La
singularidad expresiva de Ungaretti
La Asociación Internacional
de Críticos Literarios rinde homenaje a Ungaretti a los 50 años de su muerte
con un volumen al cuidado de Neria De Giovanni.
Giuseppe Ungaretti
se sitúa en la vertiente opuesta al futurismo, en plena ebullición de la
exterioridad, muestra una fervorosa interioridad en su obra para ahondar en
ella con el paso del tiempo, y traducirla en una síntesis depurada que capta
esa esencia ajena a las sucesiones que, a pesar del marco histórico en que se
produce, dará pie a unos poemas nítidos y deslumbrantes por su exclusiva y
rotunda verdad. A medida que el poeta italiano evoluciona, su intensidad se
despliega, y aunque conserva una melodía esencial, su construcción será más
cerrada y, en ocasiones, ofrecería cierta dificultad si no la iluminaran las
palabras con sus destellos; el poeta afirma, “siempre he diferenciado entre
vocablo y palabra”, porque, “encontrar una palabra significa penetrar en la
abisal oscuridad de sí sin turbar ni lograr descubrir el secreto”, añadirá poco
después. La
española María Zambrano afirmó que, “el secreto se muestra al
escritor, pero no se le hace explicable”, como ese presupuesto gozoso de la
poesía, hecho que, sin duda, no es ajeno al título, La alegría (1914-1919), un libro escrito prácticamente durante la
guerra, pues si encierra algo de ironía, contiene aún más de saber. Se trata de
exhalar el instante de vida en plenitud, es decir, de ensalzar lo opuesto a la
muerte, presente siempre como un hito del horizonte humano. Y es este un
instante que aparece como inagotable debido a que su enigma, al igual que el de
la vida misma, no se puede descifrar. A su obra completa dio Ungaretti el
título de Vita d'un Uomo (La vida de un
hombre, 1977)), y hablando de su poesía afirmó que no tenía otra ambición “que
la de dejar una hermosa biografía”.
En España se
han traducido y publicado las obras, Vida
de un hombre: 106 poesías (1993), El
cuaderno del viejo (2000), El dolor (2000),
Un grito y paisaje y últimos poemas
(2005), Sentimiento del tiempo: la tierra
prometida (2006) y Vida de un hombre
(Poesía completa), Igitur, 2014.
Ungarettiana
El volumen Ungarettiana (2020) reúne un homenaje al
poeta italiano, una selección de trabajos y monografías al cuidado y
coordinación de la presidenta, Neria De Giovanni, que pone de manifiesto la
proyección del poeta en el mundo de la lírica universal porque la perspectiva o
el punto de vista que ofrece este libro no es solo italiano, sino que
encontramos trabajos enviados desde España, Rumanía, Albania, Venezuela,
Francia o Argentina.
Josefa
Contijoch escribe un breve homenaje a Ungaretti en catalán, Manuel Ángel
Morales Escudero y Francisco Morales Lomas lo hacen en español y desde
perspectivas muy diferentes, un Ungaretti redescubierto por parte de Morales
Escudero que, curiosamente, en su trabajo lo aleja de ese hermetismo atribuido
por una crítica universal para acercarlo
a ciertas claves más o menos veladas en sus versos que permitirían entender los
arcanos que no resultan evidentes; curioso el acercamiento del poeta al español
Jorge Guillén, cuyas poéticas quedan unidas a las de Góngora, y no menos
interesante la reflexión del crítico español respecto a la relación de
Ungaretti, Marinetti y Puccini con el régimen italiano de los años 30 que, en
cierto modo, alejaba, ya en la democracia española, al poeta de los lectores en
este país aunque no se pueda hablar de una auténtica marginación sino de esa
costumbre ancestral de prejuzgar al
individuo por motivos políticos e ideológicos; Morales Lomas centra su trabajo
en el análisis pormenorizado de unos de sus libros más significativos, El dolor (1947), ese inmenso sufrimiento
por la guerra mundial, la muerte de su hermano, y más tarde la del hijo, un
dolor personal que a lo largo del
poemario se convierte en la expresión del sufrimiento humano que rodea al
poeta. Y una no menos curiosa comparación de síntesis y brevedad en América
Latina respecto al cuentista y fabulador Monterroso que hace el venezolano Antonio
Mendoza. El resto de autores, esencialmente italianos, ofrecen una visión de
las particularidades de la poesía y el valor de las palabras en Ungaretti, o la
curiosa relación que establece Neria De Giovanni con Grazia Deledda, o el
misterio de un encuentro cancelado. Carlo Vitale, desde Argentina, reúne y
traduce un puñado de poemas del italiano, de su obra, Vida de hombre (Poesía completa, 2014).
