Tiempo y
dimensión en los relatos de La vida anticipada
Francisco Javier Guerrero (Córdoba, 1976) alterna su proceso creativo literario entre la lírica y la narrativa breve, un micromundo al que ha dedicado algunas entregas con notable acierto, en 2012 publicaba Micromundi, una colección de textos en los que invitaba a descubrir el sentido de la vida, de la existencia a través de lo imaginativo, o de lo imaginado, quizá porque el cordobés contribuye a intuir una determinada situación, trasciende su fe en el espacio de las cosas que rodean su mundo, mantiene una decidida fidelidad en defensa de lo breve, un género que para él interpreta el ritmo de la vida, sintetiza el relámpago de un destello de la memoria, se vislumbra como la fugacidad de un instante, tensa esa magia con la que el prestidigitador muestra y oculta una ilusión, y para el lector se convierte en ese hallazgo a medida que avanza leyendo, y sin duda alguna con más firmeza, en su siguiente entrega Caleidoscopia (2014), una colección que requería sus propias estructuras, y solo así será capaz de satisfacer la curiosidad del lector, premisa que se acerca a una definición de ese ecosistema literario de actualidad en estos últimos tiempos.
Cuestionada la linealidad misma del tiempo, o acaso ese constante deseo de medirlo, y aún más de contarlo o de regularlo, esa vehemencia se convierte en la quimera que la vida nos anticipa continuamente, ya lo ha demostrado la ciencia, fundamentalmente la Física, un aspecto tangencial que, en algunas enseñanzas, ya era posible encontrarlas y en antiguas tradiciones iniciáticas, tanto religiosas como filosóficas. Sobre esa delgada línea transcurren los relatos de La vida anticipada (2020), en realidad, caminan en su esencia argumental, en gran medida, por el concepto de misterio y de lo extraño, de lo asombroso y de lo sorprendente, solo entonces el lector tiene la sensación de estar en un territorio conocido y, al mismo tiempo, envuelto en el más absoluto concepto de lo fantástico.
La vida anticipada se plantea, en su esencia misma, como esa ilusión que nos propone el misterio de la existencia, el deseo de ocupar el vacío de esos espacios fronterizos que unen tiempo y dimensión, y presenta la historia de unos personajes que transitan por territorios desconocidos, casi insondables, cuyo vacío provoca que el destino determine la presencia y el sentido ineludible del ser humano. En estos relatos, el sueño se superpone a la realidad y la sobrepasa adquiriendo una presencia más sólida, incluso, que la propia vigilia, entonces el autor juega con la dicotomía entre la ilusión y la realidad proponiendo la inversión de los supuestos que, de alguna manera, impulsan un planteamiento inverso de cuanto hasta el presente hemos asumido como certero, sin cuestionarnos la posibilidad de cualquier otro orden, una perspectiva diferente, otro ángulo de visión como el que nos proporciona la literatura. Una firme voluntad mueve a sus personajes, aunque en algunos de estos cuentos, el azar y el destino, cobran una presencia esencial y abortan la probabilidad de huida en cualquiera de sus sentidos porque no deja de ser una ilusión, en ocasiones, sin duda hermosa y, en otras, tremendamente hostil.
El libro queda dividido en dos partes diferenciadas, “Las viejas trincheras” que reúne los nueve primeros cuentos, y “Lo que no somos”, otros tantos más que nos sumergen en un número considerable de situaciones plagadas de preguntas e incógnitas, nos invitan a reflexionar sobre la validez de esos límites indeterminados y nos ofrecen la magia para atravesarlos. Previamente, un relato muy breve, “Au clair de la lune”, nos muestra el camino, a modo de presentación, porque Guerrero se recrea en la ilusión que supuso la primera grabación de la canción popular francesa, “Au clair de la lune”, por parte del inventor del fonoautógrafo, Édouard-Léon Scott de Martinville, una bienvenida melódica que invita a los lectores a seguir esa pista o llamada, pasen y escuchen, o pasen y lean.
Los primeros nueve relatos provocan, en su mayoría, sucesos o situaciones reales, aunque se mueven en territorios limítrofes o fronterizos, el autor se dispone a sumergirnos en lo desconocido, planteándonos preguntas e invitándonos a que solucionemos cada enigma planteado, el misterio en torno a Philip Taylor Kramer, del primer cuento, bajista del grupo de rock Iron Butterfly, la desaparición de un niño unas horas antes de la explosión nuclear de Chernóbil, en “Radiación”, ese futuro incierto de “La fábrica”, o la búsqueda obsesiva de una maleta de piel humana, de “La maleta de George Parrott”, son algunas de las inquietantes historias que podemos encontrar en este bloque del libro. El resto, en la segunda parte, otras nueve, navegan entre la ensoñación y la realidad, entre las suposiciones y las certezas, resultan textos mucho más líricos que permiten al autor que vuele, aún más, su imaginación, como por ejemplo esos huecos que le dan consistencia a la biografía del Premio Nobel Paul Dirac, en “Los mares de Dirac”, esa curiosa y atractiva explicación que se da en “Hache dos O”, la búsqueda y el encuentro de un escritor con el físico teórico Juan Martín Maldacena, en el relato “Maldacena y yo”, en busca de esa realidad como proyección de una sombra, el curioso texto homenaje, “Te ruego que no leas esta historia. Si lo haces moriré”, entre otras historias que, de alguna manera, se extienden en los límites de un buen relato. La vida anticipada está ilustrado por Lola Castillo que ha sido capaz de extender los límites a que Francisco Javier Guerrero sumerge a sus lectores.
La vida anticipada
Francisco Javier Guerrero
Ilustrado por Lola Castillo
Madrid, Adeshoras, 2020
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