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viernes, 6 de julio de 2018

Particulares señas de identidad


   UNAS SEÑAS DE IDENTIDAD PARA HUÉRCAL OVERA

                                                     
        Los pueblos muestran en el transcurso de los siglos toda una serie de acontecimientos que configuran sus particulares señas de identidad. Nuestro Sur ofrece, de Este a Oeste, los más bellos ejemplos de una protohistoria que se remonta a los orígenes de la antigua Iberia y en una zona que, el historiador José Ángel Tapia, concreta como aquellos primeros asentamientos iberos, constatados a lo largo de todo el levante español o esa otra linde posterior que los romanos llevarían más a poniente, en la que sobresale esa amplia franja de terreno denominada Valle del Almanzora y cuantas  ramblas convergen en él desde otras comarcas. Durante siglos la historia se ha confundido o ha evolucionado, geográficamente: en el Valle del Almanzora se sitúan algunos de los episodios más significativos de la dominación romana, hasta el punto de que Tito Livio afirma que en el año 214 a.C., el cartaginés Asdrúbal anduvo por estas tierras y puso sitio a Munda, ciudad que simpatizaba con Roma; estudiosos, sitúan y localizan este enclave con el actual paraje de Los Mundos, una cortijada al noroeste de la actual Huércal Overa, población que sirve de puerta natural al resto de la Cuenca del Almanzora, cuya vida y cultura se remontan al mismo alba almeriense.
        El río, que  forma esta cuenca y le da nombre, tiene 125 kilómetros en curso y nace por encima de Serón, en la cortijada de los Santos, y va salvando los desniveles que va encontrando a su paso: Purchena, Olula del Río, Cantoria, Arboleas hasta llegar al término municipal de Huércal Overa y de aquí a las localidades de Cuevas del Almanzora y Vera hasta el mar. De la cercana Sierra de las Estancias recibe las numerosas ramblas que con el paso del tiempo se han ido formalizando en pequeños núcleos de población: Jauca, Higueral, Royo de Urracal, Olula, Albox, Almajalejo, Rambla Grande, Moncocar y Canalejas e, igualmente, de los Filabres enumeramos las localidades de Alcóntar, Herrerías, Bacares, Sierro, Macael, Albanchez y Arroyo Aceituno. El valle se sitúa, pues, en el centro de la Almería interior y de Oeste a Este forma un triángulo alargado, desde las estribaciones de la Sierra de Baza hasta el Mediterráneo. Geológicamente parece tratarse de una depresión  intramontañosa  muy alargada que pone en comunicación la depresión Guadix-Baza con Huércal Overa y Vera hasta el mar.
        Flanqueada por la Sierra de las Estancias y las últimas estribaciones por la de los Filabres. En el extremo Oeste se sitúa el Cabezo de la Jara, cuya altitud es de 1.321 metros y 15 kilómetros de extensión, y en cuya cumbre se sitúa la célebre «Cueva de Scipión», famoso caudillo romano que, según la leyenda, pereció encerrado en una torre, tras la sangrienta derrota  que le ocasionó su oponente, el cartaginés Asdrúbal. La superstición atribuye toda clase de peligros y de misterios en torno a la misma: la gruta es de unos treinta metros, de constitución volcánica y de terreno calizo y ferruginoso. Una excavación practicada hacia 1870 reveló la presencia de algunos objetos de importancia arqueológica: fíbulas metálicas, puntas de lanza y espuelas de plata; ya, anteriormente, se había descubierto una gran mole de hierro que por su forma bien pudo ser un «ariete», muestra inequívoca de la presencia de ese ejército beligerante en el lugar.
        La Sierra de Enmedio limita al campo de Huércal Overa por el Oeste y aunque  no forma parte de ningún macizo montañoso, emerge majestuosamente. La  de Almagro traza, de Este a Oeste, un arco de círculo cuya parte convexa mira hacia el Noroeste, desde donde sobresale el castillo o atalaya de la localidad. El río Almanzora, ese demarcado accidente geográfico de la comarca, fluye a unos 7 kilómetros de la villa  y atraviesa su término municipal por el Sur, a través de las diputaciones de Overa, Río y Oribes. Por la izquierda afluyen, a este único río importante de la comarca, las ramblas de Almajalejo, el Barranco del Empalme, el Barranco de las Casas, la rambla del Bobar o de la Santa, como comúnmente se le conocía; y las ramblas de El Saltador y de Parias, recogen el resto de aguas, esta última reforzada por la gran rambla de Cabrera.


