Miguel Ángel Muñoz, “Es la belleza de la novela como género literario, su mundo de posibilidades, los caminos tortuosos y tan incitantes que podemos recorrer en la lectura, pero también en la escritura”.
Publica una nueva novela, Aposento (2021)
Miguel Ángel Muñoz (Almería, 1970) es autor de dos novelas, La canción de Brenda Lee, 2012 y El corazón de los caballos, 2009 y de tres libros de relatos, y El síndrome Chejov, 2006, una anodina y profunda visión sobre la vida que explora, además, dos conceptos esenciales en un buen cuento: el humor y la ironía con que resaltar algunas peculiaridades de la existencia humana; Quédate donde estás, 2009, relatos que intensifican el matiz de la perturbada identidad de algunos de sus personajes, y ahora propone temas mucho más variados, la familia, como base de esa unidad metaliteraria, la memoria y el paso del tiempo, la identidad y la incomunicación, es decir, el sentido último de las emociones humanas, y Entre malvados, 2016, gente dañina que protagoniza cada uno de los diez cuentos recopilados, lo más perverso de la condición humana y del mundo preside casi la totalidad de las narraciones. El libro de entrevistas La familia del aire, 2011, y algunos de sus textos figuran en destacadas antologías del relato español actual. Participó en el volumen colectivo John Cassavetes, Interior noche (2018) con un ensayo sobre el director estadounidense. Mantiene activo el blog El síndrome Chéjov.
Un nuevo proyecto, un reto más, ¿Aposento (2021), pretende ser una reivindicación literaria?
Cada nuevo libro es, efectivamente, un reto. Me aburriría escribir libros demasiado parecidos entre sí. El que la novela se detenga en el olvido sobre una escritora como Mercedes Soriano, que no hace tantos años publicaba en editoriales muy importantes, es una forma de reivindicación pero, más que eso, una reflexión sobre lo fácil que es caer en el olvido. También sobre hasta qué punto tenemos derecho a remover esos silencios pavorosos en que caen algunos escritores en España, cuando en parte esos silencios son buscados o alentados por esos autores esquivos. Lo importante era enfocar no la vida de Soriano, sino su trabajo, sus libros, su legado. Y eso es un poco provocador, porque tengo siempre la sensación de que pasan las modas literarias, los libros que triunfan y los que no, pero nunca nos detenemos en el libro en sí, en lo que su lenguaje dice, sino en paratextos accesorios, que están más allá del texto y que son parte de una conversación social, pero no literaria. A eso es a lo que se atiende, casi siempre.
Se lo pregunto porque es un texto que converge para convertirse en una novela de posibilidades infinitas, ¿esa es la intención?
Esa es la belleza de la novela como género literario, su mundo de posibilidades, los caminos tortuosos y tan incitantes que podemos recorrer en la lectura, pero también en la escritura. Quería una novela que pudiera admitir dentro de ella muchas diversas formas de narrar, hasta aquellas que no parecen ser una narración. Es algo que intenté en mis novelas anteriores. Me gusta mucho esa literatura contemporánea que entiende que la novela tiene tanta tradición detrás que puede permitirse hacer lo que le dé la gana. Además, esas novelas imprevistas, que giran sobre sí mismas en muchos momentos, que coquetean con nuestras expectativas, me parecen formas modernas de la novela de aventuras.
Debería preguntar, ¿qué relación guarda su vida con la escritura?
En todos los libros, incluso en los más imaginativos, aparecen claves vitales de sus autores. Lo que vives forma parte de tus libros de una forma que a veces tú mismo no entiendes, hasta que pasa el tiempo y recuerdas de qué modo se relacionaba una determinada escena con una inquietud, con una obsesión o simplemente con algo muy concreto que te ocurrió. La diferencia es que «Aposento» está proyectada intencionalmenic como una novela autobiográfica, de las que hay más de las que parece en la tradición española. Que las novelas autobiográficas estén bastante centradas en la literatura, que incluso sean librescas, no es algo extraño: son escritores los que las paren.
¿El lector aprecia el complejo mecanismo que subyace en Aposento, o debe bucear en su estructura para que acierte a ver la perspectiva completa?
