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lunes, 16 de enero de 2017

Desayuno con diamantes, 94



CONTEMPORÁNEOS  O EL JUEGO DE LOS ESPEJOS

    El volumen Prosa (2004) del grupo «Contemporáneos» actualiza, en alguna manera, el valor de los narradores mexicanos que durante decenios fueron olvidados como un episodio menor de la historia literaria de México. La edición aparece en la colección «Obra Fundamental» que la Fundación Santander Central Hispano viene publicando en los últimos años.

        Modernos, contemporáneos y clásicos—ha llegado a escribir Iris M. Zavala a propósito del grupo Contemporáneos que, a principios del pasado siglo XX, cuando el ámbito social y cultural mexicano estaba aún impregnado de las reminiscencias del XIX y la política se debatía en ideologías caducas, proyectaban un México hacia la modernidad. Surge así un grupo, inicialmente de poetas, cuyos nombres, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, José Gorostiza, Salvador Novo y Jorge Cuesta, sirven de referencia para la moderna y actual poesía que se escribe en el México de las últimas décadas. En España, Luis Maristany realizó la edición de una excelente antología del grupo en 1992, publicada, entonces, por Anaya&Muchnik y Blanca Estela Domínguez Sosa realizaba, en el año 2001, una nueva antología publicada por DVD. Una nueva visión totalizadora de Contemporáneos ofrece Domingo Ródenas de Moya, en una espléndida edición de la Prosa de estos escritores mexicanos; a los ya nombrados, añade ahora el crítico, a José Martínez Sotomayor y a Jaime Torres Bodet.


        En los años veinte surgen en América Latina diferentes tendencias poéticas o movimientos que vinieron a coincidir con la vanguardias europeas; leáse «ultraísmo» al que se adscribieron poetas como el peruano César Vallejo, el chileno Vicente Huidobro o el argentino Jorge Luis Borges; en México se proclama la muerte del «modernismo» y Enrique González Martínez funda en 1920 la revista México Moderno cuyos redactores y primeros colaboradores fueron Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos y Alfonso Caso; poco después se incorporan los jóvenes poetas Salvador Novo, José Gorostiza y Jaime Torres Bodet. La revista, en realidad, fue el hilo conductor que más tarde desembocaría en el grupo de los Contemporáneos. Durante estos años México será el país que encabezará al mundo en pintura mural. El muralismo exalta los valores de la época prehispánica e idealiza la esencia azteca y se reproducen escenas de la vida cotidiana, rituales, cosmogonía e, incluso, ilustra episodios de la tragedia de la Revolución Mexicana. Tras el asesinato del Presidente Álvaro Obregón y la constitución del Partido Nacional Revolucionario que más tarde se convertiría en el actual PRI, los cambios en el panorama político fueron muchos hasta la llegada en 1934 del presidente constitucional Lázaro Cárdenas, durante cuyo mandato se tuvo la impresión que el gobierno se inclinaba hacia una vertiente del comunismo. Surge, entretanto, una generación de poetas cuya característica más notable, según señala Domínguez Sosa, fue no participar abiertamente en política ni estar dentro de un proyecto cultural estatal o nacionalista, sino que más bien adoptaron una actitud de ensimismamiento y regocijos espirituales.

La poesía
        Los Contemporáneos empezaron su labor bajo la protección de José Vasconcelos aunque muy pronto el grupo se distanció porque su poesía se encontraba en contradicción con el concepto de realidad mexicana que deseaba imprimir en el arte Vasconcelos. Las características comunes de la generación son una formación homogénea, proceden, en su mayoría, de revistas consideradas hoy de referencia e importancia  inequívocas, como por ejemplo Gladios, Pegaso, Ulises, México Moderno, La Falange, La Antorcha o una institución como el Ateneo de la Juventud; entre otras cosas, fueron promotores de nuevos grupos teatrales, fundaron algunos de los primeros cine clubes del país, ejercieron la crítica de arte, promovieron y adoptaron la nueva poesía internacional y tradujeron a diversos escritores internacionales defendiendo la libertad de expresión.
        La revista que les dio nombre se publicó entre 1928 y 1931 y se consolida como una revista de cultura, con un concepto moderno y un material selecto; por ejemplo, allí se publica una primera traducción del poeta T.S. Eliot y lo mejor de la literatura extranjera; algo que les lleva a ser tachados de elitistas y de alejarse del proyecto nacional de cultura. Cuando empiezan a escribir sus influencias son claramente modernistas pero dejan de ver la vida de una forma idílica y plasman en su obra una forma desgarrada y cruel de la existencia. Abordan algunos de los problemas del subconsciente, vislumbran la esencia del ser, su discurso poético gira en torno a la muerte, el sueño y el deseo. Jamás ha existido en el mundo de la lírica mexicana un grupo tan homogéneo y con circunstancias similares: edades semejantes, formación parecida, integración en torno a algunas de las principales revistas del país, exclusivismo poético, peso sobre todo, como ha señalado Héctor Valdés, la característica que estrecha aún más el círculo de amigos es que «la poesía de cada uno tiene momentos en que puede ser la de otro; es asombroso cómo existen versos, temas, imágenes que si bien no son idénticos a otros, tienen ritmos, palabras, evocaciones que los hacen semejantes, que a veces son ecos de lo ya dicho o anticipaciones de lo que se dirá entre los poetas del grupo. Un juego de espejos, de reflejos, es permanente en la producción poética de los Contemporáneos». Por otra parte, buscaron siempre el equilibrio entre tradición y modernidad. Nombres como André Gide o Paul Valéry son de obligada referencia para ellos, aunque paralelamente realizan lecturas atentas de textos de Sor Juana  y las referencias españolas del 98, la Revista de Occidente, la poesía de Juan Ramón Jiménez o los primeros brotes de la generación del 27. La lectura de autores como Marcel Proust, André Gide, el nombrado Juan Ramón Jiménez, Jean Cocteau, Gillaume Apollinaire, T.S. Eliot impulsó a muchos de estos jóvenes a llevar a cabo y a ejercer una actitud simultánea de crítica y de poesía.  Su campo de actuación, así, fue amplísimo, novela, ensayo, teatro, poesía, pintura, política, filosofía, historia, ciencias, religión, folklore, artes populares, costumbres y un largo etcétera. A partir de 1940, varios miembros, sin embargo, se oficializan, algunos mueren y otros callan.