La historia
        El topónimo Huércal Overa se compuso —según Ramón Menéndez Pidal— de dos poblaciones distintas, al repoblarse la zona en el último tercio del siglo XVI. El erudito cree que, originariamente, Huércal viene del término latino orca (vasija) que daría lugar al topónimo  Orcalo (>Huercal) y Vera. Steiger corrobora, también, esta interpretación y señala el término orcalo, como un sufijo átono orc-alo, con pérdida de o final.
        Sin poder certificar un punto de partida histórico con respecto a la villa de Huércal Overa y su comarca, las tribus y primeros pobladores que convivieron en la península ibérica dejaron constancia de su presencia por estos lares: iberos, fenicios, griegos, cartagineses y romanos, contribuyeron, de alguna manera, con su mezcla de civilizaciones a crear el carácter de estas gentes; fenicios y griegos asiáticos, aparte de fundar ciudades y villas, comerciaron por todo el litoral mediterráneo y explotaron las riquezas minerales de la zona, especialmente las que se sitúan en el Cerro de San Francisco, en la llanura de El Saltador  y en el Cerro de Enmedio, donde se evidencian, aún hoy, socabones y galerías de ancestrales explotaciones. Las posteriores luchas entre cartagineses y romanos si no certifican una obligada referencia en estos lugares, si contribuyen a crear una leyenda en torno a la suerte de Cneo Scipión y su posterior muerte en la cercanía de los Mundos, como queda señalado.
        Durante la dominación romana, el emperador Augusto adscribió los términos de Huércal Overa, Purchena y Vélez Rubio a la Tarraconense, provincia, que se extendía hasta la demarcación del río Almanzora, la Sierra de Filabres y las cumbres de Sierra Nevada. Pero a partir de las invasiones bárbaras los acontecimientos se precipitan; constancia del paso de estos pueblos han quedado en algunos restos y ruinas, que se sitúan en este término municipal: la ventana de El Saltador, por ejemplo, que parece tener forma de un exágono irregular, cuyo piso forma un plano horizontal, elevándose sus lados hasta la altura de un hombre  y una bóveda que se cierra por tres líneas en forma cóncava, y le sirve de techumbre; en Úrcal, también, se hallan abundantes vestigios de ruinas y edificaciones que se sitúan a lo largo de todo el pie meridional de la Sierra del Cabezo de Jara; y al sureste, a unos cuatro kilómetros, en una de las crestas más elevadas de la Sierra de Almagro, se conservan cimientos y ruinas de una población antigua o una pequeña fortaleza que, tradicionalmente, se ha conocido como Huércal la Vieja. 

Los árabes
        Los reinos árabes del norte de África albergaban desde siempre su propósito de invadir la península. Sus primeras correrías por el levante ibérico mostraban el carácter pacífico de meras exploraciones y comercio. Sucesivas escaramuzas, posteriores, dieron lugar al desembarco de 7.000 hombres en el año 711, un ejército que derrotó a D. Rodrigo e hizo desaparecer pronto la corona goda. Toda la península quedó sometida al dominio musulmán y, tan sólo, las regiones orientales de Andalucía, cercanas al reino de Murcia, siguieron dominadas por el godo Teodomiro, quien pronto sucumbiría  a las huestes musulmanas.
        Durante el reinado de Abderramán II, en el año 846, se produce la gran sequía de Al-andalus que despobló por completo a la alejada provincia de Almería; poco después comenzaría la repoblación y por esta época puede calcularse que se originaron los asentamientos de Güercal y de Overa, en teoría, y casi sin constatación alguna, base y origen de la actual villa. El río Almanzora, las ramblas, fuentes, balsas y manantiales, rebosantes entonces de agua, pensamos, cimentaron  una prosperidad que edificó una población de la que quedan vestigios en toda la comarca. En Güercal, el castillo árabe, situado en la estribación última de la Sierra de Almagro y sobre un precipicio de 200 metros, construido en argamasa y formado por una única torre perpendicular de 15 metros. Consta de tres pisos y de un único acceso de más de 2  metros de anchura, a cuyo pie se ven restos de un aljibe y a unos 20 metros una muralla. En Overa se sitúa el hoy castillo de Santa Bárbara que, por su extensión, debió ser más importante; ubicado en la cima de la estribación de la Sierrecica,  parece comunicarse con los restos de los castillos de Zurgena, Cantoria, Purchena y Serón, poblaciones que ofrecían una asegurada vanguardia del resto de los pueblos pertenecientes al reino de Granada, que comprendía la totalidad de la Cuenca del Almanzora. Vestigios a los que hay que añadir, los de Abejuela, El Saltador y Torrejón.
