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viernes, 8 de octubre de 2021

Beatriz Montañez

  Una vida brota alrededor 

 

 

                                                

          Vivimos en un extraño mundo y en un constante y convulso ambiente que día a día nos somete a una compleja aventura y convierte nuestra actitud en la búsqueda de ese proceso ambivalente para encontrar la sencillez de las cosas, ese otro proceso de vida que nos acercaría a vivir en contacto con la naturaleza y en soledad, tal vez en un intento por conocerse a uno mismo y, de alguna manera, volver al origen.

       La escritura sobre la naturaleza, convertida en un auténtico género de características propias, nos obliga a enumerar algunas referencias, los acertados textos de Thoreau, Hubble, Hegland, Haskell y Araujo recientemente, ofrecen una literatura que, a menudo, se basa en gran medida en proporcionarnos información científica, detallada y precisa sobre hechos y acciones del mundo natural; escrita con frecuencia en primera persona, en su relato incorpora, a menudo, observaciones y sensaciones personales que incluyen reflexiones filosóficas sobre la naturaleza, y cuanto es posible vivir en ella.

       La constante información sobre crisis ambiental y sus efectos a corto plazo, el calentamiento global, la subida incontrolada de temperatura en algunas regiones del mundo, y esa angustia colectiva y personal están motivando el auge y renovación de un cambio de escena de una literatura centrada en la relación entre el ser humano y la naturaleza de la que, desde siempre, ha formado parte. El proceso de una urgente revisión del problema medioambiental se repite periódicamente, y medios de comunicación y televisiones del mundo nos muestran un futuro de catástrofes naturales y espacios en un progresivo avance de desertificación agudo. Sin duda, un prodigio mediático como la periodista Beatriz Montañez (Almadén, 1977) ha devuelto a la escena este fenómeno con Niadela (2021), su primera obra que por su sensibilidad y capacidad nos muestra las contradicciones de nuestro día a día consumista, y el desgaste a una forma de vida a la que ella, según leemos, renunció hace cinco años. Compañera de mesa junto a Gran Wyoming en El Intermedio, abandonó el programa en 2011, a pesar de la fama, el dinero y sus posibilidades de éxito en una sociedad capitalista, sin embargo desapareció para llevar a cabo algunos viajes por medio mundo an tes de refugiarse en una cabaña, ilocalizable, sin luz ni agua corriente para vivir en soledad y en un absoluto contacto con la naturaleza. Durante diez años la presentadora dejó de ser noticia para volver, con un diario, donde retoma los elementos clásicos de algunos autores citados, sin duda el más evidente, el norteamericano y pionero, Henry David Thoreau, aunque la española esgrime la sensibilidad necesaria y el oficio para adaptarse a un medio que se concreta en un bosque mediterráneo, un paisaje que no es el de los grandes espacios prácticamente vírgenes, sino un entorno de aires, flora y fauna mediterránea y que, por otro lado, la periodista se inspira en una tradición literaria española, que tiene como modelo el beatus ille.

       Beatriz Montañez comienza un diario que combina reflexiones y vivencias personales acerca de lo que va observando y su cotidiano devenir, y a lo largo de los capítulos, que irá fechando, escribe cómo se va adaptando y descubre nuevos espacios, paisajes y organismos con los que deberá convivir, en ocasiones desde la empatía misma, otras desde el desconocimiento de un medio hostil que le produce tanta inquietud como miedo, aunque con el tiempo es capaz de profundizar y explicar en su soledad, un sentimiento que se convierte en el espejo donde se reflejan los excesos de la vida en sociedad. Convertida en una persona zen, mantiene la mente abierta y una actitud de aceptación ante lo que vive, sus conocimientos sobre el budismo practicado en sus viajes antes de su retiro en Niadela se convierten en una de sus enseñas y en el camino óptimo hacia el desprendimiento del consumismo y lo material, propiciando la meditación y la introspección de su personalidad, y el intento de resolver un pasado marcado por el fallecimiento prematuro de su padre y la ausencia personal de duelo que ha estigmatizado buena parte de su vida; un recuerdo que, en cierto sentido, ha acabado motivando su éxodo a la humilde cabaña, y Niadela es la catarsis que le permite convivir con ese trauma dentro de un nuevo marco de felicidad basado en la sencillez y en el más absoluto de los silencios. Abundan las páginas de un preciso y calculado lirismo cuando la narradora describe el entorno y las decenas de habitantes que irá descubriendo en Niadela, curiosos especímenes de todos los tamaños, indefensos y peligrosos, así la prosa poética de Montañez se cargará de abundantes metáforas y una sustanciosa adjetivación que motiva, en ocasiones, la absoluta certeza de la belleza de cuanto va descubriendo, a diario, la narradora.

       La joven comparte con zorros, jabalíes, arañas, escorpiones o murciélagos sus emociones y vivencias, de alguna manera verá en ellos cualidades humanas bajo esa ética que igualaría a todas las formas de vida y que provoca otra dimensión de ver las cosas, casi de una manera doctrinal, quizá porque Niadela trata de trasmitir una enseñanza de convivencia descarnada con ese abandonado medioambiente y de poner en valor el contacto íntimo con la tierra, algo que la joven irá consiguiendo poco a poco y a medida que transcurre su vida apartada en el lugar y algunas páginas brillan por su agudas reflexiones e impresiones, mide las palabras y con un calculado vocabulario nos asombra con lo aprendido,  sobresale la honestidad con que se nos muestra el difícil camino hacia un aprendizaje que emprende la joven, saber vivir con poco, quizá porque pretende subsistir con poco. Niadela es una invitación múltiple que nos lleva a contemplar, a escuchar, a cuidar, en definitiva, a amar el medioambiente y, por supuesto, a leer y recrearnos en sus páginas de una exquisita sensibilidad, envueltas en esa maravillosa ambición que supone el silencio.

 


                                                             Niadela

                                   Beatriz Montañez

                            Madrid, Errata Naturae, 2021

 

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