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martes, 29 de junio de 2021

Cuaderno en blanco

 Junio

 


       Arranca el mes que nos proporciona cierta tranquilidad, aunque algunos días se encierran en lluvias y tormentas que anuncian un verano próximo, quizá aún más caluroso, y algunos suplementos dan sus primeros pasos para descansar durante el periodo estival. Menos compromisos, alguna lectura pendiente y los últimos encargos antes de cerrar el presente mes. Pronto el calor nos devuelve los días de junio, aunque se anuncian días extraños de verano poco habituales en la época. Escribo sobre Legere, eligere, los aforismos de Carmen Canet, una reseña que va tomando forma, y que enviaré a Los diablos azules.

       Se acerca el último número de Cuadernos del Sur que aparecerá el próximo 19, y que cierra etapa antes de las vacaciones y el descanso periodístico. Volveremos en otoño cuando pasemos esos meses que se anuncian con esa denominada “nueva normalidad”; tiempo al tiempo.

       Mientras preparo esas lecturas que quedaron, por motivos varios, algo rezagadas y que merecen ser tenidas en cuenta. Si la lista no es excesivamente extensa, daré cuenta de algunos de esos libros que ocuparán mi tiempo en las tardes soleadas y los frescos atardeceres de las próximas semanas.

 

martes, 22 de junio de 2021

Milena Busquets

                                       Sobre la amistad  

                           

 

                    

       Milena Busquets (Barcelona, 1972) ha publicado, Hoy he conocido a alguien (2008), una primera incursión narrativa, cuya protagonista solo se propone la búsqueda de la felicidad y de la libertad, una entrega donde ya se adivinaban ciertas cualidades literarias que llevarían a la joven narradora a otros proyectos nuevos, También esto pasará (2014), la historia de Blanca, narradora y protagonista, una mujer de 40 años que asiste al entierro de su madre en Cadaqués, y tras recordar el grave deterioro físico y mental de quien fuera una mujer extraordinaria, evoca las relaciones entre ambas y el relato se convierte en una extensa conversación entre madre e hija y, a medida que seguimos leyendo, deviene en un auténtico monólogo que Blanca dirige a la madre para recapitular sobre sus peculiares relaciones y, una vez desaparecida, dilucidar las abundantes lagunas que enturbiaron su relación.   

       La historia de Gema (2021) parte del recuerdo de una compañera de clase del Liceo francés que murió de leucemia, con apenas quince años, una imagen lejana, borrosa, y bastante confusa, que le sirve a la narradora para recorrer los escenarios de su etapa en el colegio, un tiempo en el que, según Busquets, se forja la amistad verdadera. La novela se convierte en esa firme tarea de reconstruir qué ocurrió en los últimos días de Gema y el vacío que su muerte dejó en su familia, y así inicia una serie de pesquisas y acude a viejos álbumes de fotos, a amigas de la infancia, a antiguos profesores y conocidos que pudieron tener algún recuerdo de aquella niña desgraciada a la que la autora dibuja a su manera, porque, quizá, siempre se recuerda lo que ocurrió como queremos fijarlo en nuestra memoria, y no necesariamente como sucedió. Una vez más, en la literatura de Busquets, los muertos ocupan más atención que los vivos, ocurrió en su anterior relato con su madre, fallecida y a la que consagró la novela, y se repite en esta nueva entrega, un libro sobre la amistad con aquella niña, pero también, o sobre todo, es un libro acerca de las distintas maneras sobre el amor, además del experimentado con los hijos y los padres, aquellos amores que ya han muerto o están desapareciendo aunque nunca se vayan del todo, como vislumbra la narradora cuando afirma que los muertos de su vida, como los amores también, eran incorruptibles. En realidad, este simple argumento le servirá a Busquets para llevar a cabo toda una indagación personal, un ajuste de cuentas con algunas circunstancias concretas de su pasado, quizá para iniciar un nuevo comienzo como ella misma se preguntará. Gema es la certeza de estar ante un relato fiel de la experiencia del amor, una costumbre exenta de heroicidades o tormentos, el relato de un amor que igual que nace, muere. Pero sobre todo Gema invita a conocer el alma de una mujer libre, sabedora de que tal condición es un ejercicio personal, nunca compartido y aún menos negociado, porque la libertad es un don, como la belleza o el talento, casi nunca se conquista.

