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lunes, 24 de noviembre de 2014

Desayuno con diamantes, 12



Sergio Pitol (Puebla, México, 18 de marzo, 1933)
LOS MEJORES CUENTOS

     El escritor mexicano Sergio Pitol vuelve a la escena literaria española con un selección de Los mejores cuentos (2005), presentados por Enrique Vila-Matas al mismo tiempo que su nombre figura entre los favoritos para el Premio Cervantes de este año.


      La presencia de Sergio Pitol en la literatura mejicana data de 1958, cuando el crítico Salvador Reyes Nevares reseñaba el relato «Victorio Ferri cuenta un cuento», un texto que había sido publicado ese mismo año en Cuadernos del Unicornio. La labor en la narrativa breve de este maestro del género, cuyos argumentos basados en la cruda realidad desembocan en una desbordante fantasía, se intensificaría en las décadas siguientes y, entre 1959 y 1970, publicaría cinco colecciones de cuentos más: Tiempo cercado (1959), Infierno de todos (1965), Los climas (1966), No hay tal lugar (1967) y Del encuentro nupcial (1970). La colección que más comentarios críticos suscitaría en la época fue Infierno de todos y las primeras reseñas a este libro se debieron a César Rodríguez Chicharro y Juan Vicente Melo. Publicado, inicialmente, por la Universidad Veracruzana, la segunda edición que ofreció una nueva versión que incluía el cuento «Ícaro», apareció en España bajo el sello de Seix-Barral en 1971. Durante todos estos años ha sido la única edición que ha recordado las características de los primeros cuentos y la turbadora fantasía y dedicación a la literatura del escritor mejicano. La edición definitiva, nuevamente, publicada por la Universidad Veracruzana (1997), incorpora un prólogo y sustituye el cuento de la edición española por «Un hilo entre los hombres», un relato que había aparecido en anteriores colecciones de 1980 y 1982, además en la edición venezolana de sus mejores cuentos de 1992. El conjunto ilustra de una manera magistral la continua realización de modernidad que ofrece desde siempre la cuentística hispanoamericana porque nos descubre los procesos de esa corriente de la conciencia, la continua búsqueda de nuevos planos narrativos, la transmisión de atmósferas abiertas a lo insólito y abrumadas, en cierta manera, por el sin sentido del poder, por la soledad de la perversión y por el continuo deambular subterráneo de lo demencial.

Decadencia y derrumbe
       El motivo central de estos y otros muchos de los cuentos de Pitol es la decadencia, el derrumbe, pero sin que su lectura nos deje un regusto amargo porque en muchos de ellos cabe, no obstante, algo de esperanza; es, también, la visión de un mundo saturado de resonancias trágicas que enmarcan al individuo y, por extensión a la condición humana porque, en realidad, el destino y la condición humanas quedan ligados a una situación social vivida que no deja al hombre libertad alguna y le lleva hasta su destino final, la muerte. Pero en su conjunto, Infierno de todos, como otros repertorios de cuentos del mejicano, ofrece la posibilidad de establecer un itinerario moral en ascenso que nos lleva hasta las progresivas transiciones de la niñez, la juventud y la madurez, épocas que a lo largo de nuestra vida se verán determinadas por circunstancias límites, por dolorosos descubrimientos, por roturas taxativas, por decisiones internas y externas, por relaciones torturadoras, por expresiones y actitudes alucinantes que se resumen en una suma de notas concluyentes y desembocan en un clima de euforia o abatimiento que caracteriza a la vida como se percibe en esta colección de relatos porque contribuye a conformar los dos extremos entre los que oscila el planteamiento de muchos de los argumentos de estos cuentos y de la totalidad de la vida del escritor. Carlos Monsiváis ha señalado que en los cuentos de Pitol, cuya estela faulkeriana se extiende desde sus comienzos, existe un tema recurrente, lo que él denomina «la recaptura del pasado mítico, situado en una región veracruzana, con familias de moral intransigente, esqueletos en los armarios y costumbres demolidas por la revolución o el progreso industrial». Y aún añade que «en las tramas la literatura completa lo insinuado o vislumbrado en los recuerdos personales». Renato Prada Oropeza habla de los cuentos «cosmopolitas» de Pitol e incluye los relatos «Cuerpo presente» y «Hacia Varsovia» que ejemplifican esa disolución del personaje central, como ocurre en el primero y ante la contemplación de un cuadro y ese vacío angustioso que significará la ruptura del personaje con su vida anterior, o como en el segundo, quizá uno de los más intensos de la narrativa breve de Pitol, en una especie de ambiente onírico donde las pesadillas juegan, además, un papel importante porque el viajero realiza su propio periplo y acaba extenuado, ante una visión agónica y una segunda visión, los recuerdos y las obsesiones familiares para terminar en un viaje alucinante.



