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Qué
vergüenza
El primer libro de Paulina Flores (Chile,
1988) se titula, Qué vergüenza
(2016), y reúne una colección de nueve cuentos que protagonizan niños y niñas
condicionados por el vértigo de unos aprendizajes traumáticos en su infancia, y
unos adultos que sobreviven a la soledad y a las relaciones alteradas de
familias de clase media. En estas historias no hay personajes atrapados por el
resentimiento ni una desaforada búsqueda de autocompasión, por el contrario se
percibe una voluntad de explorar en las conciencias e intimidad de personajes
comunes y corrientes para que el lector vaya descubriendo inquietudes y
paradojas, a menudo desde una candidez absoluta como corresponde a los
protagonistas de sus cuentos. Llama la atención, en una primera apreciación, la
sobriedad de unos textos tan depurados como de un ejercicio sintáctico preciso,
la nitidez expresiva con que compone Paulina Flores la verosimilitud de sus
historias, pero sobre todo la curiosidad con que logramos llegar al final de las
mismas, con sorpresa incluida. Podríamos sospechar que algunos de los cuentos
de la joven chilena se inspiran más en aspectos biográficos que de su
imaginación como ese mecanismo que proporciona el tema de las historias como
ocurre a menudo con las opera prima.
El relato que da título al volumen, Qué vergüenza, es la historia de un
hombre cesante que se hace acompañar por sus hijas cada vez que asiste a una
entrevista de trabajo; un relato excelente donde queda latente la vergüenza del
padre ante sus hijas, fundamentada en su torpeza y su incapacidad para asumir
un supuesto y evidente rol adulto, o para protegerlas y convertirse en el
sustento que socialmente se espera de él. Lo mejor, un narrador en primera
persona, pero contaminado del punto de vista de una de sus pequeñas hijas, con
lo que añade además una mayor vergüenza a la historia, una vez que observamos
el contraste de la ternura con que su hija verá la situación vivida. Teresa, es una historia sobre un
encuentro sexual, y sin duda vez sobre un desencuentro. El hombre del relato
tiene una hija que anda dando vueltas por el departamento mientras él y la
supuesta Teresa se encierran en el dormitorio. El juego del narrador se niega a
darle un final convencional a la historia, insiste en no presentar cabalmente
al personaje principal, no quiere cerrar el relato frente al lector, y provoca
así una ambigüedad y un desconcierto que se traslada al personaje femenino. Talcahuano, Olvidar a Freddy, Tía
Nana y Últimas vacaciones,
cuenta la historia de un niño cuyo padre está en prisión y su hermano en camino
de lo mismo, y junto a su tía y primas, en La Serena, lo miman con curiosidad y lástima; son en
gran medida, relatos sobre familias rotas, sobre padres que no son capaces de
asumir su papel, sobre hijos que quedan a la deriva o sobre la desazón que les
produce su propio espacio en el mundo, desde la imposibilidad de un hogar
convincente. Espíritu americano se
sirve de ese mismo desasosiego para contar el momento en que un par de
muchachas se juntan a recordar el pasado que vivieron como camareras de un
restaurante. En Laika
presenciamos el lento proceso que hace un hombre para ganarse la confianza de
una niña, hasta aprovecharse sexualmente de ella. La idea de la perdida de la
inocencia, tanto sexual como fin anticipado de la inocencia de la niñez, será
uno de los temas que se repiten en varios de los cuentos. Y para terminar el
volumen, Afortunada de mí, es
en realidad, una novela corta por su extensión; la autora experimenta con la
estructura, fracciona la cronología, y nos cuenta en dos planos sucesivos la
historia de un mismo personaje femenino hasta situarlo en el momento actual, un
momento de desasosiego y ruptura con el mundo que la rodea, con una cierta
incapacidad para adaptarse a él.
Paulina Flores calcula el tiempo que cada
la historia exige para relatar, para describir, para construir el contexto de
su cuento, no tiene prisa alguna, cada relato se juega su valor en lo que se
expresa, no en lo que escamotea desde el punto de vista de construcción narrativa
porque la joven chilena frente a una adversidad manifiesta ha sabido crear un
mundo propio donde mover sus personajes, y este es un de sus mayores logros.
QUÉ
VERGÜENZA
Paulina
Flores
Barcelona,
Seix-Barral, 2016; 294 págs.
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