                                                 


Gema

Milena Busquets

Barcelona, Anagrama, 2021

miércoles, 16 de junio de 2021

Hoy invito a...


  

Amaneceres

 

M. Ángeles Pérez

 

Maternidades

 

 

       La decisión de ser madre ha venido, casi siempre, envuelta en una serie de realidades, así como de los valores que le hemos dado a cada una de ellas. La experiencia de la maternidad nos lleva hacia un lugar único y desconocido, colmado de sueños, esperanzas e ilusiones. A ese maravilloso y único lugar nos transporta la lectura de Maternidades. Coordinado, este maternal libro, por Canet y Troncoso, nos presentan, a través de la palabra, la particular visión y experiencia de la maternidad de treinta nueve mujeres de diferentes edades y geografías. De esa emoción apasionante y sentida desde el primer momento de la concepción, de la primera mirada hacia un pequeño ser nacido de tus entrañas, del pasar el tiempo trasladado a otros ojos que ya no son los tuyos, de la forma tranquilizadora de ver continuar la vida una vez que tú ya no estés. Cerrando sus últimas páginas nos queda esa sensación de musicalidad, de poesía, de ternura.        Maternidad, como bien deja reflejado Carmen Canet, en uno de sus tantos y sabios aforismos, es «la generosidad, el amor, la adaptación del cuerpo y del alma». 

 

domingo, 13 de junio de 2021

Hoy tomo café con…

 Esther Ginés afirma que “la vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante.”.


 

       Esther Ginés (Ciudad Real, 1982) publicó en 2012 su primera novela, El sol de Argel, y la siguiente cinco años después, En la noche de los cuerpos (Adeshoras, 2017). La identidad, la incomunicación, el pasado o los lazos familiares, son los temas que explora en su narrativa. Mares sin dueño (Tres Hermanas, 2020), su tercera novela, cuenta una historia sencilla y añade al argumento un secreto que deberá descubrir el lector, porque la fuerza de la trama se justifica en una extraordinaria y maravillosa ambientación, un viaje que lleva a cabo su protagonista, toda una serie de descubrimientos que se deslizan por las páginas de este relato.

 

¿La literatura sirve, en algún sentido, para responder a nuestras propias preguntas?

       Siempre lo he creído, tanto como lectora como desde la posición de autora. Considero que la literatura es un modo de dialogar con la vida y cuestionarnos el momento vital en el que nos encontramos.

 

Y por añadidura, ¿quizá para romper, de alguna manera, con un pasado?

       Decía Kierkegaard que “la vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante.”. Me parece una reflexión muy sabia puesto que es inevitable no volver a los hechos del pasado que nos marcaron, pero hay que tratar de hacerlo desde un modo que no sea dañino. El pasado no se puede cambiar, por lo tanto parece absurdo vivir en él, pero regresar a él también puede tener un elemento sanador y de ruptura necesaria.

 

Una primera novela de iniciación, El sol de Argel (2012), ¿qué destacaría de esa propuesta narrativa?

       Creo que fue un libro valiente con el que me atreví a abordar de temas como el suicidio y las máscaras que la sociedad nos obliga a llevar en muchos momentos. Vivimos en una sociedad donde muchas veces se nos fuerza a mostrar sólo la alegría, como si la tristeza o el fracaso no tuvieran lugar. Es un libro que hablaba sobre los juicios morales y la imposibilidad de ser uno mismo a la vez que rendía homenaje a un libro de cabecera para mí, “El extranjero”, de Albert Camus.

