Cuaderno en blanco
Dicen aquello de “marzo airoso…” que nos trae días de sol
y viento. Los días de este singular mes me devuelve a la memoria la música de
Chopin, la escritura de su amante, George Sand, y el recuerdo de un clásico,
Robert Graves, cuya tumba he visitado en Deiá, en un minúsculo cementerio
repleto de tumbas de nombres extranjeros que se retiraron a vivir en aquel hermoso
lugar, en la isla de Mallorca. Y el confinamiento, al menos, durante quince
días por el Covid-19, que nos obliga a permanecer en casa para cumplir el
“estado de alarma” decretado por el gobierno; un sacrificio relativo para
quienes estamos acostumbrados a un retiro de lectura y escritura voluntaria
durante buena parte de nuestra existencia.
Seguimos
confinados, y parece que se alargará aún más de lo previsto, aunque la
monotonía no se vuelve tediosa, aprovechamos para leer y escribir sobre lo que
nos gusta, y esperamos la noticias de una pronta normalidad. Entretanto, los
cuentos de Astrolabio, del gran Ángel Olgoso. Y para Los diablos azules una
propuesta de Clara Morales, escribir sobre aquellos libros que han marcado
nuestra vida, en mi caso, El camino, porque para el Mochuelo, como para
nosotros, habrá un antes y un después. Escribo y disfruto con esta singular
novela de Delibes.
El cambio de
hora nos alargará las tardes un buen rato más; quizá el buen tiempo de la instalada
primavera traiga aires de fortuna, aunque de momento las lluvias nos acompañan.
El
confinamiento sigue, y la esperanza de ver un final se resiste, pero como
siempre todo llegará, al menos siempre ha sido así hasta en los más oscuros
momentos de la Humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario