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Al fondo quedará siempre Nueva York
La vida y la historia de Rafael Guastavino deja de pertenecer al mundo de la arquitectura, la construcción y de los sorprendentes inventos, al menos durante un breve espacio de tiempo, para convertirse en objeto de un curioso interés literario, quizá porque, Andrés Barba (Madrid, 1975), de quien admiramos sus extravagantes propuestas textuales, ha considerado que, Vida de Guastavino y Guastavino (2020), resultaría la curiosa crono-biografía de “un héroe de la picaresca nacional”, y en su nueva entrega se sirve de la historia de este encantador de serpientes valenciano que huyó a Nueva York a finales del siglo XIX, sin contacto alguno previo ni siquiera hablar una palabra de inglés, aunque Guastavino, una vez instalado, llegó a codearse con las mayores fortunas gracias a su ingenio para patentar, con la imprescindible ayuda de uno de sus cuatro hijos un sistema de construcción de bóvedas tabicadas, arquitectura que resultaba bastante conocida en el Mediterráneo desde siglos antes. En realidad, Rafael Guastavino y su hijo Rafael Guastavino i Exposito fueron dos arquitectos que revolucionaron la construcción con ladrillo y baldosas en Estados Unidos, y aunque realizaron sus primeros trabajos sin ganar nada a cambio se dieron a conocer edificando la bóveda de la Biblioteca Pública de Boston, y pronto se conoció su nueva forma de construcción en la que el ladrillo y la baldosa alicatada fueron protagonistas en las modernas edificaciones de todo el país; luego llegaron las bóvedas del restaurante Oyster, la Estación Grand Central de Nueva York, parte del Zoo del Bronx, la Catedral de San Juan el Divino, la estación City Hall del metro de Nueva York o el Museo Nacional de Washington, entre otros proyectos donde, padre e hijo, dejaron su huella.
Los Guastavino simbolizaron, en la época, algo más que el escritor Andrés Barba ha querido reflejar, y lo ha conseguido de una manera magistral, en un escueto y hermosísimo libro de apenas un centenar de páginas que, como afirma en la nota que precede a su texto, recordando una cita de Borges, “de la biografía se podría decir, como del barroco, que es un género que agota sus posibilidades y por eso linda con la caricatura”. La vida de Guastavino se aleja de ese sueño americano tantas veces contado en versiones tan distintas y diferentes, pero ¿qué elementos incorpora el madrileño para que su historia, la de padre e hijo, no sea una más? Con toda evidencia, es la vida de los dos Guastavinos, y aunque parece que solo se habla del padre, en realidad es el hijo quien realiza, o mejor, culmina casi todas las obras importantes en las que participa la compañía, la Fireproof Construction Company, un equívoco que Barba subraya como base de toda la estructura del libro y se convierte en la versión un tanto degrada de ese sueño americano que tantos buscaron a lo largo de los años; lo mejor, los Guastavino solo se enriquecieron al final, cuando la empresa se encontraba en decadencia, aunque siempre habían estado al borde de la ruina y nunca fueron, como queda demostrado, arquitectos, sino constructores que trabajaron para otros, y esos otros firmaban esas construcciones, un detalle que, sin duda, los llevó durante décadas al olvido más absoluto, aunque este ejemplo de buena historia, y banalidad absoluta, resulte un hecho único.
Vida de Guastavino y Guastavino
Andrés Barba
Barcelona, Anagrama, 2020
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