CONTEMPORÁNEOS O EL JUEGO DE LOS
ESPEJOS
El volumen Prosa (2004) del
grupo «Contemporáneos» actualiza, en alguna manera, el valor de los narradores
mexicanos que durante decenios fueron olvidados como un episodio menor de la
historia literaria de México. La edición aparece en la colección «Obra
Fundamental» que la
Fundación Santander Central Hispano viene publicando en los
últimos años.
Modernos, contemporáneos y clásicos—ha
llegado a escribir Iris M. Zavala a propósito del grupo Contemporáneos que,
a principios del pasado siglo XX, cuando el ámbito social y cultural mexicano
estaba aún impregnado de las reminiscencias del XIX y la política se debatía en
ideologías caducas, proyectaban un México hacia la modernidad. Surge así un
grupo, inicialmente de poetas, cuyos nombres, Xavier Villaurrutia, Gilberto
Owen, José Gorostiza, Salvador Novo y Jorge Cuesta, sirven de referencia para
la moderna y actual poesía que se escribe en el México de las últimas décadas.
En España, Luis Maristany realizó la edición de una excelente antología del
grupo en 1992, publicada, entonces, por Anaya&Muchnik y Blanca Estela
Domínguez Sosa realizaba, en el año 2001, una nueva antología publicada por
DVD. Una nueva visión totalizadora de Contemporáneos ofrece Domingo
Ródenas de Moya, en una espléndida edición de la Prosa de estos
escritores mexicanos; a los ya nombrados, añade ahora el crítico, a José
Martínez Sotomayor y a Jaime Torres Bodet.
En los años veinte surgen en América
Latina diferentes tendencias poéticas o movimientos que vinieron a coincidir
con la vanguardias europeas; leáse «ultraísmo» al que se adscribieron poetas
como el peruano César Vallejo, el chileno Vicente Huidobro o el argentino Jorge
Luis Borges; en México se proclama la muerte del «modernismo» y Enrique
González Martínez funda en 1920 la revista México Moderno cuyos
redactores y primeros colaboradores fueron Pedro Henríquez Ureña, José
Vasconcelos y Alfonso Caso; poco después se incorporan los jóvenes poetas
Salvador Novo, José Gorostiza y Jaime Torres Bodet. La revista, en realidad,
fue el hilo conductor que más tarde desembocaría en el grupo de los Contemporáneos.
Durante estos años México será el país que encabezará al mundo en pintura
mural. El muralismo exalta los valores de la época prehispánica e idealiza la
esencia azteca y se reproducen escenas de la vida cotidiana, rituales,
cosmogonía e, incluso, ilustra episodios de la tragedia de la Revolución Mexicana.
Tras el asesinato del Presidente Álvaro Obregón y la constitución del Partido
Nacional Revolucionario que más tarde se convertiría en el actual PRI, los
cambios en el panorama político fueron muchos hasta la llegada en 1934 del
presidente constitucional Lázaro Cárdenas, durante cuyo mandato se tuvo la
impresión que el gobierno se inclinaba hacia una vertiente del comunismo.
Surge, entretanto, una generación de poetas cuya característica más notable,
según señala Domínguez Sosa, fue no participar abiertamente en política ni
estar dentro de un proyecto cultural estatal o nacionalista, sino que más bien
adoptaron una actitud de ensimismamiento y regocijos espirituales.
La
poesía
Los Contemporáneos empezaron su
labor bajo la protección de José Vasconcelos aunque muy pronto el grupo se
distanció porque su poesía se encontraba en contradicción con el concepto de
realidad mexicana que deseaba imprimir en el arte Vasconcelos. Las
características comunes de la generación son una formación homogénea, proceden,
en su mayoría, de revistas consideradas hoy de referencia e importancia inequívocas, como por ejemplo Gladios,
Pegaso, Ulises, México Moderno, La
Falange, La
Antorcha o una institución como el Ateneo de la Juventud; entre otras
cosas, fueron promotores de nuevos grupos teatrales, fundaron algunos de los
primeros cine clubes del país, ejercieron la crítica de arte, promovieron y
adoptaron la nueva poesía internacional y tradujeron a diversos escritores
internacionales defendiendo la libertad de expresión.
La revista que les dio nombre se publicó
entre 1928 y 1931 y se consolida como una revista de cultura, con un concepto
moderno y un material selecto; por ejemplo, allí se publica una primera
traducción del poeta T.S. Eliot y lo mejor de la literatura extranjera; algo
que les lleva a ser tachados de elitistas y de alejarse del proyecto nacional
de cultura. Cuando empiezan a escribir sus influencias son claramente
modernistas pero dejan de ver la vida de una forma idílica y plasman en su obra
una forma desgarrada y cruel de la existencia. Abordan algunos de los problemas
del subconsciente, vislumbran la esencia del ser, su discurso poético gira en
torno a la muerte, el sueño y el deseo. Jamás ha existido en el mundo de la
lírica mexicana un grupo tan homogéneo y con circunstancias similares: edades
semejantes, formación parecida, integración en torno a algunas de las
principales revistas del país, exclusivismo poético, peso sobre todo, como ha
señalado Héctor Valdés, la característica que estrecha aún más el círculo de
amigos es que «la poesía de cada uno tiene momentos en que puede ser la de
otro; es asombroso cómo existen versos, temas, imágenes que si bien no son
idénticos a otros, tienen ritmos, palabras, evocaciones que los hacen
semejantes, que a veces son ecos de lo ya dicho o anticipaciones de lo que se
dirá entre los poetas del grupo. Un juego de espejos, de reflejos, es
permanente en la producción poética de los Contemporáneos». Por otra
parte, buscaron siempre el equilibrio entre tradición y modernidad. Nombres
como André Gide o Paul Valéry son de obligada referencia para ellos, aunque
paralelamente realizan lecturas atentas de textos de Sor Juana y las referencias españolas del 98, la Revista de
Occidente, la poesía de Juan Ramón Jiménez o los primeros brotes de la
generación del 27. La lectura de autores como Marcel Proust, André Gide, el
nombrado Juan Ramón Jiménez, Jean Cocteau, Gillaume Apollinaire, T.S. Eliot
impulsó a muchos de estos jóvenes a llevar a cabo y a ejercer una actitud
simultánea de crítica y de poesía. Su
campo de actuación, así, fue amplísimo, novela, ensayo, teatro, poesía,
pintura, política, filosofía, historia, ciencias, religión, folklore, artes
populares, costumbres y un largo etcétera. A partir de 1940, varios miembros,
sin embargo, se oficializan, algunos mueren y otros callan.