Creo que la estructura es el elemento fundamental de un libro, sea este novela o libro de relatos. En el modo en que ordenamos los relatos o la información de la novela está el modo en que ese libro «es». La estructura nos obliga a elegir entre diversos caminos para contar nuestra historia con eficacia. Como pasa con la vida. En aquella comedia de Neville, «La vida en un hilo», se hablaba de eso con sofísticación y mucha gracia. Una mujer tiene la oportunidad de ver sus dos posibles vidas según elija subirse o no a un taxi. Una decisión nimia la condiciona para siempre.
Quiero que mi novela sea leída página a página, claro, y que su lectura interese, pero me parecía bonito que el sentido completo de la novela exigiera que se llegara al final y que con ese final se apreciara el conjunto del juego literario. Vamos viendo fragmentos del cuadro, unos nos llegan más profundamente que otros, pero la imagen final quiere dar sentido al conjunto. Si los cuadros se ven a un golpe de vista, las novelas, eso sí, tienen un inconveniente: necesitan de la complicidad del lector, que confíe en la mano que va abriendo el camino.
No se trata de una novela o biografía sobre la narradora Mercedes Soriano, ¿era necesario que el personaje desvelara en un momento dado que no era así?
Mientras investiga sobre las razones que llevaron a Mercedes Soriano, en su momento de mayor prestigio literario, a apartarse del mundo en un lugar remoto de Almería, lejos de Madrid -que todavía hoy quieren hacernos creer que por sí sola es España-, el personaje necesita apartarse de su proyecto inicial. Ha apostado por un diálogo fértil con el otro, con esa voz literaria encarnada en Mercedes Soriano. La lectura es un diálogo con fantasmas, con voces de escritores que oímos en un libro aunque no sepamos si están vivas o muertas, ni si eran personas encomiables o un poco mezquinas. Gracias a voces muy ajenas de la literatura nos conocemos íntimamente, descubrimos los muchos fondos que tenemos. El personaje de la novela se expone, un poco unamunianamente, y avanza en un doble descubrimiento: cuanto más lee a la escritora y escribe sobre ella, más descubre de sí mismo.
Una vez leída su novela, ¿queda manifiesto el conflicto generacional, la propensión a estar leyendo una obra narrativa diferente como la de Soriano, porque Aposento se inscribe en otri mundo?
Mercedes Soriano pertenecía a una generación mayor que la mía, aquella que yo leía en mi juventud y que sigue siendo la principal de la literatura española. Su obra era radical y difícil, su voz no era complaciente, analizaba con un estilete lo que veía a su alrededor. Desde la izquierda, denunció las tempranas componendas a las que el socialismo se entregó cuando alcanzó el poder. Creo que voces como la suya, con ese tono libre y radical, son muy necesarias. Pertenece a otro tiempo -aunque solo han pasado treinta años- y sus libros fueron olvidados, pero la reedición de «Contra vosotros» da una oportunidad a las nuevas generaciones para conocer sus libros y debería animar a revisar su obra y resituarla definitivamente. Lástima que su obra sea tan escasa.
No creo que «Aposento» hable de un mundo diferente al de hoy. Sí reivindica el atrevimiento en literatura, y por tanto el personaje de la novela acaba por encontrar puntos en común con ese espíritu literario. Pero lo que los grandes medios dicen que es la literatura actual española no es, necesariamente, la literatura actual española. No toda, desde luego.
Este
libro es, quizá, ¿su mayor atrevimiento, literariamente hablando, y la
confirmación de una auténtica vocación y pretensión literaria?
No sabría decir, pero desde luego es un libro del que he salido muy feliz. Entré a ciegas en él, pensando que el planteamiento era un poco suicida, pero creo que he plasmado tanto mis inquietudes personales como me he aventurado por un modo de hacer literatura que está conectando con sus lectores. Esto me está sorprendiendo gratamente.
Huyendo de la autoficción, ¿cae usted de bruces en el formato epistolar, el diario, la crítica literaria, o el relato de viajes?
Cuando se habla de la autoficción se mezclan bajo este concepto diversos modos de escribir novelas autobiográficas. Esto lo ha estudiado de maravilla en España el profesor Manuel Alberca. Esa amplia taxonomía se ha simplificado diciendo que cualquier novela protagonizada por un escritor es autoficción. No es así. La autoficción tiene sus reglas, la más evidente la utilización de la mentira para el manejo de la narración. Hay muchos matices. Es un género que me gusta, aunque esté de moda ahora darle palos como antes estuvo de moda lo contrario. Es lo que tienen las modas. Pero «Aposento» va por otro camino, más cerca de las novelas autobiográficas, al modo de Azorín, Perec o Handke.