        Batallas y más batallas llevaron a las incipientes poblaciones de Güercal y Overa a ser, finalmente, anexionadas, mediante donación previa, a la ciudad cercana de Lorca, en merced a los servicios prestados a la Real Corona, como así lo acordaron los Reyes Católicos, en el año 1488. Pronto iban a fijar su residencia un buen número de familias de cristianos viejos que intentaron convivir con los moriscos del lugar, aunque muchos de éstos, especialmente los habitantes de Overa, optaron por marchar antes de renegar de su fe; Güercal, que era un enclave menor en la época, no sufrió semejante despoblación (queda, como dato curioso, constancia de los habitantes de ambos lugares: 26 pertenecían a este último y 75 a Overa). De igual manera  la primera iglesia, debió construirse a lo largo del siglo XVI, aproximadamente en el año 1564; y la primera escuela data de 1619.
        La rebelión de los moriscos salpicó de continuas batallas a toda la comarca del Almanzora: don Luis  Fajardo inicia sus campañas y Abén Humeya sitia las ciudades de Cuevas y Vera, que se defienden heroicamente. La posterior expulsión de los renegados motivó que se procediera a una segunda repoblación en los años 1572 y 1573 y un año más tarde, Overa, quedó como anejo, definitivo, a la cristiana Huércal, villa que, definitivamente, repoblada, continuó formando parte del término judicial de Lorca, si bien, consiguió reales provisiones para una administración y gobiernos propios. Después de numerosos pleitos los lugares de Huércal y Overa, unidos, se convirtieron en villa con jurisdicción civil y criminal, propia, en 1668, separándose de la ciudad de Lorca, bajo la denominación común de Huércal-Overa y mediante escrito de compra a la real Hacienda; una vez concluido el proceso, empezó el cumplimiento de su destino que determinaría su engrandecimiento y prosperidad.
        A lo largo del siglo se entablaron nuevos pleitos con la ciudad de Lorca.  El 31 de enero de 1752 se puso en marcha el primer servicio de correos, designándose a un vecino como la persona que debía llevar y traer la correspondencia a aquella localidad y a otro para que se instruyera en el reparto. En 1758 se crean las diputaciones rurales de Overa, Almajalejo, la Parata, la Perulera, Santopetar, La Hoya, Tobainí, Toscanos, Gatero, Chorrador, La Loma, Gibeley, Úrcal, Goñar, Torrejón, Gacía, El Saltador y  El Rincón. En 1773 se establece el primer estanco para la venta de pólvora, municiones, azufre, azogue y naipes, siendo el expedidor Juan de Ortega Parra.