La
prosa
En la introducción que Domingo Ródenas
de Moya titula «El viaje a la prosa de los Contemporáneos» hace a su excelente
edición de Prosa (2004), publicado en la colección Obra Fundamental de la Fundación Santander
Central Hispano, expone que «siendo poetas la mayoría, ensayistas muchos,
narradores los menos, todos contribuyeron en mayor o menor medida a la profunda
renovación de la prosa castellana y a la expedición en busca de nuevas formas
de narrar la experiencia». Añade, que «lo hicieron sin sujetarse a consignas de
ningún tipo ni ejercer violencia en sus respectivos talentos para amoldarlos a
una doctrina gregaria (...) cada uno de ellos siguió su propio itinerario, casi
todos en soledad, casi todos con un talento deslumbrante (...) El rigor, el refinamiento
cosmopolita y la tendencia al intelectualismo los hacían anómalos en un medio
cultural desballestado tras la guerra civil» Aunque muchos de ellos trabajaron
como funcionarios del nuevo Estado revolucionario, bajo las órdenes de José
Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña, como ya hemos señalado, no comulgaron con
el arte populista que promovía el estado, ejemplificado en los muralistas
Rivera o Siqueiros. Así Villaurrutia se refería al grupo como «grupo sin grupo»
y Torres Bodet hablaba de «grupo de soledades». Paradójicamente, como señala
Ródenas de Moya, durante decenios fueron enterrados en los desmontes de la
historia literaria de México, olvidados como un episodio menor, como una
erupción del diletantismo narcisista.
Entre 1924 y 1931 se desarrolla una
sugestiva indagación en lo que se llamaría «nueva novela» que se resolvía en
breves ejercicios narrativos de una elevada densidad poética. Estos jóvenes que se dedicaban
preferentemente a la lírica y al ensayo, se entregaron al cultivo de una prosa narrativa
que nacía del mismo venero ético y estético que les ofrecía la renovación
europea. Las revistas Ulises y Contemporáneos
fueron los dos medios que sirvieron para afianzar, definitivamente, lo que
se había ido gestando desde algunos años antes en torno a este grupo de amigos
y de sus intereses literarios. En mayo de 1927 aparece Ulises, bajo la
dirección conjunta de Salvador Novo y Xavier Villaurrutia. Se publicarían seis
números en total; en realidad, fue una revista de vanguardia, minoritaria y rompedora,
pero volcó todo su interés en la nueva prosa de ficción que propugnaban estos
jóvenes; así aparecieron fragmentos de las principales obras de Torres Bodet,
Owen, Villaurrutia y Novo. Contemporáneos apareció en mayo de 1928,
publicaría cuarenta y tres números, hasta su desaparición en diciembre de 1931.
La importancia de las prosas de este grupo de Contemporáneos ha quedado
en entredicho en numerosas ocasiones, como por ejemplo, en 1982, cuando
Guillermo Sheridan admitía que recopilar los relatos del grupo era «una
veleidad arqueológica» puesto que «esta vertiente casi marginal del grupo (...)
apenas puede optar por un valor de tipo meramente histórico», pero en realidad,
Pedro Ángel Palou y Rosa García Gutiérrez, han demostrado que se trataba de una
obra minoritaria fraguada para el consumo interno de quienes participaban en un
debate estético internacional. Domingo Ródenas, aclara en su «introducción» que
se debería ver en «el arranque de la novela renovadora de Contemporáneos
una simultaneidad con el de los novelistas de la Revolución y como una
alternativa no nacionalista ni politizada sino cosmopolita y acendradamente
literaria». Novelas como Margarita de niebla (1927), de Jaime Torres
Bodet, Dama de corazones (1928), de Xavier Villaurrutia y Novela como
nube (1928), de Gilberto Owen tuvieron una mayor repercusión fuera de
México, concretamente, en España y en Francia; y lo mismo ocurrió con El
joven (1928), de Salvador Novo.
La obra narrativa y ensayística de los Contemporáneos
no había sido editada hasta el momento en nuestro país. Domingo Ródenas insiste
en que «sin la cual no se entendería la evolución de las letras mexicanas desde
los años cuarenta». Además de los principales autores, el estudioso, incluye a
José Martínez Sotomayor, autor de una de las novelas cortas más celebradas del
proyecto narrativo, La rueca del aire (1930), elogiada por Gorostiza.
Una somera bibliografía acompaña al estudio que nos introduce a la selección
antológica y sobre todo, una amplia bibliografía introduce a los diferentes
autores y sus textos para que el lector español tenga el conocimiento completo
de la importancia que supuso, en una valoración objetiva actual, el grupo Contemporáneos.
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