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martes, 17 de diciembre de 2019

Yanina Rosenberg


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                     Territorio quebradizo

       Un cuidado acercamiento a lo fantástico en La piel intrusa (Páginas de Espuma, 2019) de Yanina Rosenberg           




       Una de las paradojas más insospechadas que nadie pudiera imaginar sería conceptuar lo fantástico como algo expresamente real; y si fuera así cabría preguntarnos, ¿es lo fantástico lo contrario de lo real?, o ¿tendríamos que excluir lo uno de lo otro?, incluso ¿donde impera lo fantástico, descartamos lo real? En términos narrativos y literarios habría que sopesar que no podría existir lo fantástico sin la existencia de lo real, entendiendo este último concepto como una de esas formas convencionales con las que nuestra sociedad piensa, entiende y comprende aquello que solemos llamar realidad. El cuento fantástico requiere de la confusión de elementos que llamamos “realistas”, es decir, que imitan “lo real”, y elementos o hechos “sobrenaturales”, tan asombrosos como insólitos que comparten ese mundo análogo a la realidad cotidiana. Esta coexistencia ambigua de mundos dispares convierte a lo fantástico en una especie de contradicción, porque el mundo creado por un relato fantástico sostiene la intrusión de lo inadmisible, de lo imposible, dentro del orden establecido de lo cotidiano; y es en esa conexión donde se asientan los efectos literarios e incluso filosóficos del relato fantástico.
          La realidad puede resultar frágil siempre y cuando lo fantástico convierta en siniestro conceptos cotidianos como la maternidad, el sexo, el amor, la pareja, la locura, la ternura, a ese abismo que nos lleva a la evasión y traza un puente fronterizo en nuestras pesadillas, al tiempo que se convierte en ese instante propicio donde el germen visceral queda expuesto como aquello que pretendía quedar oculto o callado, y queda así mostrado como un nuevo estado hasta que otra sorpresa ocupe su lugar, o cada uno decida lo contrario. Yanina Rosenberg (Buenos Aires, 1980) ofrece con su libro, La piel intrusa (2019), una mirada poética a nuestra cotidianeidad, y nos invita a un inquietante viaje a través de unas historias poderosas que golpean la rutina de nuestras emociones, conforman nuestra vida y la narradora desarrolla con una fría seducción que entronca con el surrealismo más absoluto. Rosenberg escribe catorce relatos en un libro cuyo título, en principio, es una declaración de intenciones porque esa intrusión es la que un día se nos cuela en el cuerpo mientras dormimos, o aquella que a otra mañana, sin ser conscientes de lo que sucede y de los vacíos que provoca, nos transforma en esas mariposas pintadas como ocurre en “Mariposas en la pared”, la historia de una mujer desesperada, un ex marido y una hija que ha de ser clonada, un tema que se repite con niños problemáticos como en “El peor castigo”, donde una madre va al colegio para que le cuenten por qué han expulsado a su hijo, en “Guazuvirá”, se cuenta una historia siniestra en la que tres muchachas se enfrentan a un destino macabro en un lugar que debería resultar paradisíaco; en “Evelina” otra madre que pierde a su hija en su propia casa y la recupera convertida en varios clones; en “Una tibieza elástica” muestra el caso de los padres separados que se pelean por el hijo, aunque en este caso nos encontramos con un final tan inesperado como impactante; en realidad, historias en la que soñamos con una hija más cariñosa, reconsideramos un crimen sin culpa, y tampoco no pasa nada por ambicionar la perfección del vínculo entre madre e hija.
       Desde el punto de vista temático los cuentos de Yanina Rosenberg se  articulan en torno a la maternidad y a las relaciones humanas y/o amorosas. En el primer caso se observan lazos desconectados, silenciosos, conflictivos, inconstantes o desconocidos, donde la idea del doble y la pérdida de control se convierte en una amenaza permanente; impera el punto de vista de las madres frente a los hijos, aunque aparecen algunas salvedades como la mujer que busca con quien habla su madre o la joven que cuida a un niño cuando el padre no está. En el segundo caso, se trata de vínculos en constante oscilación, parejas, amigas o gente que se conoce por casualidad que deambula entre un pasado compartido o breves momentos intensos con enajenaciones y alejamientos repentinos, curioso el caso de las tres amigas que se pelean por un hombre durante un viaje o el marido inmutable frente a la computadora.
       Cada protagonista se desgasta emocional y físicamente, e incluso algunos en esa búsqueda de encontrar nuevas alternativas para su vida. Los personajes secundarios interactúan en menor medida, y la mayoría se sienten alienados como esas otras formas de lo siniestro ligadas a lo que no resulta perceptible. Ninguno termina de conectarse totalmente con los demás porque aparecen fragmentados y absortos en sus propias especulaciones. Ante esta perspectiva el lector debe concluir, a su manera y en cierta medida, cada historia. La permanente presencia de la naturaleza es otra de la singulares características en tanto símbolo de libertad o esa fugacidad de nuestra existencia, y la amenaza de tormentas en muchos de estos relatos se convierte en esa metáfora de los estados anímicos, y esencialmente como ese atributo de la transformación que atraviesan los personajes, los objetos, los espacios y, en definitiva, los lectores una vez terminado el libro.
      






LA PIEL INTRUSA
Yanina Rosenberg
Madrid, Páginas de Espuma, 2019

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