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jueves, 24 de mayo de 2018

Hoy tomo café con…


     Laura Bordonaba: “En el relato no todo vale, y eso lo sabe escritor y lector. Los relatos necesitan potencia, apertura y cierre perfectos, y para conseguirlo hay que pedir exigencia y hay que entregarla”.



       Laura Bordonaba Plou, nació en Zaragoza, 1976 y es Licenciada en Documentación, y desde 2002 trabaja en la Biblioteca Universitaria de Zaragoza, en su sección de Humanidades. Apasionada de los viajes, de la literatura y las letras, ama su ciudad por el cierzo y por el calor de su gente, y aunque tremenda urbanita, siempre tiene que regresar al mar y a la naturaleza.
       Su primer relato premiado fue un cuento sobre la mitología rusa, a los diez años, aunque posteriormente ha ganado diversos premios literarios en Aragón, entre ellos el Primer Premio en el XIII Concurso de Literatura Joven en 2006, organizado por el Instituto Aragonés de la Juventud. Ha colaborado, entre 2012 y 2014, en la revista Granite & Rainbow. 
       Ha publicado el libro de relatos Sobreexposición (Pregunta, 2014), historias contadas desde una distancia calculada, esa medida justa que le permite una objetivación tanto cronológica como retrospectiva, y textos suyos se han incluido en las antologías Los Borbones en pelota (Olifante, 2015), Hablarán de nosotras (Los libros del gato negro, 2016) y La mística (Olifante, 2016).  La colección, Polar (Pregunta, 2016) es su segundo libro de relatos.



Alguien que empieza a escribir, y lo hace con una colección de cuentos, ¿es todo un atrevimiento literariamente hablando?
       Quizás es ante todo la forma más fácil de comenzar, o mejor dicho, para muchos escritores creo que la más natural. Eso si hablamos del proceso de escritura. Eso sí, de cara al mercado literario, sí, es arriesgado. Hay más lectores potencialmente interesados en la novela que en el cuento, aunque creo que hoy en día, en que todos hacemos lecturas cortas a menudo, por ejemplo a través de redes sociales y medios digitales, debería ser un género en alza.

¿Somos, como usted dice en uno de sus cuentos expertos de la ocultación?
       Expertos en ocultar, en disimular, en sobrevivir. A veces ocultar se vuelve casi un salvavidas. Sobreexposición era, como ya decía su título, un canto a la vida y a vivir hacia afuera, sin máscaras. Parece fácil pero suele pasar factura y castigarse. Por eso la gente suele ocultarse, bien mediante un disfraz de superhéroe, bien mediante un disfraz de mediocridad, bien mediante los secretos. Los secretos son seguramente una de las cosas que nos acompañan durante toda nuestra vida.

¿El lector de cuentos es alguien sumamente exigente?
       Mi experiencia como lectora y escritora me dice que sí. En el relato no todo vale, y eso lo sabe escritor y lector. Los relatos necesitan potencia, apertura y cierre perfectos, y para conseguirlo hay que pedir exigencia y hay que entregarla. Tiene que ser como un fogonazo de luz o un puñetazo que te deje noqueado.

Su  primera colección, Sobreexposición (2014) tenía un tono eminentemente lírico, ahora en Polar (2016) ese tono está más contenido, ¿se trata de una declaración de intenciones distinta?
       Creo que no abandono el lirismo, sería incapaz de vivir sin él, pero creo que he encontrado una voz más potente y a su vez más contenida. La verdad es que me gusta la evolución que veo y la que me dicen que han percibido mis lectores.



La ausencia y la presencia eran constantes en algunas historias de Sobreexposición, ¿ahora parece que el abandono domina en Polar?
       El abandono forma parte de la ausencia, pero de manera más concreta. Quizás aquí se sobreentienden o se imaginan menos cosas y hay más realidad, cortante pero con luz. Durante toda nuestra vida luchamos contra el abandono en multitud de parcelas, es uno de esos miedos atávicos que compartimos muchos de nosotros.

