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martes, 21 de febrero de 2023

Hoy tomo café con…

 

Laura Baeza

 

 

Publica, la colección, Una grieta en la noche (Páginas de Espuma, 2022). 

 


 

       Laura Baeza nació en Campeche en 1988. En 2017 ganó el Premio Nacional de Cuento Breve Julio Torri que convoca Tierra Adentro con el libro Ensayo de orquesta y el Premio Nacional de Narrativa Gerardo Cornejo con Época de cerezos. Ha antologado Mexicanas. Trece narrativas contemporáneas (2021). Niebla ardiente (2022) es su primera novela. Acaba de publicar la colección, Una grieta en la noche (Páginas de Espuma, 2022).

 

¿Qué le proporciona el género cuento a la realidad de su mundo?

       Siempre he preferido la ficción, hago narrativa y aunque escribo historias breves y otras de largo aliento, el cuento me da muchísimas posibilidades, como lectora y autora, para explorar lo que me interesa. Sucede que mis historias más extensas, las de novelas, son totalmente realistas, y desde que publico cuento es aquí donde me permito lo insólito, despegar un poco los pies de la tierra, ir hacia realidades más propositivas. Siempre digo que los lectores de cuento son fieles, prestan atención a los detalles, a lo dicho y más aún a lo insinuado; cada género tiene sus atributos, y la narrativa breve no carece de muchos, a pesar de la extensión, que yo veo como virtud.

 

¿Toda buena literatura nos obliga a caer en el vacío?

       Creo que toda la buena literatura tiene que movernos, independientemente de lo que cuente o la manera en que lo haga. Como lectora, puedo garantizar que hay historias que me han cimbrado mucho más que la realidad, porque estoy totalmente expuesta a ella, la vivo cada día, y a mí me interesa que la literatura me la muestre de otra manera. Me encanta el “¿y si hubiera hecho…?” que me proporciona la imaginación. Personalmente, me gustan las historias contundentes, esas que sí me ponen muy cerca del vacío. 

 

Dos colecciones de cuentos anteriores, y ahora finalista del Ribera del Duero, ¿qué supone entrar en Páginas de Espuma y hacerse un hueco con lectores españoles?

       Es la gran editorial de cuento en español, así la vi siempre como lectora y como escritora era un sueño que llegó pronto y me hace muy feliz. Pienso que el éxito de cualquier autor entre los lectores es mantenerse fiel a lo que es, a su estilo e intereses; a mí me gustan narradores de distintas geografías precisamente por eso, y que el cuento contemporáneo me acerque a realidades distintas pero no apartadas por completo de la mía.

 

¿Su nuevo libro Una grieta en la noche (2022) conecta con su narrativa breve anterior?

       Sí en cuanto a que siempre escribo desde mis obsesiones y preocupaciones, pero también siento que este se desprende un poco. Aquí trabajé más a consciencia, busqué apostar por las formas y el lenguaje, experimenté con estilos, escribí relatos un poco más extensos de lo que ya había hecho y el resultado, los seis cuentos, nunca me hizo dudar de que es un libro muy personal, quizás hasta ahora, el que siento más mío. Fui a muchos lugares de mi infancia pero vistos desde la adultez, a partir de una mirada igual de curiosa pero algo más madura.

 

¿El primer relato, “Último round” supone una prueba de resistencia o una declaración de intenciones para el lector?        Prueba de resistencia en cuanto al ritmo y el lenguaje, por supuesto, lo fue para mí cuando lo escribí, era la intención hacerlo de esta manera. Aquí no solo iba a escribir sobre mis intereses, lo social, el deporte, el ímpetu de la adolescencia, la migración, en fin, lo que se ve y también aquello que se percibe, eso debía llevarlo a la forma que tiene, con palabras que caen como golpes, el tiempo que puede durar una pelea contra todo antes de rendirnos.  

 


 

 

¿De qué manera determina el espacio el desarrollo de estos cuentos?

