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Humildes y vulnerables
La colección de cuentos de Justo Vila
La literatura, según Justo Vila (Helechal, Badajoz, 1954), no puede estar divorciada de la vida, aunque es verdad que ciertas novelas nacen de la relación del escritor con su entorno, y existen esas otras que nada tienen que ver con un espacio concreto. El mundo novelesco puede alimentarse de una absoluta realidad y de la más tajante fantasía, y a veces sucede que lo real y lo imaginario se confunden porque el hombre necesita saber, además de lo que ha sido, lo que pudo ser. La existencia humana no es sólo lo que nos ha ocurrido, lo que hemos logrado y realizado, es también aquello que se quedó en el camino, las numerosas posibilidades que nunca llegaron a realizarse. La narrativa del extremeño se nutre de una calculada mezcla de realidad y de fantasía, y se sustenta técnica y temáticamente por un esplendido trabajo previo de documentación que el escritor concreta en la Historia reciente de su región y su visión del territorio que conforman el escenario de sus obras, La Siberia y La Serena, que resultan espacios geográficos reconocibles, ambienta con gran habilidad y certeza sus historias, donde desarrolla una trama bien urdida, al tiempo que hace gala de una asombrosa capacidad para el lenguaje y la expresión textual.
Durante la década de los noventa, Justo Vila, iniciaba una interesante y prometedora obra narrativa cuyo primer título, La agonía del búho chio (1994), cuenta la historia de un grupo de personas que, tras acabar la guerra civil española, abandonan sus pueblos por miedo a las represalias, y se esconden en las sierras extremeñas de La Siberia y de La Serena; son hombres y mujeres que sueñan con recuperar las libertades arrebatadas por el nuevo régimen, y serán capaces de sobrevivir en condiciones muy precarias, pero continúan en la lucha, con la esperanza de que los aliados intervengan a favor de su causa; Siempre algún día (1998) narra el periodo de la desamortización que supuso un fracaso desde el punto de vista de una reforma agraria, y que todavía sigue pendiente, protagonizada por gentes que no se resignan, perdedores que luchan por cambiar el mundo; La memoria del gallo (2001), dividida en capítulos independientes, ofrece un relato que muestra mediante una panorámica cómo las gentes de dos pequeñas localidades han sufrido la historia española del siglo XX; Lunas de agosto (2006) es una historia inspirada en hechos reales que han contado personas que vivieron lo acontecido en Badajoz en el año 1936, un relato que rompe algunos tópicos sobre la batalla en esta ciudad que no fue tomada al asalto sino que hubo militares del regimiento Castilla III y milicianos que defendieron la ciudad con uñas y dientes; y acaba de entregar a sus lectores, Mañana sin falta (2019), un retrato de la década de los 60 y 70 hasta un presente no menos trágico y convulso.
Los cuentos
El cuento, que ha sido calificado como un extraño género, y considerado como el más antiguo del mundo porque tardó en adquirir forma literaria, ha buscado, desde siempre, su espacio en la literatura, y sigue dando la batalla literaria en el presente, convertido en imagen de esas sombras del tiempo que como género ha ido abriéndose camino durante décadas. Lo único que el cuento tiene de género menor, escribía Medardo Fraile, es que ocupa menos espacio y que pregona menos el nombre de su autor; todo lo demás si el escritor acierta, naturalmente, es difícil y grande. Nunca llegaremos a saber si los cimientos de la casa de la narrativa breve en este país aún se sacuden; o si cada cierto tiempo por una necesidad de sana reconsideración, transcurrido un período amplio como para tener una perspectiva mejor, editores, estudiosos, críticos y escritores, conscientes de su valor, vuelven a la carga con esa revitalización que presupone el género cuento, un hecho que no es necesario constatar porque esta característica forma narrativa goza de buena salud.
El escritor Justo Vila nos obsequia en cada una de sus propuestas literarias con un prisma diferente en su faceta de creador consciente, y en este caso propone una colección de cuentos que, para algunos, exhibirán un matiz diferente en su trayectoria literaria, un quiebro en la sugerencia de su quehacer como ensayista o narrador, y esa posibilidad de seguir el curso audaz de un caudaloso río que necesitará desembocar en un auténtico mar de oportunidades, en el arte de la brevedad, con tantas posibilidades como nos ofrecen los textos de La calle del medio (2021). El autor reúne su primer volumen de cuentos, un experimento que, sin duda, habrá ensayado desde siempre y se convierten en algo tan nítido y limitado como todas y cada una de las miradas que el narrador otorga a su alrededor.
La calle del medio es un libro que queda dividido en tres grandes apartados, con un total de veintidós relatos distribuidos temáticamente y que, de alguna manera, validan esa voz potente del narrador extremeño, de una irónica, sagaz y limpia mirada para trazar la historia de sus textos. La mayoría son relatos de una extremada concisión, vivos en sus diálogos y sarcásticos en su conclusión. Se desarrollan en el conocido universo literario de Vila, la ficticia villa extremeña de Trasluz durante los primeros años de la Transición, y en los albores de un clima de libertad nunca antes conocida, y muestra inequívoca del conjunto es el primero de ellos, ”Vaya memoria la nuestra”, un diálogo entre dos hermanos, costumbrismo coloquial con agudas sentencias y fino humorismo; siguen con la misma chispa, “La hija de mi abuela”, o incluso, “¿Te acuerdas primo?”, o “La hora mala”, sesudas reflexiones de esos singulares personajes, pero que forman parte de ese pasado de angustia y desazón; la muerte planea en muchos de estos cuentos, sus protagonistas ancianos, y de vuelta de un largo camino, como “La calle del medio”, la historia de alguien viejísimo, deseoso de terminar una vida que casi se le eterniza, porque la muerte se ha olvidado y entabla una amenísima y curiosa conversación con su ángel protector; reflexiones sobre la injusticia, sobre la arbitrariedad de la represión y la crueldad de la guerra también aparecen en estas páginas.
En el siguiente bloque de cuentos, ocho en total, se insiste en la falta de libertad, el dolor, y la impotencia ante el sistema, “Aquel diez de enero”, o “El kie y el novato”, un relato breve y contundente; el rechazo humano, el sufrimiento y la injusticia social, ocurre en “A buenas horas”, la impotencia ante la violencia xenófoba; un claro repaso a una sociedad contemporánea, incluida la política como en “Albores”, el maltrato en “La tía Elvira”. La realidad de los cuentos de Justo Vila es tan variada como sorprendente, espejos de una sociedad, una cultura y, especialmente, una aguda visión de la condición humana.
La literatura, y su visión amable, la encontramos en el cuento, “Qué digo amigos”, un final sorprendente con Antonio Machado como protagonista, porque descubrimos la farsa que lleva a cabo un personaje de lo más fanfarrón y arbitrario; el primer cuento de ese tercer bloque que contiene otros seis relatos más acerca de la autodestrucción, la solidaridad, o realidad y ficción que se mezclan para culminar en finales inesperados; radiografía del despoblamiento rural a través de diferentes personajes y destinos, contado con finales sorprendentes, muchos mágicos e impactantes.
La calle del Medio
Justo Vila
Madrid, Trifaldi, 2021
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