 


Su siguiente entrega, En la noche de los cuerpos (2017) ¿se convierte ya en una novela de personajes?

       Intento trabajar en todas mis novelas los personajes de un modo casi obsesivo. Me fascina la psicología humana; como lectora, si me atrapa el modo en que está presentado el personaje, la trama casi me parece lo de menos… “En la noche de los cuerpos” presenta un triángulo de personajes cuya creación supuso para mí todo un reto, puesto que son muy diferentes pero de algún modo se crea entre ellos una relación muy dañina de simbiosis, especialmente entre Olivier y Cecilia.

 

Esta novela tiene dos partes muy diferenciadas, una primera de acción, y una segunda más introspectiva, ¿quizá porque, en esta, se incide más en el aspecto literario?

       Me dicen que mi literatura es muy intimista y me siento cómoda con esa definición. La acción no prima en mis libros tanto como en los de otros autores, aunque siempre hay un detonante, un hecho que hace que todo salte por los aires y los personajes actúen. Y una vez que lo hacen, me gusta mucho ‘instalarme’ en sus mentes, cuestionar los motivos por los que actúan de ese modo y trasladar a los lectores esos interrogantes. Me gustaría pensar que escribo para compartir esas preguntas con ellos.

 


Su reciente entrega, Mares sin dueño (2020), explora acerca de la identidad, la complejidad del amor, o la falta de comunicación, ¿de alguna manera se completaría así su visión de la ficción narrativa?

       Hasta ahora, mi narrativa ha girado alrededor de esos ejes: la incomunicación, la complejidad de los lazos familiares, la identidad, el peso del pasado… Son temas que me interesan como persona y que a nivel narrativo me parecen muy poderosos. Cuestiones atemporales que la literatura puede abordar desde diferentes puntos de vista, por eso siempre tienen vigencia.

 

Esta novela, por su ambientación y fuerza de sus personajes, ¿es su propuesta más ambiciosa?

       Creo que esta novela ha supuesto un salto en mi carrera literaria, aunque el 2020 ha sido un año muy duro para la literatura. En primer lugar, me ha permitido llegar a un sello editorial que siempre había admirado, como es Tres hermanas; es una editorial valiente y muy literaria donde creo que esta novela encajaba muy bien. Además, por circunstancias personales y casi excepcionales tuve el privilegio de dedicarle a “Mares sin dueño” una dedicación exclusiva durante mucho tiempo, algo que sin duda benefició al texto. Cuando compaginas vida laboral con vida creativa, como por desgracia nos pasa a la mayoría de escritores hoy en día, es muy difícil lograr esa excelencia que tanto buscamos. Si algo necesita la literatura son horas y soledad.

 

¿El lector debe entender su texto como una curiosa visión sobre el mar?

       Es, en efecto, una carta de amor al mar. Por supuesto, un amor que también es peligroso, como sabrán los lectores que se hayan adentrado en la historia. Desde el principio supe que el mar sería un protagonista más de la historia y creo que tiene un papel clave en la trama.

 


Pretende que su protagonista femenina, Elisa, salve con la fuerza de su amor, a un atormentado Kylian, ¿tal vez que realice una auténtica bajada a los infiernos?.

       La novela plantea esa pregunta: ¿se puede o se debe intentar salvar a quien amamos? ¿O sólo uno ha de salvarse a sí mismo? Es una idea hermosa y quizás demasiado idealizada que además conecta con clásicos muy poderosos, por eso creo que sigue vigente. Me gusta que sea la propia Elisa la que, en un punto de la historia, se plantee esa misma pregunta, una cuestión casi imposible de resolver… quizás por eso sea tan fascinante.

 

Mares sin dueño es, sin duda, una novela de ambiente, de abundantes descripciones, y una extrema introspección, ¿es ahí donde pretendía que residiera la fuera de su relato?