        De prosperidad y fomento habla Enrique García Asensio, Juez de 10 Instancia y autor de la Historia de la Villa  de Huércal Overa y su comarca (1909-1910), a quien debemos obligada referencia en sus acertadas notas porque reflejan un rigor histórico sopesado, además de un entrañable sentimiento particular por esta tierra. García Asensio recoge unas anotaciones de Andrés de la Parra Oller, Regidor y Procurador Síndico de la villa, de 11 de marzo de 1742, que nos ofrecen una idea de esa prosperidad de la misma y que, entre otras cosas, dice: «el aumento de poblaciones y casas que ha tenido a la parte de Poniente, que era el suelo más elevado que tiene la situación de la villa y planicie de su población y que posterior a 1668 se ha fabricado la cerca grande (...) Como también el tiempo que se había fabricado la Iglesia nueva y se finalizó, y que la antigua está en lo bajo de la población de Levante, que era lo principal en lo antiguo, de forma que todas las casas que hay desde la Iglesia nueva para arriba, se había fabricado desde el referido año 1668 (...) Que cuando se eximió dicha villa tenía 93 vecinos (...) Y tiene hoy Huércal más de 700 (...), la Iglesia nueva está al Poniente, en lo alto y superior, y su obra magnífica en comparación de la antigua, y que tomó principio el año 1709 y se acabó en 1739 (...), el 28 de agosto de 1745 se inauguró el Hospital de San José, situado contiguo a las Suertes y no distante del Caño, para la provisión de agua ni de la balsa para la limpieza de la ropa (...)». Y para ir dándonos una idea de su crecimiento, el censo de 1768 se resumía de la siguiente manera: almas en Huércal Overa 812, vecinos en el campo 731, incluyendo diputaciones y pedanías, aunque también hay que constatar que a lo largo del siglo la población sufrirá diversas calamidades: el hambre de 1748, epidemias de calenturas en 1751, un terremoto en 1756, nuevas epidemias en 1772 y 1773, sucesivas plagas de langosta que provocaron daños en las cosechas de panizo, garbanzo, uva, melón, ganado lanar, vacuno y aún en el siglo siguiente tres nuevas epidemias, de cólera, en 1834, 1854 y 1885.

La guerra de la Independencia
        Los franceses invadieron Andalucía en Enero de 1810 con tres grandes cuerpos de ejército, comandados por el Mariscal Soult. Les saldría  a su encuentro, Joaquín Blake, militar destinado en el destacamento Málaga, quien estableció su cuartel general, precisamente, en la villa de Huércal Overa, para llevar a cabo distintas campañas contra el enemigo y facilitar los diversos levantamientos de la zona. Invadida la provincia de Almería, uno de los pueblos donde fijó su atención el invasor fue esta villa, en cuyas calles se llevaron a cabo encarnizadas batallas y donde, en ocasiones, hubo que conquistar casa a casa; en una de estas, y donde más tarde se ubicaría el Cuartel de la Guardia Civil, se hicieron fuertes unos paisanos que no cejaron en hostigar al invasor; en otra ocasión, por citar algunos episodios heroicos, el alcalde de Dalías hizo retroceder, en estas mismas calles, a una columna de 70 franceses que se dirigían a la cercana Vera. Otra gran batalla llegó a librarse en los llanos de El Saltador, donde cayó prisionero un oficial español que fue conducido a Huércal Overa y liberado con el arrojo de sus paisanos; en otra ocasión, los vecinos de la Calle del Esparto sorprendieron y hostigaron a un grupo de franceses que iban por el camino de Las Menas y una nueva batalla se localizó en los llanos de la Virgen ( lugar de la  ubicación del depósito del agua, el largo Paseo de Galdo y la confluencia de la carretera de Nieva-Vélez Rubio), donde los franceses volvieron a quedar maltrechos. El fin de la guerra se produjo en 1812, el rey José abandonó la corte y el mariscal Soult evacuó sus fuerzas en Andalucía por Granada, Murcia y Valencia.

El albor del siglo XX
        Tras los acontecimientos bélicos se volvieron a efectuar nuevos censos de población que en 1805 era de 2.186 vecinos, en 1834 de 3.315 y sin embargo, en 1887 era de 4.863 en el casco urbano, y de 10.768 en el campo. Como puede observarse, el final del siglo se precipita y la villa de Huércal Overa crece hasta la necesidad de ir incorporando nuevos edificios públicos y particulares que demostraran su vitalidad. En 1857 se procedió a la construcción de la Plaza de Abastos, en 1883 y 1891, nuevos cementerios y poco después, en el nuevo siglo, se dotó a la localidad de alumbrado eléctrico en 1903; nuevos arreglos de calles, como la del Santo Sepulcro, en 1897, la de la Iglesia en 1900, la del Arco entre 1908 y 1909, y otros esparcimientos para la población que se convirtieron en los paseos públicos, como los del Calvario, el Carril y el de Galdo.
