Centenario Carmen Laforet
La novela femenina de posguerra
Una lectura de La isla y los demonios
Tras el éxito de Nada y La isla y los demonios, Carmen Laforet publica La mujer nueva (1955), su vuelta a la religiosidad perdida y decepcionada por un futuro inmediato; Juan Luis Alborg ve un mayor empeño narrativo en esta novela, aunque «no añade nuevos aspectos al panorama novelístico de la autora. Paulina, la heroína, sigue estando en la línea de Andrea y de Marta, pero convertida ya en fruto logrado de mujer, enredada en la aventura de sus amores que son intensos y dramáticos (...) esta Paulina puede considerarse asimismo como el tercer capítulo de la vida de una misma mujer». Laforet buscará una nueva identidad con, Tres pasos fuera del tiempo, que integran La insolación (1963), Al volver la esquina, publicada en 2004, y Jaque mate, texto desaparecido aunque existen bastantes páginas en un maleta perdida en Roma. Aparte de estas novelas, y sus colaboraciones en prensa, su producción se amplía con cuentos y novelas cortas La muerta (1952) y La llamada (1954); o Paralelo 35 (1967), relato sobre un viaje a los Estados Unidos, La niña y otros relatos (1970) y el ensayo, Gran Canaria (1961).
Carmen Laforet nació en Barcelona el 21 de septiembre de 1921, y fallecía en Madrid, el 28 de febrero de 2004.
Posguerra literaria
Durante las primeras décadas de la posguerra española e instaurado el régimen franquista, toda una generación de escritoras se dieron a conocer en el panorama narrativo editorial. Carmen Laforet, una joven barcelonesa que en 1944 conseguía el Nadal por su primera novela, Nada, inauguraba el fenómeno «novela escrita por mujeres», y otros nombres se sucederán a lo largo de la década y las siguientes hasta 1960, Rosa Chacel, Eulalia Galbarriato, Ana María Matute, Susana March, Mercedes Fórmica, Elena Quiroga, Elena Soriano, Dolores Medio, Luisa Forellad, Carmen Kurtz, Carmen Martín Gaite, Mercedes Salisachs, Concha Castroviejo, y a lo largo de la década de los 60, dos narradoras dominarán el panorama literario, Ana María Matute y Carmen Laforet.
La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, representa la revelación de los jóvenes aprendices del 98 y la continuidad de una narrativa de la España negra de principios de siglo; Nada (1944) ofrece esa otra visión de la primera generación de la posguerra con otra sensibilidad para abordar los temas de una vida cotidiana y vulgar de la clase media. La joven Carmen Laforet, recrea el marco urbano de una sociedad pequeño burguesa, anónima y multitudinaria, donde una heroína, tan soñadora como rebelde, se enfrenta a una existencia mediocre y gris, como la época. Andrea simboliza, junto a su autora, esa generación que ha despertado entre el final de la guerra civil española y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, con una urgente vocación de vivir. Nada es la visión psicológica de la vida de una adolescente que se enfrenta a un mundo marcado por el horror y la muerte, aunque sobrevive por la ilusión y el deseo de volver a empezar.
Crónica de una isla
Carmen Laforet nunca se desligó de la literatura, entre otras razones porque era una escritora con una capacidad prodigiosa para manejar la técnica narrativa; otra cosa es que sus escritos salieran a la luz con mayor o menor retraso, y algunos no llegaran a salir. En 1952 publica La isla y los demonios, su segunda novela, relato donde persiste esa toma de conciencia que mitificaba la realidad y la desmitificaba en una vida interior. Es un relato ambientado en las islas Canarias, recrea un mundo más alejado que Nada, vuelve a la niñez, el paso a la adolescencia, hasta la edad adulta. El crítico Iglesias Laguna habla de esta novela como de un evidente antecedente de Nada. Marta, la protagonista es la misma Andrea, aunque unos años más joven. La guerra civil aquí es un simple telón de fondo que pone una nota ingrata en la vida paradisíaca del archipiélago canario. Una vez leídas las primeras páginas de esta novela cabría preguntarse ¿quiénes serían esos demonios que se citan en el título?; en realidad, representan los conflictos que vive Marta Camino, la protagonista, desde su problemático entorno familiar. La joven tiene solo dieciséis años, y es una chica aislada, huérfana de padre, aunque su madre vive lo hace en un estado mental que la obliga a permanecer confinada sin apenas una relación con el resto de la familia, José, hermanastro de Marta, y su cuñada Pino. El ambiente que rodea a Marta resulta agobiante, un aspecto tan presente en la novelística de Laforet. Marta aunque sea sólo huérfana de padre, en realidad lo es de madre porque aunque Teresa vive, después de la muerte de su marido queda en un estado mental tan deteriorado que no puede hacerse cargo de la atención maternal que necesita su hija y su hermanastro José se convierte en su padrastro; y la de la esposa de este, Pino, en su auténtica madrastra. El detonante para que Marta emprenda ese largo viaje interior hacia el despertar a la vida será la llegada a la isla de unos parientes y del amigo pintor de esos recién llegados, y así empieza la novela, con ese halo de esperanza y de aire fresco porque estos personajes ofrecerán nuevos aires a la escena cerrada de la casa familiar, unos necesarios espacios abiertos, una ansiada modernidad que arrastrará a esos demonios con la suficiente fuerza para que Marta despierte.
Pino es uno de los personajes que padece una constante insatisfacción personal, y se irá perfilando como la mujer de posguerra totalmente dependiente del hombre, enferma de episodios de histeria que la acosan con frecuencia. Por encima flota el papel dominante del hombre, considerado el eje angular de la casa, de la familia. Sus maniobras, sus desazones, sus comentarios, van a ser exagerados, impropios de su condición de persona de una familia respetable y solvente desde el punto de vista económico; pero sus instintos más primarios salen una y otra vez a escena reforzando su inadecuado comportamiento, que aporta al texto un condimento melodramático. El resto, Daniel, tío paterno de José y Marta, es músico; Honesta, es su hermana, romántica y de personalidad voluble, y Matilde, esposa de Daniel, una rígida poeta con fuertes valores falangistas, vienen acompañados de una sorpresa: un joven pintor, Pablo, que anhela a su mujer que reside en México y visita Canarias para conocer nuevos paisajes alejados de la guerra, son personajes que adolecen de sus propias insatisfacciones y, en cierto modo, están secuestrados por sus demonios, atrapados y no saben cómo salir, se mueven en esa oscuridad que los acompaña desde los horrores vividos en la península y salpicarán a Marta, y la atraparán asfixiándola, pero la joven descubrirá su fuerza y tratará de escapar, algo que ningún otro personaje de su núcleo familiar hace. Finalmente, Marta se libera del amor que siente por el pintor que ama y se marcha a Barcelona, donde se transforma en la joven Andrea. La novela está escrita con una gran economía de lenguaje y una excelente ambientación.
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