       Quería que hubiera un equilibrio entre el viaje interior y el viaje físico. Es una novela que cuenta ese doble viaje, por eso elegí la cita de Rilke “todo viaje es al interior” para abrir la historia… Creo que los viajes que nos transforman pasan por tocar algo de nuestro interior, y por eso este viaje que Elisa emprende está tan influenciado por ese ambiente hostil que le dificulta las cosas y por ese choque cultural que encuentra cuando llega a esas tierras tan lejanas.

 

Sus tres novelas, diferentes entre sí, la sitúan en el panorama literario contemporáneo femenino, ¿siente usted que es una narradora intimista, de personajes que cobran fuerza a lo largo del relato, y la fuerza reside en sus protagonistas?

       Así es; para mí los personajes son la clave de mis historias. No me siento a escribir hasta que no siento que los conozco perfectamente, y lo que me resulta más gratificante es saber que los lectores han podido conectar con ellos. También me interesa mucho el modo en que cuento las historias, quizá el componente intimista me viene de la poesía, ya que cuando comencé a expresarme y a buscar mi voz fue a través de la poesía.

 

Para terminar, ¿si es que busca algo, qué explora usted con su literatura?

       Siempre estoy buscando el modo de entender o de analizar lo que no entiendo, lo que me resulta extraño y a veces aterrador. Me interesa explorar lo desconocido, eso que a veces tenemos a la vuelta de la esquina…Veo el proceso creativo como algo ligado a la búsqueda, y esa búsqueda es también un lugar de estar en el mundo.

viernes, 11 de junio de 2021

Eduardo Mendoza

   Última parada

                     

      

       Rufo Batalla, el curioso protagonista de El rey recibe (2018), nos reconciliaba con la literatura del sarcasmo y del humor. El periodista novato cubría, en la Barcelona de 1968, algunos de los grandes acontecimientos del siglo XX, y por un guiño del destino conocería a un estrafalario aristócrata que lo implicaría en una curiosa trama cuando intentaba recuperar el trono de un país báltico cercano a la Estonia actual, ficticiamente bautizado como Livonia. Rufo, conocerá al príncipe en Formentor, enviado por su periódico para cubrir la boda entre Tukuulo y la joven Isabella, y aunque el episodio resultaba gracioso, mirado desde una perspectiva jocosa, funcionaba como una historia de novela paródica, una cruda pantomima, casi caricaturesca; en El negociado del yin y el yang (2019) se convertía en un funcionario de la Cámara de Comercio en Nueva York, esa ciudad soñada donde vive en un barrio elegante, con un aceptable sueldo, y poco trabajo; a finales de 1975 la muere Franco y la del padre, obligan a Rufo a un viaje fugaz, entonces sopesa la idea de regresar de forma definitiva porque no quiere perderse el devenir político de una España en tan interesante momento histórico tras los años de dictadura.

       Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), que escribe con una cierta alegría y una notable libertad, remata su mirada a la segunda mitad del siglo XX y, con Transbordo en Moscú (2021), entrega el final de su trilogía; una curiosa obra contemporánea que busca un lector cómplice para esa primera persona que, se aleja a menudo de la voz protagonista, y reproduce un efecto secundario de notables decisiones ajenas. Ahora, Batalla se ha casado de penalti con Carol, una rica heredera barcelonesa. Tiene hijos, se deja enredar otra vez por el fantasma del príncipe, viaja aquí y allá, lee en el periódico la caída del Muro, y asume su contingencia; el argumento sostenido en estos tres libros sigue siendo la historia de Tukuulo, el heredero exiliado de aquel país del este que se convirtió en el juguete para los verdaderos hacedores de la Guerra Fría. En Transbordo en Moscú, su presencia se convierte en una ausencia presente, y Mendoza exhibe, como quien no quiere la cosa, la cultura de un hombre de mundo, y sus personajes lanzan sus impresiones sobre Shakespeare, el comunismo, la antropología o las Olimpíadas del 92. Cada divagación vale la pena, incluso la excéntrica consideración sobre los recientes acontecimientos en Cataluña, más allá de algunos artificios oníricos y legítimos, y ocurrentes, la clave en esta novela es el estilo que calificamos de felicísimo, porque asesinar a un espía, viajar con pretextos narrativamente arbitrarios a la Polonia pre-solidaridad o cenar con un banquero, le merecen al narrador el mismo tipo de distanciamiento irónico, o un escepticismo cariñoso que no cae en el cinismo, un tono que se presupone en la naturaleza del propio Rufo Batalla, un hombre sin atributos, o no ha querido explotarlos en exceso, y el lector intuye indiferencia patricia que es fácil atribuible al propio autor.

       La trama es solo un débil esbozo que aporta divagaciones meditadas sobre su pasado en el Nueva York salvaje de la juventud de Mendoza, sobre la insolvencia de las clases, o el desengaño revolucionario de finales de los setenta, mientras crecía un país nuevo al hilo de un capitalismo de nuevos ricos, y se preparaba la ratificación eufórica de 1992. Las procelosas aguas de la familia, el matrimonio, sin que llegue a comedia de enredo, aunque se le parezca, y la crianza de los hijos se llevan su parte de verdad, como ese otro pedazo de melancolía sin patetismo que baña las evocaciones de la pobreza de los países de la órbita soviética y el hundimiento de la URSS, cuando el lado bueno del mundo se quedaba sin contrincante a la altura porque desaparecían las ideologías totalizadoras.

       La prosa tan limpia como concisa y certera, de una apariencia accesible y natural que caracteriza a Mendoza, es compatible con una abundante obra de calaje universal.

                                


    

 

                                  Transbordo en Moscú

                                    Eduardo Mendoza

                            Barcelona, Seix-Barral, 2021

 

 

martes, 8 de junio de 2021

Jesús Carrasco

                        Teoría del desencanto

                          


                                         

       Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) intentaba escribir una historia universal con Intemperie (2013), buscaba una recuperación de la cultura de la nimiedad, un retrato de la vida rural y campesina de tanto arraigo, certificaba la crueldad de una existencia tan tremendista como real, y cautivaba a sus lectores con una historia atemporal protagonizada por personajes que crecían psicológicamente, un sostenido lirismo y la ejecución precisa del lenguaje caracterizaban a su prosa. Con La tierra que pisamos (2016) retomaba ese bis psicológico de unos personajes que despertaban a una nueva realidad, aunque Eva y Leva se mostraban estáticos desde las primeras páginas. Ella, rebelde convencida de la humanidad del extraño Otro; él, un niño, a quien el horror había dejado mudo.

       La tercera novela, Llévame a casa (2021) recupera esas sensaciones estilísticas de su prosa anterior, cuenta una historia ambientada en nuestro tiempo, un ámbito familiar reconocible. Todos tenemos unos padres a quienes, desde un indiscutible sentido moral, nos debemos cuando se hacen mayores, necesitan ayuda, o le debemos un apoyo emocional. A ese dilema se enfrentan Juan y su hermana Isabel, los protagonistas, aunque Carrasco hará que Juan reaccione de un modo desconcertante ante los acontecimientos que se suceden en un breve espacio de tiempo, la muerte del padre y la soledad e incipiente enfermedad de la madre, hechos que se expondrán en los reproches de Isabel al ausente Juan que un día decidió instalarse en Escocia.