        Desaparecidos los hospitales de Santa María Magdalena y de San José, la villa tuvo necesidad de la implantación de un nuevo edificio que acogiera los enfermos de la localidad y cercanías; el Ayuntamiento procedió a la habilitación de un pequeño recinto, con seis camas, que, con el nombre de «Nuestra Señora de los Desamparados», se ocupara de estas necesidades: corría el año de 1881. De igual manera, se procedió al año siguiente a formalizar un establecimiento de beneficiencia donde tuvieran amparo los pobres y desamparados de la comarca; así se construyó la Casa-Asilo de las Hermanitas de los Pobres, como reza en el acta de fundación de 8 de diciembre de 1885, casa que a lo largo de los años ha venido modificándose y convirtiéndose en verdadero ejemplo de caridad cristiana. Desde 1902 se celebran en la capilla del Asilo oficios religiosos en veneración de Nuestra Señora de los Desamparados, patrona del recinto.
        El puesto de la Guardia Civil data de 1886 y durante mucho tiempo su emplazamiento se situó en la actual calle de Granada, hasta que en la década de los 70, se modernizó el edificio y se ubicó en  la barriada de la actual Plaza de Toros, en la denominada Plaza del Duque de Ahumada. El Registro de la Propiedad quedó instalado en enero de 1863, como capital de partido y de igual manera se creó una Administración Subalterna de Hacienda, de fecha de mayo de 1888; una fiel heredera actual se encuentra hoy en la calle Antonio Beltrán, una Hacienda Pública que representa la responsabilidad de los contribuyentes de toda la comarca. 
        Al mismo tiempo que crecen estos edificios, calles y paseos de carácter administrativo y público, el perímetro del casco urbano iba creciendo por la construcción de numerosas casas particulares; otros edificios singulares datan de esta época: la Plaza de Toros,  en 1901, en cuya construcción se gastó la importante cantidad de 4.000 pesetas y cuya inauguración tuvo lugar el 27 de Octubre, con dos corridas que lidiaron los matadores, «Relampaguito» y «Borincueño».  El 21 de marzo de 1907 se crea la primera Administración de Loterías, clasificada de 20 clase, algo que posteriormente se modificó, ante la demanda de los huercalenses por este juego y sobre todo porque la fortuna recayó en la localidad, como en la Navidad de 1906 que medio billete  repartió fortuna entre muchos de los ciudadanos; una suerte que volvió a repetirse en los años de 1907 y 1909.
        La correspondencia que, como anotábamos, se recogía desde 1833 y se transportaba a la vecina Lorca, obligó, ante la creciente demanda, a la apertura de un buzón y a la instalación de una estafeta que, más tarde, iba a convertirse en sede de Correos y Telégrafos, cubriendo así las necesidades administrativas de Lorca, Cuevas, Vera y Pulpí; la concesión tuvo lugar en 1876, se clausuró en 1883 y el estado volvió a reabrirla, definitivamente, en 1891. The Great of Spain Railway Company Limited, una sociedad mercantil inglesa adquirió por 98 años la concesión de la vía ferrea cuyo trazado se extendía por la Cuenca del Almanzora y pasaba, por consiguiente, por esta villa. El Ayuntamiento acordó llevar la propuesta a las Cortes el 9 de diciembre de 1884, al año siguiente se puso el proyecto en marcha y hasta 1895 no se concluyó la línea que enlazaría Lorca con Baza y  Baza con Granada.


Hacia una sociedad plural
        La vida se encaminó, desde la segunda mitad del siglo XIX, hacia una sociedad plural que vio su mejor reflejo en la amplia variedad de profesiones y oficios que proliferaron en la villa: abogados, procuradores, notarios, médicos, farmacéuticos, se simultaneaban con la principal actividad ancestral, la agrícola, aunque por estas fechas se cuenta con una amplia variedad de oficios por la existencia, constatada, de telares, molinos de aceite y harina, fábricas de jabón y aguardiente, alfarerías, además de un floreciente comercio: llegan a nombrarse hasta 15 tiendas de géneros diversos: especies, semillas, paños y ropa en general. Otra manualidad conocida desde el siglo XVI, extendida por el resto de Andalucía, fue la realización de encajes para uso propio y que en esta villa se desarrolló como un importante producto para su comercialización. Este  tipo de encaje que aún hoy día se sigue haciendo y que algunos vecindarios ofrecen como verdadero espectáculo en las soleadas tardes del año, es el denominado de bolillos, para cuya ejecución se requieren tres cosas: la almohadilla, los bolillos y el patrón. La almohadilla tiene una forma cilíndrica y se mantiene sobre las rodillas, sobre el denominado halda de la mujer; previamente se ha fijado el patrón en el centro que, a su vez, es agujereado, siguiendo ese patrón. Se sujetan los hilos con alfileres en la parte superior, unos hilos que cuelgan arrollados a un bolillo, que sirve para tensar el hilo, y va moviéndose a medida que avanza la labor. El resultado son complicadísimos juegos de encaje, donde la habilidad de la encajera determina el resultado espectacular del mismo.
