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Aquel verano
La historia narrativa de Pedro Zarraluki (Barcelona, 1954) es una permanente reflexión sobre el silencio, y un sereno análisis sobre la sociedad o la vida contemporáneas. Autor de colecciones de cuentos, Galería de enormidades (1983), Retrato de familia con catástrofe (1989) o Te espero dentro (2014), y de las novelas El responsable de las ranas (1990), La historia del silencio (1994), Hotel Astoria (1997), Para amantes y ladrones (2000) o Un encargo difícil (2005), la tópica historia de la vida retirada que, tras una existencia dramática, protagonizan unos personajes de la burguesía catalana, cuando en su madurez deciden cerrar la puerta del pasado y emprenden una estrambótica huida, inicialmente al Tíbet, para recalar en un pequeño pueblo de la costa catalana, donde por azar vive Tomás, un afamado arquitecto que, tras su divorcio, huye de una Barcelona decadente y quiere encontrar su lugar en el mundo. Con Todo eso que tanto nos gusta (2008) volvía a un espacio acotado, el lugar elegido un pequeño pueblo del Ampurdán, historia que proyecta el conflicto familiar entre un hijo y sus padres, el recuerdo de un hermano y su propio fracaso matrimonial; también ha publicado El hijo del virrey (2012), títulos que avala una trayectoria ejemplar hasta el momento. La curva del olvido (2021), su nueva novela, es una historia que retoma las relaciones humanas de adultos con adolescentes, cuando dos amigos conviven con sus hijas durante unas vacaciones en una isla, en una cala de Ibiza, en un modesto hotel, durante el verano de 1968, tras la eclosión revolucionaria del Mayo francés, y cuando el turismo empieza a prodigarse por jóvenes melenudos, como llaman en la isla a los hippies, y conviven con una clase social privilegiada, influyente, rica y burguesa alejada del hedonismo que ellos practican.
Vicente Alós y Andrés Martel son los dos amigos que intentan reponerse, respectivamente, de un reciente duelo, Andrés ha enviudado y Vicente acaba de separarse, están acompañados de Sara y Candela, sus hijas adolescentes que se conocen desde niñas aunque de carácter y actitudes diferentes. Iremos descubriendo algunos de los secretos que esconden estos dos amigos, y otros personajes secundarios configuran la apacible estampa de un cálido verano, el alemán Jakob, amigo de Vicente, un excéntrico anti-nazi que lidera los primeros atisbos de libertad insular, o el pintor Esteban Capella, que recoge la nieve de las montañas en sus cuadros frente al mar, y la inmensidad marina cuando observa la nieve; la viuda Josefa Martínez Sasa, tan arisca como tierna, propietaria del pequeño hotel restaurante, o Armonía, voz de la incipiente colonia de jóvenes hippies, frente a los adolescentes, Jon, Eritz y Maitena.
Pedro Zarraluki divide su novela en dos partes que transcurren en un mismo escenario, estructura y cuenta la historia de una manera lineal, se suceden escenas que avanzan con las vacaciones y el verano de los personajes, y asistimos a las vicisitudes de todos y cada uno de ellos, o a esa transmutación que conformará el carácter de alguno, sin duda, las jóvenes, Sara y Candela, que buscan respuesta a las continuas preguntas respecto a su crisis juvenil, el valor de la amistad, el primer amor y la incertidumbre del futuro, inquietudes que se trasladan a los mayores en sus distintas necesidades, culpa y pérdidas, o frustradas ilusiones. Zarraluki construye un escenario de luminosidad absoluta, subyace de fondo la España franquista que, como queda explícito, inicia una tímida apertura al mundo, se verifican secuelas de corrupción de la clase privilegiada que mantiene el favor de las autoridades para fines propios, aunque se atisba cierta transformación de ese mundo que discurre en paralelo a la vida de los protagonistas, algunos sumergidos en la curva del olvido, en un intento de alejarse de los recuerdos desagradables, le ocurre a Andrés, cuyo sentimiento de culpa por la muerte de su mujer lo arrastrará para olvidar y, al mismo tiempo, a alejarse de su hija Candela. Y frente a esos personajes atormentados, el carácter de Vicente y de su hija Sara, de Jakob o de Armonía, incluso de Josefa y Ricardo sirven de contrapunto a la narración que pretende derrochar vidas con cierta ilusión o alegría porque la sienten como si realmente fueran merecedores de ella, o tal vez se dejan llevar porque, de alguna manera, el autor, al final de su historia, ha decidido que casi todos sus personajes evolucionen para conseguir sus propósitos, o mejor. sus deseos.
La curva del olvido
Pedro Zarraluki
Barcelona, Destino, 2021
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