¿Los protagonistas de sus cuentos suelen encontrar esa “luz” al final?
       Creo que de alguna manera lo que suelen encontrar es la serenidad. La serenidad no tiene por qué ir ligada a la luz, es un estado muy personal, pero es algo a lo que yo aspiro, y creo que muchas veces se lo intento dar a mis personajes. Equivocados, a veces crueles, a veces cobardes, pero serenos.

¿El cuento, más que otro género, es el fiel reflejo de una realidad?
       La vida está llena de relatos cortos, de imágenes o situaciones que son como un plano de cine de apenas un minuto. Conversaciones breves, historias de amor que acaban rápidamente. Es fácil llevar el cuento a la realidad si se quiere, porque es fácil relacionarlo con lo cotidiano.

A lo largo de la vida, como en uno de sus cuentos, ¿se aprende que existen dos bandos?
       Es algo que me ha gustado de verdad tratar en Polar. Los cobardes, los que callan, los que acusan, los que instigan. Los que aman y los que no, las madres y las que no lo son, los hijos supervivientes y los que naufragan, la naturaleza y la ciudad. Todo tiene su reverso, y sí, la vida son dos bandos, a veces tres, pero siempre son elecciones, y eso siempre conlleva una renuncia, pero también un aprendizaje.

El mundo animal aparece ahora mucho más tratado en Polar, ¿es cuestión de experimentar con otros protagonistas?
       Me interesaba profundamente poder dar voz a otras formas de representar sentimientos, ideas, acciones. Los animales me parecen un canal perfecto, y fueron surgiendo en Polar de manera natural, consciente-inconsciente, terminando luego por ver que más que un canal adquirían entidad propia. Todos somos un poco animales, la libertad del pájaro, la soledad del lobo, la fidelidad de un perro con su amo, la independencia de un gato, la rareza de ser un oso polar.

Su libro, Polar,¿intenta ser una radiografía de nuestra sociedad actual?
       Hay temas que sin duda son actuales, y que me interesan particularmente. Uno de ellos es la maternidad / no maternidad / diferentes maneras de maternidad. Creo que se nos vende una idea muy edulcorada de la maternidad, por ejemplo, y me ha gustado hablar de que existen otras realidades, ni mejores ni peores, pero sí diferentes. Hablo también de las redes sociales y la incomunicación, de cómo las ciudades nos domestican y de recuperar la identidad con la naturaleza, o del acoso escolar.

En esta nueva colección, ¿ha condensado usted más sus relatos?
       Creo que tienen más unidad, porque a diferencia de Sobreexposición que al ser un primer libro tenía un carácter más de reunión, Polar tiene un hilo conductor. Sabía muy bien lo que quería contar, y además ofrecer cara y cruz, ir arrojando matices en cada cuento. Esa condensación se puede llevar también a la forma, creo que de alguna manera son más compactos, más cerrados y más intensos.



Los protagonistas masculinos de sus historias suele aparecer como sujetos pasivos, ¿para usted son menos incisivos en sus actuaciones?
       En estos cuentos sí que me fijé de forma más consciente en la figura de la mujer, a la que doto de protagonismo. De alguna manera lo sentía como una asignatura pendiente, poder regalar historias con mujeres fuertes y a veces incomprendidas en sus acciones. Pero los hombres tienen su papel, quizás menos en primera línea pero indispensable para poder construir la historia.

¿Subyace en sus relatos y en sus historias una palpable tristeza de fondo?
       Quizás más que tristeza hablaría de melancolía pero también de realidad. Creo que por naturaleza soy más bien optimista y una persona que puede considerarse relativamente feliz, pero me interesa explorar lo que no nos gusta ver. Verlo y nombrarlo es hacer que exista, y al existir perdemos también el miedo a vivirlo.

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