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martes, 20 de noviembre de 2018

Ocho poetas de campo, 1


Neorrurales



       Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque -Córdoba-, 1957) comenzó a escribir muy joven y, hasta el momento, ha dado a la luz poemarios como: “El Valle de los Tristes” (1985),  “El rumor de los chopos” (1996), “La tierra en sombra” (2008), “Las voces derrotadas” (2010) y “Los ángulos del cielo” (2014); habiendo recibido premios como  el Hispanoamericano Rafael Alberti, el Nacional San Juan de la Cruz, el José Hierro, el Ciudad de Salamanca o el Andalucía de la Crítica.  Por otro lado ha publicado diez novelas; una de ellas, “El libro de las aguas” (2007), fue adaptada al cine por Antonio Giménez Rico, y la más reciente, “Los perros de la eternidad” (2016), obtuvo el Premio Jaén de Novela. Su poesía desreunida “El horizonte hundido” (2017) vio la luz en la editorial Hiperión. Su último libro de versos es “El musgo y las campanas” (2018).







Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria 1963). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza. Agricultor por vocación y agregado de enseñanzas medias por necesidad.

Premio de las Letras de Castilla y León 2014 y de la Crítica de la Comunidad por su libro La gratitud, galardonado previamente con el ‘Gil de Biedma’. El núcleo de su obra se ha publicado en la editorial madrileña Hiperión: El tiempo de los usureros, Un lugar habitable, Tierras altas, Echarse al monte, Tempero y Sin ir más lejos, que obtuvo el premio ‘Jaén’ y con posterioridad el Nacional de la Crítica. El resto de su obra editada, por orden de aparición, está compuesto por: Anagnórisis,  Paralaje, La lengua de las campanas, Endechas del consuelo, De la letra menuda, De atardecida, cielos, Furtivo de los días, Inmediaciones, Por la tierra oscura y el reciente Fuera de encuadre.
Una amplia selección de sus poemas, que han aparecido en varias de las antologías representativas de la lírica española actual, se encuentra en Lastre. Ha colaborado en revistas literarias y de pensamiento como “Archipiélago”, “El Ciervo” o “Turia” y actualmente lo hace en “La sombra del ciprés”, el suplemento de cultura de “El Norte de Castilla”.





      
Reinaldo Jiménez nació en 1969 en una pequeña aldea de La Herradura llamada El Cerval, en Almuñécar, Granada.
Ha publicado los libros de poemas O la sien sobre el lodo (Lorca, 2000), Al paso volador de las perdices (VII Premio de Poesía Enma Egea, Cartagena, 2001), Paisajes sobre el agua (VII Premio Tardor de Poesía de Castellón, 2002), El vuelo único (X Premio de Poesía Alegría de Santander, 2006), Habitarás la casa (XIX edición del Premio Bienal de Poesía Provincia de León, 2012) y De la mano (XXI Premio de Poesía Antonio Machado en Baeza, 2017).
Maestro de profesión, parte de su quehacer literario está dedicado a los niños. Tiene editados los libros de poesía infantil Poecuentos (Málaga, 2003) y Operación Bellota (Valencia, 2008); y de teatro La Bella no Durmiente (Valencia, 2005), La manzana (Valencia, 2006) y, junto con Juan Ramón Barat,  Más vale títere en mano (Valencia, 2004).




       
20 LÍNEAS Y UNOS RIPIOS

       Me piden que cuente mi vida y obra en 20 líneas, y veo que me sobran 18. Malo del poeta que va con el curriculum por delante, ese selfie en que la propia figura tapa lo que debería estar en primer plano. Siempre leí con un punto de estupor las solapas que se recrean en congresos, premios y otras bagatelas. Se ha dicho muchas veces, y estoy de acuerdo, que la única biografía que cumple a un poeta son sus poemas. A quien lea los que aquí ofrezco poco puede interesar mi peripecia más allá de los cuatro datos que ayuden a enfocarlos: que nací en León hace 43 años, que desde los 20 vivo en Valladolid,

                              donde pierdo la vida enseñando la flauta
                      (no me busque corito el rijoso internauta)
                      en un conservatorio, donde apenas conservo
                      el empuje inicial. Aún digo más: me enervo

con menos cada vez, y ya me canso y continúo en prosa fatigosa añadiendo que he escrito tres libros de poemas titulados Quietud, Lo breve eterno e Hilo de nada, y otro de prosa miscelánea, o más o menos, Mitos y flautas.
       Pero acaso sería más revelador señalar que lo mejor de mi infancia lo pasé bajando a la carrera pedreros en Picos de Europa o metiendo el palo con la sardina en la playa de Borizo, atento al tirón del pulpo o a los pellizcos de las nécoras. Cuento y… ¡bingo!, 20 líneas (y sobran 18).



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