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miércoles, 8 de septiembre de 2021

Carmen Canet

 Una geografía lingüística

              

 

                                                         

       El filósofo Emilio Lledó afirma y, por extensión, confirma, esa máxima que asegura que, “no hay escritor sin lector, y se puede ser lector y elector: leer (legere) es elegir (eligere); es decir, demostramos nuestra capacidad de leer, o decodificamos el mensaje que nos quiere transmitir el autor porque la lectura es un proceso un tanto mental como visual, un desarrollo donde se deduce el significado de un texto, se interpreta su contenido, comprendemos el mensaje, se realizan inferencias y cuestionamientos pero nunca consideramos la lectura como reproducir un texto en sonidos, sino que se convierte en una actividad de interacción; aunque ante “legere” existe esa posibilidad de “eligere”, o elección , una palabra cuya etimología latina puede traducirse como “escoger”, fruto de la suma de un prefijo y un verbo, componentes léxicos que nos llevan a seleccionar algo o a alguien con un cierto fin, o en el mejor de los casos para alcanzar un determinado objetivo.

       La literatura se convierte en esa geografía de una ancestral tradición que se surte de la conciencia individual y conforma una identidad propia, una manera singular de concretar la realidad y la existencia del ser, y de esa realidad y el concepto de formas devienen los ejemplos en sentencias y en procesos que, a lo largo de la historia, han conformado la exactitud de “una concreta frase breve y doctrinal que propone un principio de manera concisa, coherente, y de una forma cerrada”; es decir, el arte del aforismo, a medio camino entre el apotegma y el ars poética, una propuesta extensible a otros géneros que alguien como Carmen Canet (Almería, 1955) ha convertido en su particular proyecto literario, tras entregarnos un sorprendente conjunto, Malabarismos (2016), al que siguieron Él mide las palabras y nos tiende la mano (2017), una selección de aforismos de la obra lírica de Luis García Montero, otras propuestas propias, Luciérnagas (2018) y La brisa y la lava (2019), o un curioso experimento con la colaboración y autoría compartida de Javier Bozalongo que titulaba, Cóncavo y convexo (2019), nueva colección de aforismos que titulaba, Olas (2020), y su última entrega, tras una coherente y ensayada vocación docente y la relación que a lo largo de su vida ha mantenido con los libros, y cuya sintética precisión, los amantes del libro, admiramos en Legere, eligere (2021).

       Carmen Canet realiza un auténtico rescate reflexivo a través de las páginas de su nuevo libro que, en cierto modo, convierte a la lectura en un cruce de ideas, juicios, convicciones y pensamientos en libertad; refrendan esas palabras las voces prestadas de muchos escritores que se convierten en el mejor bagaje que la lectura nos proporciona y, por qué no, incluso nos concede un amplio acceso como lectores, porque este nuevo libro de 99 aforismos profundiza en el conocimiento del yo y, al mismo tiempo, ofrece una continua reflexión de los contenidos desplegados en los ámbitos en torno a la lectura y su mundo; sobresalen la imaginación y la creatividad, como exponentes de un arcano, o un enigma. Y, a medida que pasamos sus páginas, se nos acerca a la música de García Lorca, la templanza de Tierno Galván, la sabiduría de Lledó o la magia de Irene Vallejo y, en igual proporción, se nos muestra como modelo la experiencia lectora de la propia Canet, “De niña jugaba a leer. De mayor, solo leía”. Se constata el interés metaliterario de la escritora en sus reflexiones acerca del diálogo verbal que traza en un esquema sencillo y conciso: “La lectura es alma y materia, corazón y cabeza, faro y luz, hilo y cometa. Una barca sobre las olas”.

       La literatura, en un sentido lingüístico, parece algo enigmático, casi un misterio que convierte el sentido de la creatividad en un término raramente reconocido en manuales o ensayos, y ofrece esa connotación cómplice como leemos en el aforismo: “La literatura tiene rasgos y trazos humanos. Por eso debe pasear por las calles habitar las casas. Debe rozar el suelo, pese a flotar”. Carmen Canet nos regala otra perspectiva creativa que, de una manera tan sutil como acertada, queda integrada en el mismo plano aforístico; se trata de una brevísima selección de collages, cinco en total, formas integradas en el conjunto de las páginas que otorgan color al negro de las líneas, y así cada imagen corrobora una interpretación visual que aporta su propia característica crematística, porque eso sí, se desborda en imágenes y colores. Legere, eligere muestra el carácter profundo, aunque esencial de los mensajes emitidos por la almeriense que media en el conocimiento y la comprensión de sus afirmaciones, con un fondo tan juicioso como ecuánime, de una originalidad e inteligencia que rompe con aquellos prejuicios sobre la brevedad, y sobre todo porque quien lee, abre cauce a una identidad expandida, que va ajustando sensaciones y pensamientos al devenir sosegado del concepto de libro: “En la vida y en los libros pasar páginas es avanzar”; y, por extensión, “La lectura está siempre abierta, nunca cierra por descanso del personal, ni reserva el derecho de admisión”.

       Los aforismos de Carmen Canet buscan el diálogo con el lector, le propone que cierre su argumento, lo discuta o lo acomode a su voluntad, huye de las máximas altisonantes o sentencias que en épocas precedentes fueron signo distintivo del género doctrinal, porque este libro es una invitación sincera y cómplice para hacer de la lectura una actividad placentera, enriquecedora y necesaria en ese prolongado discurrir que va desde la infancia hasta la edad adulta.

 


                                      Legere, eligere

                                      Carmen Canet

                     Sevilla, Apeadero de aforistas, 2021

 

 

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