El autor
Giuseppe
Ungaretti (Alejandría, 1888 - Milán, 1970) fue un poeta italiano vinculado en
sus inicios al hermetismo, en su obra se advierte una tensión existencial y un
continuo viaje interior hacia la memoria que representa una singular
recuperación de la tradición lírica, tras los excesos del crepuscularismo de Guido
Gozzano y el futurismo de Filippo Tommaso Marinetti.
Hijo de una
familia burguesa emigrada a Egipto por motivos de trabajo, el joven Ungaretti
pasó su adolescencia en su ciudad natal, cerca de esos paisajes del desierto
que serían los temas más recurrentes de toda su obra. En 1912 se marchó a París
para completar sus estudios en la Sorbona, y allí conocería a los mayores
representantes de las vanguardias europeas, a Guillaume Apollinaire, André Gide,
Max Jacob y Pablo Picasso. Dos años después se instaló en Milán y se enroló en
el ejército para tomar parte en la Primera Guerra Mundial.
Una vez terminado el conflicto, vivió en París, donde se casó, y luego en Roma,
donde trabajaría como corresponsal de distintos periódicos que le permitiría
viajar por Italia, Europa y Egipto. En 1936 aceptó la cátedra de literatura
italiana en la Universidad de São Paulo, donde vivió hasta 1942, año en que
regresó a Roma para ejercer de profesor de literatura italiana contemporánea en
la universidad de la ciudad.
El conjunto de
su obra poética distingue tres etapas, la primera está ligada a su experiencia
en la guerra: la inmediatez lírica, el ansia de pureza, el lenguaje esencial y
las influencias vanguardistas de sus primeras composiciones, El puerto sepultado (1916) y Alegría de naúfragos (1919), le
convirtieron en uno de los iniciadores del hermetismo. Forman parte también de
esta tendencia poemas que publicó durante esos años en distintas revistas y
reunidas en Poesie disperse (1945),
aunque luego renegó de ellas.
Después de la
guerra, su temática se volvió más reflexiva y evocadora de la misteriosa y
dramática condición del hombre frente a la naturaleza, mientras que
rítmicamente se advierte una mayor complejidad y un uso de los procedimientos
técnicos de la literatura moderna europea, sobre todo del simbolismo.
Pertenecen a esta época Sentimiento del
tiempo (1933), El dolor (1947),
que recoge las poesías escritas en Brasil, muchas de ellas inspiradas en la
muerte de su hijo Antonietto y, La tierra
prometida (1950), reflejo del espíritu barroco que iban adquiriendo sus
versos. Resultan significativas las traducciones de los grandes poetas barrocos
y simbolistas que llevó a cabo en ese período, entre ellos William Shakespeare,
Luis de Góngora y Stéphane Mallarmé.
Por último, Un grido e paesaggi (1952) señaló el
comienzo de su tercer momento poético, marcado por el sólido esfuerzo de
recuperar la tradición lírica italiana, con especial atención a Petrarca, Torquato
Tasso o Giacomo Leopardi, y en el que la estructura métrica se convierte en
parte básica de su discurso lírico-dramático. Siguieron El cuaderno del viejo (1960), Apocalissi
(1961), Morte delle stagioni (1967) y
Dialogo (1968), colecciones sobre todo de poesías de amor en las que se
manifiesta su interés por el clasicismo. En 1966 recibió el premio Taormina de
poesía. Su obra completa quedó reunida en distintos volúmenes bajo el título de
Vida de un hombre, libros que
atestiguan su peculiar y riguroso concepto del proceso creativo, ya que en
ellos aparece un enorme número de variantes y reescrituras de sus antiguos
poemas.
Ungarettiana
Asociación
Internacional de Críticos Literarios
50 años
de la muerte de Giuseppe Ungaretti
Alghero,
Nemapress Ediciones, 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario