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domingo, 13 de junio de 2021

Hoy tomo café con…

 Esther Ginés afirma que “la vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante.”.


 

       Esther Ginés (Ciudad Real, 1982) publicó en 2012 su primera novela, El sol de Argel, y la siguiente cinco años después, En la noche de los cuerpos (Adeshoras, 2017). La identidad, la incomunicación, el pasado o los lazos familiares, son los temas que explora en su narrativa. Mares sin dueño (Tres Hermanas, 2020), su tercera novela, cuenta una historia sencilla y añade al argumento un secreto que deberá descubrir el lector, porque la fuerza de la trama se justifica en una extraordinaria y maravillosa ambientación, un viaje que lleva a cabo su protagonista, toda una serie de descubrimientos que se deslizan por las páginas de este relato.

 

¿La literatura sirve, en algún sentido, para responder a nuestras propias preguntas?

       Siempre lo he creído, tanto como lectora como desde la posición de autora. Considero que la literatura es un modo de dialogar con la vida y cuestionarnos el momento vital en el que nos encontramos.

 

Y por añadidura, ¿quizá para romper, de alguna manera, con un pasado?

       Decía Kierkegaard que “la vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante.”. Me parece una reflexión muy sabia puesto que es inevitable no volver a los hechos del pasado que nos marcaron, pero hay que tratar de hacerlo desde un modo que no sea dañino. El pasado no se puede cambiar, por lo tanto parece absurdo vivir en él, pero regresar a él también puede tener un elemento sanador y de ruptura necesaria.

 

Una primera novela de iniciación, El sol de Argel (2012), ¿qué destacaría de esa propuesta narrativa?

       Creo que fue un libro valiente con el que me atreví a abordar de temas como el suicidio y las máscaras que la sociedad nos obliga a llevar en muchos momentos. Vivimos en una sociedad donde muchas veces se nos fuerza a mostrar sólo la alegría, como si la tristeza o el fracaso no tuvieran lugar. Es un libro que hablaba sobre los juicios morales y la imposibilidad de ser uno mismo a la vez que rendía homenaje a un libro de cabecera para mí, “El extranjero”, de Albert Camus.

 


Su siguiente entrega, En la noche de los cuerpos (2017) ¿se convierte ya en una novela de personajes?

       Intento trabajar en todas mis novelas los personajes de un modo casi obsesivo. Me fascina la psicología humana; como lectora, si me atrapa el modo en que está presentado el personaje, la trama casi me parece lo de menos… “En la noche de los cuerpos” presenta un triángulo de personajes cuya creación supuso para mí todo un reto, puesto que son muy diferentes pero de algún modo se crea entre ellos una relación muy dañina de simbiosis, especialmente entre Olivier y Cecilia.

 

Esta novela tiene dos partes muy diferenciadas, una primera de acción, y una segunda más introspectiva, ¿quizá porque, en esta, se incide más en el aspecto literario?

       Me dicen que mi literatura es muy intimista y me siento cómoda con esa definición. La acción no prima en mis libros tanto como en los de otros autores, aunque siempre hay un detonante, un hecho que hace que todo salte por los aires y los personajes actúen. Y una vez que lo hacen, me gusta mucho ‘instalarme’ en sus mentes, cuestionar los motivos por los que actúan de ese modo y trasladar a los lectores esos interrogantes. Me gustaría pensar que escribo para compartir esas preguntas con ellos.

 


Su reciente entrega, Mares sin dueño (2020), explora acerca de la identidad, la complejidad del amor, o la falta de comunicación, ¿de alguna manera se completaría así su visión de la ficción narrativa?

       Hasta ahora, mi narrativa ha girado alrededor de esos ejes: la incomunicación, la complejidad de los lazos familiares, la identidad, el peso del pasado… Son temas que me interesan como persona y que a nivel narrativo me parecen muy poderosos. Cuestiones atemporales que la literatura puede abordar desde diferentes puntos de vista, por eso siempre tienen vigencia.

 

Esta novela, por su ambientación y fuerza de sus personajes, ¿es su propuesta más ambiciosa?

       Creo que esta novela ha supuesto un salto en mi carrera literaria, aunque el 2020 ha sido un año muy duro para la literatura. En primer lugar, me ha permitido llegar a un sello editorial que siempre había admirado, como es Tres hermanas; es una editorial valiente y muy literaria donde creo que esta novela encajaba muy bien. Además, por circunstancias personales y casi excepcionales tuve el privilegio de dedicarle a “Mares sin dueño” una dedicación exclusiva durante mucho tiempo, algo que sin duda benefició al texto. Cuando compaginas vida laboral con vida creativa, como por desgracia nos pasa a la mayoría de escritores hoy en día, es muy difícil lograr esa excelencia que tanto buscamos. Si algo necesita la literatura son horas y soledad.

 

¿El lector debe entender su texto como una curiosa visión sobre el mar?

       Es, en efecto, una carta de amor al mar. Por supuesto, un amor que también es peligroso, como sabrán los lectores que se hayan adentrado en la historia. Desde el principio supe que el mar sería un protagonista más de la historia y creo que tiene un papel clave en la trama.

 


Pretende que su protagonista femenina, Elisa, salve con la fuerza de su amor, a un atormentado Kylian, ¿tal vez que realice una auténtica bajada a los infiernos?.

       La novela plantea esa pregunta: ¿se puede o se debe intentar salvar a quien amamos? ¿O sólo uno ha de salvarse a sí mismo? Es una idea hermosa y quizás demasiado idealizada que además conecta con clásicos muy poderosos, por eso creo que sigue vigente. Me gusta que sea la propia Elisa la que, en un punto de la historia, se plantee esa misma pregunta, una cuestión casi imposible de resolver… quizás por eso sea tan fascinante.

 

Mares sin dueño es, sin duda, una novela de ambiente, de abundantes descripciones, y una extrema introspección, ¿es ahí donde pretendía que residiera la fuera de su relato?

       Quería que hubiera un equilibrio entre el viaje interior y el viaje físico. Es una novela que cuenta ese doble viaje, por eso elegí la cita de Rilke “todo viaje es al interior” para abrir la historia… Creo que los viajes que nos transforman pasan por tocar algo de nuestro interior, y por eso este viaje que Elisa emprende está tan influenciado por ese ambiente hostil que le dificulta las cosas y por ese choque cultural que encuentra cuando llega a esas tierras tan lejanas.

 

Sus tres novelas, diferentes entre sí, la sitúan en el panorama literario contemporáneo femenino, ¿siente usted que es una narradora intimista, de personajes que cobran fuerza a lo largo del relato, y la fuerza reside en sus protagonistas?

       Así es; para mí los personajes son la clave de mis historias. No me siento a escribir hasta que no siento que los conozco perfectamente, y lo que me resulta más gratificante es saber que los lectores han podido conectar con ellos. También me interesa mucho el modo en que cuento las historias, quizá el componente intimista me viene de la poesía, ya que cuando comencé a expresarme y a buscar mi voz fue a través de la poesía.

 

Para terminar, ¿si es que busca algo, qué explora usted con su literatura?

       Siempre estoy buscando el modo de entender o de analizar lo que no entiendo, lo que me resulta extraño y a veces aterrador. Me interesa explorar lo desconocido, eso que a veces tenemos a la vuelta de la esquina…Veo el proceso creativo como algo ligado a la búsqueda, y esa búsqueda es también un lugar de estar en el mundo.

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