Desde hace décadas la novela nos ha demostrado que es una gran catedral con numerosas puertas abiertas por las que entrar en ella, así que me apetecía mucho disfrutar de esa libertad, que me contagiara. Y sí, en ella caben, formando parte del todo, diversos géneros literarios que tienen entidad por sí solos, como los que menciona.
En alguna ocasión ha manifestado que ha escrito sus libros apostando contra usted, ¿Aposento es el resultado que esperaba?
Me refería con ello a que intento ir contra mis propias expectativas, contra lo que yo mismo supongo que debería hacer. Me complico la vida preguntándome qué tipo de paso adelante podría dar, por dónde sería interesante que avanzara en mi nuevo libro. Vivo la literatura como una aventura. Procuro no agarrarme a nada sólido o a cosas que sé que me han funcionado en libros anteriores. Aunque te arriesgues con eso a dar un mal paso. En ese sentido, «Aposento» es muy parecida a como quería que fuera, sobre todo porque pretendía que la novela fuera bastante libre, que se construyera al paso de la vida, y ese presupuesto estético está en el libro, tal y como lo imaginé.
El cine, la música y, sobre todo, la literatura están muy presentes en esta novela, ¿se trata de un tributo particular a sus fantasmas culturales?
Volvemos a la idea de diálogo. Todas esas artes, y sobre todo la literatura, se mueven desde la soledad contemporánea en la que nace el acto de leer, escuchar música o ver una película, hasta el acto de compartir esa experiencia. Es uno de los ejemplos más bellos de comunicación que está a nuestro alcance. Entendiendo la literatura como ese diálogo íntimo con tu lector, pero también con los fantasmas del pasado que son otros escritores, otros libros, otras pesadillas y sueños, me parecía lógico que en la novela se filtrara ese mundo de referencias culturales. No escribo sobre cosas muertas sino sobre experiencias culturales vivas, que siguen vivas mientras las compartimos con los demás.
Si el lector se fija en la estructura de esta novela, ¿cabe pensar que junto al narrador asiste a la elaboración de un auténtico manual de escritura?
Al comenzar la novela, tenía algo muy claro: no sabía a dónde me iba a llevar. Quería desnudar ante el lector los pasos de escritura de una novela: sus inicios en medio de la ensoñación, sus dudas, las preguntas que acosan al escritor, los temores, la organización de los datos, la estructura, la narración. El final es puramente narrativo y desde él quería que el lector viera el proceso de la escritura, mediante la experiencia de la lectura de la novela.
¿Es un texto que debe obligarnos a cuestionar el hecho de cómo recordamos nosotros y, por extensión, como seremos recordados y, quizá, la miseria que supone el olvido?
El olvido, sí, es uno de los temas principales. Me preguntaba quién era yo para perturbar ese olvido en el que había caído la obra de Mercedes Soriano. Era como si ella hubiera visto cumplida una aspiración personal hacia la desaparición y el apartamiento, que está prefigurada sorprendentemente desde su primera novela. Pero me respondí que nadie debería impedirnos seguir accediendo a sus libros, que en esa lucha por mantener su voz al alcance de los lectores había una lucha contra el olvido. La literatura es una envenenada pero fascinante pelea contra el olvido.
Una vez que llegamos al final, ¿entendemos que la literatura es un conglomerado de influencias, o de referencias?
La novela ha sido siempre una torre de Babel en la que se sucedían experiencias narrativas y estéticas. Bajo ese signo constante de apertura, curiosidad, atrevimiento, experimentación, mezcla y tolerancia, ese tipo de novela, que es la que me interesa, ha construido ya sobre el papel, en muchas grandes novelas, esos mundos equilibrados que los humanos somos incapaces de llevar a la realidad.
Quise en «Aposento» jugar con la mezcla, buscar, investigar, sin saber a dónde me llevaba el juego, pero creo, en resumen, que el libro es mi pequeño homenaje al mundo de las novelas, a la libertad que he aprendido de ellas.
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