        Aunque otra de las principales actividades de los huercalenses, durante años, ha sido la de la venta ambulante y comercial, sin que límites o fronteras supusieran obstáculo alguno. La emigración ha existido, también, desde siempre, la interior que llevó a los hombres a la distritos mineros o a las dehesas de las vecinas Granada, Jaén, Córdoba o Sevilla, y algo más tarde la catalana e incluso la exterior, la aventura americana de principios de siglo; una costumbre que se ha extendido en los últimos años  a  Francia, Alemania o Suiza y pertenece, pues, al carácter intrínseco del huercalense lanzado a buscar el sustento familiar. La sociedad de la Huércal Overa de hoy se muestra más proclive a llevar adelante proyectos de todo tipo, aquellos que redunden en el beneficio de su localidad; la vitalidad que en los últimos veinte años han proporcionado estamentos como el Hospital Comarcal, la Delegación de Hacienda, las Cámaras Agraria y Oficina de Empleo, Colegios e Institutos, Sociedad Cooperativas de Transportes, así como una activa vida comercial floreciente, concreta hoy al municipio como uno de los pueblos de servicios  más importantes de la zona Norte de Almería.
        Enrique García Asensio, el único historiador de la villa, se atrevió a  hablar del carácter y condición del huercalense, a quien acuña de patriota chico, argumentando esta afirmación con los diversos episodios por los que pasaron nuestros paisanos ancestrales y, de igual modo, resalta  la hidalguía y carácter generoso noble. Este talante inquieto e innovador de los huercalenses, les han llevado en numerosas ocasiones de su historia a protagonizar, en otro sentido, firmes actitudes culturales que dieron lugar a reuniones y tertulias y al origen de Casinos, Sociedades Cooperativas y otros centros de recreo, como billares públicos y talleres de teatro para organizar y representar obras y conciertos de música o a fundar periódicos y gacetillas como El Horizonte, El Almanzora. La primera noticia de una banda de música organizada de la localidad data de 1854, una costumbre que desde el siglo pasado llega hasta el presente. En cuanto al teatro, a mediados del siglo XIX se llegó a utilizar para diversas representaciones el edificio del Pósito y después, hacia 1890, se instauró una Sociedad de Teatro que construyó un edificio que, con el paso de los años, ha desaparecido y que vio representaciones de zarzuelas a lo largo de 1902, 1903, 1904 y en 1908, la más sonada «Los apuros de Aniceto», estrenada el 6 de diciembre. Hoy se intenta, insistentemente, recuperar esa tradición teatral. Proyecto que choca contra la barbarie de una sociedad audiovisual que olvida, constantemente, unas señas de identidad cultural.
       La enseñanza ha tenido desde siempre una profunda raigambre en la localidad: históricamente cabe recordar que la primera escuela data de 1619. En 1760 se contrata un maestro y en 1806 otros dos más; entre 1833 y 1847 contaba la localidad con varios centros de enseñanza, un Colegio de Humanidades, dos Cátedras de Latín, tres de enseñanza gratuita, así como diversas escuelas rurales en Santa María de Nieva, Overa y Úrcal. Centros de Segunda Enseñanza a partir de 1870, como el de la Purísima Concepción, fundado en 1872. En 1900 se solicitó la instalación y fundación de un Colegio de Niñas dirigido por las Religiosas de María Inmaculada y el 7 de enero de 1901 dieron comienzo las clases. El edificio, que no se ha conservado, cesó sus actividades docentes y de internado hace varias décadas. En la actualidad el casco urbano cuenta con cuatro Colegios Públicos y dos Institutos de Enseñanza Secundaria, además de otros colegios rurales ubicados en diputaciones y pedanías. El aspecto educativo está cubierto plenamente y la sociedad se encamina hacia la aventura de un siglo XXI, era del mundo de lo audiovisual.

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