión y el hastío que conduce a la frustración personal, y en consecuencia, la focalización del asunto principal de Fines de semana se nos ofrece en múltiples contornos y variantes. La voz narradora saca a la luz las inquietudes y desazones de los personajes que una vez puestas en común puede ser que cambie la opinión que el lector haya ido adquiriendo de cada uno de ellos a lo largo de la historia, y esos temas que subrayan la inquietud humana, el amor y el deseo, la mistad y el engaño.

       Uno de los valores de esta novela es la puerta que abre a interpretaciones y análisis, a los variados temas que propone, la infidelidad, las relaciones de pareja, los secretos, el retrato de una determinada clase social, hilos de los que podemos tirar una vez leída la historia, y cuya trama se entrelaza con pericia y con una prosa pulcra, y tanto lugares como tiempo se manejan acertadamente.

 


Fin de semana

Pilar Tena

Madrid, Tres Hermanas, 2020

 

 

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