La prosa
        En la introducción que Domingo Ródenas de Moya titula «El viaje a la prosa de los Contemporáneos» hace a su excelente edición de Prosa (2004), publicado en la colección Obra Fundamental de la Fundación Santander Central Hispano, expone que «siendo poetas la mayoría, ensayistas muchos, narradores los menos, todos contribuyeron en mayor o menor medida a la profunda renovación de la prosa castellana y a la expedición en busca de nuevas formas de narrar la experiencia». Añade, que «lo hicieron sin sujetarse a consignas de ningún tipo ni ejercer violencia en sus respectivos talentos para amoldarlos a una doctrina gregaria (...) cada uno de ellos siguió su propio itinerario, casi todos en soledad, casi todos con un talento deslumbrante (...) El rigor, el refinamiento cosmopolita y la tendencia al intelectualismo los hacían anómalos en un medio cultural desballestado tras la guerra civil» Aunque muchos de ellos trabajaron como funcionarios del nuevo Estado revolucionario, bajo las órdenes de José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña, como ya hemos señalado, no comulgaron con el arte populista que promovía el estado, ejemplificado en los muralistas Rivera o Siqueiros. Así Villaurrutia se refería al grupo como «grupo sin grupo» y Torres Bodet hablaba de «grupo de soledades». Paradójicamente, como señala Ródenas de Moya, durante decenios fueron enterrados en los desmontes de la historia literaria de México, olvidados como un episodio menor, como una erupción del diletantismo narcisista.
        Entre 1924 y 1931 se desarrolla una sugestiva indagación en lo que se llamaría «nueva novela» que se resolvía en breves ejercicios narrativos de una elevada densidad poética.  Estos jóvenes que se dedicaban preferentemente a la lírica y al ensayo, se entregaron al cultivo de una prosa narrativa que nacía del mismo venero ético y estético que les ofrecía la renovación europea.  Las revistas Ulises y Contemporáneos fueron los dos medios que sirvieron para afianzar, definitivamente, lo que se había ido gestando desde algunos años antes en torno a este grupo de amigos y de sus intereses literarios. En mayo de 1927 aparece Ulises, bajo la dirección conjunta de Salvador Novo y Xavier Villaurrutia. Se publicarían seis números en total; en realidad, fue una revista de vanguardia, minoritaria y rompedora, pero volcó todo su interés en la nueva prosa de ficción que propugnaban estos jóvenes; así aparecieron fragmentos de las principales obras de Torres Bodet, Owen, Villaurrutia y Novo. Contemporáneos apareció en mayo de 1928, publicaría cuarenta y tres números, hasta su desaparición en diciembre de 1931. La importancia de las prosas de este grupo de Contemporáneos ha quedado en entredicho en numerosas ocasiones, como por ejemplo, en 1982, cuando Guillermo Sheridan admitía que recopilar los relatos del grupo era «una veleidad arqueológica» puesto que «esta vertiente casi marginal del grupo (...) apenas puede optar por un valor de tipo meramente histórico», pero en realidad, Pedro Ángel Palou y Rosa García Gutiérrez, han demostrado que se trataba de una obra minoritaria fraguada para el consumo interno de quienes participaban en un debate estético internacional. Domingo Ródenas, aclara en su «introducción» que se debería ver en «el arranque de la novela renovadora de Contemporáneos una simultaneidad con el de los novelistas de la Revolución y como una alternativa no nacionalista ni politizada sino cosmopolita y acendradamente literaria». Novelas como Margarita de niebla (1927), de Jaime Torres Bodet, Dama de corazones (1928), de Xavier Villaurrutia y Novela como nube (1928), de Gilberto Owen tuvieron una mayor repercusión fuera de México, concretamente, en España y en Francia; y lo mismo ocurrió con El joven (1928), de Salvador Novo.
        La obra narrativa y ensayística de los Contemporáneos no había sido editada hasta el momento en nuestro país. Domingo Ródenas insiste en que «sin la cual no se entendería la evolución de las letras mexicanas desde los años cuarenta». Además de los principales autores, el estudioso, incluye a José Martínez Sotomayor, autor de una de las novelas cortas más celebradas del proyecto narrativo, La rueca del aire (1930), elogiada por Gorostiza. Una somera bibliografía acompaña al estudio que nos introduce a la selección antológica y sobre todo, una amplia bibliografía introduce a los diferentes autores y sus textos para que el lector español tenga el conocimiento completo de la importancia que supuso, en una valoración objetiva actual, el grupo Contemporáneos.

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