       Todas las historias son muy urbanas, se desarrollan en las entrañas de una metrópolis complicada pero fascinante, y también su periferia, tanto física como social. Soy una flanêuse de mi ciudad, camino, observo, escucho, eso lo llevo a la literatura porque escribo desde aquí, en medio del ruido y de una soledad acompañada de millones. Esa soy yo y esos son mis personajes, los que andan en propio su espacio. Pienso en espacios abiertos, las calles, las plazas, las ruinas sobre las que edificamos la vida que tenemos como sociedad al día de hoy, pero también en el confinamiento de una familia en una vivienda de interés social, el cuerpo como un territorio; yo quiero escribir de todo eso, cómo son los espacios que nos contienen, desde lo íntimo hasta lo social, cómo nos relacionamos con ellos y qué sucede cuando estos lugares son violentados.  

 

¿Los cuentos completan, de alguna manera, su visión particular del mundo?

       Sí, la que tengo acerca del lugar que habito, cómo vivo las infancias, la que tuve y las que observo y mi concepto de familia, que puede resultar particular pero, cuando hablo con otras personas o las observo, veo que muchos venimos de lo mismo. El día a día nos enseña que una visión puede ser particular pero no única. Pienso en el diálogo, no hay nada más valioso para mí que la libertad en todos los sentidos, comenzando por la de la palabra y la posibilidad que nos da de tocar al otro y entender que tiene algo distinto que decir aunque habitemos el mismo lugar y pasemos por casi la misma experiencia.

 

¿Con estas historias de frustraciones, o de insatisfacciones pretende  despertar ciertas emociones en un lector?

       Siempre es mi principal motivación. Considero que si la literatura no nos da aquello que buscamos más allá de la realidad, los autores perdemos la capacidad de transmitir y este artificio ya no funciona. Para mí una escritura plana es innecesaria, yo requiero más, como lectora y, como autora, generar emociones es mi búsqueda constante.

 

¿Siente usted la necesidad de reivindicar el espacio amable de la familia desde la propuesta de sus cuentos?

       Me gustaría abordar ese espacio desde la desmitificación. Cada uno de nosotros viene de un contexto diferente, como diferencias hay entre las familias y las personalidades. No hablo de infancias o familias horribles, hablo de lugares reales, llenos de amor o todo lo contrario, principalmente en contextos hostiles, porque ahí es donde me gusta fijar la mirada y ver detrás de la fotografía de la familia feliz. Se decía en la literatura desde el siglo XIX y se dice con más fuerza ahora.

 

¿El espacio gran ciudad provoca mayor tensión entre las relaciones humanas como puede apreciarse en estos cuentos? Me di cuenta de lo mucho que me gusta escribir sobre lo urbano precisamente porque, entre tanta gente, ruido y confusión, encuentro distorsiones que me hacen prestarle más atención a lo no tan obvio. En el mundo real las relaciones son complejas, estamos sumidos en lo efímero, en la inmediatez y la urgencia por sobrevivir en medio del caos de la ciudad. Todo eso, en conjunto, es un hilo cada vez más tenso, a mí me gusta ver ese hilo y el momento preciso en el que se rompe, quiero hacer literatura a partir de ahí, de lo frágil que es este tiempo.   

 

¿El lenguaje en su narrativa prevalece frente a la temática?        Creo en el balance de la forma y el fondo. Antes quería expresarme de una manera más convencional, incluso ortodoxa, y era como trabajaba en mis textos, pero después me dije ¿por qué no? al plantearme darles a mis personajes lenguajes reales, auténticos, y eso derivó en reforzar su identidad. Si prestamos atención, el argot hace eso porque tiene la magia de la música en la palabra. 

 


 

 

Una vez leídos sus cuentos, ¿superaremos, como lectores, nuestras propias pesadillas?

       Lamentablemente, no. Yo veo en los sueños y más en las pesadillas, un lenguaje onírico con el que siempre estaremos relacionados. Esos dos mundos, el del sueño y el de lo tangible, están hechos para tocarse, nosotros estamos en medio. En mi literatura los sueños siempre ha estado presentes, pero hasta hoy les di la relevancia que me parece justa.

 

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