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Los locos años veinte,
según Scott Fitzgerald
Se publica una nueva
traducción del cuento, Sueños de invierno, en la editorial Traspiés.
Los protagonistas masculinos de muchos
de los relatos de F. Scott Fitzgerald son hombres hechos a sí mismos que han
logrado el éxito y la fortuna gracias a su propio esfuerzo, y aunque ese ha
sido un tema recurrente en la literatura norteamericana, el eje de las
historias de Scott Fitzgerald no es la persecución del éxito, sino el
amor. En sus relatos, los protagonistas dejan de ser acomodados hombres de
negocios para convertirse en humildes enamorados que están dispuestos a hacer
todo lo necesario por la chica de sus sueños. Esas chicas, calificadas
como flappers de los felices años
veinte, eran unas jóvenes de pelo y falda cortos, hermosas, indolentes,
emocionalmente inestables, que se dejan querer pero que rara vez están
dispuestas a amar.
Francis Scott Fitzgerald logró crear en
sus relatos una atmósfera que reproduce con una enorme vitalidad un ambiente en
cierto modo decadente y nostálgico. Como retratista de la juventud de su época
supo dejar constancia de esos días despreocupados antes de la madurez, y con
esa mirada melancólica de quien los sabe efímeros; un ambiente de añoranza
quebrado por la idea de que esos dorados años veinte fueron barridos por la Gran Depresión.
Tres relatos anticipan una de las
mejores obras del narrador Fitzgerald, “Sueños de invierno”, publicado en Metropolitan Magazine,
en 1922, “Dados, puño americano y guitarra” en la revista Hearst's
Internacional, en 1923, y “Lo
más sensato” en Liberty, 1924 y
posteriormente recogidos en la colección, Todos los jóvenes tristes (1926), y
la obra en cuestión es, El gran Gatsby (1925).
Sueños
de invierno
Este breve relato, publicado por
Traspiés, en su colección “Vagamundos Libro Ilustrado” propone una nueva
traducción realizada como proyecto de fin de curso del Taller de traducción
literaria de Billar de las Letras, de Madrid, y como señala Maite Fernández
Estañán, en el prólogo, ha sido un reto importante porque la prosa de Scott
Fitzgerald es una de las más delicadas y preciosistas con la que pueda
encontrarse un lector, y por añadidura un traductor. “La prosa de Fitzgerald
destila emoción, añade Fernández Estañán, y esa emoción se construye mediante
todo tipo de recursos poéticos: el polisíndeton, las repeticiones, la
acumulación, y los paralelismos.
El
relato
El joven caddy Dexter logra cumplir su
sueño de infancia: jugar al golf con los hombres cuyas bolsas cargaba en la
adolescencia. Sin embargo, la vuelta a su pueblo natal supondrá también el
reencuentro con la hermosa Judy Jones, cuyo encanto fascinará a Dexter y pronto
queda prendado de ella pero no pasa de ser uno más de entre la nube de
pretendientes que la rodean.
Judy es una joven sofisticada, asediada por sus
pretendientes, entre los que hace un hueco al enamorado Dexter. Pero, como la
mayoría de las heroínas de Fitzgerald acabará por demostrarse su incapacidad
para amar otra cosa que sus propios caprichos. Así que muy pronto, el
protagonista deberá resignarse a no ser correspondido.
El relato, Sueños de invierno, se
convierte en otro producto de su tiempo que encarna el sentir de muchos de los
hombres y mujeres de aquella época, a la que el propio Scott Fitzgerald llamó “la
era del jazz”.
La edición de la granadina, Traspiés,
está ilustrada por J. A. López, que inaugura una fructífera colaboración como
ilustrador de clásicos como el presente.
Francis Scott Fitzgerald, Saint-Paul,
1896-Hollywood, 1940, ha
sido uno de los más importantes escritores norteamericanos del siglo XX. Autor,
entre otras, de las novelas, A este lado del paraíso (1920), El gran Gatsby
(1925) o Suave es la noche (1934), y de las colecciones de relatos, Flappers y
filósofos (1920), Cuentos de la era del jazz (1922) y Todos los jóvenes tristes
(1926)
F.
Scott Fitzgerald, Sueños de invierno; ilustr., por J. A. López; Granada,
Traspiés, 2016; 62 págs.
Scott Fitzgerald está más vivo que nunca, como lo demuestran las constantes reediciones de casi todos sus libros. De El gran Gatsby el lector español puede elegir entre nada menos que 10 traducciones diferentes, algo que yo creo que es absolutamente insólito. Me gusta el trazo de la ilustración de portada, toda una invitación a buscar las del interior. Bien por J. A . López y por Traspiés
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