       La historia reproduce las tensiones domésticas y costumbristas entre dos generaciones: la paterna, entregada a su trabajo, la resignación y el cuidado familiar sin concesiones, o muestras de cariño; y los hijos, criados con más medios y oportunidades, aunque en el momento de la madurez se enfrentan con la crisis económica, y la necesidad personal de construir su propio camino. En los protagonistas de esta segunda generación, en Juan, y en Isabel, su antagonista, aflora idéntico conflicto: optar entre el individualismo capitalista que nos aleja para vivir una experiencia propia, quizá, en Edimburgo, fregando platos, o verse en la obligación de responder al vínculo familiar de profundas convicciones arraigado en nuestra sociedad, hacer lo que se espera de uno, para no convertirse en un descastado. La antítesis de la capital escocesa, el pueblo toledano de Cruces, donde Juan hereda el modesto y ruinoso negocio familiar, vuelve a esa casa de su adolescencia, recorre los senderos de la juventud, o visita los bares de aquel aburrido pasado.

       La novela se desliza por un camino previsible, sin giros o sorpresas, añade una evolución en la forma de ser, en el comportamiento de Juan, evidente y nada más. Tal vez, la emoción de este libro radique en el patetismo de algunas escenas, en la falta de empatía de Juan hacia sus iguales, que se comportan como se espera, no existe conflicto, ni en los diálogos ni en los choques entre posturas o puntos de vista. Se muestran aspectos sugerentes a través de los objetos, los usos, o la descripción de la vivienda, símbolos de una brecha generacional y la concepción de la familia, pero el protagonista claudica, se conforma, acepta aquello que se espera de él, y reproduce el esquema que Isabel le había descrito durante los años de su ausencia.

 

 


 

 

 

 

Llévame a casa

Jesús Carrasco

Barcelona, Seix-Barral, 2021

viernes, 4 de junio de 2021

Centenarios

 

Efemérides

 

        04 de junio de 1821, nace Apolón Nikoláyevich Máikov poeta ruso.
               05 de junio de 1921, muere Georges Feydeau, comediógrafo francés.
       12 de junio de 1921, nace Hans Carl Artmann, literato austriaco.
              18 de junio de 1921, muere Eduardo Acevedo Díaz, escritor y político uruguayo.
       19 de junio de 1921, muere Ramón López Velarde, escritor mexicano.
               21 de junio de 1921, nace Helmut Heissenbüttel, escritor alemán.

miércoles, 2 de junio de 2021

Francisco Javier Guerrero


              Tiempo y dimensión en los relatos de La vida anticipada

      


   

        Francisco Javier Guerrero (Córdoba, 1976) alterna su proceso creativo literario entre la lírica y la narrativa breve, un micromundo al que ha dedicado algunas entregas con notable acierto, en 2012 publicaba Micromundi, una colección de textos en los que invitaba a descubrir el sentido de la vida, de la existencia a través de lo imaginativo, o de lo imaginado, quizá porque el cordobés contribuye a intuir una determinada situación, trasciende su fe en el espacio de las cosas que rodean su mundo, mantiene una decidida fidelidad en defensa de lo breve, un género que para él interpreta el ritmo de la vida, sintetiza el relámpago de un destello de la memoria, se vislumbra como la fugacidad de un instante, tensa esa magia con la que el prestidigitador muestra y oculta una ilusión, y para el lector se convierte en ese hallazgo a medida que avanza leyendo, y sin duda alguna con más firmeza, en su siguiente entrega Caleidoscopia (2014), una colección que requería sus propias estructuras, y solo así será capaz de satisfacer la curiosidad del lector, premisa que se acerca a una definición de ese ecosistema literario de actualidad en estos últimos tiempos.

          Cuestionada la linealidad misma del tiempo, o acaso ese constante deseo de medirlo, y aún más de contarlo o de regularlo, esa vehemencia se convierte en la quimera que la vida nos anticipa continuamente, ya lo ha demostrado la ciencia, fundamentalmente la Física, un aspecto tangencial que, en algunas enseñanzas, ya era posible encontrarlas y en antiguas tradiciones iniciáticas, tanto religiosas como filosóficas. Sobre esa delgada línea transcurren los relatos de La vida anticipada (2020), en realidad, caminan en su esencia argumental, en gran medida, por el concepto de misterio y de lo extraño, de lo asombroso y de lo sorprendente, solo entonces el lector tiene la sensación de estar en un territorio conocido y, al mismo tiempo, envuelto en el más absoluto concepto de lo fantástico.