Los mejores cuentos          
   La editorial Anagrama responsable de muchos de los textos que Sergio Pitol ha publicado en nuestro país entrega una recopilación de sus cuentos bajo el pretencioso título de Los mejores cuentos (2005), catorce en total, además de una presentación-relato de su más fervoroso discípulo Enrique Vila-Matas que, a modo de dietario, titula «Has hecho girar la locura», un repaso por la amistad, la admiración y la ficción del escritor mejicano. Los cuentos seleccionados, «Victorio Ferri cuenta un cuento», «Semejante a los dioses», «La pantera», «Cuerpo presente», «Hacia Varsovia», «Hacia Occidente», «El regreso», «Ícaro», «Del encuentro nupcial», «Los oficios de tía Clara», «Cementerio de tordos», «Vals de Mefisto», «Nocturno de Bujara» y «El oscuro hermano gemelo», están recogidos todos, a excepción de «Cementerio de tordos» en la edición mejicana de Todos los cuentos (Alfaguara, 1998, reimp., 2000), donde se presentaban como unos relatos cuya intensidad y verosimilitud dejan a un lado la aventura y aún más se concretan como ese espacio donde los personajes se debaten por conseguir la redención que los libre de un infierno personal, como señalaba el prologuista Juan Villoro. Pero parte de esta selección española se ha repetido en numerosas muestras de la obra breve de Pitol, como por ejemplo, la Universidad de Guadalajara, Jalisco, 1999 que proponía un «Programa Permanente para el Desarrollo de la lecto-escritura» con una introducción de Miguel Ángel de León Ruiz Velasco e incluía «Nocturno de Bujara» y «Victorio Ferri cuenta un cuento», caracterizado, este último, como el mejor ejemplo de una «escritura oblicua» donde hay un hacinamiento de sucesos, de figuras, de escenarios que coinciden para convertirse en material de una historia. El gobierno de Veracruz publicó en la primavera de 2001 El oscuro hermano gemelo, una pequeña selección que incluye el relato del mismo título y además «Hacia Varsovia».


    ¿Qué tienen de particular los cuentos seleccionados por la editorial bacelonesa?  Un cuento como «Del encuentro nupcial» puede ser considerado como ese modelo para construir toda la estética del Pitol cuentista porque el protagonista de la historia no había experimentado en su anterior vida y que ahora quiere contar en forma de ficción. Un escritor se instala en la isla de Ibiza para escribir un relato y poco a poco se convierte en la constatación de una necesidad que no le deja proyectarse a otras cosas, otros textos, su pasión cinéfila, su deseo de ver a los amigos, pero sobre todo, Pitol perfila a su personaje como a un ser aislado por la lluvia que asola a al isla y la relación que establece con una pareja de uruguayos a quienes ha conocido el mismo día de su llegada. El escritor mejicano proyecta su relato como si de un juego de espejos se tratara, en el que las imágenes de los personajes se imponen a la historia contada. Para José Balza un relato como «La pantera» resulta ser el descubrimiento de esa otra dimensión que se intuye tras nuestros actos, la vida de todos los días, tras la que se oculta otra realidad. El cuento relata como un niño descubre un juego inesperado, recibe la visita de una fiera, una pantera, un terrible animal que está en su cuarto; veinte años más tarde, el narrador vuelve a tener ese sueño aunque ahora el animal le habla y el protagonista anota en doce palabras un mensaje que definirá su destino. Juan Antonio Masoliver Ródenas, señala que en «Vals de Mefisto», un texto que Pitol ha incluido en varias ediciones de sus relatos, «aparece uno de los aspectos clave de la escritura del mejicano: un distanciamiento que permite convertir una experiencia vivida en algo contemplado, evocar un tiempo para recrearlo y darle una sustancia narrativa que surge del autor y ha dejado de pertenecerle: la objetivación de lo subjetivo, la universalización de sentimientos y experiencias que nunca dejan de ser peculiares. El mismo Masoliver Ródenas afirma como «Nocturno de Bujara» invita, siempre, a una lectura borgesiana, con ciudades que surgen de la historia, de la cultura y de la imaginación como expresión de lo universal. Un cuento como «Hacia Occidente» muestra una estructura común, esa especie de punto de fuga y saltos a un pasado tan frecuentes en la narrativa breve del mejicano, en realidad se trata de una digresión porque lo que se cuenta es ese viaje que realiza un personaje que, desde Pekín regresa a Occidente y se lamenta de haberlo hecho en un medio tan lento e incómodo, en tren, cuando podía haberlo realizado en avión aunque el largo viaje le sirve para una larga evocación de su pasado, ante una postal de la catedral de Notre Dame y la posterior lectura de un libro, cuyo autor, un oriental, le proporciona la fusión entre Oriente y Occidente.
      Su gran amigo, el ensayista Carlos Monsiváis, ha escrito que Sergio «ejerce la contención y la desesperación; produce relatos tensos, colmados de escenarios asfixiantes, del ir y venir entre las penumbras y el regocijo sensorial ante un cuadro o una sonata; sus personajes eligen el secreto sobre la revelación, la respuesta estética sobre la violencia material».

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