       La vida anticipada se plantea, en su esencia misma, como esa ilusión que nos propone el misterio de la existencia, el deseo de ocupar el vacío de esos espacios fronterizos que unen tiempo y dimensión, y presenta la historia de unos personajes que transitan por territorios desconocidos, casi insondables, cuyo vacío provoca que el destino determine la presencia y el sentido ineludible del ser humano. En estos relatos, el sueño se superpone a la realidad y la sobrepasa adquiriendo una presencia más sólida, incluso, que la propia vigilia, entonces el autor juega con la dicotomía entre la ilusión y la realidad proponiendo la inversión de los supuestos que, de alguna manera, impulsan un planteamiento inverso de cuanto hasta el presente hemos asumido como certero, sin cuestionarnos la posibilidad de cualquier otro orden, una perspectiva diferente, otro ángulo de visión como el que nos proporciona la literatura. Una firme voluntad mueve a sus personajes, aunque en algunos de estos cuentos, el azar y el destino, cobran una presencia esencial y abortan la probabilidad de huida en cualquiera de sus sentidos porque no deja de ser una ilusión, en ocasiones, sin duda hermosa y, en otras, tremendamente hostil.

       El libro queda dividido en dos partes diferenciadas, “Las viejas trincheras” que reúne los nueve primeros cuentos, y “Lo que no somos”, otros tantos más que nos sumergen en un número considerable de situaciones plagadas de preguntas e incógnitas, nos invitan a reflexionar sobre la validez de esos límites indeterminados y nos ofrecen la magia para atravesarlos. Previamente, un relato muy breve, “Au clair de la lune”, nos muestra el camino, a modo de presentación, porque Guerrero se recrea en la ilusión que supuso la primera grabación de la canción popular francesa, “Au clair de la lune”, por parte del inventor del fonoautógrafo, Édouard-Léon Scott de Martinville, una bienvenida melódica que invita a los lectores a seguir esa pista o llamada,  pasen y escuchen, o pasen y lean.

       Los primeros nueve relatos provocan, en su mayoría, sucesos o situaciones reales, aunque se mueven en territorios limítrofes o fronterizos, el autor se dispone a sumergirnos en lo desconocido, planteándonos preguntas e invitándonos a que solucionemos cada enigma planteado, el misterio en torno a Philip Taylor Kramer, del primer cuento, bajista del grupo de rock Iron Butterfly, la desaparición de un niño unas horas antes de la explosión nuclear de Chernóbil, en “Radiación”, ese futuro incierto de “La fábrica”, o la búsqueda obsesiva de una maleta de piel humana, de “La maleta de George Parrott”, son algunas de las inquietantes historias que podemos encontrar en este bloque del libro. El resto, en la segunda parte, otras nueve, navegan entre la ensoñación y la realidad, entre las suposiciones y las certezas, resultan textos mucho más líricos que permiten al autor que vuele, aún más, su imaginación, como por ejemplo esos huecos que le dan consistencia a la biografía del Premio Nobel Paul Dirac, en “Los mares de Dirac”, esa curiosa y atractiva explicación que se da en “Hache dos O”, la búsqueda y el encuentro de un escritor con el físico teórico Juan Martín Maldacena, en el relato “Maldacena y yo”, en busca de esa realidad como proyección de una sombra, el curioso texto homenaje, “Te ruego que no leas esta historia. Si lo haces moriré”, entre otras historias que, de alguna manera, se extienden en los límites de un buen relato. La vida anticipada está ilustrado por Lola Castillo que ha sido capaz de extender los límites a que Francisco Javier Guerrero sumerge a sus lectores.

 


                                       La vida anticipada

                                 Francisco Javier Guerrero

                                Ilustrado por Lola Castillo

                                Madrid, Adeshoras, 2020